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viernes, 29 de abril de 2022

Bloc Party - Silent Alarm (2005)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Recuerdo con cariño el primer lustro de los años dos mil en lo que al apartado musical se refiere. Si juntamos los años 2004, y 2005 hay discos que me entusiasmaron, como de hecho aún me entusiasman, y que compusieron una época excelente para, digamos, el “indie”. Etiqueta amplia y relativamente inútil pero que al menos acota un poco el terreno al que nos referimos. Repasemos algunas de esas obras: “Hot Fuss” de The Killers, “Funeral” de Arcade Fire, “The Back Room” de Editors, “Antics” de Interpol, el debut homónimo de Franz Ferdinand, “Hopes And Fears” de Keane… Y también “Silent Alarm” de Bloc Party.

Gran parte de estos discos repasaban el legado de los ochenta, mirando frecuentemente en la dirección de la oscura faceta del postpunk y proporcionando un auténtico caudal de disfrute. Bloc Party ofrecían en su música, dentro de su variedad, un acercamiento al postpunk de finales de los 70 y principios de los 80. Las comparaciones con Gang Of Four, por ejemplo, fueron frecuentes. Hay momentos de indie directo, altamente rítmico, mezclas entre el punk y el funk, y otros segmemntos de carácter más atmosférico, pero en ningún momento se pierde el enfoque emotivo.

Instrumentalmente el grupo poseía garra y destreza. La batería de Matt Tong era una máquina de lanzar redobles, capaz de subir la temperatura de las canciones a un ritmo galáctico. El bajo de Gordon Moakes se compenetraba con la batería a la perfección formando un más que notable combo rítmico. La guitarra de Russel Lissack era contundente cuando tenía que serlo; a veces tenía una vivacidad frenética y a veces era atmosférica, jugando con los pedales y los efectos. Muy importante era la voz de Kele Okereke, versátil, pero sobre todo interesante cuando añadía un plus de emotividad a la canción.

En cuanto a la composición de las canciones “Silent Alarm” es una obra afortunada. El número de canciones es elevado, trece en total, pero la cantidad de relleno es exigua, y la escucha se hace rápida. También hay cierta variedad: certeros trallazos de indie rock, ritmos bailables, paisajes de una belleza algo tenebrosa… En general el disco da una impresión algo fatalista, tornándose incluso más oscuro según llegamos al final. Es decir, no es un disco fiestero como pudo ser el debut de Franz Ferdinand, hay paisajes mucho más introspectivos y un estado de ánimo de raigambre algo melancólica. Pero también a ratos, es una obra que suena combativa, sobre todo en canciones de cierto perfil.

Varias canciones de “Silent Alarm” tiene un componente político, crítico, ácido. Este tipo de canciones pueden sonar cabreadas como la abrasiva “Helicopter” o la peculiar e irónica “Price of gas”. De hecho, hay que interpreta el nombre del grupo de varias formas. “Party” puede significar fiesta, pero también partido político. Sea como sea, algunos de los temas que ocupan estas canciones tienen que ver con la situación geopolítica del momento; asunto del que iremos comentando algún aspecto.

Así pues, a mi entender, uno de los mejores discos que nos dejó la primera década de los años 2000, y un compendio de buenas melodías con la fuerza añadida de estar compuestas por un grupo en su fase inicial, llenas de entusiasmo y ganas de impresionar.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Like eating glass”: Un inicio tembloroso, es seguido por una implacable ráfaga de la batería de Matt Tong. La canción es una carta ganadora y constituye una apuesta fuerte como comienzo de obra. Es un pequeño resumen de la música del grupo. Hay épica, rotundidad, fiereza, pero también delicadeza. El estribillo es más punzante, y las estrofas suenan intensas y desesperadas. Además de la voz de Kele Okereke, vemos otro de los alicientes de Bloc Party: la frenética batería. La letra hablaría de un completo sentido de la desorientación dentro de una relación personal complicada.

