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viernes, 25 de julio de 2008

1986 Ultravox - U-Vox

Esta semana vamos con un día de adelanto debido a asuntos personales. Por ello, he decidido adelantar la publicación para no dejar esta semana en blanco. Igualmente, la próxima entrega probablemente sea para el domingo 3 o lunes 4 de agosto por los mismos motivos. Tras esta explicación sobre la alteración del día de entrega de las revisiones, vayamos al grano.

Uno de las características personales o curiosidades que puedo tener musicalmente, es la defensa de algunos discos que han sido masacrados, triturados, ninguneados u olvidados por la crítica dentro de la trayectoria brillante de varios grupos. En más de una ocasión procederé a echar un capote o a romper una lanza en favor de alguno de estos “patitos feos” de la historia de la música moderna y he pensado que hoy es un buen momento para iniciarnos al respecto

Para la revisión de esta semana, he tenido a bien hablarles de Ultravox. Lo más sencillo hubiera sido coger por banda el innovador “Vienna”, el lúgubre, oscurantista e imprescindible “Rage in Eden” o el superventas y exitoso “Lament”. No obstante, he querido referirme al disco menos valorado y más desconocido de la etapa “Ure” de esta formación.

La historia de Ultravox no es precisamente lineal que se diga. La banda nació asociada a una mezcla de punk y glam bajo el mando y el carisma de John Foxx. En esta primigenia formación ya estaban el batería Warren Cann y el teclista Billy Currie. Tras unos discos que se movieron por los terrenos de los géneros mencionados, la banda entró en un período incierto, en el que se llegó a disolver tras la marcha del hasta entonces líder de la banda, John Foxx, para iniciar una larga carrera en solitario. En esos momentos, finales de la década de los 70, Currie decidió enrolarse en el extravagante proyecto musical de Steve Strange, que tomó forma en la banda Visage. En dicho grupo, Currie se encontró con Midge Ure, que previamente había estado temporalmente en formaciones como Thin Lizzy. Currie, tras entablar amistad y comprobar puntos musicales en común con Midge, propuso a éste retomar el grupo que se había quedado atrás y reanimar Ultravox. Sin dejar de lado en los comienzos la actividad paralela en Visage, Ultravox inició su triunfal andadura por la primera mitad de los años 80, completando la línea clásica de componentes con el bajista Chris Cross y con un antiguo componente de la 1ª etapa de la banda, Warren Cann.

La formación creó una colección estupenda de álbumes, todos ellos jalonados de media docena de canciones imprescindibles en la historia del pop de sintetizadores, movimiento que abanderaron, tomando de esta forma distancia con la primera etapa de la historia de Ultravox. Llegados a mitad de la década y con 4 discos en el mercado, la formación decidió hacer balance sacando “The Collection”, un acertado recopilatorio con los singles que sacó el grupo desde 1980 hasta 1985. Tras este grandes éxitos, la banda sufrió una amputación, traducida en la partida de uno de los miembros fundadores del grupo. Warren Cann decidió que su etapa en la banda había acabado y por esos años incluso le veríamos colaborar con Mecano en ciertas actuaciones dentro de la gira del disco “Ya viene el sol” de dicho grupo.

Convertidos ahora en trío, la banda tenía ante sí el reto de no verse dañados en la calidad y aceptación, que hasta ahora habían tenido, a la hora de lanzar un nuevo disco. En 1986 Midge Ure, cabeza visible de la banda, ya había hecho sus pinitos en solitario, y había editado varios singles y un lp en solitario: el celebérrimo “The Gift”, que aparte incluía “If I was”, un single que fue nº 1 en el Reino Unido. Mención aparte supone la colaboración mano a mano con Bob Geldof en todo lo concerniente al acontecimiento de Live Aid.

En 1986 el trío resultante de la marcha de Cann, editó un nuevo disco titulado simplemente U-Vox. El disco supone un ejercicio de sencillez electrónica por parte de la banda. Dejando de lado los experimentos abordados en “Rage in Eden” y los retorcidos, aunque excelentes, sonidos aportados en discos anteriores, el grupo se centró en hacer un álbum menos recargado y más cristalino, intentando adaptarse a los nuevos tiempos, en los cuáles la new wave y el experimentalismo se veía muy lejos.

