Esta semana vamos con un día de adelanto debido a asuntos personales. Por ello, he decidido adelantar la publicación para no dejar esta semana en blanco. Igualmente, la próxima entrega probablemente sea para el domingo 3 o lunes 4 de agosto por los mismos motivos. Tras esta explicación sobre la alteración del día de entrega de las revisiones, vayamos al grano.
Uno de las características personales o curiosidades que puedo tener musicalmente, es la defensa de algunos discos que han sido masacrados, triturados, ninguneados u olvidados por la crítica dentro de la trayectoria brillante de varios grupos. En más de una ocasión procederé a echar un capote o a romper una lanza en favor de alguno de estos “patitos feos” de la historia de la música moderna y he pensado que hoy es un buen momento para iniciarnos al respecto
Para la revisión de esta semana, he tenido a bien hablarles de Ultravox. Lo más sencillo hubiera sido coger por banda el innovador “Vienna”, el lúgubre, oscurantista e imprescindible “Rage in Eden” o el superventas y exitoso “Lament”. No obstante, he querido referirme al disco menos valorado y más desconocido de la etapa “Ure” de esta formación.
La historia de Ultravox no es precisamente lineal que se diga. La banda nació asociada a una mezcla de punk y glam bajo el mando y el carisma de John Foxx. En esta primigenia formación ya estaban el batería Warren Cann y el teclista Billy Currie. Tras unos discos que se movieron por los terrenos de los géneros mencionados, la banda entró en un período incierto, en el que se llegó a disolver tras la marcha del hasta entonces líder de la banda, John Foxx, para iniciar una larga carrera en solitario. En esos momentos, finales de la década de los 70, Currie decidió enrolarse en el extravagante proyecto musical de Steve Strange, que tomó forma en la banda Visage. En dicho grupo, Currie se encontró con Midge Ure, que previamente había estado temporalmente en formaciones como Thin Lizzy. Currie, tras entablar amistad y comprobar puntos musicales en común con Midge, propuso a éste retomar el grupo que se había quedado atrás y reanimar Ultravox. Sin dejar de lado en los comienzos la actividad paralela en Visage, Ultravox inició su triunfal andadura por la primera mitad de los años 80, completando la línea clásica de componentes con el bajista Chris Cross y con un antiguo componente de la 1ª etapa de la banda, Warren Cann.
La formación creó una colección estupenda de álbumes, todos ellos jalonados de media docena de canciones imprescindibles en la historia del pop de sintetizadores, movimiento que abanderaron, tomando de esta forma distancia con la primera etapa de la historia de Ultravox. Llegados a mitad de la década y con 4 discos en el mercado, la formación decidió hacer balance sacando “The Collection”, un acertado recopilatorio con los singles que sacó el grupo desde 1980 hasta 1985. Tras este grandes éxitos, la banda sufrió una amputación, traducida en la partida de uno de los miembros fundadores del grupo. Warren Cann decidió que su etapa en la banda había acabado y por esos años incluso le veríamos colaborar con Mecano en ciertas actuaciones dentro de la gira del disco “Ya viene el sol” de dicho grupo.
Convertidos ahora en trío, la banda tenía ante sí el reto de no verse dañados en la calidad y aceptación, que hasta ahora habían tenido, a la hora de lanzar un nuevo disco. En 1986 Midge Ure, cabeza visible de la banda, ya había hecho sus pinitos en solitario, y había editado varios singles y un lp en solitario: el celebérrimo “The Gift”, que aparte incluía “If I was”, un single que fue nº 1 en el Reino Unido. Mención aparte supone la colaboración mano a mano con Bob Geldof en todo lo concerniente al acontecimiento de Live Aid.
En 1986 el trío resultante de la marcha de Cann, editó un nuevo disco titulado simplemente U-Vox. El disco supone un ejercicio de sencillez electrónica por parte de la banda. Dejando de lado los experimentos abordados en “Rage in Eden” y los retorcidos, aunque excelentes, sonidos aportados en discos anteriores, el grupo se centró en hacer un álbum menos recargado y más cristalino, intentando adaptarse a los nuevos tiempos, en los cuáles la new wave y el experimentalismo se veía muy lejos.
