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sábado, 27 de diciembre de 2008

1981 Men At Work - Business As Usual

Esta semana seguiremos anclados en los años 80 e igualmente en los comienzos de la década, en la que tantos grupos surgieron asociados a la nueva ola. En esta ocasión viajaremos hasta las antípodas españolas para revisar el primer disco que editó el grupo australiano Men At Work.

Esta banda de origen “aussie”, estaba liderada sin embargo por el vocalista y guitarrista escocés Colin James Hay, escoltado por el saxofonista y experto en instrumentos de viento Greg Ham, el bajista John Rees, Ron Stryker a la guitarra eléctrica y coros y Jerry Speiser en la batería. La banda surgió en los circuitos de salas y pubs australianos, y tras haber alcanzado un nombre en el mundillo underground del país, llegó el momento de entrar en estudio y dar formato a las composiciones que tenían realizadas. “Business As Usual” sería el título del primer trabajo de la banda. El disco vino introducido de forma inmejorable debido al éxito del single “Who can it be now?”, que fue nº1 en Estados Unidos y llegó igualmente muy alto en Inglaterra.

De la misma forma, “Who can it be now?” se escogió como canción para el inicio del lp en cuestión. Su atmósfera nocturna, creada por la inestimable línea de saxo de Greg Ham y el timbre agudo de la voz de Colin Hay, se hizo acreedora de las marcas distintivas del sonido de Men At Work en un principio. La canción trata de obsesiones persecutorias y paranoides de la conducta humana, en esta ocasión concretadas en las percepciones y nerviosismo de un personaje huraño, protagonista del tema: “¿Quién puede estar llamando a mi puerta?, márchate, no vengas más por aquí. No puedes ver que es tarde en la noche, estoy muy cansado y no me siento bien. Todo lo que deseo es estar solo, mantente alejado… ¿Quién puede ser ahora? ¿Quién puede ser ahora?”. Cuando no está de por medio el saxofón de Ham, el protagonismo de la canción lo acapara la interpretación de Hay, que se superpone a la línea rítmica del bajo y batería. En 3er. lugar reseñable queda la cálida guitarra eléctrica y los acordes creados para la ocasión. Un tremendo triunfo a nivel mundial que abrió el camino del éxito a la banda. El tema está acompañado por un clip, que recrea perfectamente la angustiosa situación del personaje (encarnado por Colin), y que termina con la banda tocando en un escenario propio de los clubes en los que actuaban antes de dar el gran salto al “mainstream”. “I can see it in your eyes” es una juguetona canción que empieza con unos teclados de fantasía y con unos acordes muy acusados de guitarra eléctrica, que es lo más memorable de la pista. Colin Hay canta de forma llevadera y vertiginosa. Una inocente balada con tintes pop, que contrarresta la nocturnidad con la que se iniciaba el disco. Para mantener bien alto el nivel, se coloca el otro emblema sonoro de la formación. “Down under” es un claro tributo al país de origen de la banda, en la que se plantean situaciones graciosas y tópicas de las tradiciones de Australia. El video grabado para la ocasión, supone la fiel recreación de la alocada letra y me da por pensar que no he visto clip más delirante en mi vida. Los componentes de la banda hacen el payasete por doquier y son protagonistas de escenas enrevesadas y dadaístas, desde el inicio, en el que Jerry Speiser salta de detrás de una mesa en pleno desierto para aporrear con las baquetas unas botellas de vidrio, hasta el final, con ese paseo vestidos de blanco por mitad del desierto con los roaddies a las espaldas cargando con una caja negra siendo atizados por una mala bestia peluda, que hacen que el espectador se quede perplejo al verlo. La melodía de flauta utilizada, los claros acordes reggae de la guitarra y la desenfadada forma de cantar de Hay, crean una canción tremendamente alegre, de difícil clasificación y que por lo particular del sonido de la misma, se convirtió en un tremendo éxito internacional de ligera escucha en cualquier emisora. Nº1 tanto en Reino Unido y Estados Unidos, vino a confirmar el estrellato de la banda, que ya se había apuntado con el anterior sencillo “Who can it be now?”. El delirio lírico de la canción se puede ver reflejado en partes como “tumbado en un estudio en Bombay, con la mandíbula cansada y no mucho que decir, le dije al hombre: “¿Intentas tentarme?, porque yo vengo de un mundo de abundancia y el dijo: “¡oh! ¿Vienes de un mundo de abajo debajo? (Australia), donde las mujeres relucen y los hombres se emborrachan, ¿puedes ver ese relámpago? Mejor corre, mejor ponte a cubierto”. Clásico de los 80 y la verdadera tarjeta de presentación de la banda. “Underground” vuelve a dar protagonismo al saxo de Ham, aunque gran parte de la canción se sustenta en la línea hipnótica creada por el bajo y la batería, sobre la cual serpentea Colin Hay. “Helpless automaton” da un descanso vocal a Hay, al encargarse de la misma Ham, cuya voz se ve distorsionada a ratos en la canción. Se trata de la canción más acelerada del disco y es uno de los motivos principales por los cuales se llamaba a Men At Work los “The Police australianos”. Claramente heredera de los sonidos del “Regatta De Blanc” de la banda de Sting, lo más reseñable es el endiablado y sesudo bajo que aporta John Rees y algunas partes de guitarra que se incluyen. “People just love to play with words” regala un nuevo momento de relajado y distendido pop. Tras la agitada “Helpless automaton” se nos pone una canción más llevadera e inocua. “Be Good Johnny” es la 2ª parte de “Down under”, en lo referido principalmente a lo alocado de su ritmo. Colin Hay se mueve en la parte del estribillo, que recrea el juego de palabras del título, en unos tonos tremendamente agudos. Las diferentes guitarras utilizadas, ya sea la parte inicial con ese riff que se oye lejanamente, como la utilizada principalmente a lo largo de la canción, es el distintivo principal de esta canción, junto a ciertos teclados de sonido psicodélico que hacen compañía. Está considerada como el 3er. clásico del repertorio del grupo que incluye el disco y propone un claro juego de palabras con un clásico de la música, donde se muestra el toque humorístico y desenfadado que tenía esta banda. Sin embargo, en la parte final de “Business As Usual” se aborda un combo de 3 canciones de corte más serio. “Touching the untouchables” es un verdadero regalo. El saxofón desaforado que tiene el estribillo es de lo más remarcable del disco en conjunto. La seriedad y los niveles altos alcanzados vocalmente por Hay, a pesar de su histrionismo, son excelentes. El solo de guitarra incluido al inicio también es notable y en su conjunto es una canción inconexa con una línea discontinua de sonido. Quizás la pista más sombría del disco y la que está en menos conexión con el conjunto, pero igualmente agradecemos encarecidamente que esté incluida. “Catch a star” es un instante de relajado reggae, que puede ser perfecta para sesiones de fumata que cualquier aficionado a San Canuto se pueda pegar en su cuarto, para evadirse tranquilamente durante un rato. Se termina con la lánguida “Down by the sea”. Una balada dispuesta para cerrar el disco, y unida a las 2 anteriores, de sonido menos desenfadado, que le da un aire más formal al conjunto de la obra. Por otro lado, esta última canción supera de largo en duración a todas sus compañeras de álbum. Es muy necesario mencionar los bonus tracks incluidos en la remasterización del disco, como eran la canción de sonido de puerto marinero (sobre todo por los coros del estribillo) “Crazy” y la enérgica e instrumental “F-19”. Igualmente se incluyó un mini-bootleg de su directo Brazil de 1996, con las versiones en directo de “Who can it be now?” y “Underground”.

El disco fue un desaforado boom en todo el mundo (como siempre, en menor medida en España) y el nivel de sus ventas fue tremendo. El empaquetado del disco se componía de la portada, con esos colores amarillos y negros que recuerdan a una avispa o abeja y ese paisaje dibujado de montañas, con un tubo de escape intercalado soltando humo, y la contraportada con una foto de los camerinos de la banda en la que los componentes salían en actitud disoluta.

Tras este gran éxito cosechado por “Business As Usual”, el nivel se mantuvo más o menos en “Cargo” editado en 1983. Dicho trabajo incluía aún piezas únicas como “It’s a mistake” u “Overkill”, que hacían las veces de “Down under” y “Who can it be now” respectivamente en el 2º disco. Por otro lado, también había espacio para canciones menos conocidas, pero igualmente exquisitas, como “No sign of yesterday”.

Tras largas giras a lo largo de lo ancho del mundo, para el 3er. disco de 1985 titulado “Two Hearts”, la banda se quedó en cuadro con Ham y Hay como únicos miembros que permanecían de la formación tipo. El 3er. lp en sí vendió bien, pero como singles, los temas escogidos no tuvieron demasiada acogida entre el gran público. “Two Hearts” es un buen disco, a pesar de que la excelencia de los 2 primeros trabajos decaiga ligeramente. Canciones como “Everything i need” “Hard luck story” o “Still life” vienen a poner de manifiesto su valía. Tras este último disco, la banda se disolvió y Colin Hay comenzó su dilatada trayectoria en solitario con la grabación de su primer trabajo titulado “Looking For Jack”. Colin Hay ha quedado como un artista de culto (parecido a lo que puede pasar con David Byrne, su compatriota escocés) y exceptuando alguna canción suelta como “Into my life”, perteneciente a su disco “Wayfaring Sons”, no ha tenido prácticamente repercusión a nivel internacional.

1996 vio la reunión de Hay con su viejo amigo Greg Ham para hacer una serie de conciertos como Men At Work, junto a otros músicos reclutados al efecto por Brasil, donde el grupo fue tremendamente popular. Dicha “reunificación” de la banda dio como fruto el tremendo disco en directo “Brasil”, uno de los mejores lps de actuaciones de una banda que he tenido ocasión de escuchar desde “101” de Depeche Mode, y de eso ya hace unos años. Tras este hecho puntual, lo único que se ha vuelto a saber del grupo, fue su participación en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Sydney de 2000.

Men At Work están principalmente recordados por “Down under” y debido al sonido festivo y alegre que tiene la canción, la banda tiene un halo de grupo poco serio. El motivo de la presentación del disco de hoy, es demostrarles que muchas veces, detrás de lo que aparentemente parece un fenómeno “one hit wonder”, hay algo más. Men At Work es un claro ejemplo de ello. Que les aproveche “Business As Usual” y que todos ustedes tengan un feliz año 2009, en el que intentaré seguir acercándoles más discos que un servidor crea que merezcan la pena. Hasta el próximo año.
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sábado, 20 de diciembre de 2008

1982 ABC - The Lexicon Of Love

Con motivos de las fechas navideñas que se acercan, y sin la pretensión de hacer un “Special Christmas” con canciones dedicadas a esta época del año, o que circunden sobre cualquier tema relacionado, compuestas por grupos pop/rock, he estado rompiéndome la cabeza para revisar hoy un disco que para mi esté relacionado con este período. La asociación de ideas más que nada tiene que ver porque un servidor de ustedes, diera con el grupo o comprara el cd en esta época.

Una vez explicado esto, les diré que había 2 serios candidatos para ser los elegidos de la revisión de esta semana previa a la Nochebuena y la Navidad. Unos de ellos eran los Spandau Ballet con su “Through The Barricades” de 1986. Disco que compré a finales de noviembre de 2006, que como comprenderán estuve escuchando durante el diciembre de aquel mismo año. El caso es que como ya tuvimos ocasión de hablar de un disco del grupo (recuerden “True” de 1983 hará ya unos meses), como no tengo intención de momento de repetir artista, ya que hay muchos pendientes de revisión, lo he descartado y lo guardaré para otras fiestas navideñas.

El otro candidato era el grupo de Martin Fry y sus secuaces, los ABC. ¿El motivo? Muy sencillo: allá por el 22 de diciembre de 2000, un lluvioso viernes por la tarde, estaba en mi cuarto viendo el acertado programa de la cadena Vh1 “So 80’s” y pusieron el video de “The look of love, part.1” de la banda, el cual ya había visto en numerosas ocasiones. Por algún mecanismo extraño de la mente humana, se generó en mí la necesidad de adquirir algo de este grupo que contuviera la canción de marras, para algo más que revisionar el video que ya tenía en mis numerosas cintas de vhs grabadas de la televisión.

Ni corto ni perezoso, tiré para el centro de Madrid a pesar de la climatología adversa de aquella tarde, de que eran ya las 19.30h de la tarde y de que había un atasco a consecuencia de la lluvia en la A-2 de mucho cuidado. En aquella época hacía el recorrido de Madrid Rock-Fnac-El Corte Inglés (Preciados y Callao) y tras las visitas evaluaba precios y ejemplares disponibles. Me decidí por un recopilatorio que había en El Corte Inglés de Callao a 1695 ptas. Al comprarlo, el precio marcaba más, pero como no habían quitado la pegatina de oferta, me tuvieron que cobrar dicha cantidad (con bronca incluida que presencié por parte del jefe de departamento a sus subalternos, que se lo tomaban un poco a juerga vacilando a su superior).