El disco abre con “Same old story”, uno de los singles elegidos para la promoción comercial de la obra. Se trata de una de las canciones en las que Ultravox quería poner de manifiesto que eran algo más que un grupo de sintetizadores, dando una mayor relevancia a la guitarra de Midge, concediéndole el primer plano. La canción está acompañada de unos coros femeninos en la parte del estribillo y con arreglos de viento que dan cuerpo al conjunto. Este inicio deja paso a “Sweet surrender”, una canción que supone el ya clásico juego de voces graves y agudas que Midge Ure solía hacer en sus grabaciones. Este tema vocalmente se sirve de un recurso sencillo tal como la repetición de las palabras del título de la canción para conseguir que sea pegadiza y bailable. Como ya hemos referido, la sencillez va a ser una de las características del disco, pero no tomen este aspecto como un defecto del disco, sino como una virtud. En este apartado “Sweet surrender” es un perfecto ejemplo. Tras este ejercicio de pop ligero el disco se abre camino a través de la enigmática “Dream On”. Este tema, con unos arreglos de teclado a cargo de Billy Currie más oscuros, podría haberse hecho un hueco perfectamente en el decadente, pero brillante, “Rage in Eden”. La entonación dolorosa y pesimista de Ure en este corte, acompañada con el sonido misterioso de la parte meramente instrumental, suponen el momento más íntimo del álbum. Tras este misterioso momento, se nos presenta “The prize”. Fácilmente la asociamos al sonido que aportaba la canción que abría el disco, traducido principalmente en los coros femeninos que sustentan gran parte de la duración de la pista y que se apropian de la dirección vocal del estribillo. Personalmente, estos coros me parecen mejores que los que nos encontrábamos en “Same old story”. El inicio de la canción con unos acordes de guitarra, acompasados con una tímida batería, da paso a unos arreglos de secciones de viento que dan aplomo a la canción. No obstante, en esta canción la protagonista principal es la guitarra de Midge, en lo referido a lo instrumental. Los teclados de Currie aparecen tímidamente en la parte media de la canción y el bajo de Cross se mantiene en un tercer o cuarto plano de forma casi inapreciable, excepto en algunos momentos en los que el resto de instrumentos paran para tomar un respiro. Tras esta gema pop, se presenta ante nosotros uno de los clásicos de la historia de la banda. Es el tema que muchos críticos consideran el canto del cisne de la banda y la única canción a la que dan credibilidad dentro de la obra que hoy analizamos. “All fall down” es una pieza extraña dentro del repertorio del grupo. Atemporal en su sonido, Ultravox se hizo valer de la colaboración de “The Chieftains” para dar el remate final al tema. El sonido celta de la composición, supone un guiño a los antepasados de la tierra de donde es originaria la banda, Escocia. La letra a ratos es desgarradora, con partes tales como "no hay sol para un mundo que una vez estuvo tan arriba, no soplará viento ni caera lluvia, no habrá flores para las tumbas, porque de hecho no habrá tumbas cuando todos hayamos caido", lo cual sumado a la parte musical de carácter inofensivo, le da un toque irónico al resultado final de la grabación. Midge, en sus conciertos en solitario, suele incluirla en su repertorio, dentro de la cuota que corresponden a temas dentro de su etapa en el grupo en el conjunto global de sus shows. Vocalmente Midge canta con rabia contenida, dando la perfecta entonación que esta canción se merecía para conjugar todos los matices que contiene. Estamos ante un clásico de la banda sin ningún lugar a dudas, un momento simplemente brillante. Tras escuchar el tema abanderado del disco, se nos da paso a 2 canciones simplemente estupendas. Si yo defiendo esta forma particular de escuchar la música, cogiendo discos de estudio y prestando atención al track list en su totalidad sin dejar ningún hueco, entre otras muchas razones y ejemplos, es por las 2 siguientes composiciones que nos presenta el álbum U-Vox. Hasta llegar a este momento, el alma real del grupo, que no es otro que el teclista Billy Currie, no había hecho prácticamente acto de aparición. Llegados a este momento es cuando vamos a verle aparecer definitivamente