2. “Helicopter”: Todo un trallazo de energía que casi está emparentado con el punk. El riff inicial es vibrante (por cierto, una variación del de “Set the house ablaze” de The Jam), y además recio como una bofetada. El ritmo no decae salvo para un pequeño interludio en la segunda mitad de la canción, de tipo más atmósferico. Todo un chute de energía y uno de momentos más abrasivos del disco. La letra se suele interpretar en sentido político. Incluso podría referirse a George W. Bush cuando dice: “Just like his dad/ Just like his dad (the same mistakes)”, o “Stop being so American”. En cualquier caso, hay, parece ser, un matiz muy ácido hacia la cultura americana. Fue single y en sus conciertos es un momento destacado. Puedo dar fe; cuando los vi en directo en 2007 se armó un pogo de lo más contundente, del que me llevé algún buen talegazo. Ciertamente es un temazo.

3. “Positive tension”: Continuamos con el tremendo inicio de disco. La canción tiene dos partes bien diferenciadas. Una primera completamente dominada por un atractivo juego entre la batería de Tong y el bajo de Moakes, de corte rítmico pero contenido. A mitad de canción de produce un tremebundo cambio de tercio, accediendo a una melodía fulgurante, guitarrera y furiosa. Las dos partes tiene su atractivo y el cambio, aunque que abrupto, no desentona. El final de la canción es catártico con Kele Okereke grtitando: “so fucking useless!”. Fue un single de doble cara A, junto con “So here we are” y consiguió una buena posición en los charts: fue número 5 Reino Unido. En alguna entrevista dijeron que la canción habla de los peligros del aburrimiento vital, y como puede llevar a una persona incluso a lugares oscuros.

4. “Banquet”: Apropiada canción para ser single. De hecho, con esta canción empecé a interesarme por el grupo. Todo está en su sitio. Es un pop que saca el colmillo aquí y allá, con un destacado estribillo; entre levemente épico y oscuro. Buena canción, a la que es fácil meterle mano. El pequeño cambio llegando al final aporta el toque justo de rabia. Kele Okereke, autor de la canción, se inspiró en “I bleed” de los Pixies y en “Prince charming” de Adam and the Ants. La letra giraría alrededor del sexo y la entrada en la adultez, aunque de una forma una tanto críptica.

5. “Blue light”: Tras cuatro temas que han cundido a buena marcha, está canción es quizá algo anticlimática. Se trata de un tema atmosférico, lento, para escuchar a media luz. Tan solo algún redoble del inefable Matt Tong quiebra la paz, pero no varía mucho el tono general. Viene a ser una especie de descanso dentro del tracklist.

6. “She’s hearing voices”: Volvemos al lío. La melodía se construye apoyándose en la atronadora batería de Matt Tong y la peculiar inflexión de Kele Okereke al cantar. Un tema obsesivo, algo extraño. Como una canción dance mutada en un despliegue de ritmo peculiar. La letra habla de una amiga del vocalista que padece esquizofrenia paranoica. La obsesiva línea “red pill, blue pill”, que hace referencia a la medicación psiquiátrica, acaba siendo casi un mantra. Extraña pero intensa, tiene su atractivo y un buen punteo de guitarra para acabar.

7. “This modern love”: Volvemos al tono sosegado de “Blue light” aunque con una melodía más definida. Es casi canónica como balada,; empieza algo sombría para ir desarrollándose hacia algo más emotivo. Forma parte de los Bloc Party más contenidos, y aunque no es de los más destacado del disco es interesante verlos, digamos, en una faceta más tierna.
8. “Pioneers”: Y aquí está la faceta oscura del disco. Particularmente por su siniestro comienzo, que puede recordar un poco a The Cure, y por su agobiante desarrollo. Quizá hubiera estado bien mantenerse en el nivel atmosférico, pero el progresivo nivel de intensidad alcanzado está bien conseguido, sobre todo hacia el tramo final. La letra se abre a interpretaciones, parece tener una vertiente política clara sobre la ambición al frente del poder. Hay quien personaliza incluso en Bush y Blair (el tema de Irak estaba reciente), pero a saber. En cualquier caso, el tono más que combativo es desesperanzado. Buena canción, en la vertiente menos inmediata del grupo.