Ya les he hablado de la utilidad que deben tener los recopilatorios: abrir el camino para conocer a un grupo o artista y nunca suponer el final de esa investigación (a no ser que lo que escuches no te guste, claro). Evidentemente el disco en sí asociado a estas fechas es el “Master Series” de la banda y en su edición antigua de cd con la portada de fondo negro y con la única foto de Martin Fry cantando. Actualmente la edición de este cd es con la fotografía con un traje plateado de los componentes primigenios de la banda. Pero bueno, ya les dije que recopilatorios puros y duros aquí no se tratarán (como mucho de rarezas y caras b, y ya veremos), con lo que he escogido el primer disco de la banda, “The Lexicon Of Love”, en el que se incluye la canción “The look of love, part.1”, que me movió en aquella época a comprar el recopilatorio.

Tras esta intro, pasemos a lo que realmente importa. ABC es un grupo británico encabezado por el cantante Martin Fry, que se formó de manera curiosa tras una entrevista que realizó Fry al resto de músicos, compañeros de su instituto, y que acabaron uniéndose para crear ABC. En sus orígenes la banda era un quinteto compuesto por Martín Fry como cantante, Stephen Singleton al saxo, David Palmer como batería, Mark White a la guitarra y teclados y Mark Lickley como bajista. El motivo de escoger ABC como nombre de la banda fue que las 3 primeras letras del abecedario son conocidas en todo el mundo. Menuda obviedad que se marcaron Martin y cia. De la parte previa al lanzamiento del disco hoy analizado, poco más hay que contar. Se trata del primer trabajo del grupo, con lo que pasemos sin más dilación a la revisión y disección de sus partes o canciones.

“Show me” abre el disco con una orquestación de sonido clásico que da paso a un bajo de aire funk, el cual sumado a los teclados, los golpes de percusión y un histriónico Fry cantando da lugar a un enérgico tema de comienzo. “Poison arrow” continúa el track list de “The Lexicon Of Love”, nuevamente con claro enfoque funk y de baile. La “Flecha envenenada dirigida al corazón” de Fry, fue escogida como single y se acompañó de un video grabado en un club nocturno londinense de luces de neón, focos de discoteca y brillos oscuros típicos de estos garitos. Reminiscente todo ello de “La Nuit” de Madrid, que curiosamente se inauguró en 1982. Tiene algunos momentos graciosos como cuando un diminuto Fry afectado por los polvos soplados por una damisela, merodea por la mesa entre las copas de cóctel. Un llena-pistas de la época sin lugar a dudas y el primer gran éxito de la formación. “Many happy returns” comienza con un susurrante Fry que se desgañita de forma contenida a continuación. Nuevamente la línea de bajo es muy importante, aunque el saxo de Singleton tiene un fuerte protagonismo al igual que ya lo tuvo en “Poison arrow”. También son relevantes los teclados cristalinos que aparecen cíclicamente en la canción. Nuevamente la canción habla de relaciones amorosas y especialmente del final de las mismas; temática de discusión presente a lo largo de todo el disco. Una canción igualmente vibrante y llena de energía como las predecesoras. Aquí hacen acto de presencia unos coros femeninos en la parte final para aderezar el estribillo consistente en la repetición del título del corte. Si el baile y el ritmo han estado presentes en todo lo que llevamos de disco, “Tears are not enough” es la que hasta el momento se lleva la palma. Se trata del momento de funk más descarado del disco y que no deja de resultar particular por los falsetes que a ratos mete Martin Fry. “Valentine’s Day” es una canción de regusto amargo a pesar de su ritmo y su recargo sonoro. Fry vuelve a estar exagerado en la parte final del tema. A continuación, se abre paso al verdadero inmortal y canción abanderada de ABC. “The look of love, part.1”, tiene un aire de fantasía descarado con sus juguetones teclados, su orquestación clásica y más aún si tienes ocasión de ver el clip grabado al efecto, el cual recuerda vagamente a algún pasaje de “Mary Poppins” cuando los personajes se cuelan en los cuadros pintados en el suelo. La letra es a ratos sensacional con partes como “si tu chica te ha dejado tirado “Adios” y tus sueños se vienen abajo como así parece, tu razón para vivir es tu razón para abandonar, no me preguntes lo que significa” o “si juzgas a un libro por la portada, entonces juzgaras al amor por el amante”. La parte final es de desparrame total con Martin soltando algún “Sisters and brothers” a pulmón abierto y con un final de sopetón. “Date stamp” es una de mis favoritas, una de esas joyas ocultas en los discos de las que suelo hablarles. El comienzo instrumental con unas lejanas guitarras eléctricas y a continuación ese bajo tan asociado al funk, sin embargo da paso a una relajada y hedonista interpretación de Martin es sencillamente magnífico. El estribillo cantado por una voz femenina, con la que Fry tiene un leve diálogo, tiene algo de música ligera, pero sin duda de calidad. La frase más remarcable y que a uno se le queda del estribillo es “el amor no tiene garantía”. Sin duda, “Date Stamp” es uno de los temas más placenteros de “The Lexicon Of Love”. Para continuar con esta parte final que alcanza tan alto nivel de excelencia, se nos coloca la balada por antonomasia del disco. “All of my heart” me recuerda, tanto en el sonido como en el videoclip grabado al efecto, vagamente a “The bitterest pill I’ve ever had to swallow” de los Jam. El corte quizás que menos tiene que ver con todo el disco, al igual que “The look of love, part.1”, ya que se desmarca del ritmo funk bailable de la mayoría de los temas. Teclados de corte clásico y efectos orquestales en el estribillo con acertados arreglos de cuerda, dan lugar a uno de las piezas más bellas que ha grabado en toda su historia ABC. La letra de la canción es simplemente exquisita y de bellísima factura, pero el estribillo para ser más exacto es sencillamente sublime: “Espero y rezo que algún día entres en la habitación con mi corazón… ahora que te has ido todavía quiero que regreses”. La interpretación vocal de Fry no tiene fracturas y maneja los altos y bajos de forma excepcional. Supone uno de los mejores momentos de Fry al micrófono junto a la posterior “Be near me”. “All of my heart” es, por otro lado, la gran olvidada del álbum, en comparativa con el éxito de “Poison arrow” y “The look of love, part.1”. A medida que la escucho una y otra vez, cada vez me gusta más. “4 ever 2 gether” vuelve al sonido medio aportado por el disco de funk pop bailable. La canción, sin embargo, está por debajo del nivel de canciones como “Tears are not enough” o “Show me”, por lo pegadizo del estribillo que tenían las otras canciones más que nada. Como epílogo para cerrar la obra, se dispone “The look of love, part.4”, que no deja de ser una variación instrumental de menos de un minuto de la parte 1.

El disco está considerado como uno de los imprescindibles del movimiento neorromántico de comienzos de los años 80 del Reino Unido, junto a trabajos como “Rio” de Duran Duran, “Prince Charming” de Adam & The Ants o “Journeys To Glory” de Spandau Ballet. La portada está compuesta por una excelente instantánea en la que Fry, a la vez que sujeta a una dama desmayada, empuña una pistola apuntando en posición de defensa, ataviado con un elegante smoking. Viene a poner de manifiesto la elegancia del movimiento al que pertenecía la banda. “The Lexicon Of Love” es un disco de funk blanco y una pieza única de dicho estilo dentro del repertorio de la banda, ya que en grabaciones posteriores, la evolución del grupo viró hacia el pop medio y se dejó de lado esas líneas de bajo tan rítmicas que se incluían en el disco que hoy hemos analizado. Es curioso que el bajista Mark Lickley, a pesar de su excelente trabajo realizado en el disco (acuciado por el protagonismo que le dio la producción), haya sido el componente de la banda que más quedó en el olvido.

Ni que decir tiene que el disco funcionó bien en el apartado de ventas y mejor si cabe en el apartado de sencillos con “Poison arrow” y “The look of love, part.1”. Tras este disco el grupo, tras la marcha de Palmer y Lickley, se quedó en un trío formado por Fry, el teclista y guitarra Mark White y el saxofonista Stephen Singleton, los cuales grabaron al año siguiente el disco “Beauty Stab”, con portada de regusto cañí taurino. Disco aceptable, de inferior nivel al predecesor, pero que nos regalaba piezas de muy buen gusto como “S.O.S.”. Para las bajas de componentes, se tiró de músicos de sesión para compensar.

Tras este disco la banda se quedó funcionalmente en un dúo formado por Fry y White. Eso sí, en plan de atrezzo reclutaron a un enanito calvo con gafas llamado David Yarritu, que hacía que tocaba la guitarra en los clips del siguiente álbum, y una chica con pintas y nombre de putón verbenero llamada Eden, que hacía que tocaba la batería. Todo este despropósito de campaña de marketing e imagen dio como resultado el, por otro lado, notable disco “How To Be A… Zillionaire!”. Un álbum que de haber sido enfocado como un trabajo de una banda seria en lugar de un grupo de dibujitos animados, estaría visto con mejor óptica.

Me da por pensar que tras este disco, la gente y la crítica dejaron de tomar en serio a Fry y White. A pesar de editar “Alphabet City” con una portada que intentaba retomar el look de “The Lexicon Of Love”, aquí lo que no acompañaban eran canciones como “When Smokey Sings”, un tremendo patinazo que lacró el disco y que a pesar del acertado tema pop “King without a crown”, no terminó de levantar cabeza.

En 1989 el dúo grabó su último disco remarcable, titulado simplemente “Up”. Las ganas de tirar hacia arriba de la banda venían de manifiesto hasta en el título del álbum, como podemos ver. El proyecto giró hacia el acid jazz y el dance suave, para confeccionar un lp bailable y con verdaderos aciertos poco conocidos como “Paper thin” o “North”, aparte de los singles, que tuvieron alguna repercusión, “One better world” y “The real thing” o el que hubiera sido el 3º en editarse “The greatest love of all”.

En los 90, la actividad de ABC se estancó brutalmente y solo la aparición de muchos recopilatorios de distintas casas discográficas que pagaban los derechos de autor para editarlos, y algún disco de estudio de difícil título, hacía que la ausencia de noticias se viera algo contrarestada. Mark White dejó a Fry en la estacada y actualmente Martin intenta hacer giras con algún otro grupo de los 80, manteniendo el nombre de ABC. Hará un año o así, oí que el batería original de la banda, David Palmer, se le había vuelto a unir. Estaba prevista la edición de un nuevo disco titulado “Traffic”, pero la falta de interés de las casas de disco sobre el trabajo de un Fry que ronda casi ya los 50 años, ha hecho que el proyecto de momento no haya visto la luz.

Ahora simplemente disfruten de un disco animado, ejemplar imprescindible de la década de los 80, que tiene como curiosidad que su productor era un joven e inexperto Trevor Horn, que afrontaba uno de sus primeros trabajos en los controles de grabación. Normalmente no suelo prestar atención a los productores de los álbumes que comento, pero este hombre es uno de los mejores productores que ha habido y hay en la actualidad. Por lo que considero reseñable decir que el disco de hoy tiene su firma, por si había alguna duda acerca de su calidad.

Por cierto, les diría que es un estupendo regalo para cualquier amigo/familiar melómano que ustedes tengan, pero el problema es que este disco actualmente es imposible de encontrar en las tiendas. Hagan nuevamente uso de su imaginación… Con esto les dejo, feliz Navidad en compañía de sus seres queridos y espero que la banda sonora que les propongo les agrade.
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sábado, 13 de diciembre de 2008

1998 Wolfsheim - Spectators

Para muchos de ustedes, el grupo del que hoy hablaremos, serán unos perfectos desconocidos. Wolfsheim se trata de un dúo alemán de música electrónica, que son bastante populares en su país, pero que fuera de allí, y sobre todo en España, su señal es de muy corto alcance. Como el blog es en castellano, aunque un alemán dé con el mismo con algún buscador de información, al ver que no está ni en inglés ni alemán, no lo leerá (usar el traductor de google suele ser un cachondeo monumental, hagan la prueba) y de los hispanohablantes, como ya he dicho, pocos podrán presumir de haber oído alguna canción o siquiera hablar de ellos, así que casi nadie será un experto en la materia que hoy trataremos. No se preocupen, yo les introduzco gustosamente.

Este grupo, mejor dicho pareja, se compone del cantante Peter Heppner y el teclista Markus Reindhart. La gestación de Wolfsheim data de finales de los años 80, y en los inicios, la banda era un trío formado por Markus y su hermano acompañados del cantante Pompejo Ricciardi. El nombre del grupo está tomado de un personaje de la literatura alemana. La marcha de dicho cantante propició la llegada de Peter Heppner, recomendada por el mismo Ricciardi, y la salida del hermano de Reindhart para concretarse el proyecto como un dúo. El comienzo de su historia, está marcado por la edición del single “The sparrows and the nightingales”, su reconocido primer éxito a nivel nacional alemán e incluso europeo, y la publicación de su primer trabajo de larga duración titulado “No Happy View”.

