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lunes, 30 de abril de 2018

Concierto Arcade Fire. Madrid (24-04-2018) (por Mariano González)

Hará unos días, justo antes de su concierto en Barcelona, que Win Buttler dijo en un periódico de tirada nacional que Arcade Fire eran la mejor banda en directo del mundo. Vayan ustedes a saber si tal muestra de maximalismo fue dicha en serio o con pleno convencimiento. Da igual; después del concierto del Wizink Center puedo decir que sus directos son una apasionada muestra de amor a la música y al disfrute musical. Quizá sus palabras suenen a bravuconería de “rock star”, pero como decía uno de los bocazas por antonomasia de la historia del deporte (Muhammad Ali) algo no es arrogancia si puedes sostenerlo.
Y Arcade Fire tienen suficientes argumentos para reclamar un puesto de honor entre los directos más recomendables que se puedan ver hoy en día. A título personal diré que es el segundo concierto en que los veo, y del primero (Noviembre de 2010) tenía unos recuerdos absolutamente entusiastas. Quizá demasiadas expectativas no fueran del todo beneficiosas, la tendencia a la idealización hace que cualquier reedición de un evento pasado pueda resultar frustrante. No fue el caso de ayer. Señoras y señores, dicho en corto: Arcade Fire lo han vuelto a hacer.
Del staff de DMR acudimos Víctor Prats y servidor de ustedes, pero en esta ocasión, al no coger las entradas a la vez, nos sentamos en localidades separadas. Sin embargo ninguno de nosotros dos estuvo solo; Víctor estuvo con su novia y yo con mi buen amigo Luis Enrique. Por cierto, que Luis Enrique y yo comenzamos la tarde con un golpe de fortuna. En principio teníamos una localidades situadas en el fondo de la calle Goya, es decir a tomar por saco. Cuando ya temíamos tener que usar un catalejo para, si quiera, poder atisbar algo, en el acceso de Goya nos dicen que hemos sido recolocados, con tan buena fortuna que nuestro nuevo aposento tenía bastante mejor visibilidad que el que nos correspondía originalmente. Y es que una lona cubría la zona que teníamos asignada.
¿Los motivos? Pues se juntarían varios supongo; por un lado la disposición del escenario justo en el centro de la pista y que no se hubiera vendido todo el papel para el concierto. De hecho en los puntos de venta on line es cierto que quedaban no pocas localidades libres. Cosa, por cierto, que me parece sorprendente dado el estatus de la banda y los antecedentes de sus visitas a nuestro país. ¿Habrá un declive en la acogida a ciertas bandas? Pienso también en que hace no mucho Franz Ferdinand tocaron en La Riviera, cuando ya habían actuado con éxito en el Palacio de los Deportes.
El caso es que optamos por regocijarnos y aprovecharnos de la potra de ver el concierto mucho mejor situados de lo esperado. Nuestro segundo golpe de suerte fue que a pesar de llegar casi a las 20:00, pudimos ver al telonero aunque estuviera programado a las 19:30. De hecho comenzaron a tocar según nos sentamos. ¿Y quiénes eran los teloneros? Pues eran Preservation Hall Jazz Band. Reconoceré que quitando alguna escucha exploratoria en el Spotify no tenía ningún tipo de conocimiento sobre ellos. Su estilo: un divertido jazz al estilo dixieland; como recién sacado del Mardi Gras de Nueva Orleans. Divertidos y animosos, nos ofrecieron un rato de música bastante disfrutable. En comparación con los atorrantes Fucked Up, del concierto del año 2010, aquello sonaba a himnos celestiales.
La espera hasta el comienzo de Arcade Fire no se hizo muy larga. Ya por mensajes de whatsapp fui contactando con Víctor Prats y en el ínterin hasta el comienzo de los canadienses aún pudimos hablar un ratillo.
Es importante explicar la disposición del escenario. Arcade Fire lo situación justamente en el centro de la pista, de tal modo que posibilitaba una visión de 360 grados; desde cualquier ángulo del Wizink se podía ver la música en directo. La escena consistía en un cuadrilátero por el cual se movían a discreción los numerosos componentes de Arcade Fire, pudiendo cantar de cara a donde quisieran. No es una mala forma de aprovechar el espacio, y las diferencias entre los distintos sectores son menos onerosas. Bien por ellos.
Poco a poco íbamos observando la ímproba labor de transformación del escenario y como el cuadrado empezaba a tomar forma de cuadrilátero de boxeo, incluyendo las clásica doce cuerdas. No faltaba, por encima, un video marcador donde, como curiosidad, se iban emitiendo anuncios de productos ficticios con el nombre de las canciones de “Everything Now”. Algo muy en consonancia con el libreto interior del último disco, que casi parece la clásica propaganda del Carrefour que te deja el cartero comercial. Supongo que hay algo de sorna sobre el materialismo, el consumismo y otros “ismos”.
Ya estábamos cada uno aposentado en su sitio cuando la voz de un, digamos, maestro de ceremonias empezó a anunciar a la banda como si de unos púgiles se tratasen. Al unísono los componentes, saliendo de una esquina, se dirigían hasta el escenario a través del público. Momento para el entusiasmo colectivo y el inicio de la estupenda ceremonia musical a punto de comenzar. Conviene decir que entre la formación inicial y algunos músicos auxiliares el escenario estaba repleto de gente, que además se movía con una proactividad tremenda. Lo mismo veías a Win Butler cantar en un lado, que a Régine tocando el acordeón en el otro o a Will Butler en la otra esquina. Todo ello producía una sensación de vértigo, de nerviosismo, como si te entraran dudas de dónde fijar la atención. Y conste que no lo digo en sentido peyorativo.
Ya que mencionamos a los componentes, también estuvieron los clásicos Richard Reed Parry, Jeremy Gara y Tim Kingsbury. La buena de Sarah Neufeld también estuvo, pero desde algún tiempo perdió el estatus de miembro del grupo propiamente dicho, para pasar a ser instrumentista en las giras. Añadámosle los músicos de apoyo y casi tenemos ya un equipo de fútbol. Mientras se producía el acceso del grupo al escenario se podía oír la danzarina versión de la Quinta Sinfonía de Beethoven que suena en “Fiebre Del Sábado Noche”, sin duda un pequeño signo de las intenciones de la banda. No por casualidad había también una par de bolas de espejos distribuidas por la pista, y es que el afán discotequero, el kitsch de la música disco, impregnan gran parte de su último disco, “Everything Now”.
Precisamente fue la canción título de su último disco la que abrió el fuego del concierto y fue como si una espita se hubiera abierto, liberando todo el entusiasmo contenido. Fue el inicio de un concierto muy marcado por el baile y el movimiento. Arcade Fire no temen el apostar fuerte desde los primeros compases del concierto, como demuestra que el segundo tema fuese “Rebellion (lies)”, un clásico de peso que colaron ya casi de salida. Como puede suponerse la recepción fue apabullante, más si tenemos en cuenta que había un mayor énfasis rítmico respecto a la canción de estudio.

