Iniciamos la 8ª temporada de radio el pasado sábado 15 de octubre de 2016 en riguroso directo en el dial de Radio Universitaria de Alcalá de Henares (RUAH) y lo hicimos de la mejor manera posible, en compañía de un grupo amigo como es La Broma Negra; no en vano, era la 4ª vez que pasaban por “DMR” para comentar uno de sus discos y lo hacían de forma presencial.
El cuarteto actual al completo, capitaneado por Carlos Caballero y conformado por Álex Gómez, David Infantes y Laura Pérez, nos acompañaron durante la hora del programa, el cual arrancó 3 minutos más tarde de las 16.00h por motivos que más adelante podrán conocer.
Fuimos Mariano González, que gracias al propio grupo estuvo de forma presencial tras mucho tiempo en los estudios de RUAH (por fin en una foto no hay cutremontaje después de mucho tiempo), y servidor de ustedes Víctor Prats quienes acometimos a LBN con varias preguntas sobre la creación del disco y la situación actual de la banda. No hubo redifusiones posteriores, ya que RUAH está en proceso de vuelta a la normalidad, y aún la automatización de repeticiones no vuelve a funcionar correctamente.
Aquí les insertamos pues el reproductor con el audio y les dejamos el enlace a Ivoox para que puedan descargárselo si lo desean. Creo que nos quedó un buen programa. Estamos satisfechos del arranque de nuestra octava temporada. Agradecemos mucho al grupo su buena disposición para venir en persona hasta los estudios de RUAH y por facilitar la asistencia a Mariano. Para nosotros fue nuevamente un placer: http://www.ivoox.com/dmr-8-1-audios-mp3_rf_13541692_1.html
8 temporadas ya y solamente fue en la 1ª, más concretamente en el programa nº 3, cuando reparamos en la carrera en solitario de Phil Collins para analizar el celebérrimo debut “Face Value” de 1981. Tras tanto de aquel programa, con una sola voz locutando, damos 2 pasos en su obra para llegar al 3er. disco, el de 1985, “No Jacket Required”, con el que Phil terminó consiguiendo adelantar en éxito hasta a su propia banda Genesis.
El lp que nos ocupará este próximo sábado 29 de octubre de 2016, es una obra magna, repleto de grandiosas canciones, donde hay lugar para singles de relumbrón como “Sussudio” o “One more night” y joyas ocultas como “Long long way to go” o “Doesn’t anybody stay together anymore”.
Les esperamos en el dial de Radio Universitaria de Alcalá de Henares (RUAH) puntualmente a las 16.00h. No se demoren, que este sábado arrancaremos puntuales, y no con un par de minutos de retraso como pasó en el estreno de esta temporada que nos ocupa, cuyos motivos de lapso los desvelaremos muy pronto.
The Doors son a la vez un grupo clásico y un grupo peculiar teniendo en cuenta las circunstancias de su lugar y de su época. Siendo un grupo californiano y habiendo debutado en 1967 lo más lógico es que hubieran sido un grupo profusamente hippie, con muchos colorines, floripondios y toda la impedimenta de la Costa Oeste. Pero no; no lo fueron del todo. The Doors son un grupo con un toque mucho más oscuro, incluso decadente a ratos. ¿Alguien ve un asomo del idealismo hippie sesentero, en boga entonces, en “The end” por ejemplo? A cambio tenemos una manifiesta teatralidad, voces profundas, órganos carnavalescos, crípticas letras…Un delicioso toque extemporáneo. Toda una combinación que hacen de The Doors una banda con uno de los sonidos más estimulantes de los 60.
Al grupo le acompaña siempre el aura de su cantante y líder Jim Morrison y a su vez a Jim le persigue la leyenda necrófila de palmar, como otros tantos, a los 27 años. ¿Qué quieren que les diga? Esa es una de las cosas del mundo del rock (y de la creación artística general) que no acabo de entender. La de vivir deprisa, morir joven y dejar un bonito cadáver. ¿No sería mejor ser sensato, vivir la tira y dejar una vasta obra tras de ti? ¿Y esa manía de engrosar santorales y martirologios roqueros? Supongo que hablo desde mi posición de burgués treintañero, y de todos modos también caigo yo en esa beatificación del artista maldito, no tiro balones fuera. Cuando visité París hace algunos años lamenté no haber tenido tiempo de ir a visitar la tumba de Jim en el cementero de Père Lachaise (si visité sin embargo el de Montparnasse). La muerte en edad temprana, decíamos, lleva muchas veces aparejada la leyenda. Es un poco como el epitafio del gran Jardiel Poncela: “si queréis los mayores elogios, moríos”.
Afortunadamente Jim ya tenía elogios antes de morir. Y fundados. Fuerte personalidad, una voz (imperfectamente) carismática, buenos fundamentos como letrista... Todas estas virtudes son sobradamente suficientes para vindicarle. Pero no estaba solo. La banda entera era creativa y sólida como una roca; con buenos fundamentos de rock, blues, jazz y psicodelia. Jamás se entendería el “sonido Doors” sin el omnipresente órgano (musical) de Ray Manzarek (“Light my fire” es uno de los momentos definitivos del órgano en el rock) y sin sus aportaciones de pianos y teclados en general. Robbie Krieger, a las guitarras, tiene en su haber unos cuantos riff ya míticos (“Roadhouse blues p.ej) y unos cuantos punteos excelentes; por si fuera poco tiene buenas dotes en composición. Finalmente John Densmore es un batería de buena técnica, donde a ratos asoma su influencia jazzística. Un pequeño déficit acaba siendo una de las características de los Doors en cuanto a formación. Recordemos que no tenían bajo. ¿Cómo solventar esta carencia? De eso se encargaría Ray Manzarek utilizando su teclado Fender Rhodes para manipular los sonidos graves… además de usar algún bajista a sueldo en algunas composiciones. Personalmente pienso que el trabajo de Ray Manzarek le sitúa como segundo de abordo en el grupo; ayuda a hacer el sonido de los Doors más característico, cosa que podremos apreciar en “Strange Days”. Robbie Krieger por su parte era un compositor apreciable, lo que nos da a entender que The Doors eran bastante más que Jim Morrison.
¿Qué decir de “Strange Days? Como primer apunte afirmo que es mi disco favorito de la banda, en buena medida por las características mencionadas en las primeras líneas del artículo. Me gusta su atmósfera a ratos casi nocturna, misteriosa, oscura; tiene un aura peculiar muy bien definida por la portada, un poco “freak show”, del álbum. Tampoco escatima canciones de tirón pop y dejes más luminosos cuando hace falta. Mi simpatía por él aumenta porque además es un disco oscurecido por su “hermano mayor”, el álbum homónimo (y debut) de la banda que había salido apenas unos meses antes. En efecto, “The Doors” (1967) fue un disco primerizo realmente magnífico, con el bagaje de contar con clásicos de la talla de “The end” o “Light my fire”. Y como carta de presentación es una patada en la puerta de dimensiones antológicas. No obstante, aún a riesgo de ser iconoclasta y poco menos que herético creo que “Strange Days” es igual de brillante que el debut compositivamente y, al menos, igual de consistente; o será quizá sencillamente que me da pena que no obtuviera un reconocimiento mayor. De todos modos ello no quiere decir que “Strange Days” no tenga clásicos o canciones representativas dentro del repertorio de “The Doors”; ahí tenemos “People are strange” o “Love me two times”. Sea como fuera, estos primeros tiempos de The Doors son una gozada; lanzar durante tu primer año de existencia, apenas con el margen de unos meses, dos joyas de semejante calibre es algo insólito y brillante. De momento vamos con “Strange Days”.
ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Strange days”: Son los órganos de Ray Manzarek los que nos dan la bienvenida al álbum creando una atmósfera lúgubre y misteriosa. Si a esto le añadimos una voz de Jim Morrison, grave, casi vampírica el conjunto total tiene que ser casi a la fuerza inquietante. Y efectivamente lo es, pero de una forma sutil, dotando a la oscuridad de un guante de seda. La letra acompaña bastante a la música: “días extraños nos han encontrado, días extraños nos han seguido la pista”. Un buen toque enigmático para comenzar el disco.
2. “You’re lost little girl”: Y continuamos con la atmósfera nocturna, en esta ocasión acariciada levemente por unos sutiles acordes de guitarra. En las estrofas Jim susurra, pero es un susurro turbio, como si fuera el preludio de una amenaza. En el estribillo acumula más viveza y cada vez que se repite, más énfasis le imprime Jim a su voz. Un ejemplo de una voz con una técnica que quizá no sea perfecta, pero es versátil y carismática. Toda la instrumentación en la canción va destinada a mantener una nebulosa sensación de misterio. Tan es así que uno desea, cuando oye a Jim decir “estás perdida, jovencita”, que la susodicha tenga a mano un spray de pimienta o algo así. Composición de Robbie Krieger, no del habitual Morrison.