A este trabajo le siguió el complicado disco de 1994 titulado “Popkiller”, que incluía una lúgubre portada con un rostro ciertamente siniestro, y que estaba compuesto por canciones igualmente electrónicas, pero de una menor inmediatez que las anteriores. Ya de por sí el trabajo previo de la banda tampoco era fácil de digerir y estaba asociado al movimiento techno pop de vertiente oscurantista.

La “luz” se vería con la edición del acertado “Dreaming Apes” de 1996. La banda terminó de consolidarse en Alemania como uno de los grupos punteros, debido al acierto de canciones como “Closer still”, “A million miles” o “Leave no deed undone”. A los 2 años, el grupo afrontó la creación de la obra más perfecta de su trayectoria, su disco “Spectators”, que hoy les acercaré.

Aquí las canciones, a excepción de la última, tienen fuerza, madurez y consistencia suficiente de forma individual. “Dreaming Apes”, tratándose de un notable álbum, incluía canciones muy válidas como las citadas anteriormente, pero por otro lado se intercalaban piezas instrumentales de carácter experimental, que no eran bien entendidas por toda la gente. Tras haberles realizado esta pequeña presentación o introducción a lo que son Wolfsheim, o mejor dicho eran (luego les explico), pasemos al análisis de su considerado mejor trabajo.

La apertura del disco no deja de ser curiosa. Con un coro casi operístico femenino, que poco a poco va tambaleándose, se da paso a la oscura interpretación vocal de Heppner. “It’s hurting for the first time” es de las canciones más densas y con notas de teclados menos marcadas del disco. El muro de sonido es muy frondoso e hipnótico. A ratos aparecen los coros mencionados del inicio para ir compensando. Es una sensación extraña la que me causa esta canción. Sin duda, su carácter la hace poco accesible y esa mezcla tan poco convencional de los coros, la densidad de las notas y la oscuridad vocal de Peter la hacen bastante particular. Ese cierto desasosiego va en consonancia con la temática de la canción, de gran parte de las piezas del disco y de la discografía del grupo: el fin del amor y el torcimiento de las relaciones de pareja. Posteriormente, y en claro contrapeso, se nos incluye una de las piezas más delicadas y bellas de la discografía de Wolfsheim. “Kunstliche welten” fue uno de los singles escogidos para la promoción del disco y es uno de los temas que la banda suele incluir en sus trabajos cantados en alemán, ya que en la inmensa mayoría de las ocasiones las letras de la banda son en inglés. La traducción del título es “Mundos artificiales” y el comienzo con unas notas graves de sintetizador dan paso a una base movidita sobre la que Heppner comienza una sentida interpretación y quizás una de las mejores que haya hecho nunca. De hecho en el dvd “Kompendium” se nota una bajada de calidad en la excelencia de la forma de cantar conseguida en estudio por el vocalista. Líneas sosegadas de teclado de sabor melancólico y una melodía general de aire triste, es lo que caracteriza al tema. Fue quizás el single que más se promocionó en su día en la cadena musical de televisión alemana viva zwei, con redifusiones casi constantes del videoclip grabado al efecto, en el cual un niño soñaba que huía de la Alemania democrática para intentar pasar a la parte occidental y que era descubierto en el camión que se ocultaba. Mientras, Peter y Markus, con su notable diferencia de estatura (Heppner algo retaco y Markus que debe rondar los 2 metros de estatura), daban paseos de forma lánguida (acorde con el sonido del tema) por la ciudad, caminando entre celebraciones de bodas y apareciendo en vallas publicitarias. Tras la excelencia de “Kuntsliche welten”, se da paso a “Touch”, uno de los momentos más anodinos del disco. Aire amargo y decadente tanto en la interpretación de Peter como en la melodía creada al efecto por Markus. Sin embargo, a continuación se nos pone otra de las grandes joyas que incluye “Spectators”. “Blind” es una balada preciosa que incluye versos como “no combatas los muros que están aquí para todos, eso es lo que me dijiste una vez, te miré a los ojos, y supe que tenías razón. Puedes sentir lo que nadie siente, puedes escuchar lo que nadie quiere escuchar…” o “la oscuridad es un estado de la mente, puedo ir allí cuando te tambalees, eso es lo que me dijiste y sé que tenías razón”. Supongo que si la habitual crítica que recibe el dúo por la levedad de sus letras, no será por la presente canción. Nuevamente el carácter serio e hierático de la voz de Peter, no impide que la interpretación sea estupenda y emocionante. Tal es la valía de esta canción, que se realizó una reedición de la misma hará 2 o 3 años como single. Tras este bello momento, se da paso al verdadero inmortal de la historia de la banda que aporta el disco. “Once in a lifetime” es el tema más bailable, más pegadizo y llevadero de “Spectators”. Sin dejar de estar impregnado por el oscurantismo del estilo de Wolfsheim, la canción es tremendamente rítmica y enérgica. Imprescindible a finales del siglo pasado en cualquier garito gótico que se preciase, la canción estuvo sujeta a diversos remixes, como le suceden a todos los éxitos de una banda de pop de sintetizadores. La melodía sostenida mantenida en el estribillo de la canción, es lo más destacable en tanto al sonido, dentro de la compleja elaboración de la misma. En tanto a la letra, se nos habla de un personaje al cual el océano le ha arrebatado a su familia entera y al que se quiere enfrentar nuevamente. Los versos rayan a un alto nivel, por ejemplo en el estribillo: “cálmate mi corazón, no latas tan rápido, no estés asustado por una vez en la vida, cálmate mi corazón, no latas tan rápido, no estés asustado por una vez en la vida. No hay lluvia que pueda limpiar mis lágrimas, no hay viento que pueda aliviar mi dolor. Me hiciste dudar, me hiciste temer, pero ya no soy el mismo. Te llevaste a mi mujer, a mi hijo recién nacido al fondo del océano…”. El dolor descrito del personaje protagonista y su soledad es lo que mueve la temática de la canción. Peter alcanza sus registros más elevados y épicos en la parte final cuando dice aquello de “el amor en ti no arde, no hay lección que puedas aprender. Y hay sonidos que no puedes escuchar y hay sensaciones que no puedes sentir”. El clip grabado al efecto se componía de imágenes de una mujer y un niño, a efectos de los personajes de la canción, y un hombre mayor jugando al ajedrez al borde del mar. Markus y Peter aparecen los 2 juntos de forma intercalada, como es costumbre, y en una variación de los videos (juro que lo vi en la viva zwei), aparecía un viaducto ferroviario por el cual circulaba un tren rojo y blanco de la red española de cercanías. He buscado dicho video en youtube y no aparece. Se ve otro semejante, en el que dichas imágenes del tren de marras no aparecen. Una canción estupenda, bien elaborada, con una intensa historia en sus líneas y una melodía perfectamente construida y de fácil enganche en la parte de los estribillos. Un clásico con mayúsculas. Para continuar se nos presenta la canción que proporciona una mayor sensación de desasosiego del disco. “Sleep somehow” recrea una atmósfera de pesadilla con una orquestación inquieta, descoordinada y con unos teclados punzantes y que siguen una melodía que parece sacada de un código morse, que ayuda al hipnotismo que también aporta la canción. Cambio de registro para continuar. Hablamos antes de “Blind” como la balada más sentida del disco. No me corrijo, pero ahora se nos incluye otra canción lenta y tremendamente sentida. En esta ocasión el carácter es sumamente triste, ya que en “Blind” se hablaba de esperanza. “For you” es una de esas baladas que hablan de cuando una historia ya ha terminado. Véase el comienzo: “Esta vez es difícil. No es tan fácil como cuando tú estabas aquí. Siempre estuviste a mi lado. Hiciste de este mundo un mejor lugar con solo una sonrisa…”. No se deja claro el motivo del fin de la relación. No se dice si fue fortuito (muerte de la otra parte) o simple ruptura. El caso es que Peter dice “Nunca sentí por nadie lo que sentí por ti. Y no pertenezco a ninguna otra. Te pertenezco a ti”. Tras esta intensidad lírica se da paso a la bailable “Read the lines”. Sencilla líricamente, se intuye un nuevo abandono amoroso: “Leí las líneas que dejaste para mi, no pude creer que llegaras tan lejos…”. Las notas de teclado son saltarinas y claramente creadas para llenar pistas de baile de la Europa central. Se ve también de forma evidente dicho desenfado en que la letra es una simple estrofa repetida en 3 ocasiones. ¿No habían tenido suficiente abandono amoroso?, pues aquí viene otro más. “I don’t love you anymore” trae como novedad, como se intuye en su título, que el que abandona o pone fin a la historia es la primera persona de la narración. Por otro lado, es la última canción del disco que habla de rupturas (suponemos que Peter Heppner tiene presente aquello de “quien ríe el último ríe mejor). Otro de los puntos álgidos del disco y de sus mejores momentos; el gran desconocido igualmente a nivel global. Los teclados utilizados por Markus para crear la melodía principal tienen un regusto claramente melancólico y las palabras que suelta Peter son ciertamente directas. “El silencio habla por ti y por mi cuando estamos bailando”, frase tremendamente acertada, es lo que más evidencia que la relación de la que se nos habla ha llegado a un punto muerto. Aún así la parte interpretada por Peter guarda un recodo de esperanza cuando dice “me gustaría que me hablaras cuando estamos bailando”. Apliquen la metáfora del baile a lo que ustedes quieran. A pesar del sonido melancólico de la melodía que tiene la canción, se trata de otra pista claramente rítmica y bailable en cualquier bar gótico o de techno pop. “Heroin, she said” es una canción algo parecida a “Sleep somehow”, en lo referido a lo aguerrido y agresivo de su sonido y de la nueva pesadilla descrita en la misma, evidentemente sabiendo de qué hablamos. Es el momento más abrasivo del disco y creo que no está bien situado en el mismo. Yo lo hubiera situado entre “Blind” y “Once in a lifetime” y hubiera dejado el penúltimo lugar a “I don’t love you anymore” para proporcionar su carácter al cierre al disco. “E” no deja de ser un epílogo instrumental al estilo de las canciones que se intercalaban en “Dreaming Apes” y no aporta nada nuevo, por muy curiosos que queramos ver esos coros femeninos medio árabes en la misma.

“Spectators” es un disco de música electrónica sobresaliente. Está reconocido a nivel continental por los más altos expertos en la materia. A nivel nacional alemán terminó de facilitar a Wolfsheim su estatus de una de las bandas más importantes en su país. Supongo que alguno echará en falta que comente algún posible vínculo o influencia de Kraftwerk en el sonido de la banda. Eso es más que evidente, aunque quizás de una forma indirecta, ya que la banda bebe más de la influencia directa de bandas como Depeche Mode y discos de dicha formación como su “Black Celebration”, que ya revisamos hace tiempo. Pero claro, Depeche Mode viene de Kraftwerk, así que… pues igual que se dicen que todos los caminos llevan a Roma, casi toda la música electrónica actual (y sobre todo en Centro-Europa), en mayor o menor medida vienen de Kraftwerk.

La portada del disco es una vista de la tierra desde la superficie lunar. En esto se podría asemejar a la del “Some Things Never Change” de Supertramp, con la única diferencia de que en esta ocasión no hay una pareja mayor tomando el té de las cinco en la misma.

Desde la publicación de “Spectators” hasta la edición de “Casting Shadows” pasaron 5 años, durante los cuales la banda se movió a lo largo del continente, llegando incluso a recalar en España con algunas fechas que incluyeron una en la sala Arena madrileña en mayo de 2002. En aquella época andaba algo despistado y se me pasó por alto. Sin embargo, en junio de 2003 estando en un bar de la zona de Huertas, un dj pinchó “Once in a lifetime”. Yo, que no salía de mi asombro, me acerqué hasta su cabina y me puso a hablar con el pincha discos de turno, con el que tuve una pequeña conversación sobre la banda. Me confirmó que él había ido al concierto y que el grupo en directo no es gran cosa. Ello se debe básicamente a la timidez extrema de Peter, el cual se escuda tras un atril con las letras impresas de las canciones, en plan sacerdote. Markus se sitúa en un lateral con sus numerosos sintetizadores y teclados. Algún efecto de luz y de agua y poco más.

“Casting Shadows” editado en 2003 es un muy buen trabajo. Algo inferior al disco hoy presentado, pero de alto grado de satisfacción. El caso es que desde hacía unos 2 años iba entrando de forma frecuente en la página oficial de la banda a ver si había novedades, y las mismas brillaban por su carencia. Por desgracia, el presente 2008 nos trajo una desafortunada noticia en enero, para comenzar bien el año. En forma de un comunicado, se informaba que el dúo había decidido separarse por disparidad de criterios a la hora de discutir sobre el futuro de la banda.