El disco abre con “Same old story”, uno de los singles elegidos para la promoción comercial de la obra. Se trata de una de las canciones en las que Ultravox quería poner de manifiesto que eran algo más que un grupo de sintetizadores, dando una mayor relevancia a la guitarra de Midge, concediéndole el primer plano. La canción está acompañada de unos coros femeninos en la parte del estribillo y con arreglos de viento que dan cuerpo al conjunto. Este inicio deja paso a “Sweet surrender”, una canción que supone el ya clásico juego de voces graves y agudas que Midge Ure solía hacer en sus grabaciones. Este tema vocalmente se sirve de un recurso sencillo tal como la repetición de las palabras del título de la canción para conseguir que sea pegadiza y bailable. Como ya hemos referido, la sencillez va a ser una de las características del disco, pero no tomen este aspecto como un defecto del disco, sino como una virtud. En este apartado “Sweet surrender” es un perfecto ejemplo. Tras este ejercicio de pop ligero el disco se abre camino a través de la enigmática “Dream On”. Este tema, con unos arreglos de teclado a cargo de Billy Currie más oscuros, podría haberse hecho un hueco perfectamente en el decadente, pero brillante, “Rage in Eden”. La entonación dolorosa y pesimista de Ure en este corte, acompañada con el sonido misterioso de la parte meramente instrumental, suponen el momento más íntimo del álbum. Tras este misterioso momento, se nos presenta “The prize”. Fácilmente la asociamos al sonido que aportaba la canción que abría el disco, traducido principalmente en los coros femeninos que sustentan gran parte de la duración de la pista y que se apropian de la dirección vocal del estribillo. Personalmente, estos coros me parecen mejores que los que nos encontrábamos en “Same old story”. El inicio de la canción con unos acordes de guitarra, acompasados con una tímida batería, da paso a unos arreglos de secciones de viento que dan aplomo a la canción. No obstante, en esta canción la protagonista principal es la guitarra de Midge, en lo referido a lo instrumental. Los teclados de Currie aparecen tímidamente en la parte media de la canción y el bajo de Cross se mantiene en un tercer o cuarto plano de forma casi inapreciable, excepto en algunos momentos en los que el resto de instrumentos paran para tomar un respiro. Tras esta gema pop, se presenta ante nosotros uno de los clásicos de la historia de la banda. Es el tema que muchos críticos consideran el canto del cisne de la banda y la única canción a la que dan credibilidad dentro de la obra que hoy analizamos. “All fall down” es una pieza extraña dentro del repertorio del grupo. Atemporal en su sonido, Ultravox se hizo valer de la colaboración de “The Chieftains” para dar el remate final al tema. El sonido celta de la composición, supone un guiño a los antepasados de la tierra de donde es originaria la banda, Escocia. La letra a ratos es desgarradora, con partes tales como "no hay sol para un mundo que una vez estuvo tan arriba, no soplará viento ni caera lluvia, no habrá flores para las tumbas, porque de hecho no habrá tumbas cuando todos hayamos caido", lo cual sumado a la parte musical de carácter inofensivo, le da un toque irónico al resultado final de la grabación. Midge, en sus conciertos en solitario, suele incluirla en su repertorio, dentro de la cuota que corresponden a temas dentro de su etapa en el grupo en el conjunto global de sus shows. Vocalmente Midge canta con rabia contenida, dando la perfecta entonación que esta canción se merecía para conjugar todos los matices que contiene. Estamos ante un clásico de la banda sin ningún lugar a dudas, un momento simplemente brillante. Tras escuchar el tema abanderado del disco, se nos da paso a 2 canciones simplemente estupendas. Si yo defiendo esta forma particular de escuchar la música, cogiendo discos de estudio y prestando atención al track list en su totalidad sin dejar ningún hueco, entre otras muchas razones y ejemplos, es por las 2 siguientes composiciones que nos presenta el álbum U-Vox. Hasta llegar a este momento, el alma real del grupo, que no es otro que el teclista Billy Currie, no había hecho prácticamente acto de aparición. Llegados a este momento es cuando vamos a verle aparecer definitivamente