ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Allá, a principios de siglo, hubo un resurgimiento del indie de guitarras. En Estados
Unidos se notó en grupos como The Strokes o White Stripes; en Europa uno de estos
grupos era de The Libertines. De hecho, puede establecerse una conexión entre las
bandas lideradas por Casablancas y Doherty. Si The Strokes no disimulaban un árbol
genealógico con ramas tan frondosas como Ramones, Televisión o The Velvet
Underground, The Libertines un año más tarde hacían lo propio con The Clash, The
Jam o Buzzcocks.
Más allá de esta menestra de estirpes y linajes estilísticos conviene resaltar que sus
herederos sonoros han hecho carrera en base a sus propios talentos y canciones,
cogiendo legítimamente algunos rasgos propios de sus ancestros y adaptándolos a su
propia gramática.
A lo que vamos. The Libertines huelen a pinta de birra, a pub humeante y a jaleo de
chicos malos y díscolos. Musicalmente ciertamente recuerdan a los primeros compases
de The Clash, antes de que Joe Strummer y los suyos optaran por una variedad
estilística con la que The Libertinas, seamos sinceros, solo pueden soñar. Parecido pasa
con los primeros discos de The Jam. Hablamos de punk, pop, garage y tradición
británica como The Kinks, y voz algo borrachuza.
Lo importante de todo es que sus melodías tienen mérito, son divertidas y están
revestidas de un regusto ligeramente salvaje que energiza al más pintado. No hay
trampa ni cartón. Voz, bajo, guitarra y batería. Y canciones de tres minutos, si es que
llegan. Lo bueno es que no renuncian tampoco a una naturaleza pop que hace que,
después de todo, sus temas no resulten demasiado agrestes. Solo hay que aceptar cierta
sensación de desorden, de indisciplina. Detalle éste que no benefició demasiado al
grupo.
Pete Doherty, es un tarambana que tiene una biografía muy similar a un historial
delictivo. En 2003 fue detenido por entrar a robar en casa de su compañero de grupo
Carl Bârat. El muchacho había sustraído un ordenador, un reproductor de cd, y enseres
varios. Del mismo modo ha llegado a ser detenido 2 veces en un fin de semana. Su
flirteo con las sustancias y el alcohol también está bastante sostenido y documentado.
Se trata, en fin, de una especie de imagen de músico bohemos, o artista maldito (y
delincuente), que tanto emociona a muchos “fans” de los autores hechos polvo.
También era conocido por otros ámbitos. Su relación con la modelo de Kate Moss dio
mucho de qué hablar a la prensa sensacionales y/o rosa. Los tabloides se relamían de
gusto con algunos escándalos poco menos que inevitables.
Lo mejor es mirar con una óptica puramente musical, sin ceder a otras perspectivas más
grotescas. Al menos a la hora de analizar un disco y su música. La banda en este primer
disco es: Pete Doherty (voces, guitarra), Carl Barât (guitarras, voces), John Hassall
(bajo, voces secundarias) y Gary Powell (Batería y percusión).
ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Vertigo”: Un comienzo muy british, rítmico y saltarín. Las guitarras de Bârat y
Doherty se entrelazan de forma sencilla pero efectiva, aunque es una canción más del
primero que del segundo. Un sonido tirando a clásico, que pudiera recordar un poco a
los Kinks, pero con un sentido del desorden peculiar y hasta divertido. No es un
pepinazo pero cumple como inicio.
2. “Death on the stairs”:Puro indie británico, no muy distinto de la primera canción, con
la que comparte un sentido lúdico y de tempo rápido. Las voces de Doherty y de Bârat
se intercambian a su estilo. Tiene incluso un pequeño interludio instrumental. Sigue una
senda todavía clásica, pero algo más rápida, frisando con ese punk pop marca de la casa.
Se nota que unos imberbes Arctic Monkeys se estudiaron este disco. La letra se inspira
en una pesadilla de Carl Bârat.
3. “Horror show”: Se acabaron las contemplaciones. Esto empieza a sonar bastante
punk. Una canción vertiginosa, fulgurante, de ritmo casi cazurro, pero que se las apaña
para introducir un estribillo de lo más resultón, que recitado a semejante velocidad casi
parece un trabalenguas. Un poco básica, pero si te pilla con la disposición adecuada dan
unas ganas locas de hacer pogo. El parecido con los Clash más directos viene de
canciones como ésta. Hay que recordar que el productor del disco el Mick Jones,
guitarra de los míticos autores de “London calling”. La letra hablaría sobre la adicción a
la heroína y el descenso al abismo posterior.
4. “Time for heroes”: Mucho más pop es esta canción, de melodía más serena y
ciertamente pegadiza, con buen sentido del ritmo y una musicalidad algo etílica pero
bien construida. Muy britpopera en el fondo, incluso hay un divertido jueguecillo entre
guitarras por ahí en medio. Una de las canciones más conocida de The Libertines. Para
el NME fue la segunda mejor canción de la década tras “Last nite” de The Strokes. Por
algún motivo el vídeo está rodado en Madrid. En el metro y en la Plaza de Colón. La
letra habla de unos disturbios ocurridos en Reino Unido en el año 2000, y se refiere, por
ejemplo, a la brutalidad policial. Fue el segundo single del disco.
5. “Boys in the band”: Un medio tiempo con brío; es como una canción sesentera con
un poco más de mala leche. El estribillo casi aparece de repente tras un breve puente. La
voz cantante la lleva Carl Bârat, con los coros ocasionales de Pete Doherty. En la parte
final se subraya vocal e instrumentalmente. En consonancia con algún tema de los
Mando Diao más garajeros.
