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viernes, 24 de junio de 2022

Javier Krahe - Valle De Lágrimas (1980)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Si en mi anterior post rendí tributo a un artista ya fallecido que admiro mucho, en este repito postura. Javier Krahe se nos marchó en 2015, de forma súbita, de un soponcio (como la Marieta que nos encontraremos comentando el disco de hoy) y en el siguiente verano de 2016, a modo de homenaje, escuché mucho un nutrido recopilatorio de su extensa obra. Y quedó pendiente que escogiera uno de sus lps y por fin pasara por aquí.

Javier Krahe se confesaba vago por naturaleza y mi homenaje a él, y realmente toda mi relación con el cantautor, se impregna o contagia de la vagancia inherente al mismo. Por eso, he tardado casi 6 años en atreverme a comentar uno de sus discos. Lo de la vagancia, más bien dejadez, también se ve en mi actitud de ir a verle algún mes a esos conciertos que regularmente daba en la sala Galileo; solía decirme, “a ver si me paso a ver a Krahe”. Y lo dicho, de un soponcio se nos fue y me quedé sin poder verle en el escenario. Bien empleado me está.

He escogido su disco de debut. El motivo estriba en que de su recopilatorio, las canciones que más me llegan son las de esta primera etapa. Es un disco que tengo muy asociado a mi última etapa de opositor (esa en la que terminé sacando la plaza, al fin), ya que muchos días lo iba escuchando de camino a la academia, atravesando el Barrio de Salamanca (no en vano cruzaba Núñez de Balboa, tarea titánica por lo visto para Krahe, reflejado en un hit que no alcanzó en su día a entrar en este recopilatorio, básicamente porque era posterior a su edición).

Por tanto, “Valle De Lágrimas” de 1980, es el que más se ajustaba a este propósito. Eran los días de comienzo de la Movida Madrileña, pero de forma paralela al moderneo imperante, había otros lugares donde se plasmaban otras propuestas. Fue la época del disco “La Mandrágora”, que Krahe conformó junto a Joaquín Sabina y Alberto Pérez. No en vano, Krahe aporta de su brazo varias de las pistas de su debut para esa mítica obra conjunta.

En “Valle De Lágrimas” se aprecia la perfecta tarjeta de presentación de Krahe en general. Un estilo personal, basado en influencias como la siempre citada de Georges Brassens (no en vano “Marieta” es una readaptación de “Marinette”), con un estilo narrativo fresco, vivo y tremendamente imaginativo. Las historias y narraciones que nos cuenta Krahe en sus temas no dejan ni mucho menos indiferente y siempre son más que atinadas y agudas. Además, normalmente siempre están cargadas de intención, en un sentido u otro. Veamos qué nos ofrece este disco de debut.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Villatripas”: Con una melodía a base de ese instrumento tan chirigotero empieza el disco con la narración de la historia de envidias entre los pueblos de Villatripas de Arriba y Villatripas de Abajo. La construcción de una fuente con una venus afrodita presidiendo la misma, hace que en el pueblo de recursos más limitados se les ocurra recrear la fastuosa creación de sus vecinos con el lanzamiento al pilón de una lozana moza. Así contado (como todas las canciones que vamos a analizar), no tiene mayor gracia (la que yo no tengo, evidentemente), pero escuchar esta pieza en la voz y narración de Krahe es a partes iguales una delicia y un descojone supremo. Ese pasaje en en el que el alcalde dice a sus ciudadanos “Estáis dispuestos a todos, para sacudiros el lodo de esa venus afrooo… ¡leches! “¡Alcalde, lo que nos eches!”. Digna de una película de Berlanga, esta historia no deja de ser un reflejo de la condición humana, sobre todo la española, ya que si nos ponemos a escarbar, seguro que por la geografía ibérica podemos encontrar algún ejemplo semejante. Por cierto, la pieza la firman el propio Krahe junto a Alberto Pérez.

2. “Don Andrés Octogenario”: Javier nos cuenta la curiosa historia de un vejete que tiene unas últimas voluntades picantonas. Sobre una base acústica y con buenos arreglos de cuerdas, que casi le dan un toque de música de cámara, en “Don Andrés Octogenario”, nos comenta como el bueno de don Andrés fallece justo antes de darse un último homenaje con su enfermera cuidadora (que lo consiente, caritativamente). Esto supone un problema respecto al óbito, ya que la erección descuadra muchos aspectos relativos al velatorio y al entierro. Delirante humor negro, descacharrante a la par.

3. “El lirón”: En “El lirón” Krahe nos cuenta la historia peculiar de este animalillo, que tras decidir hibernar como es costumbre, se le viene de forma sobrevenida su ruina al procederse a una brutal deforestación de su entorno. No será la única vez que Javier Krahe recurra a contarnos historias de animales, ya se verá en un futuro una historia parecida, pero de final menos trágico, en “El topo”.

4. “La hoguera”: Uno de los grandes clásicos que quedaron de este disco es este solemne tema compuesto de cara a criticar la pena de muerte. Krahe, con mucho aplomo, sobre una melodía en un casi ritmo latente marcial diría yo, nos hace un repaso de todas las formas que se han inventado de ejecución. En la letra no deja de haber algún guiño o toque como dislexificar cartuchos por “carchutos” del pelotón. El estribillo, que reitera de forma tan marcada el título de la canción, contrasta con ese leve verso de rúbrica “la hoguera tiene, ¿qué sé yo?, que solo lo tiene la hoguera”. Una gran canción, con un mensaje claro y directo.