No fue mala decisión que a continuación fuese el turno de “Here comes the night time”, con sus bases tribales sazonada de poderosos cambios de ritmo. Sin embargo la cuarta canción nos ofrecía nuevamente un peso pesado, su ya clásica “No cars go”. Profusamente coreada y rotundamente interpretada, fue capaz de transmitir el imparable entusiasmo que desprende. Como vemos las primeras canciones corresponde cada una a un disco, casi como si fuese un muestreo de su repertorio (salvo “The Suburbs”). “Electric Blue”, volviendo a su último disco, cumplió sobradamente con su ritmo canalla y las agudas inflexiones vocales de Régine, siendo éste uno de los momentos más claros para su lucimiento.
Comienza a tener más peso el “Everything Now” al sonar otro de sus singles, la excelente “Put your money on me” (quizá mi favorita del LP). Bien recibida por el público y curiosamente adornada por la puesta en escena; en la pantalla superior se podían ver referencias al dinero y a lo que parecían ser algunos índices bursátiles. A estas alturas ya habían caído las doce cuerdas boxísticas del escenario, pero quedó (afortunadamente) la actitud entusiasta.
Tiempo para relax y la oscura introspección. En las pantallas vemos surgir una biblia de neón y sabemos entonces que va a sonar la canción título de “Neon Bible”. Movimiento comprensible, un buen concierto tiene que tener matices y esta canción, por así decirlo, ejerció de cortafuegos. Tuvimos un respiro, pero no de forma complaciente; dense cuenta de la leve oscuridad de música y letra. Fue muy plástico el momento en que el público encendió y levanto sus móviles en un gesto similar al que se practicaba con mecheros cuando se hacía a la antigua usanza.
Además fue el punto de partida de un pequeño tramo dedicado al segundo disco de Arcade Fire. Primeramente mediante “My body is a cage”, que fue todo un ejemplo de grandeza solemne, si bien el efecto del terrorífico órgano de iglesia de la versión de estudio se pierde. La contrapartida estuvo en la vital y agilísima “Keep the car running” (comentario político de Will incluido), desbordante desde los reconocibles primeros compases de guitarra. Cerró el cuarteto del “Neon bible” la directa, pero algo doliente, “(Antichrist televisión blues)”. Interesante tramo de concierto, aderezado por algunos temas de sorpresiva inclusión, siendo de hecho la más obvia “Keep the car running”. Tocó luego retomar el “Funeral” a base una de las canciones de “vecindario” y la elegida fue “Neighborhood #1 (Tunnels)”, con la intensidad emocional que se le supone y un público animoso emulando los coros.
Y aquí llegamos a otro pequeño sector, esta vez dedicado al disco “The Suburbs”. Y la hermosa canción título puso uno de los toques más puramente emocionales del show, sin que su aparente recogimiento fuese obstáculo para la participación vocal del público, que desde hace un buen rato estaba enchufadísimo. Como en una pequeña suite, acto seguido, sonó el parsimonioso reprise del tema. Es magnífico el ascendiente que tiene “Ready so start” sobre el público; escuchar los primeros golpes de percusión y alborotarse el Wizink fue todo uno. Todo un pelotazo del grupo que, con su épica a lo Sprinsgteen, supuso todo un éxito. Uno de los momento más enérgicos y rockeros de la velada. A todo esto, Régine decidió coger las baquetas y estarse en la batería unas cuantas canciones. Durante varios temas el embate rítmico estuvo sostenido, por lo tanto, por dos baterías.
Una de las mejores canciones de “The Suburbs” está reservada para la voz de Règine. Nos referimos a la vibrante “Sprawl II (mountains beyond mountains)” que fue quizá la primera inmersión del grupo en la electrónica que estaba por venir. Su plasmación al directo es tan aplastante como la recordaba; es de esas canciones que dan ganas de gritar a pleno pulmón, de una tirada, casi sin aliento. Y eso fue más o menos lo que hicimos los allí presentes, contener el aliento y cantar.