y en esta ocasión por la puerta grande. “Time to kill” empieza con guitarras, batería y bajo, pero rápidamente aparecen los teclados de Billy Currie envolviendo la canción en los momentos puntuales y apoderándose de la melodía principal del corte. Una vez más la complicación no es lo que hace grande el trabajo entregado, sino la sencillez de la melodía y las notas de teclado empleadas. Un sonido que en ocasiones nos puede recordar vagamente al 2º disco de la era Ure en la banda, en el regusto melancólico de las notas del teclado de Billy. Midge vuelve a hacerse uso de su característico juego de entonaciones graves/agudas para evitar la monotonía. La canción simplemente trata de experiencias que sirven, efectivamente, para "matar el tiempo": viajes en tren, por carretera y tertulias con amigos. La canción va decayendo lentamente perdiendo el sonido con una repetición de notas de la batería. “Moon Madness” es la hermana gemela o siamesa de la anteriormente comentada. En esta ocasión el tema empieza con unas decadentes notas de piano, de nuevo a cargo de Currie, las cuales acto seguido dan paso a la ruptura de una guitarra que a su vez deja el camino libre a unos sonidos prácticamente semejantes a los de “Time to kill”. Unas notas de teclado, sencillas, envolventes, atmosféricas, que dan cuerpo a la canción, junto a la usualmente aguerrida guitarra de Midge. Como particularidad cabe destacar el desaforado saxo que hay más o menos en la parte media de la canción. La canción diserta sobre el estado depresivo, la desidia y todo lo que a ello rodea, reflejado en versos tales como "un brillante pensamiento en una oscura habitación hace que me hunda". El evadirse de la situación y trasladarse a mejores tiempos como "imaginarnos en salvajes aventuras, imaginarnos navegando alrededor del mundo, imaginarnos con algunos felices momentos" puede ser la medicina perfecta, sin que esta deje de ser un mero espejismo, asociado al lunatismo o locura derivada de la depresión que predica la canción. Las prácticas melodías creadas en estas 2 canciones por parte de Currie son de lo más acertado por parte de Ultravox, me atrevería a decir, en toda su trayectoria. Todo ello le da un carácter melancólico, entrañable que junto a los solemnes títulos de ambas canciones, aporta un grado de seriedad y madurez al disco. Tras estos 2 excelentes temas con tanto en común, se da paso a “Follow your heart”. Puede que nos encontremos ante el tema menos brillante del disco, o que simplemente, y como ya nos ha pasado en revisiones de discos anteriores, el hecho de estar pegada a dos momentos cumbre del álbum, hace que la veamos con peores ojos de los que se debería. Midge entona la canción en un tono épico y ascendente, y en muchos casos, la letra se apoya en la reiteración del título de la canción, en esto muy parecida a la más acertada “Sweet Surrender”. Aquí el bajo de Chris y la guitarra de Midge toman el mando de la canción. Lo referido a los teclados de Billy no es tan reseñable, y el agravio comparativo con las notas y melodías existentes en las 2 canciones que la preceden es más que evidente. Midge a ratos canta con rabia en la parte final del corte y en toda la canción hace uso de su registro vocal más alto. Para el final del disco nos encontramos con el 3er. single en discordia. “All in one day” es un pasaje celestial, con un dominio pleno de la canción por parte de Currie al mando de los teclados y pianos y con un Midge que empieza grave y susurrante vocalmente, para luego entonar en forma de himno el título de la canción en lo que supone el estribillo principal del corte. Curiosamente, escuchar esta canción a día de hoy y ver que cronológicamente es la última en la discografía de la etapa de Ure en Ultravox, hace que la vea como un réquiem de la banda y adopte un carácter solemne, muy cercano a lo emotivo. La letra de la canción igualmente es emotiva y sentida y llena de esperanza. Ultravox quiso decirnos adiós con este tema y para mi gusto no hay un mejor epitafio para esta etapa de la banda. Posteriores ediciones del disco incluyen bonus tracks, ya habituales en otras remasterizaciones de discos de la banda, que no son otros que temas instrumentales, tales como “3” y la cercana al chill out “Dreams”, por citar algunos ejemplos.