y en esta ocasión por la puerta grande. “Time to kill” empieza con guitarras, batería y bajo, pero rápidamente aparecen los teclados de Billy Currie envolviendo la canción en los momentos puntuales y apoderándose de la melodía principal del corte. Una vez más la complicación no es lo que hace grande el trabajo entregado, sino la sencillez de la melodía y las notas de teclado empleadas. Un sonido que en ocasiones nos puede recordar vagamente al 2º disco de la era Ure en la banda, en el regusto melancólico de las notas del teclado de Billy. Midge vuelve a hacerse uso de su característico juego de entonaciones graves/agudas para evitar la monotonía. La canción simplemente trata de experiencias que sirven, efectivamente, para "matar el tiempo": viajes en tren, por carretera y tertulias con amigos. La canción va decayendo lentamente perdiendo el sonido con una repetición de notas de la batería. “Moon Madness” es la hermana gemela o siamesa de la anteriormente comentada. En esta ocasión el tema empieza con unas decadentes notas de piano, de nuevo a cargo de Currie, las cuales acto seguido dan paso a la ruptura de una guitarra que a su vez deja el camino libre a unos sonidos prácticamente semejantes a los de “Time to kill”. Unas notas de teclado, sencillas, envolventes, atmosféricas, que dan cuerpo a la canción, junto a la usualmente aguerrida guitarra de Midge. Como particularidad cabe destacar el desaforado saxo que hay más o menos en la parte media de la canción. La canción diserta sobre el estado depresivo, la desidia y todo lo que a ello rodea, reflejado en versos tales como "un brillante pensamiento en una oscura habitación hace que me hunda". El evadirse de la situación y trasladarse a mejores tiempos como "imaginarnos en salvajes aventuras, imaginarnos navegando alrededor del mundo, imaginarnos con algunos felices momentos" puede ser la medicina perfecta, sin que esta deje de ser un mero espejismo, asociado al lunatismo o locura derivada de la depresión que predica la canción. Las prácticas melodías creadas en estas 2 canciones por parte de Currie son de lo más acertado por parte de Ultravox, me atrevería a decir, en toda su trayectoria. Todo ello le da un carácter melancólico, entrañable que junto a los solemnes títulos de ambas canciones, aporta un grado de seriedad y madurez al disco. Tras estos 2 excelentes temas con tanto en común, se da paso a “Follow your heart”. Puede que nos encontremos ante el tema menos brillante del disco, o que simplemente, y como ya nos ha pasado en revisiones de discos anteriores, el hecho de estar pegada a dos momentos cumbre del álbum, hace que la veamos con peores ojos de los que se debería. Midge entona la canción en un tono épico y ascendente, y en muchos casos, la letra se apoya en la reiteración del título de la canción, en esto muy parecida a la más acertada “Sweet Surrender”. Aquí el bajo de Chris y la guitarra de Midge toman el mando de la canción. Lo referido a los teclados de Billy no es tan reseñable, y el agravio comparativo con las notas y melodías existentes en las 2 canciones que la preceden es más que evidente. Midge a ratos canta con rabia en la parte final del corte y en toda la canción hace uso de su registro vocal más alto. Para el final del disco nos encontramos con el 3er. single en discordia. “All in one day” es un pasaje celestial, con un dominio pleno de la canción por parte de Currie al mando de los teclados y pianos y con un Midge que empieza grave y susurrante vocalmente, para luego entonar en forma de himno el título de la canción en lo que supone el estribillo principal del corte. Curiosamente, escuchar esta canción a día de hoy y ver que cronológicamente es la última en la discografía de la etapa de Ure en Ultravox, hace que la vea como un réquiem de la banda y adopte un carácter solemne, muy cercano a lo emotivo. La letra de la canción igualmente es emotiva y sentida y llena de esperanza. Ultravox quiso decirnos adiós con este tema y para mi gusto no hay un mejor epitafio para esta etapa de la banda. Posteriores ediciones del disco incluyen bonus tracks, ya habituales en otras remasterizaciones de discos de la banda, que no son otros que temas instrumentales, tales como “3” y la cercana al chill out “Dreams”, por citar algunos ejemplos.