Si todo el concierto tuvo un ambiente festivo, cercano al espíritu y a la cultura de baile, las siguientes canciones en particular reforzaron este aspecto. “Reflektor” desplegó todo su potencial electrónico e intensificó la percusión, aunque (o al menos así lo percibí yo) lo que ganó en esencia bailable, lo perdió en el punto de misterio hipnótico que tiene. Como si estuviera escuchando una remezcla. Aunque quizá hubiera preferido algo más cercano al original, ello no es inconveniente para que también la disfrutase de esa manera. Digamos que es una pequeña salvedad.
Rotundísima sonó “Afterlife”, todo baile, movimiento y entusiasmo. Tanto es así que Régine se bajó a cantar entre el público, en uno de esos arrebatos de entusiasmo que tienen eventualmente los canadienses. Quizá no tan celebrada, pero muy desmelenada fue “Creature comfort”, otro de los acierto de “Everything now” y otro acierto incluso mayor en la ejecución; de hecho incluso me gustó más que la versión de estudio. Ojo a los coros de Régine. El setlist principal se cerró con un plato fuerte: “Neighborhood # 3 (Power out)”. Me van a permitir otra pequeña salvedad. Arcade Fire introdujeron una serie de variaciones respecto a la versión de estudio que no me llenaron del todo. En las estrofas, el desaforado fraseo vocal de Win Butler perdió poder, y la entonación fue ligeramente distinta. También me dio la impresión de que se perdía algo de desvarío guitarrero y se obraba en beneficio del espíritu del último disco, más cercano al baile. No es una censura; no calcar las canciones de estudio es signo de creatividad, pero en este caso concreto hubiera preferido algo más fiel. Entiéndaseme bien, no fue ni mucho menos un destrozo y también la disfruté. Solo es cuestión de preferencias.
No podían faltar los consabidos bises, aunque esta vez la espera fue algo más afanosa y larga de lo habitual; recuerden que el escenario era un cuadrilátero en medio de la pista y que estaba rodeado de gente por todos los lados. Arcade Fire optaron por regresar en su vertiente más melancólica, con una canción que quizá parezca de perfil bajo pero es de lo mejor de su “Everything now”. Nos referimos a “We don’t deserve love”, derrotista y resignada pero sin empalago o pasteleo. Lo que simplemente llamamos una canción hermosa. Tuvo, además, una instrumentación un tanto infrecuente; Regine participó usando, a modo de percusión… unas botellas. Y no se puede decir que desentonara.
Quien más quien menos, casi todos empezábamos a barruntar el final del concierto y en nuestra cabeza (casi seguro) se barajaban posibles combinaciones de lo que habría de ser el final de la fiesta. Como principio del final tuvimos el reprise de “Everything now”, sosegado intermedio que preludiaba un auténtico “grand finale”. ¿Qué canción esencial quedaba por tocarse? ¿Qué canción era una opción acertada para clausurar la noche? Sin duda debía de ser un himno, algo catártico y participativo. Y lo fue. Hablamos de “Wake up”; uno de los tótems del repertorio de Arcade Fire, cuya suntuosidad la hace ideal para corear a pulmón libre. Y por si fuera poco los teloneros, Preservation Hall Jazz Band, que ya habían hecho acto de aparición en el reprise anterior, se sumaron a la fiesta de forma total dando lugar a un jolgorio bullicioso y unánime. No vean el efecto que produce ver a tal cantidad de músicos juntos.
Pero aunque ese fue oficialmente el fin del evento, oficiosamente la fiesta continuó con el grupo ya descendido del escenario mientras hacía una especie de conga o vuelta de honor por toda la pista del Wizink y a través del público... ¡sin parar de tocar! Nosotros, desde nuestra posición, lo pudimos ver a través de las pantallas. Si algo nos transmitía esta salida de la banda, era la sensación de juerga, de fiesta genuina, de pleno disfrute con el contacto del público. Sin embargo no contentos con este desfile, decidieron llevar la fiesta ¡a la calle! En efecto, salieron por la calle Fuente del Berro en alocada formación y sin dejar, por supuesto, de tocar.
Los fans tomaron las calles y se arremolinaron alrededor del delirio hasta que Arcade Fire y Preservation Hall Jazz Banda volvieron a introducirse. La verdad es que no me atreví a acercarme mucho; con tanto gentío temía que el tumulto me enviase a mí y a mi muleta a freír espárragos. La guinda del pastel más original que yo haya visto en directo.
Alguna reflexión más. Es digna de encomio la incesante sensación de actividad que todos pudimos ver sobre el escenario; todo un compendio de músicos donde todos cumplían su cometido al unísono, como una máquina compleja y bien engrasada. Súmese a todo esto a todo esto la alucinante polivalencia instrumental de prácticamente todo Arcade Fire; casi todos los componentes de la banda permutaron de instrumento en alguna ocasión. El ejemplo más llamativo podría ser el de Régine, que se atrevió con un acordeón, teclados, la batería, un xilófono e incluso las sorprendentes botellas de “We don’t deserve love”. La resultante es que en el escenario había una enérgica sensación de hiperactividad.
Los complementos tecnológicos o visuales estuvieron a la altura de las circunstancias, y fueron de lo sereno a lo verdaderamente espectacular. No cabe duda de que todo estaba calculado para el espectáculo, pero ello no obsta para que las composiciones lucieran a plena satisfacción y el componente meramente musical fuera de primer orden. Se suele aplicar la máxima de que los conciertos-espectáculo en grandes recintos son un superficial despliegue de barroquismo vacuo, pero elevar esa máxima a lo universal es un pensamiento alicorto y encorsetado. Ayer vimos a una banda donde los valores musicales van primero y lo visual, si acaso, adorna sin suplantar nada. En cuanto a su propia imagen, salvo un ligero toque horterilla, nada que desentonase ni con su espíritu en general, ni con su último disco en particular. Win Buttler tenía un aspecto medio de cuáquero, medio de cowboy y Régine que empezó con un traje rojo finalmente acabó con uno de espejuelos.
Gran satisfacción de todo el grupo de amigos que acudimos a ver a Arcade Fire durante dos horas y cuarto. Fuimos exactamente los mismos que hace siete años y pico y rememoramos la sensación de entusiasmo, de paladar musical satisfecho. Y así, contentos, y como los conciertos dan hambre, nos fuimos a buscar un sitio para cenar y comer como salteadores. Arcade Fire ya están tardando en volver.
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domingo, 29 de abril de 2018

Programa Tears For Fears “The Seeds Of Love” (Temporada 9/ Programa 9)

Pocas veces hemos tenido que suspender una realización de un programa prevista para una fecha (nos sobran dedos de una mano para echar las cuentas), pero el pasado 10 de marzo de 2018 hizo un tiempo de perros y el estado de las carreteras estaba sobrepasado por la cantidad de agua que caía del cielo.

Por ello, y por las complicaciones que derivaban para Óscar Cañas, que se desplaza hasta los estudios de Radio Universitaria de Alcalá de Henares (RUAH) en tren (con la consecuente subida de 20 minutos desde el apeadero hasta los estudios) y por la limitación de andares que tiene actualmente Mariano González, decidimos aplazar el programa sobre “The Seeds Of Love” de Tears For Fears para un día más favorable.

Y la jugada salió bien en el sentido que para el día en que lo llevamos a cabo, el sábado 14 de abril de 2018 a las 16.00h, contamos con la presencia de otro colaborador más, en este caso Luis Felipe Novalvos, que si bien Tears For Fears no es uno de sus grupos predilectos, el disco no le disgustaba y quería volver a tomar parte de uno de nuestros debates musicales radiofónicos, cosa que le agradezco mucho personalmente.

Los 4 pudimos mostrar nuestras impresiones sobre este trabajo que marca el final de la primera etapa compositiva entre Curt Smith y Roland Orzabal, quedándonos cortos en tiempo, y seleccionamos varias de sus canciones para ser escuchadas bien fuera en 1er o 2º plano.