Tras la grabación de este disco, ante la bajada en las ventas y la mala acogida por parte de la crítica especializada, Midge Ure y Chris Cross dejaron en la encrucijada a un solitario Billy Currie, el cual no se resignó al ver el final de su banda de toda la vida. Durante un tiempo albergó esperanzas de mantener a flote por tercera vez al grupo sacando discos como “Revelation” o “Ingenuity”, los cuales pasaron desapercibidos y para los que se rodeó de músicos que ahora mismo no sabría concretar. Tras estos intentos fallidos, el telón final para la historia de Ultravox cayó definitivamente. Las reinvenciones en el rock/pop son difíciles más allá de 2 veces (pregúntenselo a Ray Wilson y Genesis por ejemplo). Midge Ure siguió una exitosa trayectoria en solitario, editando verdaderos clásicos, consiguiendo por ejemplo un gran triunfo en 1996 con su multimillonario single “Breathe”, que fue usado por una conocida marca de relojes para una campaña publicitaria. De Chris Cross, he de reconocerlo, he perdido la pista. La última vez que me lo encontré fue en el programa “Esta es su vida”, cuando dicho programa fue dedicado precisamente a Midge.

Ultravox fueron uno de los grupos que encabezaron el movimiento techno-pop de comienzos de los ochenta. La pieza hoy escogida, se trata de un disco muy directo, que quizás iba dirigido a un colectivo más amplio que sus anteriores entregas, pero que curiosamente falló en el apartado de las ventas, hecho que propició el desmantelamiento de lo que quedaba de la formación clásica. Un hecho que suele también ayudar a mirar los discos con una cierta desidia, es lo que supone la ruptura de la formación clásica de una banda. La marcha de un componente de un grupo, cuando la formación ha sido estable durante un período largo de tiempo, suele ser más que traumática y suele acogerse con gran tristeza por parte de los fans y con escepticismo por parte de la crítica musical; véase el ejemplo de la partida de Depeche Mode de Alan Wilder en enero de 1995. Más de uno le echamos de menos en dicho grupo. Suponemos que el abandono de Warren Cann antes de la grabación del disco, haría que la prensa y los seguidores tuvieran una sensación de que el grupo estaba enfermo y por ello quizás la acogida fue más fría de lo que este álbum merecía objetivamente.

La sencillez de la obra alcanza incluso a la portada, la cual simplemente se compone de un fondo rosa y sobre el mismo en relieve el título del disco en tonos igualmente rosáceos. El disco que hoy les he introducido es el epílogo de la etapa del grupo con Midge Ure al frente. Esta afirmación se deduce más que evidente en la estructura de la discografía en esta etapa: 4 elepes, un recopilatorio y posteriormente, suelto, el disco que hoy les he analizado. Es un lp perfecto para escuchar a cualquier hora y en cualquier época del año, se adapta perfectamente a cualquier momento. Probablemente se trate de su trabajo menos arriesgado o innovador, no obstante, el resultado global de su escucha es excelente. Canciones vanguardistas y experimentales, como “Mr. X” o “Stranger within”, o cortes trepidantes y rebosantes de sonido new wave, como “The Song (We go)” o “White China”, no hacen acto de presencia en este disco. Sin necesidad de complicarse, aplicando sencillas combinaciones de instrumentos traducidas en encandiladoras melodías, se consigue dar forma a un disco injustamente olvidado en todos los niveles. Esto se demuestra en el hecho de que este disco nunca he llegado a tenerlo físicamente entre mis manos, estando actualmente más que descatalogado. Una verdadera pena.
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sábado, 19 de julio de 2008

17-07-2008. Concierto Bruce Springsteen. Madrid

Para esta semana, al igual que en la anterior, tenemos ración doble. No obstante, no se malacostumbren, ya que a la vista no tengo de momento más conciertos a los que ir, ya que la asistencia a las inmediaciones del Parque Juan Carlos I, lugar donde se celebra el Saturday Night Fiber, esta noche para solamente escuchar desde fuera la “posible o probable” actuación de Morrissey, no lo considero asistencia a concierto. Por desgracia, la volatilidad emocional de este artista, hace que no me fíe un pelo de su comparecencia a los conciertos que programa (pregúntenselo a los donostiarras en 1985 y a los “fiberos” en 2004). Y claro, al ser un festival, si Morrissey no va, pero van el resto de artistas, el importe de la entrada no te lo devuelven, aunque tú vayas principalmente por ver a “la buena Mozza”. Pero bueno, de esto no pretendo hablarles, pasemos a lo que realmente nos atañe.

El pasado día jueves día 17 de julio de 2008, tuvimos la suerte de ser unos de los más de 60000 afortunados que tuvimos acceso al recinto en el que se había citado la E-Street Band, con su jefe al frente, para dar un recital de prácticamente 3 horas. Bruce Springsteen ya había escogido Madrid allá por el mes de noviembre del pasado año, para ofrecer un concierto dentro de su gira mundial, con motivo del lanzamiento de su último disco “Magic”. En aquella ocasión, el Boss escogió el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, un recinto que en el mejor de los casos puede dar cobijo a 13000 personas para una actuación musical. Para dicha fecha fue imposible coger entrada, o por lo menos muy difícil, y los intentos realizados fracasaron, por lo que no pudimos presenciar aquel espectáculo que, curiosamente, “solamente” duró alrededor de 2 horas. Bruce parece ser que no se quedó a gusto, y como ya hiciera en su último tour con su magnífica banda allá por el año 2002 y 2003, esto sólo era un aperitivo de las entregas definitivas, lo único que en aquella ocasión, el jefe eligió a su amada Barcelona para aquel anticipo.