Pues, ¿qué le vamos a hacer? De momento habrá que quedarse con la obra editada hasta la fecha. Una dificultad evidente: en las tiendas habituales en España no van a encontrar fácilmente los discos de Wolfsheim. Yo solo tuve la ocasión de ver un ejemplar original y nuevo del cd de “Casting Shadows” y del dvd “Kompendium” en una tienda pequeña de importación situada en la calle Fernández de los Ríos de Madrid. El precio no era barato que se diga (unos 21 eur. el cd y el dvd 30 eur. o así). De esto hace ya mucho tiempo. A saber si siguen estando por allí. Con lo que no nos queda otra salida que tirar de lo que ya les comenté hace tiempo. No se lo volveré a decir de una forma tan clara, que no me apetece que la SGAE venga contra un servidor que lo único que pretende es que se difunda la música, pero nunca se sabe… Búsquense la vida y verán como habrá merecido la pena el esfuerzo.
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sábado, 6 de diciembre de 2008

1977 Supertramp - Even In The Quietest Moments…

Hoy damos un salto atrás en el tiempo, para analizar un ejemplar del trabajo de una de las bandas asociadas al llamado rock sinfónico, Supertramp. Allá por 1977, la banda ya contaba con su formación clásica, que se componía de Rick Davies a las voces y teclados, Roger Hodgson a la guitarra, teclados y voz principal, Dougie Thomson al bajo, Bob Siebenberg a la batería y el 3er. líder de la banda, el saxofonista John Helliwell. Tras unos comienzos difíciles a principios de los 70, en los cuales la banda disponía de un mecenazgo por parte de un personaje adinerado (el cual perdieron debido al poco éxito de sus 2 primeros álbumes), la banda había alcanzado el éxito y reconocimiento mundial.

La edición en 1974 de su imprescindible “Crime Of The Century” fue el hecho causante de la subida como la espuma de la popularidad de la banda. Un disco básico de la historia de la música moderna y que incluye canciones inolvidables como “School”, “Rudy”, la exitosa y comercial “Bloody well right” y la propia canción título con un final instrumental decadente y maravilloso. El nivel o estatus se mantuvo con la edición al año siguiente de “Crisis? What Crisis?”, disco que precede en la discografía de la banda al trabajo que hoy revisamos.

Ya a estas alturas, Supertramp rivalizaba con sus contemporáneos Pink Floyd en aspectos tales como cuál grupo tenía mayor legión de seguidores o cuál de las 2 bandas vendía más ejemplares de sus lp’s. Parecía que en este apartado la banda de Waters, Gilmour, Wright y Mason iba por delante, aunque de cara a la accesibilidad de su música los chicos de Supertramp estaban más al alcance del público de la calle, sin que por ello resultaran chabacanos o predecibles.

El caso es que en 1977 Supertramp se metería en estudio para perfilar uno de los mejores discos que deparó la década de los 70. Estaremos de acuerdo en que son más recordados discos de la banda como el citado “Crime Of The Century” o el futuro “Breakfast In America”, pero la calidad de las canciones aquí incluidas, el carácter compacto del disco, referido en el aspecto de solo disponer de 7 canciones (aunque la mayoría de larga duración), a cuál de ellas mejor y que nos hace pensar en una exhaustiva criba para incluir únicamente piezas maestras, hace que el disco tenga un empaque y una cohesión pocas veces alcanzadas.

Estas características citadas no hacen de “Even In The Quietest Moments…” un disco monolítico. La variedad de estilos y el diferente sonido aportado por cada una de las piezas hacen que la escucha se haga placentera, llevadera, entretenida y que cuando te quieras dar cuenta se haya acabado la audición.

Entremos en matería y comencemos por el principio. Para abrir el disco con vitalismo, alegría y luminosidad, se nos coloca una de las piezas pop por excelencia de la historia de la banda. El carácter semiacústico, principalmente aportado por la guitarra, de “Give a little bit”, entonada por la agudísima voz de Roger Hodgson, nos transporta a la filosofía del amor libre y las tendencias hippies de la época: “Dame un poquito de tu amor, yo te daré un poquito de mi amor, hay tanto que necesitamos compartir, así que lánzame una sonrisa y demuestra que te interesa”. Ligera, inmediata, fácil de tararear y un ejemplo de que las bandas sofisticadas lo son porque quieren, ya que si se lo plantean pueden ser sencillos y a la vez sublimes; tarea difícil, no crean. “Lover boy” supone el estreno vocal de la alternancia de cantante habitual de la banda. Rick Davies nos presenta la historia de un crápula, con un sonido amable, irónico y vodevilesco sobre todo en la parte inicial con las desnudas notas de piano, y es que Rick ya avisa que “te lo dije desde el principio, te romperá el corazón. No puedes parar al amante, no puedes parar al amante”. Poco a poco la canción va ganando instrumentos y pasa a ratos a tener un sonido melódico sostenido algo hipnótico. A mitad del corte se vuelve a la línea del inicio, con algunos coros agudos de aire jocoso, para posteriormente volver a la estructura de la 2ª parte con la inclusión de acordes de guitarra eléctrica. Destacable es la aceleración progresiva que adquiere la pista en su parte final con un endiablado Rick encadenando palabras, todo ello tras el falso final que te hace creer que esto se acabó. La canción título se nos presenta a continuación. El momento más relajado del disco, sin duda totalmente en consonancia con el título de álbum y de la propia canción. Un Roger Hodgson, pausado, nada histriónico y acompañado de pocos instrumentos, principalmente una guitarra acústica, el trinar de los pájaros y una aportación de flauta por parte de John Helliwell. Algo de recargo se gana al final con la entrada de teclados de la época, una línea de bajo y la batería algo pausada. “Downstream” es otro de los momentos cedidos vocalmente a Rick Davies y quizás mi favorita del disco. Esta canción tuve la suerte de conocerla en directo, antes de escucharla en el propio disco, en el concierto que ofreció la banda en primavera de 2002 en la plaza de toros de Vistalegre. Aquella interpretación de Rick, con el escenario para él solo, acompañado de su negro piano de cola y una simple luz blanca cenital iluminándole, supuso uno de los mejores momentos de aquel show. La excelencia, el sentimentalismo tan sincero aportado y la belleza de su textura, hicieron que sin conocer el tema en cuestión me quedara con el detalle y al poco tiempo, al completar la discografía de la banda, la buscara entre todos los discos hasta por fin dar con ella en el presente álbum. Una balada con una simple melodía de piano clásico, la rasgada voz de Davies y versos tales como “cogimos una barca el domingo para navegar a lo largo del mar. Todo aquello eran tan agradable, tú y yo, no teníamos ningún problema o preocupación, y todo era silencio alrededor. Tú eres la razón por la que yo nací, estar contigo todas las estaciones del año, siempre te escucharé cuando me llames…” hacen de esta canción una de las canciones de amor más intensas y emocionantes que un servidor ha escuchado. Si de por sí les parecen bonitos los versos escritos por estos chicos, no les digo nada lo que supone escucharlos en la sentida interpretación de Rick. Igualmente es una de las grandes desconocidas del género cuando puede estar a la altura de clásicos del género por méritos propios como “Against all odds” de Phil Collins. “Babaji” por otro lado se trata de una pieza de sonido obtuso y con unos altos y bajos sonoros que nos llevan a cierto desasosiego en contrapunto con lo encontrado hasta ahora, a pesar de su decadente y pausado comienzo. “From Now On” es una canción que a los residentes en la Comunidad de Madrid les sonará. Ha sido una de las canciones que han sido trilladas durante mucho tiempo para promocionar el recinto ferial de Madrid (como ya pasó en su día con “The show must go on” de Queen). Canción coral, con un excelente saxofón dirigido por John Helliwell y otro momento de protagonismo vocal de Davies. Por sacarle algún defecto, quizás el final sea algo repetitivo, aunque me da a mí que esa percepción por mi parte es algo errónea y se fundamenta en la insistente publicidad ya mencionada. Un himno de la alegría y el optimismo firmado por los Supertramp. Para cerrar el disco se pone una de las canciones preferidas de los puristas de Supertramp. Cierto que a la banda en los grandes foros se le recuerde por “The logical song”, la propia “Give a little bit” o “Take the long way home”, pero la canción que baja el telón de “Even In The Quietest Moments…” es quizás la composición más intensa, elaborada y compleja de la historia del grupo. Podríamos decir algo así como que “Fool’s overture” es el “Bohemian Rhapsody” o el “Echoes” personal de la banda. El comienzo con unos sonidos de las multitudes en las calles y las campanadas de un reloj dan paso a Roger Hodgson que empieza susurrante y con poco recargo musical. La intensidad se va ganando poco a poco durante los 10 minutos de duración de la pieza y termina de forma estruendosa, progresiva y acelerada para terminar con los mismos efectos de sonido del inicio. Si el disco abría con un tema lleno de luz, de corta duración e inmediato, el disco cierra con una canción totalmente opuesta: sombría, de regusto agrio, larga y muy compleja musicalmente hablando. Para mi gusto, se trata de uno de esos temas que quedan perfectos al final de un álbum y que te dejan casi hipnotizado, embobado, completamente absorto en lo que acabas de escuchar.

El disco fue un notable éxito para la banda, aunque el definitivo estallido comercial del grupo vino de la mano de los 2 siguientes discos “Breakfast In America” y “Famous Last Words”. A la hora de la grabación del último trabajo citado, Roger Hodgson andaba con un pie y medio fuera de la banda. El abandono de uno de los líderes de la banda se hizo definitivo tras la gira que dio como fruto la edición del doble disco en directo “Paris”.

El grupo continuó como cuarteto durante los años 80 y facturó “Brother Where You Bound” un disco conceptualmente parecido al hoy analizado en lo referido al corto número de canciones incluidas y en 1987 “Free As A Bird”, el disco más pop que haya grabado Supertramp en su historia y que incluía joyas como la bailable “I’m begging you” y la hermana menor de “From now on”, que no era otra que la propia “Free as a bird”.

Un largo parón de 10 años hacía pensar que la banda estaba muerta. En este período, el bajista Dougie Thomson dejó el grupo y la banda se reforzó con el reclutamiento del miembro de Crowded House Mark Hart, que a su vez hacía las veces de Roger Hodgson en directo, encargándose de las canciones vocales del mismo. En 2002 salió a la venta “Slow Motion” un disco muy jazzistico dentro de la historia de Supertramp y por última vez salieron de gira. Desde entonces, lanzamientos de recopilatorios y poco más se sabe.

Lo cierto es que los componentes de Supertramp ya tienen una edad, y quizás el hecho de la reunificación de Crowded House y la suma a la causa de Mark Hart, hacen que la actividad de la banda esté en un punto muerto muy difícil de reanimar. A día de hoy Rick Davies vive en su mansión de Long Island, llevando una vida tranquila y disfrutando del rédito de los éxitos cosechados durante su dilatada trayectoria. Roger Hodgson sigue con su carrera en solitario y no hará mucho tiempo se pasó por Madrid para ofrecer un concierto.

El disco que hoy les dejo para escuchar es un ejemplo de elegancia, refinamiento y buen gusto. Simplemente deténganse a ver la portada del mismo con esa instantánea de un piano nevado en mitad de un gélido y alpino paisaje. Todo ello está visto desde una ventana cuyo cristal está roto en la contraportada. Supertramp durante los años 70 destacó siempre por sus emblemáticas portadas y la de “Even In The Quietest Moments…” es un claro exponente. Se puede considerar como un disco a mitad de camino entre la música moderna y la música clásica. No sé si tan altas valoraciones hagan que a la hora de escucharlo (si es que todavía no lo conocen) la sensación que les quede es la habitual de “no es para tanto”, que suele aparecer cuando a uno le han hablado tan bien de algo. Bueno, pues si les va a pasar esto, entonces les diré que es un disco del montón, pero en ese caso les estaría mintiendo. Más que imprescindible, disfrútenlo.
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sábado, 29 de noviembre de 2008

2008 R.E.M. - Accelerate

Para que no se diga que este blog es un anacronismo escrito, en esta ocasión, hablaremos de actualidad. Hoy revisaremos un disco que ha salido al mercado este mismo año y que se trata de la última obra del grupo en cuestión. Cierto es que de los Rapid Eye Movement, R.E.M. para los amigos, podríamos empezar por cualquier otro disco de mayor enjundia (“Green”, “Document”, “Automatic For The People”…), pero si he decidido introducirles a su último trabajo es porque este es bastante digno.

En referencia a mi punto de vista sobre la calidad de un disco, haré un inciso para comentarles lo siguiente. Hasta la fecha no ha existido una crítica destructiva de ningún álbum en esta bitácora. Siempre he dicho que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio, por lo que discos que personalmente no me hagan gracia y grupos que no soporte, no harán acto de presencia por este blog. Igualmente me permito recordarles que la utilidad que pretende dar este blog, es que ustedes conozcan discos que merezcan la pena escuchar. ¿Para qué voy a hablarles de un disco que no merezca la pena escuchar? Bueno, no diré que de esta agua nunca beberé por si algún día estoy con las yemas de los dedos envenenadas, de mala leche y me da por descargar sobre alguien, pero en principio eso sería una excepción.