3. “Love me two times”: Cambio de tercio estilístico. Nos situamos ante una sudorosa y sólida mezcla de blues y rock. Canción que hará las delicias de los degustadores del rock y derivados de trazas clásicas, añadiendo un solo de clavicordio de Rick Manzarek. Riff de guitarra simple pero efectivo, buena interpretación de Jim (que casi trasmite la sensación de estar cantando en un garito humeante) y todas las características propias para ser single, como efectivamente ocurrió. Fue el segundo sencillo del álbum. Otra composición de Robbie Krieger. La letra habla de un último encuentro amoroso de una pareja antes de separarse por un tiempo. Algunos dicen que la separación podría ser por la entonces vigente guerra de Vietnam.
4. “Unhappy girl”: Después de la oscuridad de las dos primeras canciones y de la rocosa melodía anterior llegamos a un tema mucho más ligero. Salvo por un ligero ulular creado a base de efectos de guitarra, es un pop de tomo y lomo, cualidad para la que The Doors están también de sobra capacitados. No es que sea gran cosa pero resulta bastante agradable. Jim también da un matiz positivo a la letra: “derrite tu celda hoy, estás atrapada en una prisión de tu propia invención”. ¿Un ataque a los convencionalismos sociales?
5. “Horse latitudes”: Volvemos a la oscuridad de la mano de la gran extravagancia del disco (junto con “When the music is over” como veremos). Este corte consiste en Jim Morrison recitando un extrañísimo poema de su puño y letra en el que un barco se ve obligado a tirar a unos caballos por la borda para aligerar carga ante el riesgo de un inminente naufragio (¡¡??). Una serie de efectos de sonido de fondo (por no decir ruidos) incluyendo un grito hacia el final, dan un toque de genuina inquietud. Es imposible calificarla musicalmente pero tiene algo de desasosegante.
6. “Moonlight drive”: Aquí donde la ven (o la oyen) es una de las primeras composiciones de Jim Morrison, pero no entró finalmente en el debut de la banda. La atmósfera vuelve a tener algo de nocturno, pero es más evocadora que inquietante. Buen medio tiempo pop, de exquisita factura y poderoso estribillo; tiene pequeños detalles como el curioso efecto de eco que Robbie Kriger saca a su guitarra. Las imágenes creadas por la letra son de un agradable onirismo: “nademos hacia la luna, escalemos a través de la marea...”. Fue la cara b de “Love me two times”.
7. “People are strange”: El gran clásico del disco. El estilo se desplaza hasta el cabaret y el music hall. Todo en esta canción está destinado a conseguir una música pegadiza: el ritmo saltarín, el piano de Ray Manzarek (incluyendo un divertido solo) y en general cualquier arreglo. Es imposible escuchar la canción sin tararearla y chasquear los dedos al compás. Estupendo primer single. Estoy casi convencido de que Robert Smith tomó buena nota del estilo para componer el tema de The Cure “Speak my language”, teniendo en cuenta el aprecio que tenía por el grupo de Jim Morrison (recordemos que versionó de múltiples maneras “Hello, I love you”). En cuanto a The Doors, se sienten cómodos en este estilo; en su debut hay una canción como “Alabama song” (versión de Kurt Weil) parecida formalmente. La letra podría ser una celebración de la extrañeza, de lo peculiar frente a lo usual: “la gente es extraña cuando eres un desconocido/las caras parecen feas cuando estás solo”.
8. “My eyes have seen you”: La canción más rockera del disco. Comienza con un sencillo riff de guitarra para dar paso a una subida progresiva de volumen e intensidad que acaba siendo rematada por un contundente punteo de Robbie Krieger. Si bien la melodía no es manca, la rudeza de la canción acaba siendo lo más destacado, pudiendo intuirse una especie de “proto-hard rock”. Una canción de deseo, con la lírica propia de Jim Morrison: “mis ojos te han visto, déjales fotografiar tu alma”.
9. “I can’t see your face in my mind”: Balada que lejos de ser sentimental suena meditabunda, cetrina, ligeramente oscura. La instrumentación tiene algo de insólita al añadir un xilófono que no hace sino catalizar el efecto que decíamos al inicio. No es muy pegadiza pero me gusta la atmósfera un tanto derrotista que desprende. Incluso es extraña en su letra. ¿Una especie de balada psicológica?
10. “When the music’s over”: El equivalente de lo que fue “The end” para el primer disco, una canción larga (casi 11 minutos), hipnótica, sinuosa y aparentemente desestructurada. No es fácil de catalogar; comienza con unos acordes de órgano similares a “Soul kitchen” (del disco anterior) para que entren abrupta y violentamente las voces y las guitarras. Y partir de ahí… un maremágnum oscilante, tan hermético como fascinante. No es una canción de rock progresivo, no tiene ni las trazas ni la continuidad para ello; de partes delirantes y teatrales pasamos a otras minimalistas e inquietantes. La letra, ya se podrán imaginar, no es precisamente un dechado de cotidianidad y parece más propia de la asociación libre (o de las drogas): “cancela mi suscripción para la redención/ envía mis credenciales para la Casa de la Detención” o “antes de hundirme en el gran sueño me gustaría oír el grito de las mariposas”. Ahí es nada. Pocos grupos han hecho cosas así (ya he dicho que excluyo al rock progresivo). No sé por qué se me viene a la memoria “The lord’s prayer” de Siouxsie And The Banshees (que por cierto, versionaron “You’re lost little girl”). Posteriormente The Doors volverían a cerrar un disco más o menos de esta guisa en “The Soft Parade” (1969).
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Una ventaja que no había mencionado con anterioridad es que el disco dura poco más de treinta y cinco minutos; los discos que no se pasan de vueltas y tienen una duración ajustada se me hacen gratos. En cualquier caso, quizá porque estamos hablando de otra época, es de una manifiesta osadía que tras un debut arrollador un grupo se aventure a sacar nuevo material casi acto seguido. A lo mejor por eso “Strange Days” ha estado reputado poco menos que como un disco de descartes de “The Doors”. Craso error. Todas las características de los Doors están desarrolladas totalmente y en plena forma en éste su segundo disco. Además, quién sabe si es porque lo que prolifera es la palabra “strange” o por la portada, se me hace un disco peculiarísimo, fascinante. Pudiera ser que este énfasis en la extrañeza, se deba a la creciente presencia contracultural en la sociedad en general y en la música en particular. Si bien huyeron de la imagen más tópica y buenrollista del hipismo, no están exentos de toda la cantidad de ideas que estaban alrededor (en la zona de Venice y San Francisco).
La discografía de “The Doors” no es particularmente amplia pero tampoco demasiado errática. Mi disco menos favorito de ellos quizá sea el siguiente “Waiting For The Sun” (1968) a pesar de contener un clásico como “Hello, I love you” (¿plagio a The Kinks?). No obstante tiene puntos interesantes como las oscuras “Not to touch the earth” o “Five to one”. Por no mencionar la incursión en el flamenco de “Spanish caravan”, fragmentos de Albéniz incluidos. El disco del debate podría ser el siguiente, “The Soft Parade” (1969), con la profusión de arreglos de cuerda y viento, lo que unido al tono crooner de Jim Morrison me hace acordarme un poco de Scott Walker. A pesar de todo me parece un disco a tener en cuenta, aunque sea por el hecho saludable de salirse uno de la zona de confort. Los dos últimos discos son dos discos de raíces, con mucho rock, muchos blues y sonando más americanos que nunca. En efecto, “Morrison Hotel” (1970) y “L.A. Woman” (1971) son dos discos notablemente rockeros en su espíritu y nos dejan clásicos de la talla (p.ej) de “Roadhouse blues” o la magnífica “Raiders on storm”, esa sombría alucinación; quizá el culmen como composición de los Doors. En puridad, no creo que hicieran un mal disco por mucho que se pueda establecer una jerarquía (subjetiva, claro) entre ellos. Su discografía en directo (“Absolutely Live” de 1970) destaca sobre todo por la inclusión entera de su mítica, casi legendaria composición, “Celebration of the lizard”, dividida en varias canciones.
Y luego… Muerte de Jim. Cumpliendo con todos los tópicos del artista bohemio, incluyendo una muerte parisiense. Hubo algunos discos sin Jim, que aparte de nombrarles poco más se debería hacer con ellos. “Other Voices” (1971) y “Full Circle” (1972) tenían composiciones y voces de Manzarek y Krieger y “American Prayer” (1978) son grabaciones de Jim recitando poemas propios con fondo musical añadido por el resto de la banda a posteriori. A todos los efectos para mí la banda acabó en “L.A. Woman”, por mucha valía que muestren el resto de miembros deslindar a Jim Morrison de su banda me parece un despropósito. Son una misma sustancia artística. Del mismo modo que, a modo de ejemplo, no me gustó la unión de Queen con Paul Rodgers (ni siquiera estaba John Deacon) para hacer nuevo material y giras.