5. “¿Dónde se habrá metido esta mujer?”: Conectamos con otro clásico absoluto. En esta ocasión, Javier se mete en la piel de un tipejo machista que afronta los primeros momentos en los que, aún sin ser consciente bien de ello, se da cuenta de que su mujer se ha marchado de casa. Me imagino a ese personaje parando los pies al tal García de su oficina agarrándole de las solapas o algo así. Es una pista nerviosa, saltarina, con ese sofoco muy bien descrito de ese hombre que se cree que más que una esposa tiene una esclava o criada a su servicio. Para él sobre todo le fastidia que “hoy tenía ganas de …”. Se popularizó mucho a raíz de que Pablo Iglesias, exlíder de Podemos, la cantara en su visita al “El Hormiguero”; no sé yo si a día de hoy, Krahe, que a la hora de morir había sido entrevistado por el propio Iglesias, si aprobaría mucho el devenir que ha tenido el político; esa duda nos quedará, ya que Krahe no se casaba con nadie (recuerden “Cuervo ingenuo”).
6. “El tío Marcial”: Más desconocida es “El tío Marcial”, si bien en el recopilatorio que yo tengo sí que está incluida. Es una canción casi al estilo de que haría Springsteen en “Nebraska” un par de años después. La armónica hace mucho en su sonido distintivo, sobre el cual Javier nos cuenta la historia de un hombre al que visita la muerte, frente a la cual hace un balance muy peculiar de su vida. Tiene un fuerte poso amargo en su historia, lo cual contrasta mucho con esa melodía que suena amable y calmada. Una canción, como todas las de Krahe (o al menos gran parte), a la que merece la pena prestar alta atención. Es otra de las pistas en las que Krahe colabora con Alberto Pérez en la composición.

7. “Raúl”: Quizás “Raúl” se la canción menos atinada de “Valle De Lágrimas”. Javier en esta ocasión se deleita en jugar mucho con la ritma asonante con el nombre propio que da título a la canción. Lo que pasa es que con Javier Krahe no hay canción que no te levante una fuerte curiosidad y prestes muy buena atención a la historia que Javier tenga a bien contarnos. Yo personalmente reconozco que esto de prestar tanta atención a las letras no me ha pasado de forma tan clara con ningún otro músico.

8. “San Cucufato”: “San Cucufato” también será recurrente en el imaginario de canciones de Krahe (véase la posterior “Los caminos del señor”). En esta ocasión es el santo al que el protagonista de la narración se encomienda para que le devuelva el pudor (entre otras cosas) y deje de lado el naturismo salvaje que le ha sobrevenido. Instrumentalmente quedan muy curiosas ciertas notas graves de viento que dan una especie de réplica o rúbrica más bien a los versos cantados por Javier.

9. “La oveja negra”: Con sonido instrumental casi de fábula, en “La oveja negra” nos narra las peripecias de la propia oveja, que no deja de ser la historia de un verso suelto. Suena bonita, pero tampoco es de los capítulos más brillantes del disco de debut. No desentona ni mucho menos, peor tiene compañeras de obra que llaman la atención poderosamente.

10. “Marieta”: Quizás la versión que más ha quedado (o directamente sin el “quizás”) es la del disco “La Mandrágora”, al igual que sucede con “La hoguera”. En esta adaptación de una canción de su referente Georges Brassens, Krahe nos sumerge en la disparatada historia del fallido cortejo a la “Marieta” de turno (Marinette en la original de Brassens). Puede ser una de las canciones más representativas de Krahe, ya que consigue perfectamente hacerse suya esta adaptación, con sus ligeros saltos de entonación a la hora de cantar. La repetición del “gilipollas” del estribillo, y la división de la misma palabra previamente, juntando parte de la misma con las palabras anterior y posterior, es otro signo de identidad de esta divertidísima pieza, que supone una forma inmejorable de cerrar este lp de debut.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Con “Valle De Lágrimas”, de portada a modo de cuadro, que no sé muy bien si representa al propio Krahe recibiendo el contenido de un cubo de agua en plena cara, Javier Krahe iniciaba su andadura, lo cual es mucho decir. Estamos ante un artista que nos ha ofrecido una vasta discografía y que tuvo durante su vida un halo de músico a mitad entre lo maldito y de culto. Poco después vino el disco en directo compartido con Alberto Pérez y un tal Joaquín Sabina, que en su momento tampoco es que fuera un fenómeno nacional, pero que con el tiempo sí que se ha ganado la consideración de obra de culto.

Unos años después, Krahe, que no se casaba con nadie, tuvo la valentía de afear el gesto de lo de la OTAN (no sé qué le parecería a Krahe la cumbre de dentro de unos días que va a paralizar Madrid...) a Felipe González con la canción “Cuervo ingenuo”. Teniendo en cuenta que el ejecutivo de González se mantuvo hasta 1996 y lo que vino después tampoco era de la cuera ideológica de Javier, todo ello influiría en que Krahe se mantuviera en un plano casi imperceptible. Pero él seguía ahí, facturando sus discos y dejándonos piezas que sin lugar a dudas nos animan, como ya en el nuevo milenio supuso “No todo va a ser follar” del disco “Cinturón Negro De Karaoke”.

No sé si con puntualidad mensual, pero si no todos los meses, al menos casi todos, Krahe ofrecía un recital en la sala Galileo. Y en esas me quedé, con el “a ver si un día me animo y voy a ver un concierto de Krahe”, hasta que en 2015 me entero de su soponcio y que nos había dejado ya. Y yo con mi plan de ir a verle actuar sin cumplir, me quedé como un gilipo llasmadre. Allá donde esté, que se encuentre en la gloria y que me reserve un asiento para el próximo recital suyo al que pueda asistir.

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