Una vez aclarado o recordado esto, a lo que vamos. Evidentemente, si en la introducción que suelo hacer sobre la situación anterior de la banda a la edición del álbum antes de hablarles del disco, en el caso de hoy me pusiera concienzudo, podría darse el caso de tener que escribir demasiadas líneas y convertir el artículo de hoy en un mini-libro, ya que R.E.M. llevan en activo desde comienzos de los 80 y hoy hablamos de su disco de 2008. Seré breve. R.E.M. se inició como grupo de rock indie que tocaba para minorías y basaba su sonido en vitalidad, ritmo y energía surgido de la new wave. El punto de inflexión en la historia de la banda llegó a finales de los 80 y mediados de los 90 con el lanzamiento de sus trabajos “Document” o “Green” como preludio o tarjeta de presentación a las masas y con “Out Of Time” de 1991 que asociado al himno “Losing my religion” convirtió a R.E.M. en un acontecimiento mundial.

La era dorada del grupo fue sin duda la primera mitad de los 90, en la que estaban considerados como una de las bandas situadas en lo más alto del panorama musical a nivel mundial. A mediados de los 90 se produjo el traumático abandono del batería de la banda, Bill Berry y que hizo temblar sensiblemente los cimientos de la formación, para que finalmente los restantes miembros, Michael Stipe como cantante, Peter Buck a la guitarra y Mike Mills al bajo, consiguieran mantener viva la llama de R.E.M.

Los tardíos 90 y lo que llevamos de siglo XXI, los de Athens (Georgia, U.S.A.; para que no haya confusiones, no son griegos) con cierta regularidad han ido lanzando discos más o menos aceptables que tenían como denominador común al menos un single de fuerte pegada y gran éxito. Ejemplos de ello son “Imitation of life” de “Reveal” de 2001, “Leaving New York” de “Around The Sun” de 2004, “Daysleeper”, “Lotus” o “At my most beatiful” de “Up” de 1997, o el tema de sonido tan clásico “Bad day” de su grandes éxitos de 2003. Algún fallo ha habido, como por ejemplo “All the way to Reno” de “Reveal”, que por mucho carácter benéfico y de homenaje humanitario que tuviera la canción, musicalmente es un tremendo patinazo.

Curiosamente, con su nuevo disco “Accelerate”, se da el caso contrario. Me explico: el asunto es que el disco no dispone de un single de relumbrón que haya sonado mucho en las emisoras, pero sin embargo, puede tratarse del mejor disco de R.E.M. en conjunto desde “Monster” (disco injustamente maltratado e incomprendido) y que llega a superar a “Up” de 1997, que hasta la fecha para mi era lo mejor que habían hecho R.E.M. como nueva obra, ya que “Reveal” a ratos resulta algo anodino, y aunque “Around The Sun” no he llegado a escucharlo, según me han comentado fuentes fiables, es bastante flojo.

En lo personal R.E.M. encabezaron el movimiento “Vote for change” de apoyo a John Kerry para evitar lo que fue el 2º mandato de George W. Bush. Por otro lado, a comienzos de siglo, el sr. Stipe decidió salir del armario y confesar su homosexualidad poniendo fin a las habituales especulaciones que suelen darse.

Comencemos con brío y energía a analizar “Accelerate” de la misma forma que el disco abre. “Living well is the best revenge” puede ser de las canciones más rockeras e intensas que R.E.M. haya compuesto desde los años 80. La guitarra y el muro creado es intenso, tan acelerado como el título del disco. Mike canta de forma atropellada y atropellando, con derroche de energía y rabia, perfectamente acompañado por los habituales coros de Mills. Sin duda es un tema que escuchado en su mp3 o mp4 por la mañana cuando vaya a trabajar, le ayudará a comenzar con la suficiente fuerza el día. Dedicado a George Herbert, clérigo inglés y poeta metafísico, el tema suelta cosas como “no apuntes todos tus puntos de discusión hacía mi, la historia me hará libre, el futuro es nuestro y tú no vales ni una huella en el suelo”. “Man-sized wreath” sigue por la vena vigorosa y guitarrera del comienzo del disco. Ligeramente más pausada, pero igualmente acertada. Estupendo ritmo en el estribillo: “tíralo al fuego, lánzalo al aire, dale una patada en la pista de baile como si no te importara, ¡mira lo que he encontrado! Todo el mundo mira alrededor, todo el mundo mira como si no le importara. Dame algo”. “Supernatural-superserious” tiene una estructura cíclica concretada en que el tema empieza como acaba: “todo el mundo aquí, viene de algún sitio que pronto olvidarían y confundirían”. Uno de los mejores momentos del disco, que en la parte del estribillo incluye coros de Mills apoyando a Stipe. “Hollow man” va a suponer el final del grupo inicial de canciones de alto voltaje que se han dispuesto al inicio del álbum. El comienzo es engañoso, ya que comienza de forma pausada al contrario que sus predecesoras que comenzaban potentes. De hecho, la intensidad se ve concentrada en “Hollow man” en el estribillo de la misma: “Cree en mi, cree en nada, arrincóname y hazme algo, me he convertido en el hombre vacío, ¿me he convertido en el hombre vacío que veo?”. “Houston” supone una bajada de fuerza y está más acorde con los R.E.M. de los últimos 10 años. Bueno, la bajada de la fuerza me refiero a la música en sí, ya que una canción que comienza con “si la tormenta no me mata, entonces lo hará el gobierno” tampoco se pueda decir que se trate de una canción inocente. Nuevamente el compromiso político de Buck, Mills y Stipe hace acto de presencia con la ironía con la que suelen abordarlo: “Houston está lleno de promesas, Laredo es un bonito lugar y Galveston canta como la canción que amo, su significado no ha sido borrado”. Tras un comienzo con tanto ajetreo, conviene hacer una pequeña parada para cobrar fuerzas y afrontar la canción título que vuelve de nuevo a la sorprendente vena rockera que tiene el disco. “Accelerate” está en consonancia con su significado y supone un nuevo ejercicio de guitarras aguerridas bastante acertado. Otro cambio de tercio que está de nuevo en la línea seguida en general por el grupo en discos como “Reveal” concretada en “Until the day is done” y que también se mantiene en “Mr. Richards”. Por otro lado, “Sing for the submarine” tiene un carácter melancólico y agrio. Comienza con una hipnótica línea de guitarra, para que la parte del estribillo se convierta en una melodía oscilante, de regusto triste. Tras haber afrontado este combo de 3 canciones de sonido más calmado, la pareja de canciones que no deja el final son 2 temas rockeros, a un fuerte nivel de intensidad. “Horse to water” tiene un sonido muy parecido al de accelerate, básicamente por el carácter más serio y sesudo del tono empleado por Stipe. “I’m gonna dj” cierra el disco de una forma algo extraña. Es una canción algo experimental y de lo menos convencional que haya compuesto la banda en muchos años. Aquí el muro de sonido que se crea en las pausas vocales de Michael es atronador. Sin embargo en muchos momentos Stipe únicamente se acompaña de unos leves golpes de batería para sostener su voz y de unos incipientes acordes de guitarra.

“Accelerate” es un disco con el que R.E.M. ha querido desviarse de la quizás algo monótona línea recta que llevaban siguiendo desde hacía varios años. El riesgo se agradece y la intensidad y que el grupo afronte un disco con tan descarado enfoque rock es un soplo de aire fresco y demuestra que los de Athens no están muertos o en punto muerto como se podría creer desde hacía un tiempo, cosa que algunos fans declarados me habían comentado. La portada del disco refleja modernidad, urbanidad y el desasosiego y vértigo que ello conlleva, todo muy en boga con el título del disco. Se compone de un collage de rascacielos en el que se puede encontrar si se paran a mirar detenidamente las “Torres Blancas” de nuestra Avenida de América madrileña.

La crítica, en su inmensa mayoría ha visto el disco con buenos ojos y las crónicas y comentarios han sido amables en su inmensa mayoría. No obstante, algunas notables excepciones han existido, y sin ir más lejos, a Julián Ruíz no le ha gustado demasiado que se diga. Desde mi punto de vista, me parece un disco que sin llegar a las excelencias de finales de los 80, como cuando R.E.M. daba forma a discos como “Document”, sí que supone una variación y una apuesta por el cambio por parte del grupo. Una ruptura con lo hecho desde 1994 en adelante y el automatismo en el que el grupo había entrado.

A pesar de que la banda nos entregara canciones puntualmente buenas, se veía una fuerte falta de emoción en los discos y la sensación de que la banda componía de forma funcionarial y casi hastiados. Desde “Monster”, como ya he comentado antes, los discos de R.E.M. (quizás con la única salvedad de “Up”), se trataban de discos impersonales que guardaban una canción resultona editada como primer single. Aquí hay por lo menos 4 canciones de las 11 que te ponen en serias dudas de cual puede ser la mejor y, a juicio de mi oído, no existen temas flojos. Suponemos que a la banda todavía le queda mecha para unos cuantos años, con sus respectivos discos y giras (hará muy poco estuvieron en Las Ventas). Veremos cuál es el siguiente paso que darán. De momento, “Accelerate” es un soplo de aire fresco y vitalidad que nos hace ver principalmente que los Stipe, Mills y Buck, si quieren, todavía pueden editar lp’s que nos hagan vibrar.
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sábado, 22 de noviembre de 2008

1980 The Jam - Sound Affects

La pasada semana caí en la cuenta, mientras les hablaba del 3er. disco de estudio de Tears For Fears, que hasta la fecha no había reparado todavía en Paul Weller y presentarles alguno de sus proyectos. Voy a ir tapando agujeros y hoy les hablaré del primer grupo que formó un jovencísimo Weller al frente de The Jam.

Recién inaugurada la década de los 80, The Jam estaban considerados como una banda con un tremendo potencial y eran ciertamente respetados tanto por sus compañeros de profesion (alguna excepción había, como por ejemplo Sid Vicious), como por parte de la crítica. La banda se había formado en la pequeña localidad de Woking, y Paul Weller para el proyecto se hizo acompañar del bajista Bruce Foxton y de un por entonces batería de discutible calidad llamado Paul Buckler, renombrado a Rick Buckler. Chris Parry fue quien descubrió y lanzó a estos chicos al mercado, siendo el primer tanto importante que se apuntó este personaje, al cual hay que agradecer también el mecenazgo que confirió a The Cure.

Los comienzos de la banda estuvieron asociados al punk, y su primer disco “In The City” era un claro ejemplo de ello. Rabia, fuerza, energía a raudales, pero eso sí, con un toque de distinción, calidad y pericia que no estaba al alcance de todos los grupos de la época ¿Les suena esta característica a algo/alguien? ¿The Police, tal vez? Como verán más adelante, este detalle no es el único que veo que asemeja a la banda de Sting con la de Weller. El primer disco recibió muy buenas críticas y funcionó moderadamente bien en el campo de las ventas. Sin embargo, los buenos presagios que auguraba el debut, se vieron truncados temporalmente con el inconexo y descentrado 2º disco, que fue editado a los pocos meses. En “This Is The Modern World”, aunque el sonido era bastante parecido, las composiciones no tenían ese punto de enganche que sin duda desprendían las canciones del lp anterior.

A continuación se vería que Paul Weller con presión de por medio es cuando mejor responde. Les digo esto porque en 1978 se editó “All Mod Cons”. Disco de claro tributo al resurgimiento de la causa mod que abanderaban los Jam, y que está considerado como la gran obra de la banda en dura lucha con el disco que hoy les presentaré. Canciones como “To be someone (didn’t we have a nice time?)”, “In the crowd” y la balada, amada/odiada por Paul, “English rose”, dedicada a su novia de aquella época, ponen de manifiesto que nos encontramos ante algo más que un simple disco. En 1979 “Setting Sons”, bajó sensiblemente el grado de brillantez de su predecesor, pero para que el ritmo y la calidad no decayeran, la banda intercalaba sencillos que no se incluían en los discos de estudio que hacían las delicias de los fans; véanse “When you’re young”, “Strange town” o “Going underground”, aperitivo del disco de 1980, que supuso el primer nº1 en la lista de singles del trío.

La edición de este sencillo, vino a confirmar que desde la edición de “All Mod Cons”, la banda se encontraba en estado de gracia y en una muy buena disposición continuada en el tiempo para ofrecer material de una factura más que notable. Todo esto se vendría a reconfirmar con la edición de “Sound Affects”. Para seguir manteniendo diferenciación entre lo que eran singles y canciones de lp, “Going underground” se dejó fuera de la impresión del disco. Un claro gesto de descaro, que venía a decir algo como que el disco que se iba a editar, era tan bueno, que hasta no nos hace falta incluir nuestro primer nº1 para que tenga un reclamo. Podría considerarse una actitud algo altanera, pero tras conocer el álbum, a día de hoy me parece una decisión acertada y hasta me da por pensar que “Going underground” sería así como un postizo o un pegote en mitad de la obra.