9. “Price of gas”: En contraposición está canción es más excéntrica. Mezcla elementos que bordean el electro, ritmos marciales, y una interpretación vocal más extravagante. Es difícil encasillar esta canción, se mueve entre lo irónico y lo épico, y todo está dominado por un ritmo a machamartillo. Nuevamente la temática es política, haciendo referencia a las guerras comenzadas en busca de combustible (gas, petróleo, etc) aunque maquilladas de otra forma. Son significativos los persistentes coros en segundo plano que repiten: “War, war, war”. Y es que, además, como dice la letra, “nothing comes for free”. El resultado es bastante curioso.

10. “So here we are”: La canción más agradable y hedonista del disco, Pura atmósfera ensoñadora, cristalina, delicada. La guitarra de Lissack crea unos ambientes cercanos al dream pop. Constituye un momento de relajación, quizá como descanso antes de las turbulencias finales. Formó una curiosa doble cara A junto con “Positivie tensión”.

11. “Luno”: Casi podíamos definir esta canción como una especie de punk sofisticado. O directamente como postpunk. Tiene un tempo rapidísimo, pero en su inicio se basa más en el bajo y batería que en la guitarra. Ojo también a las fantasmales atmósferas de fondo. A mitad de canción sí que hace aparición la guitarra, en los que es uno de los momentos más intensos de “Silent Alarm”. Para bien, además. Tiene un dramatismo punzante, sibilino, oscuro. Según Kele letra habla de alguien cambiado para mal, como p.ej un viejo amigo que se ha echado a perder.

12. “Plans”: Seguimos ahondando en la oscuridad. Está vez más calmosa, pero más angustiante. El juego entre bajo y batería es puro postpunk a lo The Cure o Joy Division, grupos de los que bebe claramente esta canción. Bloc Party apuestan por la decadencia y la desesperanza. Al final Lissack mete un buen punteo de guitarra. La letra es compendio de imágenes sombrías, y es curiosa la línea “the ravens are leaving the tower”, quizá haciendo referencia a la leyenda según la cual cuando los cuervos abandonen la Torre de Londres, caerá el Reino Unido y su Corona.

13. “Compliments”: Bloc Party deciden terminar el disco con el momento más oscuro y decadente de toda la obra. Lo hacen mediante una canción lenta, atmosférica, de ritmo reptante. Si “Silent Alarm” empezaba de forma contundente y agitada, su remate es denso, casi deprimente. La parte buena es que hay cierta sensación de misterio que parece interesante, y de algún modo deja pensativo al oyente. La letra habla sobre el aplastante poder de la rutina. De forma coherente se repite la misma estrofa una y otra vez. En la versión europea tras unos minutos de silencio suena el track oculto “Every time is the last time”, un bonito instrumental ambient.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Cabe decir que Bloc Party han sido asiduos de la costumbre de lanzar singles sueltos, sin pertenecer a ningún disco (salvo en ediciones especiales). De la época de “Silent Alarm” hay dos excelentes muestras: la melancólica “Two more years” y el pop luminoso de “Little thoughts”, ambos de un nivel excelente, a la altura de los puntos altos del disco. En cuanto a discos, el siguiente fue “A Weekend In The City” (2007), de sonido más pulido y sin tantas aristas. No obstante, la mordiente del grupo sigue patente aquí y allá. Es un disco más melódico con algunas composiciones destacadas. Singles como “The prayer” o “I still remember” son pequeños clásicos del grupo. Esta fue la época de mayor brillantes artística y comercial del grupo, o al menos donde público y crítica fueron unánimes.