Poco después de aquel concierto, se dieron a conocer las fechas de una minigira en nuestro país entablada dentro del Magic Tour, que tendría lugar en verano. Para esta ocasión, Bruce ya demostraba que vendría muy en serio y escogió un lugar que permitiera desplegar el total de la fuerza de su directo, y mostrárselo a una audiencia mayor de la que pudo acceder en noviembre de 2007. Evidentemente, aquí sí que fue algo más asequible adquirir entradas y las mismas pudieron conseguirse en una primera entrega durante 2 días, y hará cosa de 2 meses hubo una ampliación de aforo debido a que el escenario no iba a ocupar tanto espacio como el previsto y se podía hacer más hueco a la gente. La accesibilidad, no obstante fue de cara a comprar los asientos reservados (que se repartían la entrada de menor y mayor cuantía monetaria), lo referido al pie de pista no lo llegué a ver disponible, por lo que nos tocaría ver a Bruce desde una posición no muy cercana. Mi experiencia previa con el Boss, en lo que fue su concierto en el estadio de la Peineta en mayo de 2003, me demostraba una posibilidad de acabar en el pie de pista con algo de suerte. Para mi decepción, ayer comprobamos que la estructura del recinto es excesivamente cuadriculada, laberíntica y hecha aposta para que no puedas cambiar de nivel, todo ello acompañado de un más que excesivo despliegue de seguridad. Esto propició que lo único que pudimos hacer, fue avanzar lateralmente de cara al escenario y pasar del 4º al 3er anfiteatro, logrando una ligera mejora en la nitidez de vista en la lejanía.

Tras unos intentos fallidos de conseguir quedarnos afincados en unas y otras localidades, y movernos alrededor de la zona de avance de unos a otros asientos libres a medida que la gente los reclamaba entrada en mano, conseguimos dar con unos que finalmente no tuvieron dueño que reclamara su uso. La espera se hacía larga. En la entrada se anunciaba que Bruce y su gente aparecería en el escenario a las 21.30h, pues bien, eran las 22h y todavía no había rastro del jefe y los suyos. Pocos instantes después de las 22h, por fin el Boss y la E-Street Band irrumpieron el escenario. Unas notas de piano y el recinto con las luces apagadas, hicieron que se comenzara a desatar la histeria que terminó por explotar en el momento en el que pasaron al primer plano los protagonistas de la noche.

Springsteen quería demostrar que no venía a especular y para iniciar el track list escogió la enérgica “Night”, perteneciente a su mítico disco de 1975 “Born to run”. Desde el primer momento, a todos los componentes se les vio muy metidos en el show y la interpretación de este primer tema nos dejó sin aliento con apenas unos minutos de actuación. Acto seguido el concierto avanzó con “Radio Nowhere”, el vital y rockero primer single del último disco del Boss junto a la E-Street Band. Aquí el grueso total de la audiencia se entregó definitivamente, ya que el primer tema es sólo conocido para la gente que, como ya comenté en el artículo introductorio del blog, ha ido más allá de los “Greatest Hits” y “The Essential” que tiene este monstruo del rock. Con toda la gente ya metida en materia y tomando conciencia de lo que estábamos empezando a vivir, Bruce decidió proseguir su recital con "Lonesome day”, canción abanderada del disco previo grabado en estudio con la banda, que culminó un inicio de concierto apabullante. En este último tema, la parte posterior al estribillo: “It’s allright, it’s allright, its allright, yeah!”, coreada por las más de 60000 personas allí presentes y con un juego de luces que deslumbraba al llegar el “yeah”, causaba una sensación que ponía los pelos de punta. El jefe puso fin al bloque inicial con “The promise land”, otro tema que hizo las delicias de gran parte de la audiencia.

Dentro de su habitual buen rollo con la gente y su cercanía, Springsteen se dirigió al gentío en castellano, recordándonos que somos los actuales campeones de la Eurocopa de fútbol, ante lo cual, por si todavía no lo había hecho, se guardó al público en el bolsillo. Otro de los detalles curiosos y sorpresas agradables que el jefe nos reservaba para esta ocasión, fue el hecho de recoger pancartas con canciones que el público solicitaba y conceder alguna de ellas. Algún suspicaz puede decir que tras recoger del orden de 15 cartones, fuera buscando alguna que tuviera la banda preparada y hacer el efecto que suele ocurrir cuando te hacen un juego de “magia” de cartas, y te dicen “¿a que era la carta que habías elegido?”, no obstante, no vamos a poner en duda la honradez de Bruce, que yo creo que llegado a estas alturas está fuera de toda duda, y secundaremos el título de su último disco y de la propia gira, diciendo que el Boss hizo “Magia” para los que allí nos congregamos.