“Sound Affects” comienza con un bajo muy marcado dirigido por Foxton, que junto a la batería de un cada vez mejor Rick Buckler, crean la agitada y saltarina línea de ritmo de “Pretty green”. Es un claro guiño de Weller al negocio, al éxito, al consumismo, a la acumulación de fortunas y todas esas cosas que desde hacía un tiempo venían experimentando estos muchachos. “Monday” es un contrapunto al animado inicio. Un tema ciertamente lento, decadente, con cierto aire de melancolía y resignación que también irá asociado a la connotación ciertamente negativa que llevan los lunes en sí mismos. Algo bueno tendrán que tener esos días cuando supone el momento de reencuentro entre los protagonistas de la canción: “Oh, nena, sueño con el lunes, oh nena cuando te volveré a ver”. La vitalidad vuelve en forma de “But I’m different now” con un Paul Weller cantando de forma vertiginosa, con la nerviosa instrumentación sobre todo de la batería de Buckler y su propia guitarra. Canción de sonido alegre y desenfadado y que por su corta duración, menos de 2 minutos, nos recuerda a las primeras composiciones del grupo. En el otro extremo se encuentra su sucesora en el orden de prelación del disco, ya que “Set the house ablaze” dura más de 5 minutos y el carácter de la misma es serio y su sonido sumamente abrasivo en ciertas partes de guitarra. El muro de sonido alcanzado en la parte instrumental final supone uno de los instantes más agresivos y acelerados de toda la historia de la banda. Al mismo tiempo, el decaer de los instrumentos le confiere un cierto aire de melancolía, que sobre todo te da más de lleno si has tenido ocasión de ver el montaje de la 2ª etapa de la historia de The Jam en su imprescindible dvd “The Complete Jam”, en la cual se intercalan referencias a momentos de la banda en subtítulos, con imágenes del grupo, y que claro termina con la separación del grupo. Para compensar la agresividad de “Set the house ablaze” se coloca a continuación “Start”. Segundo nº1 de la banda como single y que se sustenta principalmente en la importada línea de bajo de “Taxman” de The Beatles. La canción habla de la dificultad de las relaciones sociales y el vacío contenido de las mismas que suele existir en una gran mayoría de las ocasiones: “da igual si no conozco tu nombre, ni tú conoces el mío, pero si tan sólo habláramos durante dos minutos eso ya sería suficiente”. En un principio la canción iba a llamarse “2 minutes”, en una clara alusión a la letra. Remarco el último “lo que das es lo que recibes” que suelta Paul con tremenda rabia. Sin dejarnos un momento de respiro, se nos presenta otro momento inolvidable del disco. “That’s entertainment” vuelve a ser una crítica social, pero está vez que va más allá de las relaciones personales, intentando abarcar el todo y que nos retrata una gris estampa social. Desoladas viñetas como “levantarse en una cálida mañana, abrir las ventanas y respirar gasolina… esto es espectáculo”. Si “Start” tenía un aire irónico en su sonido, aquí el regusto es ciertamente melancólico, apoyado en su concepción acústica y los coros aportados por el grupo. Una de las mejores letras jamás compuestas por Weller y que en un futuro sería versioneada con acierto por parte de Morrissey en su carrera en solitario. “Dream time” empieza con una divagación instrumental para posteriormente adoptar un carácter semejante al de “But I’m different now”. Para mi gusto es de los momentos menos reseñables del disco, y por enésima vez me da por pensar que su situación anexa a 2 clásicos del grupo, le hace un flaco favor. “Man in the cornershop” vuelve a describir aspectos sociales con cierto aire pausado, relajado, y también resignado derivado de la letra que incluye sobre la vida del personaje descrito y sus compañeros cotidianos. “Music for the last couple” es el tema más instrumental de “Sound Affects” y a la vez el más experimental en su extraño sonido, que por otro lado es muy juguetón y amable con quien lo escucha. El comienzo es ciertamente esquelético con unos sonidos confusos para dar paso a una guitarra tremendamente rítmica y una línea de bajo de 1, 2, 3 acordes y una batería igual de sencilla. Algunos arreglos de viento, que advierten tiempos futuros, ayudan a dar forma al corte. Bailable, alegre, desenfada y curiosa. Experimento válido. “Boy about town” es un tema de pop descarado y sencillo de digerir, tanto por su sonido como por su corta duración. De nuevo nos encontramos ciertos arreglos de viento que muestran el camino hacia donde evolucionaría la banda. “Scrape away” no es el mejor tema que se podría colocar para cerrar el disco. Se abandona el aire alegre de las 2 canciones anteriores y, sin llegar al nivel de “Set the house ablaze”, se da forma a un corte de carácter mucho más serio y de sabor amargo. Para mi gusto no se trata de una canción brillante y el plano y repetitivo final del mismo hace que me dé por pensar que un cambio de lugar por “Set the house ablaze” hubiera hecho que el disco fuera mejor de lo que ya por sí es, o al menos terminarlo de una forma más impactante. No sé si alguna vez lo he comentado, pero el orden en que se colocan las canciones en un disco, puede hacer de éste un completo desastre si no estructura correctamente.

Hay muchas dudas sobre qué disco es el mejor de la historia del grupo entre el hoy presentado y “All Mod Cons”. Sinceramente, es ganas de discutir del sexo de los ángeles, como suele decirse. Ambas obras son excelentes e imprescindibles para cualquier melómano que se precie. Sin embargo, en el momento de la publicación el disco fue recibido con escepticismo por parte de la crítica y solamente el paso del tiempo ha propiciado que haya sido puesto en su lugar. La portada del disco es un collage de imágenes variadas, fotografías, símbolos y proclamas de las que destaco la sentencia “Desde la cuna hasta la tumba” en un tono pálido con tonos morados, grises y rosados.

Tras la edición de “Sound Affects” la banda siguió una actividad frenética en tanto a actuaciones en directo y giras, e intercalando ediciones de singles, que en el caso de los Jam valen su peso en oro al no formar parte de los lp’s que se editarían posteriormente. “The Gift”, último disco de estudio de la banda vería la luz en 1982. Como ya se advertía en algunas canciones del disco que hoy hemos visitado, la inclusión de las secciones de viento y su giro hacía el jazz es lo que más marcó a esta edición. A pesar de incluir otro inmortal del repertorio de la banda como es “Town called Malice” y que dicho single, e incluso el disco toparan las listas de ventas, la percepción del disco y el apoyo de la prensa no fue muy favorable y tuvo una fría acogida, ante lo que Paul Weller decidió por finiquitar el grupo tras una gira de despedida y un último single “Beat Surrender” de regalo para los fans, que supuso el último nº1 de la banda.

Sobra decir que los otros 2 miembros nunca encajaron esa decisión y desde entonces no tienen relación con Weller. Todo ello está intensificado por el libro que sacaron en los años 90, que sacaba a relucir ciertos trapos sucios del “Modfather”. Recientemente se unieron para hacer un tour llamado “From The Jam”, que pasó por la sala Joy Eslava hará cosa de un año por estas fechas y que por su nula promoción se me pasó inadvertido…

Weller, tras abandonar The Jam, formó el grupo neo-jazzy The Style Council con Mick Talbot como partenaire. Ya en los 90 inició su carrera en solitario, cerrando el chiringuito de su 2º grupo o proyecto. Weller es una figura muy reconocida dentro del mundo de la música. Altamente respetado por sus compañeros de profesión y alabado hasta por los irreverentes hermanos Gallagher de Oasis, con los que colaboró en “Champagne supernova”, como ya les dije al revisar el 2º disco de los de Manchester. Influencia reconocida para muchos y ejemplo a seguir para gente hasta dentro de nuestro panorama nacional musical como Miqui Puig.

La reflexión que hoy les dejo es que The Jam y Weller fueron un grupo sobresaliente, que surgió asociado al punk y al resurgimiento neo-mod. El caso es que tanto en espacio como en tiempo, coincidieron con The Police, otro grupo británico con el que tienen tremendas semejanzas: trío de componentes; formación clásica de bajo, batería y guitarra; duración de los grupos 5 años en ambos casos desde la edición de su primer disco al último (The Jam 1977-1982 y The Police 1978-1983); 4 números 1 en singles por The Jam (“Going Underground”, “Start”, “Town called Malice” y “Beat surrender”) y 5 por parte de los de Sting (“Message in a bottle”, “Walking on the moon”, “Don’t stand so close to me”, “Every little thing she does is magic” y “Every breath you take”); el cantante del grupo fue el que decidió la separación de la banda e inició proyectos al margen de la banda con cierto éxito.

A lo que voy: el caso es que al español medio (aquel que conoce a U2, The Beatles y The Rolling Stones y que le suena de algo el nombre de Pink Floyd), le preguntas si conoce a Sting y te dice que cómo no; sin embargo le preguntas por Paul Weller y te dirá: ¿Quién es ese?, y si en un 2º instante pruebas con The Jam, pasará a mirarte con ojos raros. Siempre se ha dicho que más vale caer en gracia que ser gracioso y el caso es que Sting y The Police han eclipsado totalmente a The Jam, no por culpa de ellos que iban a lo suyo y buen hacer, sino por la dudosa habilidad del ser humano de resumir las situaciones o circunstancias y quedarse con una cosa en lugar de con varias. Conozcan a The Jam y verán que probablemente les guste tanto o al menos casi como les gustan los discos de The Police. Créanme.
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sábado, 15 de noviembre de 2008

1989 Tears For Fears - The Seeds Of Love

Gracias a la ayuda inestimable de un allegado, hoy puedo dejarles aquí el artículo de turno, ya que ayer por la tarde la lucha en mi ordenador personal contra virus y otros intrusos, que a través de memorias Usb se han podido adentrar en mi pc, dejó durante varias horas k.o. a mi equipo. Finalmente, el correcto apoyo informático por parte de un entendido, me permitió acceder al disco duro, solucionar el problema (eso sí, sin limpiar los virus que siguen por ahí metidos… maldito “autorun” y “jix9bat”) y recuperar la crónica que a continuación les dejo.

En varias ocasiones hasta la fecha nos hemos encontrado notables tandems compositivos en las historias de los grupos. Parejas musicales que han ofrecido un excelente y satisfactorio rendimiento durante el tiempo que han permanecido unidos; véase sin ir más lejos la revisión de la semana pasada sobre Golpes Bajos y el engranaje de la maquinaria compuesta por Teo Cardalda y Germán Coppini. Hoy abordaremos la revisión de uno de los trabajos al que dio forma nuevamente un dúo de músicos excelentes como son Curt Smith y Roland Orzabal, al frente de su grupo Tears For Fears.

Este grupo británicos a finales de la década de los 80 ya se había conseguido ganar una importante reputación a nivel mundial. Estaban considerados como uno de los mejores grupos que había aportado dicha década, a pesar de que tampoco se tratara de un grupo con una trayectoria dilatada, ya que tras 7 años en activo únicamente disponían de 2 discos de estudio. Pero eso sí, ¡qué discos!

Su andadura comenzó a comienzos de la década con la edición de su primer lp titulado “The Hurting”. Un título para nada gratuito y que iba acorde con los temas tratados en la mayoría de las canciones (se puede comprobar en evidencias claras de títulos de canciones como “Watch me bleed” o “Start of the breakdown”). Este álbum ya incluía canciones que tuvieron un notable éxito en su edición como sencillos. Para el recuerdo colectivo está “Mad world”, aunque erróneamente se recuerda (como tantas otras canciones) asociada a una versión de Gary Jules, que formó parte de la banda sonora de “Donnie Darko” y que también se popularizó a través de un reciente anuncio de un videojuego de acción. Igualmente destacables fueron los otros singles “Pale shelter” y “Change”.

1985 vio la definitiva consagración de Tears For Fears. Con la edición de su 2º trabajo de estudio, la banda alcanzó el olimpo de la música. Es innegable el hecho de que la edición de los singles “Shout” y “Everybody wants to rule the world” y su repetida emisión en la Mtv con sus inolvidables videoclips, es lo que marcó principalmente esta etapa de la banda. El disco “Songs From The Big Chair” no se puede decir que sea un engaño; me explico: no se trata de un disco que se promociona con 2 excelentes singles extraídos y el resto del mismo se trata de un pestiño insoportable. Nada más lejos de la realidad, el disco incluye joyas imprescindibles como “The working hour” o “Broken”, aparte de los singles de 2ª fila (utilizo esta expresión un tanto inexacta para dejar claro que eran algo menos buenos que los 2 ya mencionados) “Mothers talk” y “Head over heels”.

Numerosos premios recibidos por el disco, una larga gira mundial, aparición constante en las cadenas musicales de televisión y radio, y la sensación de grupo más importante del momento en dura pugna con The Smiths, The Cure o Simple Minds (recordemos que el “tsunami” U2 se produciría en 1987 con “The Joshua Tree”). En este disco ya se apreció un vuelco en el protagonismo principal dentro de la pareja compositiva. Si en el primer disco Curt Smith firmaba el registro vocal de prácticamente casi todas las canciones, en esta ocasión Roland Orzabal ganaba mucho terreno, dejando eso sí a Curt la interpretación de “Everybody wants to rule the world”.