La unanimidad se rompió con su tercer disco, “Intimacy” (2008). En esta obra el grupo experimentó añadiendo numerosos arreglos electrónicos y siendo menos directos. A posteriori llegó un hiato de cuatro años donde la banda se volcó en diversos proyectos en solitario y se rumoreó que Kele Okereke podría dejar la banda tras el lanzamiento de su álbum como solista “The Boxer” (2010). Finalmente, el grupo volvió en 2012 con “Four”, que traía a colación los sonidos guitarreros de su debut. Tras este disco Matt Tong y Gordon Moakes dejaron la banda, y ya sin la formación original Bloc Party editaron en 2016 “Hymns”, de nuevo más electrónico y con querencia por el blues o el gospel. Curiosamente en el día de publicación de este artículo Bloc Party lanzan nuevo disco: “Alpha Games”, del que no puedo aportar mucho.

Destacar que el directo de la banda, al menos en lo que a mi experiencia personal concierne, es bastante potente y notable en su ejecución. Les pude ver en La Riviera en la gira de 2007 (un 17 de mayo para ser precisos), presentando “A Weekend In The City”, Hubo bastante pogo, y sin contar algún agobio, fue una experiencia bastante divertida.

En fin, esperemos que deparará el futuro a esta banda, cronológicamente originaria de una época en la que se juntaron una serie de discos, a título personal, francamente interesantes.

Texto: Mariano González.
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viernes, 8 de abril de 2022

DMR cierra por vacaciones de Semana Santa 2022

No va a ser menos este año y nuevamente nos tomamos un descanso por Semana Santa. Nos tomamos la propia Semana Santa, la semana anterior y la semana posterior. El viernes 29 de abril regresaremos con un nuevo post de revisión de disco.

El sábado 7 de mayo afrontaremos el tramo final de la 13ª temporada de radio con un nuevo programa. Mañana, si lo desean, pueden escuchar a las 16.00h en Radio Universitaria de Alcalá de Henares (RUAH) la redifusión del programa que hace 2 semanas dedicamos a "Blur" de Blur.

Estos días, al igual que nosotros, descansen, viajen (si pueden) y disfruten de las torrijas, como las de la foto del post, pero con moderación.
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viernes, 1 de abril de 2022

The Killers - Pressure Machine (2021)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Creo que es la primera vez que en plazo inferior a un año un mismo grupo pasa nuevamente por el blog en formato de revisión de disco. La excepción no podía ser con otra banda que no fuera de mis preferidas y The Killers es una de ellas. El breve plazo que ha transcurrido entre sus 2 últimos lps es lo que ha motivado esta reiteración en la obra de los de Las Vegas en este curso o temporada del blog.

Y la verdad es que me sorprendió mucho que en el pasado verano me llegase la noticia de que una de mis bandas favoritas editara nuevo disco apenas pasado un año desde el lanzamiento anterior. Ritmo de publicación de décadas atrás. The Killers se atrevían con un nuevo disco tras la publicación en 2020, año de irrupción de la pandemia Covid-19, del solvente “Imploding The Mirage”. Este álbum suponía una continuidad de sonido y sensaciones respecto al predecesor de 2017, el celebérrimo “Wonderful Wonderful”, si bien opino que no llega a tan alto nivel.

Los factores de que la banda optase por una publicación siguiente con tanta premura pueden residir en parte en que la situación pandémica y la imposibilidad de realizar una gira internacional de presentación del disco al uso, llevase al grupo a disponer de un mayor tiempo para dar luz a nuevas composiciones y de paso intentar compensar la falta de ingresos por los directos con las discretas cantidades que ahora suponen la venta de discos.

La importancia reside en que el grupo parece haber escuchado los matices de aviso en ciertas críticas al valorar el previo “Imploding The Mirage”, al apuntar a un cierto comportamiento repetitivo y acomodaticio de Brandon Flowers y los demás a la hora de componer canciones. Por ello, “Pressure Machine”, aunque ofrece alguna pista de conexión con lo previo, es un trabajo que cambia bastante el enfoque.