Tras la grabación de este disco, ante la bajada en las ventas y la mala acogida por parte de la crítica especializada, Midge Ure y Chris Cross dejaron en la encrucijada a un solitario Billy Currie, el cual no se resignó al ver el final de su banda de toda la vida. Durante un tiempo albergó esperanzas de mantener a flote por tercera vez al grupo sacando discos como “Revelation” o “Ingenuity”, los cuales pasaron desapercibidos y para los que se rodeó de músicos que ahora mismo no sabría concretar. Tras estos intentos fallidos, el telón final para la historia de Ultravox cayó definitivamente. Las reinvenciones en el rock/pop son difíciles más allá de 2 veces (pregúntenselo a Ray Wilson y Genesis por ejemplo). Midge Ure siguió una exitosa trayectoria en solitario, editando verdaderos clásicos, consiguiendo por ejemplo un gran triunfo en 1996 con su multimillonario single “Breathe”, que fue usado por una conocida marca de relojes para una campaña publicitaria. De Chris Cross, he de reconocerlo, he perdido la pista. La última vez que me lo encontré fue en el programa “Esta es su vida”, cuando dicho programa fue dedicado precisamente a Midge.
Ultravox fueron uno de los grupos que encabezaron el movimiento techno-pop de comienzos de los ochenta. La pieza hoy escogida, se trata de un disco muy directo, que quizás iba dirigido a un colectivo más amplio que sus anteriores entregas, pero que curiosamente falló en el apartado de las ventas, hecho que propició el desmantelamiento de lo que quedaba de la formación clásica. Un hecho que suele también ayudar a mirar los discos con una cierta desidia, es lo que supone la ruptura de la formación clásica de una banda. La marcha de un componente de un grupo, cuando la formación ha sido estable durante un período largo de tiempo, suele ser más que traumática y suele acogerse con gran tristeza por parte de los fans y con escepticismo por parte de la crítica musical; véase el ejemplo de la partida de Depeche Mode de Alan Wilder en enero de 1995. Más de uno le echamos de menos en dicho grupo. Suponemos que el abandono de Warren Cann antes de la grabación del disco, haría que la prensa y los seguidores tuvieran una sensación de que el grupo estaba enfermo y por ello quizás la acogida fue más fría de lo que este álbum merecía objetivamente.
La sencillez de la obra alcanza incluso a la portada, la cual simplemente se compone de un fondo rosa y sobre el mismo en relieve el título del disco en tonos igualmente rosáceos. El disco que hoy les he introducido es el epílogo de la etapa del grupo con Midge Ure al frente. Esta afirmación se deduce más que evidente en la estructura de la discografía en esta etapa: 4 elepes, un recopilatorio y posteriormente, suelto, el disco que hoy les he analizado. Es un lp perfecto para escuchar a cualquier hora y en cualquier época del año, se adapta perfectamente a cualquier momento. Probablemente se trate de su trabajo menos arriesgado o innovador, no obstante, el resultado global de su escucha es excelente. Canciones vanguardistas y experimentales, como “Mr. X” o “Stranger within”, o cortes trepidantes y rebosantes de sonido new wave, como “The Song (We go)” o “White China”, no hacen acto de presencia en este disco. Sin necesidad de complicarse, aplicando sencillas combinaciones de instrumentos traducidas en encandiladoras melodías, se consigue dar forma a un disco injustamente olvidado en todos los niveles. Esto se demuestra en el hecho de que este disco nunca he llegado a tenerlo físicamente entre mis manos, estando actualmente más que descatalogado. Una verdadera pena.