De sus primeros “trucos”, se sacó de la chistera una pancarta que “por favor” pedía que se nos entregara “Brilliant disguise”. Un tema que más de alguno no esperaría ni en broma que apareciera por allí esa noche. La versión fue excelente y para entonces la acústica, que al comienzo del show no se había demostrado muy buena, ya no sonaba tan mal o a lo mejor es que nuestros oídos ya habían cogido el punto o la onda con la que había que escuchar. Fue uno de los momentos más emotivos de la noche y una de las interpretaciones más profesionales y fidedignas al original de estudio que nos entregó Bruce en esta ocasión. Dentro de la emotividad, reseñable y obligado de hablar, es el momento en el que apareció “The River”. Otro de los instantes en que las sensaciones estaban a flor de piel y de mayor comunión entre grupo y audiencia.

Para cerrar el apartado de los ases de la manga, más adelante en el show, el jefe nos enseñó otro letrerito confeccionado a base de rotulador y cartón que ponía “Cover me”. Excelente 2º corte dentro del multimillonario disco “Born in the U.S.A.” que sonó al menos 3 puntos de intensidad por encima de lo que es la versión de estudio. Este tema es uno de las joyas ocultas que no fueron single que tiene este disco, y el hecho de que a alguien de la audiencia se le ocurriera pedirla (desde aquí mis agradecimientos) y que el Boss tuviera a bien interpretarla, supuso una de las sorpresas de la noche. Encadenando esto con el apartado de las sorpresas que nos deparaba la noche, desde mi punto de vista la mayor la supuso “Because the night”, un tema que popularizó en directo el jefe en los atronadores conciertos de los años 80 y que ayer apareció tras una introducción a base de piano. Este tema supuso el lucimiento personal del guitarrista Nils Lofgren, el cual dispuso de más de un minuto de un excelente solo de guitarra, que nos dejó a gran parte de la audiencia embobados con la destreza que este músico tiene a las cuerdas. Si Bruce es el Boss, es porque sabe delegar la responsabilidad en sus subordinados en los momentos que procede y siempre de forma magistral.

Quizás otro tema que, por lo menos al inicio de la gira no se esperaba, pero que tras ver revisiones de otros shows previos de otras ciudades se podía prever que cayera, fue “Tunnel of love”. Este tema supuso el momento más tierno y de mayor complicidad que tuvo Bruce al lado de su amada Patti Scialfa. Suponemos que el hecho de que esta canción fuera grabada en los comienzos de su relación sentimental, les traerá buenos recuerdos a esta pareja de enamorados.

Del disco nuevo, Magic, Bruce decidió incluir aparte de la ya mencionada “Radio Nowhere”, 3 canciones. “Livin’ in the future”, la cual introdujo con un discurso político en castellano, referiéndose a la pérdida de derechos civiles sufridos en su país de origen y ante lo que dijo “por lo que tendremos que luchar”. Suponemos que todo aquel movimiento de “Vote for change” que Springsteen secundó con las Dixie Chicks y R.E.M. entre otros, no habrá caido en saco roto. “Last to die” fue otro de los cortes escogidos para presentar su última obra y como ya era de esperar, sonó con la misma fuerza que lo hace en estudio. Otro momento para las novedades lo supuso la emotiva “Long walk home”. Quizás este fue la única ocasión de lucimiento personal del sr. Steve Van Zandt, el magnífico y carismático guitarrista del pañuelo en la cabeza, que ayer me dio la impresión que más que en un 2º plano estuvo en un tercero o cuarto. En esta canción Bruce delegó en Steve la parte vocal de alguna estrofa del estribillo, y quizás fue la ocasión que más tuvimos ocasión de ver a este gesticulante guitarrista, que en otras giras le vimos más participativo. Ni siquiera en la proyección de las pantallas aparecía demasiado y fue un hecho que me resulto extraño a lo largo de todo el concierto, máxime cuando esta canción fue de la recta final del concierto. Previamente Steve se veía a veces reforzado por la “1ª dama” miss Scialfa que se sumaba en su micro para corear a dúo. Ya se sabe que donde manda Boss no manda Steve… Igualmente y a continuación, vino el clásico “Badlands”, en el que Steve siguió ejerciendo el papel de gregario de lujo del Boss, que era más evidente en giras anteriores, como por ejemplo en aquel concierto de mayo de 2003 que disfrutamos por aquí. Esta canción apareció ya con más de 2 horas a las espaldas, con el cansancio que ello supone. Aún así, hizo levantar a todo el público y que la mayoría de la gente empezara a dar botes con los primeros acordes del tema. Ya aprovechando que hemos hablado del sr. Van Zandt, quisiera comentar algo más de otros 2 miembros igualmente carismáticos y queridos de la banda. Mister “200 kgs de humanidad”, como dijo en su día Julián Ruíz en su magnífico programa y referente personal “Plásticos y Decibelios”, es decir, Clarence Clemons, estuvo como siempre sensacional. Sus notas de saxo le dan ese toque romántico y clásico a las canciones del Boss y por otro lado en alguna que otra ocasión se acercó al micro del jefe para pronunciar algunas palabras con su acongojante voz. El momento en el que pasó a primer plano con su primer solo de saxo, enloqueció a la audiencia, que sin dudarlo en ningún momento, se rindió los pies de este gran hombre en todos los sentidos. Por otro lado, el sr. Max Weinberg, llevó perfectamente el peso rítmico de base con su batería y se mantuvo a un excelente nivel musical y de intensidad a lo largo de todo el concierto, todo ello desde su posición en el escenario guardando las espaldas al resto de la banda.