No es necesario decir que la influencia de The Doors ha sido gigantesca. A modo de ejemplo me interesa la que hubo sobre el post punk de finales de los 70 y principios de los 80. Ya hemos mencionado los casos de The Cure y Siouxsie, pero también podemos hablar de Echo And The Bunnymen, grandes fans y autores de un versión de “Soul kitchen”, o incluso de Joy Division (creo que recordar que en el biopic de Ian Curtis, “Control”, había un poster de Jim Morrison en su cuarto). El caso es que The Doors sigue siendo un grupo referencial de los 60, en lo musical, en lo icónico, en lo filosófico… A veces se han obviado algunos detalles (la sólida base literaria de Jim por ejemplo, era un gran lector) en favor de otros más escabrosos, como si pesara más el heroico consumo etílico y estupefaciente que otros temas. Pero nosotros a lo nuestro; “Strange Days” creo que debería tener más visibilidad y si bien en materia de clásicos no está a altura de otros, no solamente ese criterio ha de guiarnos. En conjunto es un disco brillante, un hermano pequeño que ha pegado un estirón y es capaz de mirar a los ojos a cualquiera de sus congéneres.
A estas horas que comienzo a escribir esta crónica (13 de octubre de 2016, siendo las 22:32h), soy consciente de que en estos momentos en el hall principal del Museo Guggenheim de Bilbao, Kraftwerk están llevando a cabo el penúltimo de los 8 conciertos que están ofreciendo en días consecutivos en la capital vizcaína desde que el pasado viernes comenzaran con el show dedicado a “Autobahn”. Ahora estarán desgranando el “The Mix” al completo e interpretando otros temas de su discografía en versión original. Para el momento en el que se publique la crónica (por eso de espaciar un poquito la actividad de publicación de “DMR”), la “marea Kraftwerk” habrá abandonado Bilbao y el nivel de las aguas de la ría habrán vuelto a su caudal habitual. Continuamos donde nos quedamos el otro día.
Nos fuimos a la cama la madrugada del viernes 7 al sábado 8 de octubre de 2016 con la maravillosa experiencia vivida en el concierto de Kraftwerk con el que abrían su semana grande de “The Catalogue” en Bilbao y con el regusto amable que calmaba una posible melancolía de que eso se acabara al tener orgullosamente las entradas para el día siguiente en la mesilla, cuando en ningún momento nos habíamos planteado que tuviéramos opciones de asistir al 2º show dedicado a “Radio-Activity”; en el avión de ida pensé incluso en cuánto podría estar el precio de la reventa, pero con lo que ya comentamos en el anterior post de la ampliación del cupo de localidades, a los especuladores que se dedican a ese maldito negocio se les chafó el chollo.
Nos levantamos algo más tarde de las 10h de la mañana, si bien yo me había despertado un poco antes para intentar saber cómo iba mi equipo de fútbol y por ello llevarme al rato vía Whatsapp una de las noticias malas del fin de semana al comprobar que palmaban 0-4 en casa contra el colista y solamente fuimos capaces de marcar el gol del honor antes del final de partido. Nos aseamos, vestimos y salimos en pro del desayuno, ya que aunque el hotel no lo conseguimos a mal precio, pillarlo con desayuno se disparaba notablemente. Pasamos por un supermercado situado a pocos pasos del Ercilla López De Haro y cogimos unos zumos y bollos que nos tomamos en el paseo al lado de la ría. Tras terminar de desayunar pasamos nuevamente por la habitación para a priori dejar cargando algún aparato electrónico (cosa que no hice porque aún quedaba algo de batería y soy aficionado a hacer cargas completas); mientras, mi novia me mostraba su contrariedad ante no haber desayunado en un bar, cosa que probablemente hubiera evitado lo que narraré a continuación...
El caso es que tras pasar por la habitación, al bajar a recepción y dejar el arma arrojadiza que es la llave de corte clásico del hotel, me doy media vuelta y veo a mi chica reírse nerviosamente. A lo que le pregunto qué le sucede. Me dice, señalando hacia la puerta “mira, es uno de ellos”. Veo una silueta vestida con pantalón negro y cazadora acolchada negra y pelo castaño. No puede ser otro. Tiene que ser Ralf Hütter. Le pregunto si está segura (yo ni me había dado cuenta; soy muy despistado), a lo que salimos rápidamente del hotel tras la estela de esa figura que dobla una esquina y no ofrece parada en su morgenspaziergang. En la calle que toma, se detiene frente a un escaparate y antes de que continúe su marcha, yo, haciendo un gesto parecido al que Florian Schneider hace en el videoclip de “Showroom dummies” en cierto momento, le pregunto en inglés “Disculpe, ¿Ralf Hütter de Kraftwerk?”. A lo que me responde en voz muy baja que sí.
En la hora escasa que duró el vuelo de ida me planteé el hecho de que, ¿por qué no?, el grupo se alojara en nuestro mismo hotel: un 5 estrellas, bien situado, al lado del museo prácticamente, y con carácter clásico en su decoración. Y por ello me había hecho la historieta mental de que pudiera cruzarme con herr Hütter en Bilbao y qué es lo que le diría. Al estilo de lo que Luca Brassi hace en el comienzo de “El Padrino”, me había hecho un speech de lo que le diría en inglés, llegada esa carambola de ocasión (a veces el destino te sonríe y se pone de tu lado cuando menos -con los pies en la tierra- te lo esperas); aunque domino más o menos bien la lengua de Shakespeare, en directo puedes trabarte. Bueno, pues como le sucedió al pobre Luca en la película cuando es recibido por don Vito, yo también me trabé.
Muy nerviosamente en mi hablar, a Ralf (arriba en el concierto que daría unas horas más tarde en primer plano) primero de todo le agradecí que hubieran venido a España a ofrecer sus shows de “Der Katalog” y le conté que llevaba 10 años esperando la ocasión de ver a Kraftwerk en directo tras haber estado a punto de irles a ver a Zaragoza (le recordé que fue el último concierto de Florian para que se situara). Le dije que el show de anoche fue uno de los espectáculos más impresionantes que había visto en mi vida. El rictus serio del señor Hütter se volvió más amable ante las palabras ensalzadoras (y sinceras) que recibía, lo cual motivó que me agradeciera mucho lo que le decía. Le comenté igualmente que las entradas para el 2º concierto de esa misma noche se agotaron muy pronto, pero que pusieron a la venta un cupo añadido posterior y que estaba muy contento de haber podido conseguir tickets para asistir, ya que “Radio-Activity” era uno de mis discos favoritos de su trayectoria. Ante eso Ralf me aseguró que lo tocarían completo y alguna canción más.
Sabía del carácter frío y distante del grupo y de su cierta prudencia con respecto a las masas, por ello con mucha educación y respeto le pregunté a Ralf Hütter que si no le importaba hacerse una foto conmigo de recuerdo. Ante ello, Ralf, muy educadamente, me comentó que se cuidaban mucho en temas de privacidad, lo cual comprendí perfectamente (yo ya sabía de antemano que lo raro es que me hubiera dicho que sí), no reaccionando como lo haría un “cansino histórico”, ese personaje tan hilarante que creó el humorista José Mota.
No quise entretener más a herr Hütter. Le tendí la mano, la cual me estrechó afectuosamente y Ralf se despidió de mí cruzando el paso de cebra diciéndome “bueno, te veo esta noche”, ante lo que le dije (aquí viene mi trabado) “sí, te veo mañana”, Ralf extrañado me preguntó “¿mañana?”, ante lo que corregí y le dije “no, no, esta noche: “Radio-Activity”. Con una leve sonrisa se marchó y se perdió por las calles de Bilbao supongo que en pro de un lugar para desayunar y de paso completar su morgenspaziergang personal; yo me quedé en shock al menos durante media hora. Fueron 2 minutos de conversación que quedarán para mi historia personal y grato recuerdo personal. Me tranquilizó ver que Ralf Hütter no se sintió excesivamente incomodado por mi petición de foto, lo cual noté en su cercana forma de despedirse de mí. Mi novia me preguntaba que si me había quedado algo de bajón, supongo que por lo absorto de mi comportamiento, por no haber logrado una foto de esas que tengo con otros artistas; no era eso, no: le expliqué que estaba, al contrario, muy contento de haber podido charlar con esta leyenda de la música moderna y que lo lógico era que no accediera a la petición. Y a día de hoy, casi mejor así: ayuda a mantener el mito, su posición y pose, cosa para nada baladí en Kraftwerk. Aquí a continuación, no obstante, les dejo una foto del lugar donde hablé con el señor Hütter, la cual saqué al día siguiente poco antes de comenzar el retorno a Madrid.