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Uno de las características personales o curiosidades que puedo tener musicalmente, es la defensa de algunos discos que han sido masacrados, triturados, ninguneados u olvidados por la crítica dentro de la trayectoria brillante de varios grupos. En más de una ocasión procederé a echar un capote o a romper una lanza en favor de alguno de estos “patitos feos” de la historia de la música moderna y he pensado que hoy es un buen momento para iniciarnos al respecto
Para la revisión de esta semana, he tenido a bien hablarles de Ultravox. Lo más sencillo hubiera sido coger por banda el innovador “Vienna”, el lúgubre, oscurantista e imprescindible “Rage in Eden” o el superventas y exitoso “Lament”. No obstante, he querido referirme al disco menos valorado y más desconocido de la etapa “Ure” de esta formación.
La historia de Ultravox no es precisamente lineal que se diga. La banda nació asociada a una mezcla de punk y glam bajo el mando y el carisma de John Foxx. En esta primigenia formación ya estaban el batería Warren Cann y el teclista Billy Currie. Tras unos discos que se movieron por los terrenos de los géneros mencionados, la banda entró en un período incierto, en el que se llegó a disolver tras la marcha del hasta entonces líder de la banda, John Foxx, para iniciar una larga carrera en solitario. En esos momentos, finales de la década de los 70, Currie decidió enrolarse en el extravagante proyecto musical de Steve Strange, que tomó forma en la banda Visage. En dicho grupo, Currie se encontró con Midge Ure, que previamente había estado temporalmente en formaciones como Thin Lizzy. Currie, tras entablar amistad y comprobar puntos musicales en común con Midge, propuso a éste retomar el grupo que se había quedado atrás y reanimar Ultravox. Sin dejar de lado en los comienzos la actividad paralela en Visage, Ultravox inició su triunfal andadura por la primera mitad de los años 80, completando la línea clásica de componentes con el bajista Chris Cross y con un antiguo componente de la 1ª etapa de la banda, Warren Cann.
La formación creó una colección estupenda de álbumes, todos ellos jalonados de media docena de canciones imprescindibles en la historia del pop de sintetizadores, movimiento que abanderaron, tomando de esta forma distancia con la primera etapa de la historia de Ultravox. Llegados a mitad de la década y con 4 discos en el mercado, la formación decidió hacer balance sacando “The Collection”, un acertado recopilatorio con los singles que sacó el grupo desde 1980 hasta 1985. Tras este grandes éxitos, la banda sufrió una amputación, traducida en la partida de uno de los miembros fundadores del grupo. Warren Cann decidió que su etapa en la banda había acabado y por esos años incluso le veríamos colaborar con Mecano en ciertas actuaciones dentro de la gira del disco “Ya viene el sol” de dicho grupo.
Convertidos ahora en trío, la banda tenía ante sí el reto de no verse dañados en la calidad y aceptación, que hasta ahora habían tenido, a la hora de lanzar un nuevo disco. En 1986 Midge Ure, cabeza visible de la banda, ya había hecho sus pinitos en solitario, y había editado varios singles y un lp en solitario: el celebérrimo “The Gift”, que aparte incluía “If I was”, un single que fue nº 1 en el Reino Unido. Mención aparte supone la colaboración mano a mano con Bob Geldof en todo lo concerniente al acontecimiento de Live Aid.
En 1986 el trío resultante de la marcha de Cann, editó un nuevo disco titulado simplemente U-Vox. El disco supone un ejercicio de sencillez electrónica por parte de la banda. Dejando de lado los experimentos abordados en “Rage in Eden” y los retorcidos, aunque excelentes, sonidos aportados en discos anteriores, el grupo se centró en hacer un álbum menos recargado y más cristalino, intentando adaptarse a los nuevos tiempos, en los cuáles la new wave y el experimentalismo se veía muy lejos.