Si no lo pudieron escuchar en su día, aquí les dejamos el reproductor insertado para que puedan escucharlo sin necesidad de desplazarse a otras direcciones, y también el enlace a Ivoox para que se lo descarguen si es que así lo prefieren: http://www.ivoox.com/dmr-9-9-audios-mp3_rf_25685001_1.html
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sábado, 28 de abril de 2018

Concierto Arcade Fire. Madrid (24-04-2018) (por Víctor Prats)

En tanto al concierto vivido el pasado martes en el Palacio de los Deportes de Madrid con Arcade Fire como protagonistas, no sabría en estos momentos decir si me gustó más, o me pareció mejor concierto que el fabuloso show que ofreció el mismo grupo en el mismo lugar hace poco menos de 8 años. Y es que las circunstancias de Arcade Fire en este lapso temporal han cambiado. En aquella ocasión de noviembre de 2010, era el grupo revelación con su 3er. disco “The Suburbs”, que les abrió el camino al estrellato del indie internacional. Sensación del momento y disco de triunfo. En estos momentos, el grupo ya son unos veteranos, y han evolucionado a un sonido más bailable que ha hecho que muchos se bajaran de su carro discográfico, como es por ejemplo el caso de nuestro amigo y colaborador Óscar Cañas, el cual estuvo en 2010, pero que declinó asistir en esta ocasión, derivado de que “Everything Now”, último lp del grupo, no ha sido muy de su gusto.
El show en sí también ha sido notablemente distinto en diversos aspectos. Estructura del set list, disposición escénica y juego de luces, día de la semana, etc. Partiendo de la duración en sí, la lógica de 2 discos más de estudio dispuso un metraje de 2 horas y 15 minutos frente a la hora y 30 minutos de 2010. Aquel día el concierto fue un aluvión de intensidad a raudales, que causó la sensación de haber vivido un concierto de 50 minutos cuando la realidad era otra mucho más extensa. Este pasado jueves las 2 horas superadas de actuación ofrecieron muchos más contrastes y matices, si bien algunas cosas se mantuvieron parecidas. Lo iremos desarrollando poco a poco.
Llegamos al Palacio de los Deportes (me resisto a nombrar al recinto con su nombre comercial, a no ser que vaya acreditado, cosa que no fue) y a nuestra localidad en particular a las 19:30h, hora fijada para el comienzo de la actuación de los teloneros. Eso, en lo personal, también nos supuso una variación, ya que en 2010 estuvimos a pie de pista en 6ª fila más o menos frente al escenario; si bien, en esta ocasión nos vino bien estar en posición elevada para la actuación en sí de Arcade Fire. Ahora explicaremos. Por motivos personales tampoco me venía muy bien acudir con mucha antelación a la hora de inicio y por eso nos fuimos a graderío, aunque hay que apuntar que hasta 5 minutos antes del comienzo de la actuación de Arcade Fire te podías situar en pie de pista en una posición muy buena. 
Nosotros cumplimos con la puntualidad, pero Preservation Hall Jazz Band no. Salieron con media hora de retraso a las 20:00h al escenario centrado en la pista atravesando el público y nos ofrecieron media hora de jazz movidito y clásico. Como soy un buen ignorante del género, tampoco les puedo comentar mucho sobre los teloneros. Nos sirvieron como entretenimiento mientras esperábamos a que llegase la hora de ver a Win Butler, señora y cia.. Abajo una foto de los mismos de frente aprovechando las pantallas situadas sobre el escenario.
Entre los teloneros y Arcade Fire, en las pantallas de encima del escenario, se proyectaban vídeos publicitarios ficticios promocionales de “Everything Now”, que iban caldeando el ambiente (debajo de este párrafo el creado para “Electric blue”), con aparición de cuando en cuando de una especie de evolución del personaje de mister Reflecktor, que nos lanzaba alguna arenga periódicamente. Durante esta espera acudimos a ver a su nueva localidad a nuestro amigo Mariano González y Luis Enrique González, que fueron afortunados al ser reubicados de la zona alta del fondo de la calle Goya; el motivo es que no se agotaron las entradas y la organización, en lugar de dejar zonas vacías, decidió juntar a todos en los laterales en las zonas altas y poner telones en los sectores altos de ese fondo. Con esto ganaron mejor visibilidad.
Y es que el concierto no fue un “entradas agotadas”, pero también se dio el caso de que contaron con un aforo neto mayor, al situar el escenario en el centro de la pista, habilitándose al público el fondo normalmente condenado detrás del escenario y contando con más lugar en el pie de pista igualmente. Entre eso y los desertores de Arcade Fire, que también, como ya hemos comentado, los hay, de ahí que en ese sentido, en el de agotar el papel, no estuviéramos ante un éxito. Si bien la sensación fue de lleno, salvo por la zona de los telones.
Arcade Fire salieron al cuadrilátero, cuales boxeadores, entre el gentío y con una presentación en megafonía de lo más curiosa, en concordancia con vídeos de presentación del grupo en las pantallas. El escenario era en sí un cuadrilátero al que tras las primeras canciones le quitaron las cuerdas del perímetro, para quedar representadas por columnas de focos que hacían de esquinas voladas sobre el mismo, creando unos efectos de luces que se perderían la gente que estuviera a pie de pista, por eso decía que en esta ocasión no salía mal estar en grada, ya que de esa forma también veías a todos los componentes; de acuerdo, mucho más lejos, eso sí, pero estando abajo, suponemos que la parte contraria de las tablas no se vería muy allá.
Pasaban 10 minutos de las 21.00h y arrancaron protocolariamente con la canción título del último disco, muy festiva y que permitió conectar bien al público, para posteriormente poner las sensaciones al 200% con un efectivo clásico de la talla de “Rebellion (lies)”, que puso el recinto patas arriba; en eso hubo reminiscencias al concierto de 2010, cuando arrancaron con el single totem del disco de la gira “Ready to start” y luego te meten un bombazo de la talla de “Neighborhood #2 (Laika)”. Y más nos recordó la estructura de arranque del concierto a lo vivido años atrás al meterse en 4º lugar la también intensa “No cars go”, en creo que si no idéntico, al menos muy parecido lugar del orden. Los vídeos de mi cámara del móvil no ofrecen muy buena calidad. Con el móvil tomé un par, y uno de ellos es el de “No cars go” que les inserto a continuación.