“Morgenspaziergang” sonó, como ya comenté en el post del día 1, corta en su concierto, pero es que se completaría a la mañana siguiente con esta inolvidable experiencia. Nos dirigimos poco después al casco viejo de Bilbao, tras haber sido amablemente atendidos por una señora que nos hizo de guía turística (y que de hecho por lo visto era guía turística de la ciudad, y que aun así ejerció de ello en su día de libranza durante los minutos que habló con nosotros) al ver que mirábamos algo perdidos un mapa que nos dieron en el hotel, conocimos la zona, vimos a niños jugar al fútbol en las plazas con la zamarra del Athletic, una manifestación abertzale en pro del acercamiento de los presos de ETA, y paseamos por la ría hasta llegar a un sitio cercano al hotel donde comimos a eso de las 14.30h degustando unos ricos pintxos, unos nachos con guacamole y una ensalada con queso de cabra.
Subimos al hotel, descansamos un rato viendo la comedieta “Zoolander 2” y ahora sí dejamos los dispositivos electrónicos cargando para que estuvieran listos para el concierto. El motivo era que la tarde la íbamos a pasar visitando el museo Guggenheim en su exposición permanente (no necesidad de móvil ni cámaras pues) y la exposición temporal dedicada a Francis Bacon, ese pintor que tanto ha inspirado al señor Juanjo Cardenal, locutor de “Saber Y Ganar”, que afirmó que si tuviera que elegir reencarnarse en alguien lo haría en él por haber sabido retratar mejor que nadie al hombre del siglo XX. Curiosa la obra de mr. Bacon, y sus influencias de Picasso y Velázquez. Muy bien las audioguías del museo, que te iban explicando las obras que querías. En el hall estaba montado el escenario, pero todo recogido y tapado aún (vean arriba la foto que mi novia me sacó desde el 3er. piso, donde pueden ver el espacio donde se llevaron a cabo los conciertos). Salimos muy pillados de tiempo, casi a las 20.00h del museo. Tiramos a paso ligero para el hotel, cogimos las entradas de la noche (comprobando muy bien que no fueran las de la noche anterior), los aparatos electrónicos, nos cambiamos (nuevamente la misma indumentaria de polo rojo) y retornamos a la puerta del museo. Llegamos algo más tarde que el viernes, pero no serían más de 10 minutos de diferencia. En esta ocasión había más expectación y una cola ya formada (no había la dispersión de la noche anterior). Intuía una 3ª o 4ª fila y no me equivoqué. Nuevamente, a la misma hora se llevó a cabo el soundcheck y nuevamente asomé la cabeza para ver que todo estaba en orden. Esta vez nos pidieron en dni en la cola antes de entrar y no hubo problemas con los lectores de las entradas. Se hizo la parada intermedia en el hall de taquillas y luego continuamos para acceder al recinto en sí, tomando las gafas personalizadas en color amarillo para esta ocasión dedicada a “Radio-Activity”.
En este 2º concierto nos situamos en 3ª fila tras unos guiris (de los cuales uno me recordaba a un compañero de trabajo) y mirando al escenario situados en la bisectriz entre la posición de Ralf y la de Henning (el día anterior estuvimos justo delante de Fritz). Lo de nuestra posición distinta respecto a la noche anterior lo habrán podido comprobar ya en las fotos del concierto que les hemos ido insertando desde el comienzo del post. Se empezó con más puntualidad si cabe que la noche anterior, a las 22.15h ni un minuto más, ni un minuto menos. Antes de que se apagaran las luces, vino uno de seguridad a advertir a los guiris de delante nuestra por haber sacado una foto con una cámara de fotos (intuía problemas que pudiera tener en esta ocasión, cosa que la noche anterior ni por asomo, pero por fortuna me equivoqué y no me requirieron en ningún momento), cosa absurda, ya que cualquier móvil de última generación de la manzana mordida sin flash hace mejores fotos que mi cámara o la de los guiris apercibidos, que lógicamente tiraron de móvil; yo alterné fotos de móvil con las de la cámara, pero con espaciamiento y no tuve problemas. No es este un show en el que sea recomendable estar todo el rato con la cámara o el móvil. De hecho en ninguno hay que estar así todo el rato; está bien tener un recuerdo, pero lo que queda es la experiencia que vean tus propios ojos, pero en este show si cabe mucho más, ya que hay que disfrutar de las proyecciones en 3D como es debido. Yo por ejemplo los videos los dejaba a la altura de mi cuello, sin mirar mucho donde estaba enfocando, tanto en una noche como en la otra que vivimos; mis ojos ven el show directamente, lo otro no deja de ser un recuerdo personal que comparto con ustedes y del que no esperen buena calidad, que para eso están los dvds oficiales. Aquí abajo Henning Schmitz en el show que les vamos a comenzar ya a narrar.
Antes de que arrancara el show pudimos hablar con mucha gente de la que había por allí (saludé a alguno de los alemanes de primera fila con los que hablé en inglés la noche previa) y les conté mi experiencia personal vivida con Ralf Hütter esa misma mañana. Daba la casualidad de que una pareja también se alojaba en nuestro mismo hotel y ya comenzaron a planear cómo poder abordar a herr Hütter. Pensaba que solamente era Ralf el que se alojaba de forma aislada en nuestro hotel, ya que la gente comentaban que Fritz, Henning y Falk se encontraban en otro hotel cercano al museo, cosa que podría ser perfectamente lógica por el carácter de Ralf Hütter, pero tras hablar con el chico de la recepción el domingo por la tarde al marcharnos hacia el aeropuerto, descubrimos que eso fue un falso bulo que se corrió quizás motivadamente por la ciudad para cuidar la privacidad de la formación y que todo el grupo se alojaba en efecto en el Ercilla López De Haro. De esto ya les hablaré un poco más al final del artículo. Sigamos con lo que fue la noche del sábado 8 de octubre en sí y empecemos a narrar el concierto propiamente dicho. A continuación un plano cercano de Fritz Hilpert.
Se empezó igual. El vocoder cedió el testigo a la subida de los 4 semi humanos al escenario y comenzó con rotundidad “Numbers”, donde nuevamente hizo aparición ese vocoder que tanto me ha evocado siempre a la voz del papa Juan Pablo II. La suite dedicada a “Computer World” siguió el mismo orden y tras la misma comenzó el “Geiger counter” con su nervioso sonido a subir su frecuencia de beats. Entraba “Radio-Activity” y con ella el paseo extenso por los cortes de su lp. Las proyecciones dedicadas a las canciones de “Radio-Activity” eran nocturnas y algo siniestras, con gigantes antenas lanzando sus mensajes al mundo o sus ondas en la noche. Se acabó con símbolo del Ohm flotando sobre el cosmos del telón de fondo con una emocionante “Ohm sweet ohm”, pero antes por ejemplo “The voice of energy” nos acojonó completamente y en “Antenna” se pudo ver a la antena más corrosiva lanzando sus señales de forma contundente tras el cuerpo de los 4 componentes.
De la interpretación literal de “Radio-Activity” para mí destacaron los 2 siguientes pasajes: el más lánguido de todos fue “Radioland” con sus mensajes saliendo en círculo desde la antena nocturna más alta y por otro lado “Airwaves” nos mareó con sus ondas perfectamente simétricas y sincronizadas de lado a lado del escenario. Buena interpretación del disco que me dejó satisfecho por su buena puesta en escena con proyecciones notablemente siniestras en blanco y negro. La toma de aquí abajo corresponde a otra de las proyecciones que se alternaban en “Radioland”.
Tras ver como el símbolo del Ohm se marchaba y se hacía el silencio durante unos segundos, decíamos adiós con una lagrimita en el ojo al fabuloso “Radio-Activity” y nos disponíamos para escuchar el resto del programa, el cual no varió ni un ápice respecto a la noche previa. Lo primero fue darnos un paseo más corto que la noche previa en el Volkswagen Escarabajo o en el Mercedes Benz 300 por “Autobahn”, y posteriormente aparcar los coches para pilotar la nave espacial y nuevamente conseguir emocionar al personal con “Spacelab” y su llegada a Bilbao y al recinto del show (lo verán en la siguiente imagen).
Aparecieron a continuación las modelos de corte clásico y elegante en una nueva interpretación de “The model” que volví a disfrutar tanto o más que en la noche anterior, con un Ralf perfectamente afinado e hierático (como debe ser) en su trabajo al micrófono. Ese “ahora tiene un gran éxito quiero volver a verla” gocé nuevamente de escucharlo en directo y apenas a 4 metros de la persona que lo hizo popular, con la que tuve el gusto de dialogar esa misma mañana y que en algún momento creo que me localizó en mi situación de 3ª fila al comienzo del show (no es sensación mía solamente, sino que mi novia también lo percibió así).
“The man-machine” (video que grabamos íntegro aquí arriba) apareció con sus fríos y lejanos sonidos electrónicos y con sus serias letras impresas en 3D sobre el telón de fondo para luego pasarnos a la suite de “Tour de France”, de cuyo disco “Soundtracks” se hizo alguna etapa, si bien en esta ocasión su escrutinio se me hizo más corto que la noche anterior. Las proyecciones, con imágenes clásicas de ciclistas (al uso del de uno de los videoclips que tuvo la canción en su momento) en la ronda gala y la bandera francesa con la torre Eiffel coparon nuevamente el telón de fondo, en unos efectos que no abundaban mucho en el 3D.