6. “Radio America”: Cambio total. Una balada acústica, suave y hasta cierto punto
delicada. El estilo es desnudo, suave, a base de guitarras acústicas y una sección rítmica
leve. Acaba siendo la canción más larga del disco, aunque no llega a los cuatro minutos.
El mayor interés es escuchar a la banda en un registro insólito.
7. “Up the bracket”: La canción título es el otro gran clásico del disco. Punk, pop y
garaje, en una mezcla terriblemente pegadiza y divertida. Una de las canciones en las
que aflora el talento melódico de la banda. De mis favoritas. Quizá por esa mezcla de
guitarras afiladas, tempo rápido y melodía juguetona, La letra narra la historia de una
persona acosada por dos miembros de una banda para conseguir información. En el
vídeo lo mismo aparecen haciendo el cabra por la calle que vestidos con un uniforme
rojo casi estilo Beatles (aparece un disco suyo en algún fotograma) mientras ¿trolean a
unas góticas?
8. “Tell the king”: Tiene muchos matices de pop británico, siendo esencialmente
melódica, sin recurrir a la velocidad y la rudeza de otros temas. Doherty y Bârat cantan
con convicción y sin salirse mucho del perfil. Las guitarras a veces parecen incluso un
poco Johny Marr. La letra es una especie de discusión entre Pete y Carl y parece reflejar
el clima algo turbio en el que estaba ya metido el grupo. Cada estrofa cantada por uno
de ellos, es un reproche hacia el otro.
9. “The boy looked at Johnny”: Se acabó la calma. Al menos en el inicio de la canción,
que es cuando Pete grita exactamente el título de la canción, que así recitada parece que
va a ser el inicio de una movida en un garito o algo así, si bien no parece que los tiros
vayan en esa dirección. El caso es que la canción combina el registro vehemente de The
Libertines con su faceta más melódica, incluyendo un desenfadado estribillo donde me
los imagino un poco perjudicados (impresión exclusivamente mía).
10. “Begging”: El inicio es misterioso, incluso un poco post punk, pero pronto entran
unas guitarras tremendamente roqueras junto con la voz de Carl. No es tan veloz como
otras, pero las guitarras son más broncas. Otro pequeño giro es la parte final con otro
jugueteo instrumental entre las guitarras de Pete Doherty y Carl Bârat, con momentos
algo ruidosos. Quizá la canción con la estructura más curiosa del disco.
11. “The good old days” Rocosa canción, con alternancia de momentos roqueros y otros
calmados, acompasados al bajo y la batería. Tiene un toque algo más oscuro en base a
los coros de determinados momentos y al toque más derrotista de la canción. Hay algo
de solemnidad, sin pasarse, que aporta un poco de variedad.
12. “I get along”: Junto con “Horror show” es lo más punk del disco. Un buen chute de
energía eléctrica, a buena velocidad, y una melodía repetitiva. Curioso que opte por una
canción tan directa y veloz en lugar de escoger la anterior, de todo punto más solemne,
decisión que suele ser más usual. Es una canción más de Carl Bârat que de su
partenaire. Existe otra versión de la canción, producida por el excomponente de Suede,
Bernard Butler, y que fue la cara b del primer single de la banda: “What a waster”,
lanzado antes de su primer LP y que se incluye en algunas reediciones posteriores de
“Up The Bracket”.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
“Up The Bracket” condensa 12 canciones en 36 minutos, es decir, las melodías son
directas y pretende tener una buena pegada sin recurrir a excesivas sofisticaciones.
Recupera el espíritu algo punk de finales de los 70, algo de la melodía de los 60, y una
sensibilidad no lejana del brit pop de los noventa. Desde luego el disco no aburre y se
consume con facilidad, llegando a ser bastante placentero si logras conectar con la
propuesta.
Ya las relaciones entre Pete Doherty y Carl Barat eran complicadas, y la incursión
autodestructiva del primero en las drogas acabó llevando las cosas al límite. Lo cual no
fue obstáculo para que en agosto de 2003 lanzasen “Don’t look back into the sun”,
single de gran éxito y todo un clásico de The Libertines.
Un año después, en agosto de 2004, la banda lanza su segundo disco, “The
Libertines”,que en gran parte recoge la desafección que existía entre Bârat y Doherty.
Como botón de muestra, el single “Can’t stand me now”. A partir de ahí, ruptura y
proyectos divergentes. Pete Doherty se entrega a The Babyshmbles con los que lanza
varios discos, alguno de ellos de éxito. Destacan “Down In Albion” en 2005y “Shotters
Nation” en 2007. Algunas canciones tuvieron buena acogida, como “Fuck forever” y
“Delivery”.
Incluso en 2009 editó un trabajo en solitario llamado “Grace/Wastelands”, con un tono
más acústico, y la colaboración de Graham Coxon, guitarrista de Blur. Lo que es el
recopetín es que en 2019 formara otro proyecto llamado Pete Doherty and The Puta
Madres, que parece más el nombre de un proyecto paralelo de Manu Chao o algo así.
Sacaron un disco de escaso recorrido.
Carl Bârat formó Dirty Pretty Things, con un par discos en general bien recibidos:
“Waterloo to Anywhere” (2006) y “Romance at Short Notice” (2008). Con el curso del
tiempo llegó una esperada reunión de The Libertines en 2010 para algunos conciertos.
Lo que fue gratamente sorprendente es que a la banda aún le quedasen dos discos más,
“Anthems For A Doomed Youth” (2015) y “All Quiet In The Eastern Esplanade (2024),
de buena recepción, pero sin el punto de expectación que causaban a principios de siglo
Así, que ya ven que es un grupo guadianesco, pero de difícil extinción,
afortunadamente.
Texto: Mariano González.