Los matices del cambio comenzarían poco después, cuando sorprendieron rescatando “Here comes the night time” de “Reflektor” como una de las canciones embajadoras de ese notable disco de 2013, y es que por ejemplo a la larga se quedarían fuera otras piezas notables como “It’s never over (Oh Orpheus)” o “We exist”. El cambio principal se evidenció ya en el sector dedicado a “Neon Bible”, muy reivindicado en la 1ª mitad de actuación y además con canciones que pueden ser curiosas de vivir en un directo en un recinto arena como fueron la canción título del mismo y la sufrida “My body is a cage”. Me agradó mucho que reivindicaran “Keep the car running” de ese disco, que en 2010 sonó también, pero por extraños motivos no recordaba que hubiera caído en aquella velada. La grabé con la cámara que me prestó mi madre, que, teniendo en cuenta la distancia, no ofreció tan mal resultado. Aquí tienen el resultado.

Por cierto, durante “My body is a cage” se consiguió un juego de luces notable, con las columnas suspendidas sobre el techo en la vertical de los vértices del escenario, que recreaban a la perfección la jaula que se menciona en la canción; lo verán en la fotografía que les coloco debajo del párrafo. Win muy sentido e implicado en la interpretación de esta pieza muy adorada por los fans de recorrido de los canadienses.
El devenir de la noche fue trascurriendo de tal forma que el grupo, desde ese combo de calma recién comentado, fueron ganando más y más potencia, arrancando con una declaración de intenciones al respecto llamada “Neighborhood #1 (tunnels)”, salvo un ligero descanso que supuso “The suburbs”, que aunque en lo musical reposó, en lo emocional llegó tanto o más que otros pasajes más animosos rítmicamente. Respecto a “Everything Now” apareció en los primeros compases de show más o menos “Electric blue”, con el primer lucimiento personal a las voces de Régine Chassagne, que aguantó muy bien los agudos de ese tema al micrófono a la par que daba vueltas por todo el perímetro del escenario para que le viera todo el público. Del último disco del grupo también salió a la palestra la notable poco después de “Electric blue” “Put your money on me”, que recreó muy bien en el directo esa sensación hipnótica, obsesiva y cerebral que desprende en estudio. Aunque “Electric blue” la grabé con la cámara buena, no enfoqué bien y no se ve muy nítido el vídeo. Lástima. Aún así lo introduzco acto seguido.

En el tramo final de la parte troncal del show hubo un conjunto de temas que nos metieron un fuerte arreón de adrenalina. Vean entre otros: “Ready to start”, “Reflektor”, “Afterlife” y “Neighborhood #3 (power out)”. Imaginen. En esos minutos pasamos por la potencia de uno de los pilares principales de “The Suburbs”, por el misterio y baile de 2 piezas de “Reflektor” y con la contudencia y tono malencarado (en el buen sentido de la expresión) de una de las piezas más impresionantes de “Funeral”. Personalmente disfruté mucho de “Reflektor” y sobre todo con “Afterlife”, con Win cantando con ese resuello al comienzo de las estrofas y los coros hipnóticos a cargo de Régine. Por cierto, Win, al igual que hizo Régine en “Reflektor”, se dio un paseo entre el público hasta situarse debajo de la bola de espejos discotequera del fondo contrario a la calle Goya. “Afterlife” fue mi pasaje favorito y el que más esperaba que llegase si es que resultaba incluida, y por ello la grabé y se la inserto a continuación.

Comentando el concierto de forma un poco desorganizada, me doy cuenta de que me olvidaba precisamente en ese núcleo que comentaba en el párrafo anterior, de ese momentazo que nos ofreció la buena de Régine Chassagne, con esa pieza tan bailable de “The Suburbs” “Sprawl II (mountains beyond mountains)”, que el paso del tiempo ha terminado por situar con la pieza clave de la evolución sonora del grupo de aquel disco en adelante en pro de un sonido más bailable.