Tocaba subirse al expreso nocturno, el cual en su formato actual impresiona y ofrecernos “Trans-Europe Express” y “Metal on metal”, tras lo cual llegó el tributo a “The Mix” (si bien hay que reconocer que las interpretaciones de “Computer love” en ambas noches tuvieron mucho de su revisión en “The Mix” más que del original del año 1981) con “The robots”; es ciertamente una pena no haber visto a los robots en vivo en el escenario. Junto a la pérdida de Florian, es una de las cosas que no he vivido de Kraftwerk en directo. A día de hoy Kraftwerk nos proyectan a los mismos en el telón de fondo bailando perfectamente en unas coreografías y travellings de cámara completamente hipnóticos y que no quedan nada mal, pero, claro, es una pena no poder contar con sus réplicas “in robot” (que no “in person”), lo cual a su vez permitía al grupo un cambio de indumentaria (tradicionalmente del traje y corbata pasaban para afrontar el final de los conciertos a los actuales trajes de neopreno negro cuadriculados que a día de hoy llevan durante todo el show).
No hubo cambios tampoco en los bises; por cierto, arriba pueden ver a Ralf ya solito en escena cuando sonaban las últimas notas (y se representaban en la proyección) de “Music non stop”. Primero llegaron los inmensos bloques de rascacielos para la sesuda “Metropolis”, luego los tonos fluorescentes sobre negro con las siluetas del grupo tocando en “Planet of visions” y se acabó con la suite de la cara “a” del disco “Electric Café / Techno Pop”, compuesta por “Boing boom tschak”, “Techno pop” y “Music non stop”. En esta ocasión ciertos arreglos instrumentales orquestales que coincidían con la unión de las notas musicales en el centro en la proyección sonaron monumentales y creando un efecto mucho más impresionante que en la noche anterior (¿sería por la situación mía delante del escenario?); fue en el sector inicial de “Boing boom tschak”.
Fueron marchándose uno a uno, Falk Grieffenhagen (arriba de estas líneas, muy oscuro, ya que nos pillaba esta noche algo lejos), Fritz Hilpert, Henning Schmitz y por último herr Hütter, que esta vez sí que dijo “buenas noches” y no “buenas tardes” y se cerró el show que duró 3 minutos más que la noche anterior, marchándose hasta las 2 horas y 9 minutos exactamente (más que la noche anterior, aunque a priori me dio sensación de lo contrario; ahí es nada). El sonido fue nuevamente impecable, salvo en ciertos problemas que hubo en la suite de “Tour de France”, en la que Henning y Fritz se hablaban en el escenario interactuando para intentar solventar unos ligeramente fallos de sonido, rompiendo de esa manera la autosuficiencia y la fría relación entre sus componentes. Ralf en los bises estuvo muy animado (para lo que son Kraftwerk) e incluso disfrutó mucho del solo de Henning Schmitz antes de que éste le dejara solo en escena. Lo hemos comentado muchos párrafos atrás: la siguiente imagen muestra al Ohm planear sobre el telón de fondo.
Para los que no son muy seguidores del grupo, quizás que el show fuera idéntico salvo la interpretación insertada del disco en cuestión, puede que jodiera de alguna forma (por ejemplo a mi novia, que no es muy acérrima), pero para los seguidores, admiradores y devotos nos da igual. Yo disfruté el show nuevamente de manera descomunal. Fue una experiencia distinta, buscando cambiar ligeramente la situación frente al escenario (otros de los que repitieron se situaron justamente en el mismo lugar, lo cual creo que debe hacer más difícil de diferenciar las experiencias). Seguimos con el Ohm: aquí abajo queda insertado un fragmentito que grabamos de “Ohm sweet ohm”.
En los “peros” que puedo sacar al set list en ambos días (aquí es donde hago la síntesis, ya que en la crónica de la noche anterior no hice mención a mis objeciones sobre el listado de temas en lo referido a las ausencias), solamente eché de menos en especial “Showroom dummies”, pero visto lo visto (he buscado los set list de las veces que han tocado en España desde aquel Sónar de 1998) Kraftwerk jamás la tocan en nuestro país y quizás solamente lo hicieran en la noche del día siguiente cuando “Trans-Europe Express” fuera el protagonista. Pedir “The telephone call” o “Franz Schubert” (con su bonita melodía… Si alguna vez voy a algún otro lado a ver “The Catalogue” el elegido será “Trans-Europe Express”, claramente), ya es solicitar peras a un olmo. Ralf reverenciando al público a continuación.
Al acabar el show me despedí de los alemanes de la 1ª fila, con un brindis al sol por una posible coincidencia en un futuro show del grupo (quizás en Londres me comentó el más alto de ellos) y pude hablar con un periodista italiano sobre sus vivencias con Kraftwerk y las mías personales, las cuales no pasan de lo que les estamos narrando de este fin de semana y de la intentona fallida de 2006 de ir a Zaragoza. Verán en la siguiente foto la zona del merchandising, lugar apto para voraces depredadores como el gran Alfredo Morales.
Esta vez nos fuimos al hotel y a la habitación directamente, ya que habíamos comprado algo para cenar allí y fuimos asimilando las vivencias entre bocado y bocado y mientras que veíamos en los canales de pago habilitados por el hotel una comedia romántica española que desconocía titulada “Esto No Es Una Cita”, que nos entretuvo en gran parte (luego venía la divertida “Mi Gran Noche” de Álex de la Iglesia, que ya habíamos visto meses antes en el cine). La foto de debajo de este párrafo corresponde al capítulo de “Airwaves”, con sus ondas hipnóticas y mareantes proyectadas.
La mañana que nos restaba no nos cruzamos nuevamente con Ralf. Y mejor que quedara como quedó, en esos 2 minutos de conversación correctísimos y afables del día anterior. Dimos un muy recomendable paseo en barco por la ría de 2 horas (si van cojan el trayecto largo, que merece la pena a pesar de su precio algo elevado -18 euros-) y en las orillas se veían las industrias desmanteladas en parte de los astilleros del Nervión y de los impresionantes Altos Hornos de Vizcaya, que en cierta parte daban lástima por imaginar la de gente que en su día trabajara allí (viendo que ya no queda nada) y en cuyos años 70 los discos de Kraftwerk servirían como perfecta banda sonora de las jornadas laborales industriales. Tras bajar del barco, paseamos bordeando la ría pasando por los alrededores del Guggenheim para hacernos una foto con la araña, a Puppy (el perro floreado gigante) de lejos, ver el Palacio Euskalduna y conocer el nuevo San Mamés (yo, futbolero, no podía dejar pasar la ocasión). A continuación yo, prestando mucha atención a “Autobahn”, con Henning y Ralf al fondo.
Comimos unos pintxos en la zona de Gran Vía López De Haro cercana a San Mamés a precio razonable, pasamos por la plaza de Moyúa, me hice una foto en la acera y punto exacto donde hablé con Ralf Hütter el día anterior, nos hicimos unas últimas fotos con Puppy, recogimos las mochilas de la recepción del hotel y tiramos para el aeropuerto. Antes de coger el A3247 de regreso, hablé con el recepcionista sobre el grupo. Me dijo que estaban todos los componentes y que eran gente muy tranquila que no daban problemas. Le pregunté que serían buenos clientes, en tanto al servicio de habitaciones que solicitarían, y así me lo afirmó. También me comentó que un par de ellos se iban en bici a conocer la zona (no me especificó cuáles de ellos, ya que el chico no parecía ser muy fan). Nos hicimos unas fotos en el hall de entrada y nos marchamos definitivamente. Aquí abajo “Antenna”, foto de Susana Hernanz (como la que encabeza este párrafo y otras muchas más que hay insertadas).
En el autobús y en la terminal del aeropuerto de Loiu tenía una mezcla de sensaciones encontradas. Emoción y alegría por todo lo vivido en ese fin de semana glorioso y por otro lado cierta melancolía de pensar que quizás no vea más en mi vida a los hombres máquina en un escenario. Se llevó mejor la cosa con una tertulia vía Whatsapp en el grupo de colaboradores de “DMR” y tras sufrir con los asientos estrechos de Iberia los 45 minutos de vuelo en un duermevela incómodo (ya que las azafatas de turno en esta ocasión, no como el amable asistente del viaje de ida, no me ofrecieron cambios y no pararon de darme golpes durante todo el trayecto al pasar con sus carritos), llegamos a Madrid a la hora prevista. No, Ernesto Sevilla no venía en el vuelo de vuelta, ni tampoco le vi en los conciertos del viernes o sábado. Aquí abajo más del momento que supuso “Antenna”.