Para la parte final y los bises hicieron acto de aparición los grandes bombazos de la noche. Además de la ya comentada “Badlands”, para cerrar lo correspondiente al set list principal antes de los bises, apareció la épica y mítica “Born to run”. Me da la impresión que la intensidad de esta ocasión al interpretar este clásico no estuvo a la altura de tiempos pasados. Es evidente que el tema llega casi pasadas las 2 horas y media de show y que los componentes de la E-Street Band y el propio Bruce ya tienen una edad y llegados a estos momentos es lógico que mínimamente se baje un poquito el listón, de lo contrario estaríamos hablando de seres sobrenaturales, y al fin y al cabo son humanos. Ya en los bises nos dimos de frente con “Dancing in the dark”. Es una canción que es perfecta para el final de concierto. Vital, alegre, pegadiza y bailable es uno de las ocasiones que más felicidad y plenitud aportan a la audiencia.

Para los 2 últimos temas nos encontramos con un tema inédito, que se acompañó de letra en la pantalla para que la gente pudiera cantarla y la versión de “Twist and shout” de The Beatles para cerrar el show definitivamente. La versión es bastante buena y además daba la ocasión perfecta para la participación del público, no obstante, he de apuntar que desde mi humilde (y quizás, discutible) óptica personal, esta versión debería haber aparecido mejor un poco antes y dejar para el cierre del show algún tema propio de Springsteen, que nos hiciera irnos con un mejor y más genuino sabor de boca, como ya hicieran en 2003 cuando tras “Dancing in the dark” se entonó “Darlington County” del “Born in the U.S.A.”. Por otro lado, y como ya me ha comentado algún allegado, el Boss puede hacer prácticamente lo que le venga en gana. Era la 1 de la madrugada y la fiesta tocaba a su fin.

El concierto incluyó otras canciones como “Mary’s Place”, “The Rising”, la sobrecogedora “Jungleland” y otras más. No obstante, no vamos a proceder a una revisión una a una de todas las canciones, ya que de lo contrario, el artículo sería más extenso de lo que ya vienen siendo habituales mis reflexiones y revisar este concierto de 3 horas les podría suponer estar pegados a la pantalla un tiempo que no sería del todo saludable. A continuación les dejo el set list completo para que tengan la referencia de lo que fue esquemáticamente el espectáculo:
Night, Radio Nowhere, Lonesome Day, The Promised Land, Spirit In The Night, Summertime Blues, Brilliant Disguise, The River, Cover Me, Trapped, No Surrender, Out In The Street, Because The Night, Cadillac Ranch, Livin' In The Future, Mary's Place, Tunnel of Love, The Rising, Last To Die, Long Walk Home, Badlands, Jungleland, Seven Nights To Rock, Born To Run, Bobby Jean, Dancing In The Dark, American Land, Twist And Shout.

Me he permitido el lujo de hacerles un esbozo de lo que fue el acontecimiento, desgranando los temas más destacables y completando todo ello con algunos detalles del concierto, tales como el momento en el que el Boss cogió en brazos a una fan, el instante en el que toda la banda se subió en una de las pasarelas en las que estaban rodeadas por el público al final del show y el ya clásico derrape o patinazo de rodillas del Boss a lo largo del escenario. 59 años parecen no ser nada para este hombre. Igualmente, el orden de comentario de las canciones que hemos seguido, no es del todo cronológico como hacemos habitualmente con las revisiones de discos, ya que he estimado conveniente comentar las canciones unidas entre sí por temas, aspectos o detalles que he considerado comunes.