Si han reproducido el vídeo insertado aquí arriba, habrán visto que fue el otro que grabé con la cámara básica de mi teléfono móvil, ¿verdad? No tenía todas conmigo de que sonara y me gustó mucho ver a Régine atreverse con una de mis canciones favoritas del magnífico “The Suburbs”.
Tras “Neighborhood #3 (Power out)” el grupo paró y retornó para unos bises magníficos en los que atentaron con la irremediable “Wake up” como final de show, con la ayuda de Preservation Hall Jazz Band (no cabía ni un alfiler en el escenario ya, y si no nos creen, vean la foto que situamos debajo del presente párrafo), que duró muchísimos minutos con coros por parte del público buscando que el grupo no se terminara de ir, cosa que daba la impresión, ya que de camino al camerino se detuvieron entre el público siguiendo la fiesta. Y ahí no quedó la cosa, ya que mientras que esperábamos a nuestros amigos fuera del recinto, Win con los teloneros se dio un garbeo musical cual flautista de Amelín por la calle Fuente del Berro hasta llegar a la calle Goya y dejar a todo el mundo completamente alucinado con ese arranque de espontaneidad.
El bis sin embargo abrió con la bonita y triste balada “We don’t deserve love”, otra de las grandes composiciones de “Everything now” y con la versión reprise de la canción título. He de apuntar que se seleccionó muy bien las piezas del último disco, ya que tampoco faltó “Creature comfort”, que también es otro de mis pasajes favoritos del disco y estuvo en esa traca final antes de los bises ya mencionada.
Entre pitos y flautas el grupo estuvo en acción casi 2 horas y cuarto. Todos fueron girando alrededor del escenario. Los 6 componentes oficiales del grupo, con nuestra buena amiga y otrora también miembro oficial Sarah Neufeld (ahora solamente músico de acompañamiento… ¿?) y algún otro músico de apoyo en las percusiones, derrocharon buen hacer de ejecución instrumental y de actitud. Si bien estábamos un poco más alejados que la otra vez, se podía apreciar bastante bien desde la fila 6 del sector 16 donde estuvimos. Aquí debajo la buena de Sarah.
Ciertamente el poder de la atención principal cae en el matrimonio Chassagne-Butler. Régine estuvo fabulosa en sus momentos de protagonismo vocal, y es que sabe muy bien (como ya he apuntado alguna que otra vez), reservarse buenos temas en los discos para brillar en los shows como nunca. Tocó mil y un instrumentos (incluidas las botellas en plan xilófono del vídeo de “We don’t deserve love” -ver la siguiente imagen-) e incluso como ya hemos dicho se atrevió a meterse entre el gentío en busca de la bola de espejos discotequera perdida en “Sprawl II (mountains beyond mountains)”.
Por su lado, Win Butler supo medir bien sus tiempos. Alternó rabia, intensidad, recogimiento, sentimiento… Cada sensación correctamente acompasada para cada momento o canción. Es curioso que la imagen que más me va a quedar de Win es la más reposada y sentida de la noche que ofreció en “We don’t deserve love” en el arranque del bis, en la cual también estuvo en mitad del público de pie de pista en unos instantes, lo cual ilustramos en la siguiente fotografía. También es otra imagen fácil de recordar la imagen de Win en gesto de triunfo con su guitarra en alto cogida desde el mástil saludando al público y haciéndonos temer que se líe a golpetazos con ella, destrozándola al estilo de lo que hizo en una ya mítica actuación de “Intervention”, que por cierto me da pie a comentar los debes (pocos) del concierto.
Sí, “Intervention” no apareció y no sé si incluso está descartada en este sector de la gira. Ausencias sorprendentes fueron también “We exist” o “Neighborhood #2 (Laika)” como ya cité antes. En lo personal me dio rabia posteriormente comprobar que la noche anterior en Lisboa tocaran tanto “Neighborhood #2 (Laika)” como “It’s never over (Oh Orpheus)” en lugar de “Neon bible” y “My body is a cage”; yo hubiera comprado el cambio, pero bueno.
En todo caso, vivimos una ocasión memorable. No solamente la actitud del grupo y la música en sí sumó, sino que todo lo relacionado con la puesta en escena visual fue de mi agrado; el juego de luces fue tremendamente acertado (los cañones de luz que apuntaban sobre las bolas de espejos y destellaban durante “Reflektor” y “Afterlife” fueron otro pasaje notable de luces azules), y si no el público, como pasó en “Neon bible”, a petición del grupo, conseguía un buen efecto con sus linternas de los móviles.
Si hemos estado casi 8 años recordando y citando de forma recurrente a aquel sábado 20 de noviembre de 2010 como una de las citas más irrepetibles que hemos vivido en directo, está claro que este concierto no va a ir a la zaga en los recuerdos positivos a aquel previo; es algo parecido a los 2 conciertos que viví de Spandau Ballet en 2010 y 2015, que no sabría decir cuál fue mejor de los 2.
Habrá que ver cuál será el siguiente paso discográfico del grupo, si en la siguiente gira los voraces, acaparadores y celosos festivales son los que se llevan la exclusiva de la actuación del grupo en nuestro país (cosa que tristemente pasó con “Reflektor”) y si no se olvidan de Madrid en caso de que actúen en recintos cerrados al margen de festivales. Lo que está claro es que Madrid no se olvidará de ellos. Les estaremos esperando con muchas ganas. Nos despedimos del recinto, emplazándonos para dentro de un mes y un 1 día cuando regresaremos para ver a Roger Waters de Pink Floyd...
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viernes, 27 de abril de 2018

Temporada 9/ Programa 10: ABC y “How To Be A… Zillionaire!” (1985)

Ya avisamos hace unas pocas semanas cuando revisamos el 3er. disco de estudio de la banda liderada por el carismático Martin Fry, que se trataba de un artículo de autoencargo para buscar realizar un programa radiofónico sobre el grupo en esta 9ª temporada de “DMR” en las ondas.

Y este sábado Mariano González y servidor de ustedes nos encargaremos a las 16.00h en dial de Radio Universitaria de Alcalá de Henares (RUAH) de debatir sobre este controvertido disco en lo que a su imagen y estética poco seria y muy kitsch se refiere. Pondremos en valía su contenido musical, seleccionando varias de las canciones que forman parte de su conjunto y de todo lo que rodeó a este singular trabajo.

Links de interés:
Evento en Facebook: https://www.facebook.com/events/2030842297180486
Emisión on-line RUAH: http://www.online.ruah.es/
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domingo, 22 de abril de 2018

Concierto VAM + Rockin’ Robin. Madrid (20-04-2018)

SINOPSIS (Por Víctor Prats)
Variada y amena velada musical la que vivimos este pasado viernes en La Cocina Rock Bar, un local muy apañado para la música en directo (salvo por una columna que fastidia un buen ángulo de visión y que reduce su aforo útil de cara a ver el escenario). Variado porque la propuesta que ponían sobre las tablas VAM y Rockin’ Robin, distaba bastante en género entre una y otra, y también tanto a la puesta en escena. No obstante, esto no supuso que nos chirriase el programa, ya que en como bien dijo Un Pingüino En Mi Ascensor, “en la variedad está la diversión”.
Llegamos cuando todavía estaban en plena actuación el programa previo al nuestro, con los últimos acordes de Trapos Sucios, con un rock nacional de base, muy nuestro. Unos minutos después, y tras varios ajustes sonoros, tomaron el control de la sala Rockin’ Robin, ofreciendo un set list lleno de versiones de hits sobre todo internacionales, con algún guiño al repertorio patrio (“Estrella polar” de Pereza por ejemplo). Liderados por su solvente vocalista Lorena, estrenaban bajista para la ocasión (Sandra), y dispusieron un sonido muy bien conjuntado, sin fallos técnicos que dio lustre a su actuación. Lorena sobre todo, a mis oídos, brilló en “One way or another” de Blondie y en “Toda la noche en la calle” de Amaral, si bien no se amilanó y se atrevió incluso con “Should I stay or should I go?” de mis queridos The Clash.
Tras algo menos de una hora, llegaba el turno del cambio de set a favor de VAM, por quienes principalmente asistíamos al evento, sobre todo en pro de chequear el nuevo proyecto musical de un buen amigo después de un largo tiempo implicado en The Crow Project. Liderados por Javier “Crow” Arribas, se presentaron con un repertorio a partes iguales de covers y composiciones propias. Haciendo uso del humo como elemento misterioso de su presentación, dejaron en la noche una actuación realmente intensa, con un Javi en el micrófono, que solamente sufrió un fallo técnico en la 2ª canción, una cover del “Dani California” de Red Hot Chili Peppers. También cayó “Wicked game”, de Isaak, que me recordó más a la cover de HIM, y es que Javi me evocó en ciertos momentos al bueno de Ville Valo.
VAM tiene un sonido a prueba de bombas. Contundente en las cuerdas y percusión. Javi se mostró con una actitud que combinaba rabia, divismo y toque bohemio. Se bajó de las tablas para mezclarse con el público en alguna pista; público, por cierto, muy animoso y un poco pasados de frenada, pero sin causar ningún daño colateral, lo cual también sumó a una noche muy entretenida. Al final del show pudimos intercambiar impresiones con Javi al respecto. El evento fue un éxito. La sala tuvo un aforo que a ratos parecía que no admitía a nadie más, y un público que se dejó seducir por la intensidad y potencia de VAM y por el sonido más amable y amistoso de las versiones a cargo de Rockin’ Robin. Ahora Mariano González se extenderá un poco más. En lo personal, lo pasé muy bien. Mereció mucho la pena.