Objetivo más que cumplido. No vimos un concierto, sino 2 al final. Y por si fuera poco, pude conocer en persona al mismísimo Ralf Hütter. Además, conocimos lo principal de Bilbao, una ciudad que me gustó mucho por su toque señorial y elegante y por el encanto que tiene en sus calles del casco viejo y también en los restos de su industria desmantelada, que en su día fue motor económico nacional, en los márgenes de la ría. Siempre tendré un buen recuerdo de Bilbao por este fin de semana que resultó mucho mejor de lo que ya por sí cabría esperar; y eso es muy difícil cuando las expectativas son altas. Kraftwerk lo hacen fácil. Como ya dijimos en redes sociales durante este glorioso fin de semana: Bilbao durante 8 días pasó a ser Bilbafwerk.
Y es algo digno en lo que reparar: aquí llega un pequeño capítulo de reflexiones. ¿Cómo es posible que un concierto de un grupo que apenas se mueve en escena haya conseguido que 2 de sus conciertos queden incluso por encima de ciertos shows de Depeche Mode que he vivido con el excelente y vivaz frontman que es David Gahan en el escenario? La respuesta se basa en que Kraftwerk tienen una discografía sin mácula, perfecta en su concepto y desarrollo (calidad antes que cantidad), semblante y actitud definida sobre las tablas alejado de lo habitual (basada en un hieratismo frío lleno de encanto), un sonido muy cuidado y bien enfocado y además una parte visual muy bien llevada y representada (dejando claros todos los conceptos de las canciones) y que de hecho gana mucho en sus desarrollos en 3D en muchas de las ocasiones. Kraftwerk funcionan y muy bien. Se puede afirmar que es de los grupos que más agradan sinceramente a sus seguidores. Yo así lo he constatado. Ha sido una experiencia única y difícilmente repetible (me da a mí que por Madrid, aunque el Museo Reina Sofía les vendría pintiparado para desarrollar “The Catalogue” -cosa en la que estamos de acuerdo Alfredo Morales y yo-, no volverán a pasar, ya que a nivel cultural -sobre todo musical- distamos mucho mucho mucho mucho mucho mucho (ad infinitum) de ser la capital de España) que he gustado mucho de narrarles. Espero que ustedes al leer este post y el complementario del concierto del día 7 de octubre de 2016 de “Autobahn”, hayan disfrutado al menos la mitad que yo escribiéndolo. ¿Habrá más artículos de conciertos de Kraftwerk en “DMR”, ya sean de vivencias de uno u otro de los redactores que aquí escribimos? ¿Quién sabe? Quizás. A lo mejor.
Cuando ya ha pasado más de un año desde que vio la luz y tras haber podido ver cómo funciona en el directo por duplicado, es hora de acometer la revisión del último disco de La Broma Negra en las ondas. El grupo vendrá en persona a los estudios de Radio Universitaria de Alcalá de Henares (RUAH) para poder hablar a fondo sobre este disco, sobre la situación actual del grupo, futuros planes, etc..
La cita será mañana día 15 de octubre de 2016 a las 16.00h. Arrancamos la 8ª temporada y lo hacemos con ilusión y con el gustazo de poder ejercer de anfitriones una vez más (por 4ª vez) de esta formación amiga. Acompáñennos en el directo, por mucho que en semanas posteriores puedan contar con el podcast para escucharlo por aquí o en Ivoox.
Bueno, ¿por dónde empezar? Hay tanto tanto que contar… De momento iremos por orden, así que arrancaremos desde el origen de todo. Allá por comienzos de este 2016 saltaba la noticia de que Kraftwerk iban a traer al museo Guggenheim de Bilbao su catálogo de discos en directo, cosa que no han hecho en muchos lugares hasta la presente fecha (en algunos sitios, “The Catalogue” lo han hecho con 2 conciertos en el mismo día, en lugar de concederle una fecha individual a cada show, como ha sido el caso de Bilbao). Después de llevar casi una década con la espina clavada de no haberme animado a ir solo a Zaragoza el 11 de noviembre de 2006 a ver al grupo, ya que me fallaron todos los posibles acompañantes para que el viaje express no hubiera sido tan cuesta arriba/solitario (Alfredo Morales, ¿por qué no te habría conocido unos años antes?), no me lo pensé mucho a la hora de animarme a ir a la capital vizcaína a ver a este grupo que tanto admiro.
Además, la cosa se enfocaba como un pack completo: conocer la ciudad durante un fin de semana (ya que no había pisado Euskadi en mi vida) y ver a Kraftwerk. El día que las entradas salían a la venta, según llegué a casa del trabajo a eso de las 15:15h, ni comí: directamente me fui al ordenador a intentar comprar las entradas del 2º concierto, el del sábado 8 de octubre, en el que además el disco protagonista es “Radio-Activity”, uno de mis predilectos del grupo, sino a ratos el que más me guste (ustedes se preguntarán que entonces por qué están ya comentados por aquí “Trans-Europe Express”, “The Man-Machine” y “Electric Café / Techno Pop” y “Radio-Activity” aún no; es una incongruencia que el tiempo terminará corrigiendo quizás no a mucho tardar). Aquí abajo un plano más cercano en solitario de Ralf Hütter.
Bien, pues cuando accedo a la web distribuidora de los boletos, me doy de frente en las narices con que las entradas del sábado habían volado ya. Agotadas. El resto de días estaban aún disponibles. Quedaban 2 opciones: o viernes 7 de octubre “Autobahn” o viernes 14 de octubre “Tour De France Soundtracks”. Tras mucho pensarlo, y aunque quizás musicalmente el último disco de estudio del grupo sea el que más me guste de las 2 opciones de show en viernes, me decanté por el mítico “Autobahn”. El motivo fue de hecho el carácter mítico y que de alguna forma ese fin de semana se respiraría el “ambiente Kraftwerk” en Bilbao, cosa que tras terminar el concierto el viernes 14 de octubre, ya se recoge el chiringuito y no hay más. Aquí abajo el aspecto de la entrada del museo cuando llegamos a las inmediaciones antes de la apertura de puertas; ya intuíamos que íbamos a lograr una buena y cercana localización.
Cogí las entradas, que no eran precisamente baratas (tengan en cuenta la exclusividad del evento, por lo único y por el reducido aforo -800 personas-), el hotel a un precio razonable (además uno muy bueno de 5 estrellas, el Ercilla López De Haro, a 6 minutos andando del Guggenheim) y el vuelo (con Iberia, llegando con el margen suficiente pero justo para llegar al hotel y salir para el concierto -cruzado de dedos para que no hubiera retrasos-). Todo esto sucedía en marzo, es decir, que mediaba más de medio año entre la preparación del viaje y el desarrollo del mismo. Fue una impaciente espera, mucho más que la que está suponiendo la de The Cure de casi un año hasta el 20 de noviembre del presente año, básicamente porque a mi grupo favorito absoluto será la 3ª vez que les vea en directo, mediando 8 años entre cita y cita (eso sí).
Llegó la fecha, el viernes 7 de octubre de 2016. Salí del trabajo con la lógica prisa de pasar por casa, comerme 3 porciones de pizza recalentadas de la noche anterior, coger las cosas y partir hacia la T4 cogiendo el 200 de la EMT, el cual se retrasó en pasar al menos 22 minutos (los que estuve en la parada a la altura de la calle Arturo Soria en la A-2). Llegamos a la terminal más moderna del aeropuerto de Adolfo Suárez-Barajas y pasamos rápidamente por el control. En esos momentos recibí una llamada de mi madre, que no estuvo muy hábil que se diga, que me comunicaba que el gato de mis abuelos había fallecido a sus 16 años (digo yo que sabiendo que me iba de viaje de fin de semana y a vivir algo tan esperado y único, bien se podía haber guardado la noticia para el lunes). Al ver las pantallas informativas, otra mala noticia: retraso de 20 minutos… Como no llegue al concierto les meto una reclamación a la compañía millonaria o les exijo que me paguen el “The Catalogue” completo en la próxima ciudad del mundo donde se haga con plenos gastos pagados. Finalmente no hubo que lamentar heridos y se llegó al aeropuerto de Loiu tan solo 5 minutos más tarde de lo previsto. Bueno, bien. En el avión iba también el humorista Ernesto Sevilla, ante lo cual hice apuestas con mi novia de si él también iba a ver a Kraftwerk (alguna vez en “La Hora Chanante” incluyeron algún tema del grupo en sus sketches); en los conciertos no le vi, pero lo que sí descubrimos es que había un evento cultural en esos días donde tomaba parte. No sé si el bueno de Ernesto también se pasó a ver a los Robots. Por cierto, los aviones de Iberia son más estrechos para el largo de las piernas que los de las low-cost (no lo esperaba); menos mal que un asistente de vuelo muy majo nos dio la opción de irnos a la fila 4 donde el hueco era más amable para un tío de 200 centímetros de estatura como es servidor.