Por cierto, respecto a la formación, se aclara en el libreto del disco que hoy nos ocupan que The Killers siguen siendo los 4 de siempre: Brandon Flowers, Ronnie Vanucci, Mark Stoermer y Dave Keuning. Por lo visto en “Imploding The Mirage” no estuvo Dave, pero ha regresado a la grabación del presente. El que parece que esté ahora más ausente es el bajista, Mark.

Si Bruce Springsteen siempre ha sido un artista que ha servido a la gente para señalar dejes o influencias de estilo en los de Las Vegas, en esta ocasión el tiro se centra particularmente en “Nebraska” de 1982. The Killers nos ofrecen un disco de menor relumbrón, muy reflexivo en la mayoría de sus capítulos e incluso diría introspectivo. También hay espacio para algún ejemplo de pop vigoroso marca de la casa, pero son las excepciones. Consecuentemente, este “Pressure Machine” no es un disco que entre fácil. Ni mucho menos. En la primera escucha que le di en su momento, allá por finales del pasado verano en Youtube, me pareció un disco muy discreto y calmo, de fuerte contraste con toda la obra de la banda. Además, apenas encontré algún episodio que destacara sobremanera sobre el resto, algún single claro.

No obstante, tras habérmelo comprado hará cosa de un mes aprovechando que lo vi a precio razonable en unos grandes almacenes (6,99 euros), y tras haber estado escuchándolo muchas veces en las pasadas semanas, he terminado dándome cuenta de la grandes de “Pressure Machine” y de sus muchas bondades. El trabajo no ha sido rápido ni inmediato y hay que tener paciencia. Creo ya estar en condiciones de hablar de sus composiciones y valorarlo en su justa medida. 11 temas son los que hoy nos ocupan.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “West hills”: Empezamos el disco con una canción de esas de menos a más. Arranque épico de la banda, que puede que no esté tan lejos de otros episodios del grupo. Sin embargo, es curioso que queda más el inicio latente de “West hills” que el desarrollo monumental y arrollador que se produce a partir de la 2ª mitad. El efecto de cierto eco o reverb que se le mete a la voz de Brandon, le confiere si cabe una mayor profundidad y oscuridad que se ajusta a la perfección. Un comienzo de obra ampuloso y ambicioso, que, como muchas de sus compañeras (por no decir todas, y en definitiva hablar del disco), va ganando con sus escuchas sucesivas.

2. “Quiet town”: Pasamos de lo trascendente a lo llevadero. “Quiet town” es una canción luminosa, de pop country con esos toques de armónica. Tiene un buen ritmo, que en este caso Brandon Flowers domina a la perfección con su cadencia al micro. Discreta, bonita, pero tampoco memorable. Fue single o al menos algo parecido a single con su particular videoclip.

3. “Terrible thing”: Con las 2 primeras canciones ya hemos podido apreciar un cambio de enfoque respecto al pop generalista y potente de los 2 anteriores discos del grupo. Ahora con “Terrible thing” se produce la constatación definitiva. Aquí la sombra de “Nebraska” del Boss ya es más que evidente. Canción desnuda, con poquísima instrumentación y con Brandon en una interpretación de perfil bajísimo. Los aportes de armónica son nuevamente parte esencial de la leve melodía. Ayuda claramente a conseguir el objetivo de “Pressure Machine” en lo que se refiere a las sensaciones que busca producir.

4. “Cody”: También en “Cody” podemos encontrar la sombra de Springsteen y la E-Street Band de alguna manera, si bien distinta a “Nebraska”. Es una canción de cierto enfoque coral. En esta pieza también hay espacio para el primer lucimiento en forma de solo de su guitarra eléctrica del retornado de excedencia Dave Keuning. Consecuentemente, la canción tiene su fuerza y empaque. Es de las que se abren tras no demasiadas escuchas.

5. “Sleepwalker”: “Pressure Machine” con “Sleepwalker” situada tras “Cody”, nos ofrece un combo más pop y luminoso. Esta “Sleepwalker” quizás no hubiera desentonado demasiado en discos previos de la banda, pero su sonido tiene algo que la hace inconfundible dentro del conjunto del disco al que pertenece; probablemente sean las notas de la guitarra acústica. Es una canción pop, con muy buen sentido del ritmo y una estructura de manual.