Sin duda alguna no dejaba de ser curioso que una banda con una trayectoria tan exigua para la época (recordemos que bandas como Depeche Mode o The Cure iban a disco por año) estuviera situada en tan alto status. Este hecho pone de manifiesto la ya mencionada calidad extrema de las entregas aportadas hasta la fecha. Tras un paréntesis excesivo de 4 años, en 1989 se editaría el 3er. disco de la banda, “The Seeds Of Love”, que hoy procederemos a revisar. Ciertamente la papeleta que tenían Tears For Fears no era fácil. Tras el gran éxito de su anterior trabajo, igualar dicha gesta no era sencillo y quizás ese cálculo tan minucioso fue lo que propició que se tardase tanto en disponer de una nueva entrega de este grupo británico.

Para esta ocasión, la formación clásica de la banda (por definir alguna línea de componentes como la alineación tipo del grupo), completada por Manny Elias a las baquetas e Ian Stanley a los teclados, se había resquebrajado. En el nuevo disco que se editaría solo se contaría con el teclista como músico de sesión en uno de los cortes. Aquí ya podemos apreciar que la historia del grupo está principalmente ligada a la batuta de Roland Orzabal y Curt Smith, y más bien principalmente del primero que hemos nombrado.

La portada del disco está asociada a la estética generada en el videoclip homenaje al mundo de Miró que se grabó para el single “Sowing the seeds of love”, que por cierto ganó el grammy a mejor video del año. El trabajo está situado a la sombra de sus discos predecesores. Es muy probable que con tanto parón en aquella época (ahora es normal que pasen 4 años entre disco y disco) hizo que la pasión por este grupo se enfriara y el estallido mundial de otros grupos (nuevamente me refiero a U2) hizo que este disco pasara de puntillas para los anales de la historia; es decir, que en su momento se le prestó atención, pero a día de hoy mucha gente ni se acuerda de él, sino más bien de alguno de sus singles.

Recuerdo que este disco estuvo durante mucho tiempo descatalogado y que hará un tiempo se volvió a imprimir (que no reeditar) y a llevarse de nuevo a las estanterías de las tiendas de discos. Fue para mi una tremenda sorpresa, de esas que te hacen abrir los ojos como platos, que el 28 de enero de 2005 una fría, casi gélida, gris y huracanada mañana de viernes (yo desempleado en aquella época), dando una vuelta por el desaparecido Madrid Rock me lo encontré. Estaba en las estanterías correspondientes a la serie media que había en la planta a nivel de calle al fondo del todo (esas bondades que tenía esta tienda de que a veces disponía de discos muy difíciles de encontrar). Estaba al nada despreciable precio de 8,95 eur. Sin dudarlo lo cogí, junto al “Carefully” de Najwa (ya de paso les comento la experiencia completa), con el único conocimiento de los 3 singles de rigor. Sobra decirles que tras escucharlo, me quedé más que satisfecho de la compra que realicé.

“The Seeds Of Love” comienza con uno de los clásicos inconfundibles de Tears For Fears. La balada por excelencia de la discografía de la banda concretada en “Woman in chains”. Acompañados en esta ocasión por Oleta Adams, la cual aporta su portentosa voz para formar un tremendo dueto con Roland. La canción aborda de forma elegante el maltrato que sufren las mujeres y para ello se acompañó de un videoclip bastante remirado que escenificara más o menos lo que describe la canción. En dicho videoclip ya se aprecia el decaimiento en el peso del grupo que iba cogiendo Curt Smith. Musicalmente es reseñable la batería del inicio… ¡Atención!: pregunta, ¿A cargo de quién?, respuesta: Phil Collins, y la inconfundible guitarra de Roland. Notable canción para abrir el disco con fuerza. Posteriormente la banda nos presenta un corte de carácter soul titulado “Badman’s song”. La pista comienza con unas nerviosas notas de piano y a lo largo de su extensión se producen varios cambios de ritmo convirtiendo al tema en uno de los momentos más elaborados del disco. No en balde la canción supera los 8 minutos. Nuevamente Oleta Adams colabora vocalmente. Se alternan momento de calma, con subidas de intensidad. Se trata de una de esas canciones que demuestran la evolución hacia la madurez de una banda. Tras “Badman’s song” que incluso nos regalaba algunos coletazos de tímido gospel, se da paso a otro de los singles de relumbrón de la obra. La “más o menos” canción título con un “Sowing” añadido al comienzo, es un claro ejercicio de tributo a The Beatles. Podríamos decir que en muchos momentos puede recordar al sonido de los de Liverpool y a matices de los años 60. Quizás es una canción algo repetitiva y que se alarga demasiado en duración; no obstante, con el tiempo se le va cogiendo aprecio. El tema de la canción es más que evidente y simplemente mencionaré la curiosidad que supone cuando Roland dice “da una patada a The Style y reforma The Jam”, un mensaje alto y claro dirigido al Modfather mr. Paul Weller… Eh… ¿Todavía no hemos hablado de él?... Habrá que poner remedio en breve. “Sowing the seeds of love”, por otro lado, es un mano a mano vocal entre Roland y Curt, dividido de tal manera que Curt Smith se encarga del reiterativo estribillo y Roland de la prosa pura y dura. “Advice for the young at heart” es la única canción del disco en la que el peso vocal cae totalmente en Curt Smith. Lejos quedan ya los tiempos de “The Hurting” donde era el principal cantante de la banda. Es una canción relajada, sosegada, elegante, con cierto aire melancólico en la letra y también en título de la canción. Viene a tratar del paso del tiempo, de cómo aprovecharlo y el papel del amor en el mismo. Incluye partes con versos muy válidos como “el amor es una promesa, el amor es un souvenir. Una vez que se ha dado, nunca se olvida, nunca se deja que desaparezca. Esta puede ser nuestra última oportunidad, ¿cuándo vamos a hacer que funcione?”. Un corte que perfectamente podrían haber firmado los Crowded House y de la cual me quedo con el lánguido y triste final, en el que, acompañado por unas leves notas de piano, Curt dice “podemos hacer cualquier cosa que queramos, cualquier cosa que nos apetezca hacer”. El disco continúa con un corte lento, de sonido reflexivo y también de letra reflexiva. “Standing on the corner of the third world”, que comienza musicalmente con un protagonismo del bajo de Curt acompañado de teclados y programaciones para sustentar al susurrante Roland que diserta sobre los problemas sociales y diferencias que supone el asunto del que trata la canción. Se da paso a unos teclados más solemnes en el que unos coros femeninos se abren camino para que Roland gane intensidad interpretativa. Nuevamente se vuelve al sonido íntimo y reflexivo para terminar con cierta distorsión de sonido el corte. Tras esta comprometida canción, se da paso a otro momento de pop maduro en el que Roland vuelve a valerse de coros femeninos de acompañamiento “Swords and knives”. Lo considero un tema de transición, tranquilo y quizás el más olvidable del disco. Eso sí, quizás esto se deba a lo que ya he comentado en otras ocasiones de que una canción esté pegada a un tema bandera. Y en esta ocasión es así, porque la siguiente canción es uno de esos momentos que pueden poner a uno el pelo de punta. “The year of the knife” es uno de esos cortes con sonido en directo que al igual que en su día tenía “Broken” en el anterior disco de estudio. Un atronador y afilado solo de guitarra apoyado en una potente batería y un vigoroso bajo, todo ello con un ritmo vertiginoso, da paso a un Roland acelerado cantando cosas como “Aleluya, el rey ha muerto, ella dijo que el amor fue el cuchillo…” sobre un punteo de guitarra más que acertado. El tono épico de la canción es sobrecogedor. Los coros femeninos, que repiten el título de la canción, igualmente son tremendamente intensos. A mitad de canción hay un momento de solo de bajo de Curt con cierto experimentalismo instrumental, para coger fuerzas y afrontar la 2ª parte de la canción de forma abrumadora. Roland acaba por desgañitarse en algún momento en la interpretación. En el final de la canción, tras el redoble de batería, con Roland diciendo aquello de “este es el año del cuchillo”, se produce la bajada de intensidad por el agotamiento producido por tanto esfuerzo épico. Todo esto, hace que este sea uno de los momentos más imprescindibles de la banda y que, por enésima vez digo, está reservado a la gente que se adentra en los discos de estudio. Anexada se encuentra la melancólica “Famoust last words”. Sonido triste que empieza con unas cristalinas notas de teclado y con un cálido Roland nuevamente a la voz. La canción poco a poco va ganando intensidad para terminar de forma épica, aunque de una forma distinta a su atronadora predecesora, debido al tono melancólico que tiene ésta, ya que en algunos momentos la interpretación de Roland hace que te entren escalofríos por el tono que adquiere en la parte de registro más alto. La canción, sin embargo termina como empieza, de forma, cálida, sigilosa e íntima. Forma idónea de terminar el disco, un trabajo en el que las canciones duran todas más de 5 minutos y se aprecia una tremenda elaboración instrumental y distintas variaciones o partes en las canciones. Se da por finalizado en track list principal. En la edición que compré hará 3 años y medio, el cd dispone de unos valiosos bonus tracks como “Tears roll down”, que en el posterior grandes éxitos se revisaría para añadirle más parte vocal, ya que aquí es tremendamente experimental y solo incluye un párrafo. “Always in the past” es quizás el verdadero descarte del track list principal del disco, al ser la más perfilada de todas. La reflexiva “Music for tables” es una instrumental igual de valiosa que las que a veces traían bajo el brazo The Smiths. Para terminar, se incluye una canción que surge de una variación a partir de “Sowing the seeds of love”, que se transforma en “Johnny Panic & the bible of dreams”. Todas estas canciones son bastante más accesibles y agradecidas que los bonus que incluía “Songs From The Big Chair”, ciertamente experimentales y enrevesados a ratos.

“The Seeds Of Love” es un disco que está por debajo del nivel obtenido en “Songs From The Big Chair”, pero es sin duda un más que excelente trabajo. Quizás esté a la altura de calificación de “The Hurting”, pero desde una óptica, conceptualización y sonido distinto, ya que las canciones aquí parten de la base de la música creada en los años 60 y absorviendo influencias de jazz, cosa que en “The Hurting” el sonido iba asociado a la música electrónica principalmente.

Tras este disco y su correspondiente gira y promoción, las relaciones entre Roland y Curt terminaron de saltar por los aires. En 1992 se hizo público el abandono del barco por parte de Smith para centrarse en su grupo Mayfield y Roland se dedicó a editar el grandes éxitos de la banda hasta la fecha, incluyendo una revisión de “Tears roll down”. Al año siguiente Orzabal decidió editar el irregular “Elemental” conservando el nombre de Tears For Fears. Un disco que está a años luz de lo editado hasta la fecha.

Vista la poca aceptación y el batacazo que supuso “Elemental”, no hubo que esperar tanto para una nueva entrega de Tears For Fears, con la única dirección musical por parte de Roland. En 1995 se editó “Raoul And The Kings Of Spain”, un disco que revisa parte de la historia medieval española, suponiendo un tributo a las raíces españolas que tiene este músico. Aquí nos encontramos con un disco realmente bueno, sumamente infravalorado y que dispone de canciones excelentes como “Me and my big ideas”, “Sketches of pain” o “Falling down” por citar algunas. Se tomó como single la canción título que sin dejar de ser atractiva y encantarme en aquella época, cuando podía ver el correspondiente video en el extinto “Del 40 al 1” con Fernandisco a la cabeza, tras escuchar el disco entero me parece de las canciones más discretas que incluye.

A pesar de que “Raoul And The Kings Of Spain” es un más que notable trabajo, el disco pasó desapercibido y no tuvo prácticamente ninguna repercusión ni reconocimiento alguno. Tras varios años de silencio, Roland Orzabal volvería en solitario, ya en esta ocasión también como nombre de artista, para editar el electrónico y potente “Tomcats Screaming Outside” a comienzos de siglo. Nuevamente nos encontramos ante un disco más que notable con muy buenas canciones llenas de intensidad; igualmente, el disco pasó más de puntillas si cabe que el último disco que Roland editó bajo el nombre artístico de Tears For Fears.

Allá por 2002 estaba en el aire el rumor que informaba de que los contactos entre Roland y Curt se habían reanudado y que estaban trabajando en material nuevo. A través de Plásticos y Decibelios se pudo escuchar composiciones como “Who killed Tangerine” o “Closest thing to heaven” que formarían parte del nuevo disco de la banda que en el título recordaba a uno de sus grandes momentos: “Everybody Loves A Happy Ending” y que además jugaba con la reconciliación de los músicos.