Ya había visto con anterioridad cómo se iba al hotel (por lógica derivada de lo justo de los plazos de tiempo), por lo que no tardamos mucho en coger el A3247 y en 15 minutos estábamos en la parada de la avenida Rekalde. De ahí al hotel apenas 5 minutos. Hicimos el check in, nos cambiamos rápidamente (yo me puse un polo completamente rojo y pantalón negro, que es lo suyo), dejamos las llaves clásicas en recepción y salimos escopetados para la puerta del museo. A eso de las 20:25h estábamos en la puerta y había expectación disipada: se situaba un grupo de alemanes de pie frente a la puerta, pero el resto de gente (no mucha en esos momentos) estaba sentada en los escalones del acceso de forma desperdigada sin montar cola. Comenzaron a sonar fuertes bases y era la prueba de sonido. Desde un lateral de la puerta se veía parte del escenario y en concreto a Ralf Hütter (si afinan la vista o amplían la foto de arriba de este párrafo, podrán comprobarlo). Los pocos que estaban a esa hora por allí se acercaron donde me puse para ver parte de la prueba.
Puntualmente a las 21:15h se abrieron las puertas y la gente empezaba ya a agolparse en la fila. La organización informó de hacer 2 colas: una para los que ya tenían entrada y otra para los que no… Pero, ¡¿no se habían agotado al final todas las entradas de todos los días?! Pregunté a la chica de la organización y me comentó que se había sacado un cupo añadido de entradas para todos los días. A eso le pregunté que si quedaban para el día siguiente, el sábado 8 de octubre de “Radio-Activity” que en su momento, como ya he descrito líneas arriba, volaron. Al rato me confirma que sí quedan.
Bueno, tardé no más de un minuto en decidir comprarlas. Esto es una vez en la vida y una ocasión única. Por fortuna, al entrar, tras comprobar el dni y pasar la entrada por el lector (hubo gente a la que no se le leía y que al ver que perdían posiciones se ponían al borde de un ataque de nervios), había otro momento de parón y cola antes de pasar al hall del museo donde se desarrollaba el show y esos 15 nuevos minutos de parón jugaron a nuestro favor para que mi novia pudiera ir a sacar la entrada (por mi estatura si yo perdía la posición es jodido avanzar hacia las primeras filas sin que te intenten matar o te piten los oídos) y no perder el sitio en la cola.
Con la felicidad, a coste de 153 euros por las 2 nuevas entradas, de ver que vería a Kraftwerk 2 veces seguidas, pasamos al recinto en sí. Nos dieron las gafas, personalizadas en el estuche con el día, que no en las gafas en sí y nos colocamos en 2ª fila (arriba de este párrafo una foto que nos hicimos antes de que arrancara la música y arriba del párrafo anterior una foto que demuestra lo cerca que estábamos, con apariencia de 1ª fila). Empezaron a vista de 20 minutos del arranque a sonar unas bases marcianas en segundo plano que hacían de banda sonora y a las 22:10h, 5 minutos antes del inicio, se iluminó el telón de fondo de rojo con las siluetas pixeladas de los 4 componentes de Kraftwerk (hay una foto ilustrativa más arriba en el artículo).
Y, quizás un par de minutos después de las 22:15h exactas, se apagaban las luces y sonaba el vocoder que da la bienvenida al grupo. Entre la histeria y gran ovación de las algo más (por lo de la ampliación del aforo) de 800 almas que allí nos congregamos, fueron subiendo al escenario los 4 componentes actuales de Kraftwerk con el legendario Ralf Hütter a la cabeza, como líder ya indiscutible desde que Florian Schneider se jubilara en 2009 (el mencionado concierto de Zaragoza de 2006 fue la despedida de Florian en directo, doble rabia de no haber asistido).
Arriba un primer plano de Henning Schmitz. Y se arrancó a lo grande con “Numbers” de “Computer World”. Apropiada, por eso de contar hasta el número 8, el número de discos que interpreta el grupo y que sirvió como bienvenida lógica a la semana de evento que Kraftwerk nos ofrece. Los números oscilaban en la pantalla y el efecto 3D se notaba a la perfección viendo como los números se adelantaban y se acercaban hasta tu cara, al igual que también funcionaba la cortina oscilante que a veces se formaba. Acto seguido vino la propia “Computer world”, con un tema visionario en su letra (respecto a la seguridad de internet y el control de datos personales) y con Ralf poniendo en valía su personal timbre de voz.
El comienzo del show se centró en el disco de 1981 y se completó con otros 2 temas. Sin descanso vino “It’s more fun to compute”, que nos sumergió en el primer momento de trance musical de la noche. Se produjo la primera parada de sonido, para recibir un enfervorizado aplauso y posteriormente meterse con “Computer love”, que sonó fabulosa, con un desarrollo instrumental estupendo y que hizo las delicias de todos (de mí el primero); por cierto, aquí arriba les he insertado un fragmento que grabé en video (la calidad de imagen y sonido es horrible, pero es lo que hay).
Antes de continuar, aclararles que aquí encima está la foto con el primer plano más cercano y nítido que logré de Ralf la noche que les estamos narrando. Sigamos donde estábamos, la letra de “Computer love”, este tema que inspiró a Coldplay para hacer una de las últimas cosas valiosas de su trayectoria, se proyectaba sobre la pantalla de fondo y Ralf la afrontó en un tono más bajo e íntimo. Intenté contactar con Óscar Cañas, para que escuchara el tema de fondo vía llamada telefónica (él tuvo el detalle conmigo de ponerme al aparato en varios fragmentos del Sónar al que acudió a ver al grupo hace unos añitos), pero no me lo pudo coger.
Acabado el bloque de “Computer World” con el completo escrutinio de 4 de sus temas, llegaba la hora de arrancar el Volkswagen Escarabajo de color crema y meterse en la autopista. “Autobahn” era el disco protagonista del noche y se tocaba íntegro.
La canción título quizás fue acortada unos pocos minutos (lo cual motivó quejas en algunos seguidores), pero fue una versión generosa en extensión, donde los Mercedes-Benz tipo tanque pasaban adelantando a los Escarabajos y a camiones por la autopista que transcurría por bonitos campos verdes. Finalmente el Escarabajo termina por tomar un desvío y abandonar la autopista, para ceder el protagonismo a un cometa.
“Kometenmelodie 1” sonó tan oscura como lo es en estudio. Con un cosmos sobre el telón de fondo y el cometa avanzando de lado a lado, mantuvo en vilo a los asistentes que esperaban el resurgir de “Kometenmelodie 2”. La 2ª parte de “Kometenmelodie” sonó radiante y con una proyección muy acertada del globo terráqueo con el nombre de los estudios del grupo “Kling-Klang” girando alrededor de La Tierra. Apareció una calle, con sus 2 aceras diferenciadas, sus farolas encendidas, que nos llevaban a la medianoche.
Y es que “Mitternacht” no sonó mucho antes de las 00.00h y nos sumergió en el otro capítulo oscuro y notable del disco, con sus desgarradores efectos que asemejan siniestros sonidos de animales callejeros. Y tras la aterradora noche, llega la luz del día. Con una aurora proyectada sobre el telón de fondo con colores claros y neutros, “Morgenspaziergang” sonó en versión más electrónica (no se buscó el efecto de flautín del original de estudio) y tristemente mucho más corta (no llegó ni a 2 minutos). Me dio pena, ya que este tema floreado y luminoso, con su melodía de breves notas tan repetitiva, me gusta mucho y creo que quedó algo deslucida, como incluida con desgana, cosa que no sucedió con los otros capítulos del disco. Quise tributar a “Morgenspaziergang” grabándola y ahora aquí insertando el corto desarrollo que tuvo la pobrecita mía en el show.
Pero no había lugar a la queja en ningún sentido, ya que Kraftwerk no pretendían dar respiro. Era hora de dejar ya el disco temático y navegar por otros capítulos de su discografía que ya tendrían su momento en la semana grande bilbaína de los alemanes, pero que ahora sonarían de avanzadilla. Y llegó el momento para mí muy señalado de “Radioactivity”. Comenzó a sonar el “Geiger counter” y enganchó perfectamente con la canción título del disco de 1975. Tras ver el perfil de la época de Ralf proyectado haciendo el playback para el vocoder que menciona el título de la canción, impresiona mucho la proyección con el símbolo radioactivo en el fondo desprendiendo o emitiendo partículas y ver los nombres de las ciudades con centrales nucleares de ingrato recuerdo o que han sufrido de los efectos de la radioactividad impresos en grande en el telón. Sorprendió Ralf cantando la primera acometida en japonés, con la letra también proyectada en 3D. Luego retornó al inglés en el desarrollo espectacular de más de 5 minutos de este temazo absoluto de la discografía de los alemanes. Les dejo a continuación su video completo.