6. “Runaway horses”: The Killers saben muy bien qué es lo que querían lograr con “Pressure Machine”, por ello, tras 2 capítulos más animados, llega el turno de la calma de nuevo. “Runaway horses”, que cuenta con el leve dueto con Phoebe Bridgers, pugna por ser el episodio más desnudo e íntimo del álbum. Fue curiosamente single, o al menos contó con su videoclip al uso. Economía de medios, en una pieza acústica con Brandon y Phoebe cantando de forma casi susurrante. No creo que sea de las mejores del disco, no porque sea floja, sino porque hay otros episodios que son realmente destacables, pero no molesta para nada y es muy motivada su presencia en el ecuador del disco.
7. “In the car outside”: Llegamos al turno de una canción que sí que podría haber formado parte de “Wonderful Wonderful” o de “Imploding The Mirage” sin ningún tipo de problemas. “In the car outside” tiene la base más inquieta y rítmica del disco. Ofrece igualmente un estribillo lleno de fuerza, pero incluso en estrofas nos da la sensación de ser una pista con bastante vértigo. Mucha entrega, potencia y garra; cosa que en otros discos era la tónica general, aquí es la excepción a la regla. No viene nada mal para darnos cuenta que el grupo siguen siendo capaces, si quieren, de facturar piezas de pop intenso y cargado de adrenalina.

8. “In another life”: Algo que sucedió con “Sleepwalker” y “Cody”, es lo que pasa ahora al concatenar “In another life” con “In the car outside”. Tras el interludio de “Runaway horses”, The Killers disponen otro par de canciones consecutivas en sentido abierto y potente. Cierto es que el brío baja notablemente con respecto a “In the car outside”, pero de alguna forma lo que se consigue es una especie de efecto espejo o reflejo de las 2 caras del disco, cosa que verán con las pistas que vendrán a continuación. “In another life”, con todo es una pieza más cercana al sonido general del disco, aunque sea una de las canciones de mayor luminosidad; ello reside en su menor aporte eléctrico, aspecto comparable de forma clara con su predecesora en el orden del disco. Es otra pieza de guía básica para conectar con la tradición más pop de la banda y no perderse demasiado.

9. “Desperate things”: La única en su textura dentro del disco, con ese sonido lejano, crepuscular y evocador es “Desperate things”. Una preciosidad de composición de esas que te dejan embobado mientras te envuelve con sus instrumentos. La producción aporta la profundidad y eco necesario para que sea una canción (me van a permitir ponerme un poco cursi, lo siento) de esas que pegarían mucho escuchar en un atardecer mirando al horizonte en el Valle de los Monumentos. A pesar de su enfoque íntimo, es una canción de formas ambiciosas y que se hace notar claramente. Da pena incluso que se acabe, aunque lo que vendrá después está bastante bien. “Desperate things” es sin duda una de las muchas joyas ocultas que “Pressure Machine” aporta a la historia de The Killers.

10. “Pressure machine”: Penúltimo lugar del track list para “Pressure machine”. Por muy poco, The Killers no acaban el disco al estilo de lo que hacía The Cure en sus 5 primeros discos de finalizar con la canción título. No en vano, tras la trascendencia que transmite “Desperate things”, no quedaría mal este cierre, mucho más liviano, folk y luminoso. Es una pieza tremendamente calma, con Brandon afrontando su estribillo en un suave falsete. Que sea la canción que titula el disco no es baladí, puesto que podría ser la pieza que resume perfectamente en su duración las sensaciones principales que se te quedan con la escucha del disco en conjunto: enfoque acústico, menor inmediatez y cierto aspecto reflexivo con tintes folk. Pero, lo dicho, aquí no acaba la cosa.