El disco abre con “Same old story”, uno de los singles elegidos para la promoción comercial de la obra. Se trata de una de las canciones en las que Ultravox quería poner de manifiesto que eran algo más que un grupo de sintetizadores, dando una mayor relevancia a la guitarra de Midge, concediéndole el primer plano. La canción está acompañada de unos coros femeninos en la parte del estribillo y con arreglos de viento que dan cuerpo al conjunto. Este inicio deja paso a “Sweet surrender”, una canción que supone el ya clásico juego de voces graves y agudas que Midge Ure solía hacer en sus grabaciones. Este tema vocalmente se sirve de un recurso sencillo tal como la repetición de las palabras del título de la canción para conseguir que sea pegadiza y bailable. Como ya hemos referido, la sencillez va a ser una de las características del disco, pero no tomen este aspecto como un defecto del disco, sino como una virtud. En este apartado “Sweet surrender” es un perfecto ejemplo. Tras este ejercicio de pop ligero el disco se abre camino a través de la enigmática “Dream On”. Este tema, con unos arreglos de teclado a cargo de Billy Currie más oscuros, podría haberse hecho un hueco perfectamente en el decadente, pero brillante, “Rage in Eden”. La entonación dolorosa y pesimista de Ure en este corte, acompañada con el sonido misterioso de la parte meramente instrumental, suponen el momento más íntimo del álbum. Tras este misterioso momento, se nos presenta “The prize”. Fácilmente la asociamos al sonido que aportaba la canción que abría el disco, traducido principalmente en los coros femeninos que sustentan gran parte de la duración de la pista y que se apropian de la dirección vocal del estribillo. Personalmente, estos coros me parecen mejores que los que nos encontrábamos en “Same old story”. El inicio de la canción con unos acordes de guitarra, acompasados con una tímida batería, da paso a unos arreglos de secciones de viento que dan aplomo a la canción. No obstante, en esta canción la protagonista principal es la guitarra de Midge, en lo referido a lo instrumental. Los teclados de Currie aparecen tímidamente en la parte media de la canción y el bajo de Cross se mantiene en un tercer o cuarto plano de forma casi inapreciable, excepto en algunos momentos en los que el resto de instrumentos paran para tomar un respiro. Tras esta gema pop, se presenta ante nosotros uno de los clásicos de la historia de la banda. Es el tema que muchos críticos consideran el canto del cisne de la banda y la única canción a la que dan credibilidad dentro de la obra que hoy analizamos. “All fall down” es una pieza extraña dentro del repertorio del grupo. Atemporal en su sonido, Ultravox se hizo valer de la colaboración de “The Chieftains” para dar el remate final al tema. El sonido celta de la composición, supone un guiño a los antepasados de la tierra de donde es originaria la banda, Escocia. La letra a ratos es desgarradora, con partes tales como "no hay sol para un mundo que una vez estuvo tan arriba, no soplará viento ni caera lluvia, no habrá flores para las tumbas, porque de hecho no habrá tumbas cuando todos hayamos caido", lo cual sumado a la parte musical de carácter inofensivo, le da un toque irónico al resultado final de la grabación. Midge, en sus conciertos en solitario, suele incluirla en su repertorio, dentro de la cuota que corresponden a temas dentro de su etapa en el grupo en el conjunto global de sus shows. Vocalmente Midge canta con rabia contenida, dando la perfecta entonación que esta canción se merecía para conjugar todos los matices que contiene. Estamos ante un clásico de la banda sin ningún lugar a dudas, un momento simplemente brillante. Tras escuchar el tema abanderado del disco, se nos da paso a 2 canciones simplemente estupendas. Si yo defiendo esta forma particular de escuchar la música, cogiendo discos de estudio y prestando atención al track list en su totalidad sin dejar ningún hueco, entre otras muchas razones y ejemplos, es por las 2 siguientes composiciones que nos presenta el álbum U-Vox. Hasta llegar a este momento, el alma real del grupo, que no es otro que el teclista Billy Currie, no había hecho prácticamente acto de aparición. Llegados a este momento es cuando vamos a verle aparecer definitivamente