Varios problemas de la discográfica y el productor ejecutivo que respaldaba el regreso de la banda, hizo que el disco se editara con nocturnidad y alevosía con un tremendo retraso y sin promoción alguna. Recuerdo perfectamente encontrármelo en los grandes almacenes de la calle Goya de Madrid en las estanterías allá por junio de 2005, llevándome una gran sorpresa. El resultado del disco es un tanto irregular. Demasiado sonido beatlelesco pero pasado de vueltas y gracias que viene a llevar al extremo las formas que en su justa medida se aportaron en el disco que hoy hemos revisado. El disco supuso un nuevo fracaso a nivel comercial de la banda, esta vez, desde mi punto de vista, justificado.

Desde entonces la actividad de la banda, lejos de hacer una gira mundial en condiciones que siempre responde a las expectativas y que daría de sobra para llenar alguna noche la sala La Riviera (véase a Crowded House en septiembre de 2007), se ha centrado en formar parte del proyecto de conciertos sinfónicos “Night of the proms”, pasando por Madrid hará un tiempo. A día de hoy no sé muy bien en qué punto se encontrará el grupo. Visto que en los años 80 se tomaban su tiempo para editar trabajos y visto las dificultades que tuvieron para editar su último disco, es probable que si volvemos a disponer de un nuevo disco de la banda, aún pase un tiempo.

De momento conténtense o llévense una alegría con la escucha del disco que hoy les propongo. El disco es muy variado. Tiene su dosis de balada, de rock épico, de canción semiacústica, de pop melancólico y de pop alegre. Igualmente es un disco mucho más accesible que “The Hurting” o “Songs From The Big Chair”. Dejando de un lado los recopilatorios, o mejor dicho, una vez pasado el trámite inicial de haber escuchado el disco de grandes éxitos “Tears Roll Down”, es el idóneo paso siguiente que hay que dar para adentrarse en la interesante trayectoria de este grupo británico.
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sábado, 8 de noviembre de 2008

1984 Golpes Bajos - A Santa Compaña

A estas alturas me sorprendo del porcentaje de cuota de protagonismo de grabaciones de grupos españoles que han aparecido hasta la fecha, créanme. No obstante, el hecho de que hoy proceda a hablarles de Golpes Bajos, grupo gallego asociado a la movida madrileña, redunda en el oportunismo actual que ha tenido en mi vida el haber tenido opción de acceder a sus grabaciones, habiendo dispuesto hasta la fecha de las canciones más conocidas.

Golpes Bajos fue un grupo surgido en Vigo a comienzos de los 80 a raíz de la colaboración ocasional entre 2 viejos compañeros de escuela: Teo Cardalda y Germán Coppini. El primero había formado parte de algún proyecto de poco nombre en el mismo Vigo tras haber pasado unos años en el conservatorio, del que no saco mucho en limpio según sus propias palabras. El 2º se había enrolado en varios grupos para desembocar en los irreverentes Siniestro Total como vocalista de los mismos. La reunión iba a ser puntual para realizar alguna versión de The Who (“I can’t explain” si no tengo mal entendido), pero por lo visto surgieron composiciones propias que hicieron que el proyecto se fuera haciendo más serio.

Germán, ciertamente contrariado tras su accidente al frente de Siniestro Total, al haber sufrido la furia punk en su propia pierna al recibir un botellazo en un concierto, vio la posibilidad de cambiar de tercio con la nueva ventana que se le abría junto a su antiguo amigo. Reclutaron al bajista Luís García y al guitarrista Pablo Novoa para conformar la formación definitiva. Decidieron enviar sus maquetas a un concurso de la revista “Rock Espezial”, ganando claramente dicho evento. Golpes Bajos, al igual que ya comentamos en su día de Danza Invisible, fue uno de esos grupos de fuera de Madrid, que están claramente asociados a la movida madrileña de comienzos de los años 80.

1983 contempló la edición de su primer álbum, más bien un “ep”, que contenía clásicos como “Malos tiempos para la lírica” o “No mires a los ojos de la gente”, entremezcladas con otras piezas reseñables como la histriónica “Estoy enfermo”. A mediados de dicho año, el grupo apareció en el gran escaparate de la época, el programa “La Edad De Oro”. Fue una actuación que estuvo apadrinada por reputados personajes del mundo de la música como Jesús Ordovás o Miguel Ángel Arenas “El Capi”. Sería al año siguiente cuando se dio forma al único trabajo de estudio considerado como “lp” de la corta trayectoria de la banda y que hoy revisamos: “A Santa Compaña”.

Unos rítmicos acordes de guitarra y bajo aperturan el disco dando forma a “Escenas olvidadas”. Una canción reseñable en el punto de las variaciones de tono vocal de Germán. En ciertas partes, como cuando dice “solamente me amarás, si son paralelos los vaivenes. Cuantas las noches me absorbes para formar nuestra unión, pero otras tantas en cambio… ¡Ih! ¡Ih!”, me hace meditar si en los años 90, Alfonso Arús cuando desarrollaba su desternillante programa “Al ataque”, se vio inspirado en dicha forma de cantar para dar forma al habla de su alter ego Pepe Gáfez. Bueno, bromas aparte, la canción habla de recuerdos, de las condiciones de la pareja y el amor y la falta de correspondencia en dichos terrenos. Un corte animadito para empezar bien el disco y que musicalmente recordaremos en un futuro en los ritmos de “La virgen loca” del siguiente trabajo del grupo. “Hazme un nueve” tiene un carácter más melancólico, propiciado por sus notas de piano y por el ritmo más lento y menos rítmico que aporta. Todo ello va a asociado a la letra de la canción que trata del marchitamiento de las relaciones amorosas. Se busca recordar los tiempos en los que las cosas no andaban así, pero por lo visto “el tedio es tan grande, ni los 2 sólos somos capaces”. “Hansel y Gretel” es algo más acelerada en el ritmo y los teclados del inicio pueden hacer que la confundamos con “Me colé en una fiesta” de Mecano. La canción habla de variaciones sobre la fábula de estos 2 personajes. Como personalmente este cuento nunca me hizo particular gracia, pasaré al siguiente corte, que por otro lado nos dará más juego. “Colecciono moscas” es una canción delirante. De nuevo a asociar con otra canción de Mecano, aunque no en el sonido, sino en el título y de lo que trata (recuerden “Mosquito” de “Ya Viene El Sol”), está acompañada por cierta instrumentación de viento. El ritmo es enrevesado y saltarín. La letra es surrealista y a ratos kafkiana. Se nos presenta la vida de un personaje que guarda moscas en una cajita en su cuarto y que las observa y analiza sus comportamientos. Finalmente, los bichitos se van haciendo grandes rompiendo la caja para acabar intimidando a su dueño. Germán a ratos se pone histriónico al cantar y efectúa proclamas graciosas tales como “Colecciono moscas, pero no estoy loco ¡¡¡Por qué?!!! Colecciono moscas, pero no están locas ¡¡¡¿Y qué?!!!”. Realmente una canción para volverse loco, pero para disfrutar a la par. Una composición divertida sin duda alguna. Tras este ejercicio de insano juicio, se da paso a la canción título, que nos habla de almas en penas que aterrorizan a poblados: “Sigo la procesión con un hacha de cera, soy una parte de ellos que aterroriza la aldea...”. Vagamente me recuerda a una de las leyendas más famosas de Gustavo Adolfo Bécquer: “El monte de las ánimas”, precisamente ambientada en estas fechas. La guitarra rítmica a ratos es bastante importante y aporta buenos riffs dentro del sonido de la banda. La parte finalmente es tremendamente acelerada. “Cena recalentada” deja de lado el misticismo de la canción título y se nos habla de una escena cotidiana familiar: “cena recalentada cuando llego tarde a casa… la loca de mi madre que me chilla y no se cansa… ¿Dónde has estado? ¡Mira qué facha! ¿Qué horas son estas? Vete a la cama”. Todo ello se acompañó promocionalmente de un videoclip rodado para el programa “La Bola de Cristal” que recrea perfectamente la letra de la canción y en cuyo video solamente aparece en algún momento Germán tumbado en una cama. “Come prima” es una de las versiones que surgieron de las primeras sesiones que grabaron Teo y Germán al inicio de sus colaboraciones. Se tuvo a bien incluirla en este lp en lugar de en el anterior ep, llamado al igual que el grupo. “La reclusa” comienza con un Germán Coppini que parece estar rezando en una iglesia abandonada o algo así, sin ningún acompañamiento musical: “Y si así fuera… Daría la vida… Por un solo abrazo, una sonrisa perdida… ¡Nos fundiremos!... los 2 en un cuerpo, sellando ante todos… nuestro amor eterno”. A continuación una martilleante percusión da inicio a una historia de otro amor acabado y atormentado por los celos. Un personaje que ahoga sus penas en los bares hasta las tantas y que acaba siendo echado a patadas por los camareros para poder cerrar. Mientras tanto se lamenta de su mal: “¿Qué ha quedado de ese amor jurado? Te querré siempre mientras vivas, antes de escupirme tirado y recluirme por siempre dormido”. Canción nerviosa, inquietante y con mucho desasosiego para transmitir las correctas sensaciones de sus letras. Para terminar el disco se incluye “Fiesta de los maniquíes”. Claro tributo a los “Showroom dummies” de Kraftwerk, nos encontramos con el tema más electrónico del disco. Para la posteridad queda ese estribillo: “Fiesta de los maniquíes, no los toques por favor…” La canción se había anticipado en aquella actuación en “La Edad de Oro” y está considerada como el verdadero clásico de “A Santa Compaña”.

Golpes Bajos gozaba de las bondades de la crítica. Considerados junto a La Mode como el grupo con música más elegante y sofisticada, curiosamente al poco tiempo, al igual que la banda de El Zurdo, se vinieron abajo. En 1985 se editó su 3er. trabajo, el cual fue considerado como “ep”, y que fue titulado “Devocionario”. El trabajo nuevamente es de una excelente calidad e incluye quizás la canción más perfecta y seria que haya compuesto la banda: “Desconocido”. Dicha tema igualmente se acompañó de un elegante video igualmente grabado para “La Bola de Cristal” como ya pasó con “Cena recalentada”. El clip escenificaba a un Teo y un Germán que no se hablaban, en una figurada situación de posguerra española, encarnando a 2 ideólogos repúblicanos. Quizás fue premonitorio del fin de la banda ese verso en dicha canción: “No me llames de amigo, si me vas a dejar dolido. Mi amigo”.

El caso es que el inquieto carácter del cantante Germán Coppini, hizo que el grupo se disolviera antes de tiempo. Cardalda inició su andadura con Complices y comenzó a cosechar cierto éxito y también empezó a prodigarse como productor. Pablo Novoa y Luís García también formaron parte de otros proyectos. Allá por 1998 Teo Cardalda y Germán Coppini decidieron reunirse para grabar nuevas versiones de canciones antiguas, pero sin contar con sus otros 2 compañeros. El éxito cosechado no fue muy grande y tras editar “Vivo” se volvió a dar carpetazo a Golpes Bajos, siguiendo cada uno a sus labores.

A Germán se le ha visto en los últimos tiempos de gira presentado de tal manera: “Seine Coppini con Maga”. Perdónenme la chorrada, pero esto me suena a un combinado de licor o algo así. Me imagino a Daniel Craig dentro de unos días en la 22ª película de James Bond cambiando su Dry Martini agitado, pero no mezclado por un Seine Coppini, pero con Maga. Si les ha hecho algo de gracia lo daré por bueno, y si no les rogaría que lo olviden. El caso es que con dicho grupo sevillano ha retomado parte del repertorio de los Golpes Bajos. Igualmente tuve la ocasión de verle en un concierto para la fundación de Nelson Mandela celebrado en primavera de 2005 en el Palacio de los Deportes, en aquella ocasión con unas canciones tremendamente rockeras.

Me da por pensar que la reunión del grupo en 1998 no estuvo bien enfocada. Desde mi punto de vista no se debería haber prescindido de los otros 2 compañeros y en todo caso deberían haberse puesto manos a la obra para intentar componer al menos otras 7 canciones nuevas en lugar de revisitar lo que tan bien hicieron en su día. Es muy poco probable que volvamos a ver de nuevo a este grupo que de haber trazado una trayectoria longeva probablemente se encontrarían en el trono de grupo alternativo español en detrimento de Los Planetas. Yo aún así no pierdo la esperanza de verles algún día y si no al menos de ver a Coppini en un escenario cantando varias canciones del excelente repertorio que compusieron.

El disco hoy analizado es uno de los grandes olvidados a nivel generalista de la movida madrileña. Es un disco llevadero, simpático y divertido a ratos y que se escucha rápidamente al no ser de muy larga duración. La portada se compone de una foto de los componentes del grupo en el pantano de San Lorenzo y ataviados con unos harapos confeccionados por el diseñador Montesinos a petición de la banda, para así poder representar “A Santa Compaña”. Si todavía no lo han escuchado y se animan a hacerlo, me da por pensar que no les decepcionara, aunque les advierto que la primera escucha es muy probable que les deje fuera de juego. ¿Por qué no se animan?
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