11. “The getting by”: A pesar de que la canción título se podría antojar como un buen cierre, el grupo arriesga un poco más metiendo una pista nº 11. Y la jugada le sale maestra. Lo bordan. “The getting by” consigue firmar un cierre más profundo y sentido. Es una canción que podría ser una de esas que con otro ánimo en plan fanfarria, se convertiría en un himno. Sin embargo, su planteamiento íntimo y sumamente recogido, hace que sea una especie de himno sostenido y latente. La parte del estribillo es nuevamente un ejemplo de acierto melódico a la hora de componer una canción que sorprende lo que es capaz de emocionar con sus medios, los cuales son limitados por vocación expresa de la banda. Una auténtica maravilla. Te quedas completamente absorto escuchando como se pierden sus acordes y como se van marchando también esos sonidos de trenes alejándose. Clara joya oculta del lp. Sencillamente genial.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Dentro de unos tiempos tan raros como los que hemos vivido y aún estamos viviendo, “Pressure Machine” ha conseguido creo que sobradamente sus resultados. Al menos en niveles objetivos, el disco ha vuelto a otorgar un nº 1 en los charts británicos para la banda, lo cual siempre es un parámetro a tener en cuenta. Cierto es que su extensión internacional palpable a modo de gira, se ha visto pospuesta hasta las presentes fechas, con lo que habrá que esperar a ver cómo funciona la cosa en el directo.

Por nuestras tierras han vuelto a escoger un festival, de esos que te cobran un riñón por un día de acceso, con lo que esperaré una nueva ocasión para volver a ver a la banda en directo en un concierto propio en recinto cerrado, cosa que no sucede desde hace 13 años; qué pena.

A modo de conclusiones, “Pressure Machine”, con esa llamativa portada con 3 cruces en blanco y negro tras una alambrada, es un trabajo que a más de un seguidor de recorrido de la banda le cogerá con el pie cambiado. Más aún que en su día supuso el 2º disco de la banda “Sam’s Town” tras el debut “Hot Fuss”. Y es que, a pesar de que hay excepciones, el enfoque de la obra es muy reflexivo y poco inmediato. Hay que tener mucha paciencia con él para terminar de hacerse con sus puntos fuertes, que los tiene.

Será casi un tópico decir que este trabajo puede ser el trabajo más maduro o directamente el trabajo de madurez del disco por el sentir que transmite. En todo caso, lo interesante será ver el enfoque de lo que venga después, ya que siempre levanta mucha curiosidad cuando un grupo vira tanto en su sonido al lanzar una obra si eso va a suponer una continuidad o no.

Creo que “Pressure Machine” es un disco que ennoblece a The Killers. De esta forma, demuestran que no son solamente creadores de pistas accesibles y que van a la yugular en un tratado de pop masivo, aunque en ocasiones o canciones puntuales ya lo habían demostrado previamente. Sin embargo, a la hora de confeccionar un disco, nunca se habían mostrado con este perfil tan reflexivo y profundo. Puede que la situación mundial haya influido notablemente en ello y que “Pressure Machine” sea producto de sus tiempos. Sea como sea, es un disco altamente satisfactorio y que no se hace denso de escuchar, cosa que con obras del estilo puede suceder fácilmente. Insisto en que han de ser pacientes con él, ya que la inmediatez no es su característica principal, cosa que sí sucede con casi todos sus hermanos mayores de trayectoria discográfica. Habrá que ver cuánto tarda el grupo en sacar nuevo trabajo. Si nos centramos en discos de estudio, al menos en los 4 últimos, la secuencia es 2012, 2017, 2020 y 2021.

Quizás en 2023-2024 haya nuevo material, me sorprendería mucho que nuevamente en este 2022 y ya en gira mundial se edite algo nuevo. Ahí será cuando podremos poner en situación a este “Pressure Machine”, si su posición es la de un verso suelto en la trayectoria de The Killers o es un cambio de tendencia o un punto de inflexión en entregas posteriores; personalmente quedo muy intrigado con ello.
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