CRÓNICA (Por Mariano González).
A veces ocurre que los planes inesperados, aquellos que surgen de la aleatoriedad y no de la planificación, acaban siendo los mejores. Algo así pasó con este concierto cuando a unas tres horas de su inicio, Víctor Prats me invitó a asistir a la Cocina Rock Bar, merced a la acreditación que recibió DMR. Pero por muy repentino que fuese, me apetecía ir. Una de las bandas invitadas a tocar era VAM, el nuevo proyecto donde está embarcado Javi “Crow” Arribas. Javi es un viejo amigo de DMR y como suele pasar con los viejos amigos, aunque a veces tarden mucho en verse, de repente aparecen en cualquier lado, en cualquier esquina, para alegrarte el día.
Si son seguidores de largo recorrido de esta bitácora, recordarán que el anterior proyecto de Javier Arribas fue The Crow Project y que al respecto del mismo hay en DMR un análisis de un disco, una entrevista y varias crónicas de conciertos. Incluso Javi Crow fue contertulio en un par de programas. Debe ser, eso sí, de las pocas veces que asisto a un concierto a ciegas (sin haber escuchado previamente ninguna canción de los grupos), detalle éste que por sí mismo no tiene por qué ser malo. Uno de los síntomas de la melomanía es el interés en adquirir cada vez un bagaje más amplio de escuchas mediante el descubrimiento de nuevos grupos o proyectos. Lo único que sabía, por referencia de Víctor Prats, es que el sonido de la nueva aventura de Javi Crow era netamente distinto a The Crow Project. En concreto supone el abandono del techno pop oscuro, en la onda de Depeche Mode, para abrazar un sonido mucho más hard rockero, teniendo a The Cult como una de la referencias. En cuanto a Rockin Robin’ mi conocimiento sobre sus líneas maestras era absolutamente nulo. Y es en estas ocasiones, si la noche sale bien, cuando te llevas una gratificante sorpresa. Vayamos, entonces, por partes.
No es mala cosa ir cenado ya a los conciertos, de modo que quedamos una hora antes del momento previsto para el comienzo del evento para poder llenar el buche. Y así, los contendientes de DMR, (Víctor Prats, Susana Hernanz, y servidor) nos personamos en La Cocina con ese ánimo. Sin embargo nos indicaron que, paradójicamente, la cocina estaba de reformas y no había posibilidad de cenar allí. No pasa nada, allí cerquita cenamos los tres tranquilamente a base de raciones y tostas. Tan tranquilamente que al final acabamos volviendo a La Cocina unos minutos después de las 23:00, hora prevista para el comienzo del show. Al bajar al lugar de la sala de conciertos, estaban tocando una banda que en principio no nos constaba en el planing. Se llaman Trapos Sucios y aún tuvimos oportunidad de escucharles un par de canciones. Lo suficiente como para reconocerles un sonido de divertido, bailable y voluntarioso rock clásico. Sin duda un preludio vigorizante.
Como sigo acarreando problemas físicos me es imprescindible buscar acomodo en un asiento, de modo que nos colocamos en unas sillas que estaban colocadas en el margen derecho de la sala según se mira al escenario. Aunque la situación fue cercana a las tablas, estuvimos un poco escorados, con la consiguiente merma de visión. Ya siento privar a mis amigos de situaciones mejores y agradezco profundamente que estuvieran conmigo. Y llegamos, con un considerable retraso, a la actuación de Rockin’ Robin. Nada sabía de este grupo y las sensaciones fueron, la verdad, buenas. Se trata de un grupo de versiones de estilos variopintos, pero con especial querencia por el pop rock clásico. Son un quinteto formado por dos chicas (a la guitarra rítmica y a las voces una, al bajo la otra) y tres chicos (guitarra solista, teclados y batería) que trajeron consigo un repertorio, por cierto, muy de mi agrado. Ahora lo iremos detallando, pero fue una agradable sorpresa que las versiones anduvieran a caballo entre la reinvención y el estricto respeto.
Como ya verán, la mayoría de las canciones son cantadas en su versión original por voces masculinas, con lo que su reconversión a voz femenina inevitablemente cambia bastantes matices. En general con éxito, por cierto. Más allá de eso, la ejecución fue melódica, agradable y con un saludable toque de clasicismo. También, de vez en cuando, Rockin’ Robin pisaron el acelerador hasta el rock, cambiando cuando convenía el guante de seda por el colmillo.
Tal como decía antes, no podría poner prácticamente ninguna tacha a lo que tocaron. La cosa quedó como sigue: buena representación del rock clásico con “Have you ever seen the rain” de la Creedence, “A hard day’s night” de los Beatles, o “Don’t stop me now” de Queen. La música en español tuvo su aparición con “Estrella polar” de Pereza (para mí dieron en la diana, no soy muy fan de Pereza pero esa canción en concreto sí me gusta) y “Toda la noche en la calle” de Amaral; canción, creo, muy adecuada para el grupo. Una pequeña sorpresa fue la inclusión de la divertida “Accidentally in love” de Counting Crows, siempre simpática aunque sea por sus reminiscencia a “Shrek 2”.
¿Clásicos poperos? Claro que los hubo: la infalible “Black or White” de Michael Jackson, la magnífica y rasposa “One way or another” de Blondie, la ultrapegadiza “Waterloo” de Abba, “Video killed the radio star” de The Buggles y su ensoñación ochentera o The Clash y su celebérrimo “Should stay or should I go”; esa maravilla renacida para la generación millenial gracias a “Stranger things”.
¿Más cosas buenas? Una excelente: “Don’t look back in anger” de Oasis. A aquellos cuya educación sentimental musical parte de los noventa, esta canción casi consigue que afloren lágrimas a nuestros ojos. Y el remate del concierto tampoco estuvo mal: “Summer of 69” del primigenio y emotivo Bryan Adams. Lo que saqué en limpio de Rockin’ Robin es que tienen un magnífico potencial para el pop rock melódico, buenas maneras tocando y el entusiasmo de los proyectos jóvenes. Sus versiones tienen encanto y sería interesante verles cuando decidan escribir temas propios. De momento nos anunciaron que el próximo 12 de Mayo estarán tocando en la Sala Thundercat de Madrid.
Tiempo después para el clásico interludio dedicado al traspaso de trastos entre los grupos, amenizado por no pocas canciones de Elvis, y finalmente la esperada actuación de VAM. Lo notamos en cuanto empezó a sonar la magnífica banda sonora del “Drácula” de Coppola, a cargo de Wojciech Kilar. Este detalle es muy Javi Crow, recuerdo que una canción de The Crow Project se llamaba “Oceans of time”, en mención a la línea de diálogo de Gary Oldman (o sea, Drácula) que dice “he cruzado océanos de tiempo para estar contigo”. En fin, detalles.
Algunas consideraciones sobre VAM. Ya decíamos que hay que olvidar el pasado techno de Javi Crow, ahora está inmerso en una banda cuya enseña es el rock contundente, afilado como una cuchilla. La referencia a The Cult no es mala, es la resultante de mezclar hard rock con alguna reminiscencia gótica de los 80. Quizá tampoco anden lejos, por ejemplo, de The Mission. La voz de Javi, tan parecido a Dave Gahan de Depeche Mode, sonó grave y cavernosa, pero también gamberra, inquieta, expresiva; no dudó en recurrir a gritos, interjecciones y extrañas inflexiones vocales. Es muy fan de Peter Murphy y esa teatralidad quién sabe si es tributaria del líder de los extintos Bauhaus. El combo lo completan dos guitarras, bajo y batería. La banda sonó potente, eléctrica, dotada para el gancho a la mandíbula que saben propinar los buenos grupos de rock. El concierto de VAM fue el momento más visceral y poderoso de la noche. Y el ambiente estuvo a tono, mucha gente a nuestro alrededor se mostró entusiasta hasta la extenuación; muy dentro del concierto. La puesta en escena fue más oscura que la Rockin’ Robin y estuvo secunda por una abundante presencia de efectos de niebla. Le dio un halo misterioso a la actuación, pero nuestras fotos (ya lo sentimos) perdieron nitidez.
A la hora de ir desgranando el set list nos encontramos con una dificultad. Parte de él se compone de canciones propias que no hemos escuchado nunca y la otra parte de versiones de conocidos grupos de rock. De las canciones nuevas solamente podemos darles cuenta de la impresión que nos causaron, que por cierto fue buena. El registro de rock duro, desafiante y electrificado lo dominan al dedillo, lo que no les excluye de acercarse a los medios tiempos emotivos o a las baladas. Según vayan aumentando, estas composiciones se defenderán por sí mismas como un sólido bloque. La parte de las versiones fue interesante. Una lástima que en la de “Dani California”, de los Red Hot Chili Peppers, las mezclas y la técnica de sonido no estuvieran a la altura y la voz de Javi se viera, literalmente, sepultada por el sonido de sus compañeros de banda. Aun así nos dio para comprobar que fue una versión llevada a su terreno, con un sonido menos “californiano”, si entienden lo que les quiero decir.