y en esta ocasión por la puerta grande. “Time to kill” empieza con guitarras, batería y bajo, pero rápidamente aparecen los teclados de Billy Currie envolviendo la canción en los momentos puntuales y apoderándose de la melodía principal del corte. Una vez más la complicación no es lo que hace grande el trabajo entregado, sino la sencillez de la melodía y las notas de teclado empleadas. Un sonido que en ocasiones nos puede recordar vagamente al 2º disco de la era Ure en la banda, en el regusto melancólico de las notas del teclado de Billy. Midge vuelve a hacerse uso de su característico juego de entonaciones graves/agudas para evitar la monotonía. La canción simplemente trata de experiencias que sirven, efectivamente, para "matar el tiempo": viajes en tren, por carretera y tertulias con amigos. La canción va decayendo lentamente perdiendo el sonido con una repetición de notas de la batería. “Moon Madness” es la hermana gemela o siamesa de la anteriormente comentada. En esta ocasión el tema empieza con unas decadentes notas de piano, de nuevo a cargo de Currie, las cuales acto seguido dan paso a la ruptura de una guitarra que a su vez deja el camino libre a unos sonidos prácticamente semejantes a los de “Time to kill”. Unas notas de teclado, sencillas, envolventes, atmosféricas, que dan cuerpo a la canción, junto a la usualmente aguerrida guitarra de Midge. Como particularidad cabe destacar el desaforado saxo que hay más o menos en la parte media de la canción. La canción diserta sobre el estado depresivo, la desidia y todo lo que a ello rodea, reflejado en versos tales como "un brillante pensamiento en una oscura habitación hace que me hunda". El evadirse de la situación y trasladarse a mejores tiempos como "imaginarnos en salvajes aventuras, imaginarnos navegando alrededor del mundo, imaginarnos con algunos felices momentos" puede ser la medicina perfecta, sin que esta deje de ser un mero espejismo, asociado al lunatismo o locura derivada de la depresión que predica la canción. Las prácticas melodías creadas en estas 2 canciones por parte de Currie son de lo más acertado por parte de Ultravox, me atrevería a decir, en toda su trayectoria. Todo ello le da un carácter melancólico, entrañable que junto a los solemnes títulos de ambas canciones, aporta un grado de seriedad y madurez al disco. Tras estos 2 excelentes temas con tanto en común, se da paso a “Follow your heart”. Puede que nos encontremos ante el tema menos brillante del disco, o que simplemente, y como ya nos ha pasado en revisiones de discos anteriores, el hecho de estar pegada a dos momentos cumbre del álbum, hace que la veamos con peores ojos de los que se debería. Midge entona la canción en un tono épico y ascendente, y en muchos casos, la letra se apoya en la reiteración del título de la canción, en esto muy parecida a la más acertada “Sweet Surrender”. Aquí el bajo de Chris y la guitarra de Midge toman el mando de la canción. Lo referido a los teclados de Billy no es tan reseñable, y el agravio comparativo con las notas y melodías existentes en las 2 canciones que la preceden es más que evidente. Midge a ratos canta con rabia en la parte final del corte y en toda la canción hace uso de su registro vocal más alto. Para el final del disco nos encontramos con el 3er. single en discordia. “All in one day” es un pasaje celestial, con un dominio pleno de la canción por parte de Currie al mando de los teclados y pianos y con un Midge que empieza grave y susurrante vocalmente, para luego entonar en forma de himno el título de la canción en lo que supone el estribillo principal del corte. Curiosamente, escuchar esta canción a día de hoy y ver que cronológicamente es la última en la discografía de la etapa de Ure en Ultravox, hace que la vea como un réquiem de la banda y adopte un carácter solemne, muy cercano a lo emotivo. La letra de la canción igualmente es emotiva y sentida y llena de esperanza. Ultravox quiso decirnos adiós con este tema y para mi gusto no hay un mejor epitafio para esta etapa de la banda. Posteriores ediciones del disco incluyen bonus tracks, ya habituales en otras remasterizaciones de discos de la banda, que no son otros que temas instrumentales, tales como “3” y la cercana al chill out “Dreams”, por citar algunos ejemplos.