No tardó mucho en llegar la nave espacial y ver cómo se aproximaba a Bilbao. “Spacelab” agrada, con el efecto de ver la localización en vista aérea del Maps (como ya comentó Alfredo Morales en las crónicas en directo de Kraftwerk que ya hay por estas tierras -Lyon 2014 y Grenoble 2015- y cuya foto encontrarán y habrán visto ya párrafos más arriba de este artículo) y luego ver la proyección de la imagen de la ciudad y en particular del recinto con el platillo volante frente al Guggenheim. La imagen de abajo con Hilpert y Schmitz en la misma corresponde a la interpretación de “Kometenmelodie 2”.
El disco que fue ligeramente insertado en el set list a salto de mata, ya que por ejemplo, como ya he narrado, todo lo de “Computer World” sonó del tirón también plan temático, fue el trabajo donde precisamente se incluye “Spacelab”. Y se tocó prácticamente completo. La damnificada fue “Neon lights”. “The model”, quizás la canción más exitosa y reconocible de Kraftwerk se situó a mitad del show, sonando rotunda, potente, contundente, con una interpretación musical excelsa en la que Ralf Hutter también supo estar a la altura al micrófono. Para mí uno de los grandes momentos de la noche el que supuso “La modelo”, con las proyecciones de modelos de hace años, al estilo del videoclip clásico de la canción. El sonido del video está saturadísimo por la calidad de la videocámara de mi tlf. móvil, pero si lo desean pueden darle al play y hacerse una vaga idea de lo que fue “The model” el pasado viernes 7 de octubre en el interior del museo Guggenheim.
Unida a estas 2, sonó la absoluta “The man-machine”, con su laberinto de letras oscuras y rojas en las proyecciones y que inevitablemente me evocó a esa improvisación de final de programa que hicimos en la radio hace unas temporadas; ¿cómo? ¿Que no lo han escuchado aún? Pues vayan a este enlace y luego nos cuentan.
Encima de estas líneas pueden comprobar un momento de “The man-machine”. Y tras el núcleo compacto de 3 temas de “The Man-Machine”, comentemos ahora los versos sueltos del mismo en el listado. Antes de los bises llegaría “The robots”, si bien en su versión de “The Mix”. Los robots ya no salen presencialmente, sino que salen bailando en las proyecciones del telón de fondo; una pena. Debajo del párrafo una foto de “The robots”.
Completando el repertorio de “The Man-Machine”, la glorificada con el hecho de ser parte de los bises fue “Metropolis”. Con sus proyecciones geométricas asemejando un laberinto de rascacielos, supuso el momento de reentrada del grupo tras abandonar el escenario durante apenas un minuto. Seguimos poniéndoles fotos de momentos del concierto; ahora una de lo que comentaremos en el siguiente párrafo.
En plan suite, o al menos tocado seguido, sonaron los sectores dedicados a “Tour De France Soundtracks”, donde se tocó la propia “Tour de France” y varias de sus etapas, destacando para mí “Tour de France étape 2” (por cierto, ahí es donde más humano se vio a Ralf, que se atrevió a moverse y bailar más de lo que es habitual en su rictus y pose en escena) y el capítulo dedicado a “Trans-Europe Express”, con la propia canción título (con expreso nocturno yendo de lado a lado del telón atropellando todo lo que se le pusiera por delante) y unida a ella el “Metal on metal”, que aprovechó sobre todo cuando el tren atravesaba puentes de complejas estructuras metálicas. Abajo vemos el expreso arrollando al bueno de Hilpert.
Y la última suite, tras el otro tema incluido en los bises tras el re-arranque de “Metropolis” que fue “Planet of visions” (ese tema derivado del “Expo 2000” que el grupo hizo en su día), la supuso el disco de 1986 “Electric Café / Techno Pop”. No fue mucha sorpresa que el grupo acabara con ello (no sé cómo lo harán esta noche, que es su día temático). Se tocó lo que es la cara “a”, con su orden lógico “Boing boom tschak” (que sonó especialmente monumental), “Techno pop” y “Music non stop”. Las notas musicales fluían sonora y visualmente, con corcheas yendo y viniendo desde el telón de fondo.
Poco a poco los componentes de Kraftwerk se fueron marchando uno a uno, cosa habitual en el grupo. Dejaban su puesto y se situaban en el lateral derecho del escenario (según se miraba al mismo), iluminados con un foco de luz blanca, el cual les mostraba su mueca más humana y agradecida a la hora de afrontar el aplauso de los devotos. El primero en marcharse fue Falk Grieffenhagen, quizás el más serio y de gesto más sibarita y estirado en su puesto (su mirada de desdén al hacer sus trabajos en sus controles la verdad es que le va muy bien a Kraftwerk). Ocupa el puesto que antes tenía Florian Schneider y dejó tras su aplauso a 3 en escena. Aquí abajo un primer plano de Falk.
Fritz Hilpert, en la imagen inferior de este párrafo, fue a quien tuvimos justo delante de nuestras narices durante el show. Serio, pero quizás el más relajado de los 4, cumplió sin fallos y se marchó a su debido tiempo dejando solos en escena a Henning Schmitz y a Ralf Hütter. Schmitz, serio hasta el extremo, fue el que menos tiempo dispuso para hacer su solo de programaciones, se marchó y dejó a herr Hütter solo en el escenario (muy simbólico, por eso de ser el último miembro clásico del grupo que queda). Tras su solo, Ralf dijo “good night, buenas tardes, auf wiedersehen”, se marchó a la posición de despedida, reverenció al respetable y se marchó.
Más de 2 horas de show. Alguien comentaba por allí que el show rondaría la hora y media (por fortuna se equivocaron), en concreto 2 horas y 6 minutos de música inmortal y unas proyecciones muy adecuadas para representar los conceptos musicales de Kraftwerk y que funcionaron en 3D bastante bien. El sonido fue muy bueno. Contundente, de potentes bases y muy perceptible sobre todo cerca del escenario, tal como me comentó uno de los chicos alemanes que estaban delante mía en primera fila. No obstante, hay que apuntar que si quieres disfrutar mejor las proyecciones, mejor que estar en 1ª o 2ª fila es situarse centradito en una 6ª-8ª fila; por cierto, mucha gente a ratos prescindía de la gafas. Yo no me las quité ni un segundo, solamente alguna vez miré por debajo de las mismas para notar las proyecciones sin el efecto, pero no tenía lógica, además que te puede suponer cierto mareo verlas sin esas gafas por su lógica distorsión al vivo. Abajo Ralf cuando se quedó solo en el escenario.
Nos marchamos emocionados. Nos hicimos un par de fotos, gafas puestas, en mitad del hall y nos fuimos a buscar un sitio donde comer. La gente devoraba el merchandising (me vino a la mente, por si ya no hubiera venido a mi mente lo suficiente durante el día, mi buen amigo Alfredo Morales, habitual cliente de los puestos de recuerdos de Kraftwerk) y nosotros nos fuimos a un sitio de kebabs justo cruzando la acera de enfrente del museo, donde repusimos fuerzas e intentamos ir afianzando las sensaciones vividas tan intensas entre bocado y bocado, con “Pulp Fiction” en La 1 de la televisión del local y con una conversación con Óscar Cañas que quería agradecerme que le hubiera puesto a la escucha de parte de “Trans-Europe express” y “Metal o metal” (intenté previamente contactar con él por teléfono para “The man-machine”, pero no fue posible, con lo que fue Mariano González al que acerqué a ese momento del show sonoramente hablando). Vean aquí abajo otro pasaje de los bises, el de “Metropolis” con Fritz y Falk en la imagen.
Llegamos al hotel con la alegría enorme de saber que nos quedaba más y que en apenas 21 horas íbamos a vivir otra vez el espectáculo con cambio de disco temático. La sensación que tenía en aquel momento era la de haber vivido uno de los mejores conciertos de mi vida y en estos momentos, 5 días después, sigo teniendo la misma idea. Este show se va a situar en mi memoria junto a los que he vivido de The Cure en La Riviera en 2000 y en el Palacio de los Deportes en 2008, el de Morrissey en el último recinto citado hace casi justo 2 años, los 2 de Spandau Ballet (en 2010 en Vistalegre y 2015 en el Barclaycard Center), Arcade Fire en el Palacio de los Deportes, The Killers en Las Ventas en el Pepeworld Festival de 2007 y el de OMD en la sala Arena.
Y, lo dicho, aún quedaba más en ese fin de semana para mi historia personal. Lo vamos a narrar en 2 etapas. Será la próxima semana cuando narraremos las vivencias del sábado 8 de octubre de 2016. Les prometo que habrá cosas interesantes que podrán leer. No se lo pueden perder. De momento creo que les será suficiente estos días con esta extensa crónica que he disfrutado tanto escribiendo rememorando lo que viví hace unos pocos días y que llevaba casi una década esperando la ocasión perfecta después del aborto de “expedición Zaragoza” del 11/11/2006. Y algunos afortunados esta noche vivirán el show en el mismo recinto que tributará a “Electric Café / Techno Pop”; ¡qué suerte!, si bien yo tampoco me voy a quejar.