“It´s so easy” sonó a lo que tenía que sonar, a rock sucio y duro. Me gustó mucho que versionaran “In Bloom” de Nirvana, gran canción siempre a la sombra de “Smells like teen spirit” y “Como as you are”. La expresividad de Javi Crow en esta canción fue inquietísima y los riffs de guitarra sonaron, como mandan los cánones, muy afilados. Como bien me comentó Victor, VAM también sonaban un poco a los finlandeses HIM. Ambas bandas suenan eléctricas y sofisticadas al mismo tiempo; aunque sobre todo, el parecido se sustenta en el estilo similar de Javi Crow y Ville Valo. Todo esto se confirmó con la cover de “Wicked game” de Chris Isaak que hicieron VAM, pero que suena mucho más cercana a la que precisamente grabaron HIM en su primer disco. Sin duda uno de los momentos más destacados del concierto.

Otro regalito en forma de clásico fue la versión de “Louie, Louie”, todo un símbolo del desbarre y del desfase total en las jaraneras hermandades universitarias estadounidenses y el momento más extravertido, quizá, de la noche. Pura fiesta rock. Y aún quedaba otra más. “Seven nation army” de The White Stripes. Todo un temazo de rock clásico actualizado al siglo XXI, que ha sido reconvertido en el himno oficial de los fans de fútbol borrachuzos de todo el orbe, y que además ha sufrido toda suerte de pachanguiles remezclas. Afortunadamente con VAM primó un rock incontestable, con la banda enchufadísima y Javi Crow desaforado en las voces. Y con esto acabaron.
Fueron dos actuaciones de contrastes; gustoso clasicismo pop rock por parte de Rockin’ Robin y furia roquera por parte de VAM. No hay conflicto entre ambas nociones, sencillamente ambos mostraron solventemente sus mejores bazas. No podíamos irnos sin saludar y hablar un poco con Javi Crow, aunque solo fuera para felicitarle y agradecerle la acreditación. Conseguimos charlar un rato con él muy amigablemente, sobre el devenir del proyecto de VAM, el desarrollo del concierto y algunas batallitas de DMR. También fuimos presentados a otros componentes de la banda. Como colofón, una ronda de última hora en la barra de la sala de conciertos, mientras sonaban a toda piña varios himnos noventeros, y la sensación de haberlo pasado muy bien. Aunque ya lo hicimos en persona, es inevitable que también mencionemos en nuestra crónica el agradecimiento a VAM por la acreditación que nos permitió disfrutar de todo lo que han leído. No solo fue la música, sino el reencuentro de DMR con un compadre.

Fotografías y vídeos: Mariano González.
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