Tras la grabación de este disco, ante la bajada en las ventas y la mala acogida por parte de la crítica especializada, Midge Ure y Chris Cross dejaron en la encrucijada a un solitario Billy Currie, el cual no se resignó al ver el final de su banda de toda la vida. Durante un tiempo albergó esperanzas de mantener a flote por tercera vez al grupo sacando discos como “Revelation” o “Ingenuity”, los cuales pasaron desapercibidos y para los que se rodeó de músicos que ahora mismo no sabría concretar. Tras estos intentos fallidos, el telón final para la historia de Ultravox cayó definitivamente. Las reinvenciones en el rock/pop son difíciles más allá de 2 veces (pregúntenselo a Ray Wilson y Genesis por ejemplo). Midge Ure siguió una exitosa trayectoria en solitario, editando verdaderos clásicos, consiguiendo por ejemplo un gran triunfo en 1996 con su multimillonario single “Breathe”, que fue usado por una conocida marca de relojes para una campaña publicitaria. De Chris Cross, he de reconocerlo, he perdido la pista. La última vez que me lo encontré fue en el programa “Esta es su vida”, cuando dicho programa fue dedicado precisamente a Midge.
Ultravox fueron uno de los grupos que encabezaron el movimiento techno-pop de comienzos de los ochenta. La pieza hoy escogida, se trata de un disco muy directo, que quizás iba dirigido a un colectivo más amplio que sus anteriores entregas, pero que curiosamente falló en el apartado de las ventas, hecho que propició el desmantelamiento de lo que quedaba de la formación clásica. Un hecho que suele también ayudar a mirar los discos con una cierta desidia, es lo que supone la ruptura de la formación clásica de una banda. La marcha de un componente de un grupo, cuando la formación ha sido estable durante un período largo de tiempo, suele ser más que traumática y suele acogerse con gran tristeza por parte de los fans y con escepticismo por parte de la crítica musical; véase el ejemplo de la partida de Depeche Mode de Alan Wilder en enero de 1995. Más de uno le echamos de menos en dicho grupo. Suponemos que el abandono de Warren Cann antes de la grabación del disco, haría que la prensa y los seguidores tuvieran una sensación de que el grupo estaba enfermo y por ello quizás la acogida fue más fría de lo que este álbum merecía objetivamente.
La sencillez de la obra alcanza incluso a la portada, la cual simplemente se compone de un fondo rosa y sobre el mismo en relieve el título del disco en tonos igualmente rosáceos. El disco que hoy les he introducido es el epílogo de la etapa del grupo con Midge Ure al frente. Esta afirmación se deduce más que evidente en la estructura de la discografía en esta etapa: 4 elepes, un recopilatorio y posteriormente, suelto, el disco que hoy les he analizado. Es un lp perfecto para escuchar a cualquier hora y en cualquier época del año, se adapta perfectamente a cualquier momento. Probablemente se trate de su trabajo menos arriesgado o innovador, no obstante, el resultado global de su escucha es excelente. Canciones vanguardistas y experimentales, como “Mr. X” o “Stranger within”, o cortes trepidantes y rebosantes de sonido new wave, como “The Song (We go)” o “White China”, no hacen acto de presencia en este disco. Sin necesidad de complicarse, aplicando sencillas combinaciones de instrumentos traducidas en encandiladoras melodías, se consigue dar forma a un disco injustamente olvidado en todos los niveles. Esto se demuestra en el hecho de que este disco nunca he llegado a tenerlo físicamente entre mis manos, estando actualmente más que descatalogado. Una verdadera pena.