De este espectacular y grandioso concierto, en el apartado de lo mejorable, quizás la demora en el comienzo del show es una de las cosas a comentar. Este hecho quizás pueda interpretarse por algunos como una falta de respeto hacia el público, más que el hecho de hacerse querer, ya que no fueron 10 minutos, sino algo más de media hora. Eso sí, este hombre, una vez más haciendo honor al título de su último disco, posteriormente, como si de magia se tratase, con el despliegue de su espectáculo hace que ni te acuerdes de esos detalles. El otro punto que ya hemos comentado, fue el tema escogido para el final de la actuación, ya que a mi gusto y al de otros muchos, lo esperado hubiera sido un clásico inolvidable para irnos levitando del recinto hacia nuestras casas. Respecto a la estructura del concierto, creo que Bruce cuando va con toda la banda, lo que no hace es dejar un respiro a los músicos y quedarse él solo en el escenario, quizás acompañado de algún otro miembro para acompañamiento, y entonar así algún tema acústico inolvidable como “I’m on fire”, “Streets of Philadelphia” o cualquiera de “Nebraska”, por ejemplo. En esto, su alumno aventajado español, Carlos Goñi, es un experto en sus shows y siempre deja un espacio al sonido íntimo y acústico. Los cortes acústicos mencionados los suele dejar el Boss para cuando se aventura en solitario en la carretera, y quizás es una pena que debido a esa separación no dispongamos de una experiencia global de lo que es Springsteen en un solo show.

En definitiva, el resultado global de la experiencia es más que altamente satisfactorio. Realizando una comparativa con el set list que disfrutamos hace 5 años, la selección es más de mi agrado, lo único que puede desembocar en un ligero y escueto reproche es la distribución y posición de los temas, focalizado principalmente en lo comentado de la canción escogida para el cierre.

El jefe triunfó en su visita a Madrid por todo lo alto, como viene siendo habitual. Nunca decepciona y lejos de este extremo, ofrece siempre un espectáculo que muy pocos artistas pueden conceder al público que asista a sus recitales. Bruce Springsteen y la E-Street Band disfrutan de una excelente salud y siguen ofreciendo unos conciertos dignos de una leyenda en activo del rock. Se podría decir, tomando prestadas las palabras años atrás de un particular periodista con motivo de una de las visitas anteriores del Boss, que: llegó “Huracán” Springsteen, no quedó nada, arrasó con todo. Confiemos en que a Bruce le quede alguna bala en la recámara y que no sea la última vez que la E-Street Band se ponga a sus ordenes, las del jefe, para dar la vuelta al mundo con su espectáculo y que otra vez se den una vuelta por estos andurriales. Gracias Bruce, esperamos que vuelvas pronto.
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1983 Spandau Ballet - True

Recomiendo que para el disco de hoy dejen de lado los reproches asociados a la comercialidad de la música y cosas parecidas, ya que de lo contrario, mal lo llevaremos. He estimado preciso que tras las anteriores revisiones, pasemos a alguna que sea algo más llevadera y menos sesuda que las precedentes, más que nada para darnos un respiro. Spandau Ballet era una banda que surgió en Inglaterra en plena new wave y cuyos sonidos podían asociarse a un pop-rock vital, enérgico y bailable en lo que se refiere a su primer disco “Journeys to Glory” (título nada pretencioso) y que posteriomente viró a un sonido cercano al jazz, soul e incluso al funk en su 2º disco “Diamond”.

En 1983 la banda decidió tomar un camino que distaba de sus comienzos. Si bien es cierto que estos chicos podrían haberse decidido a avanzar por el camino de la música alternativa como continuación a sus primeros discos, lo que decidieron hacer al llegar a la imaginaria intersección del tercer disco, fue tirar por el sonido para las grandes masas. Gary Kemp, principal compositor del grupo, decidió dar forma a unas canciones que se acercaban más a un pop adulto con ritmos soul, que permitiera a la banda alcanzar unas mayores cotas de éxito a más corto plazo. El esbozo de lo que sería el álbum vino a llamarse el proyecto “Pleasure”, que a la larga terminó derivando en el proyecto “True”. La estética de la banda, que en sus comienzos flirteó con los disfraces medievales, se volvió drásticamente formal y los chicos empezaron a vestir de etiqueta y a ir de punta en blanco tanto en conciertos, como en videoclips, como en actuaciones en televisión.

En lo musical, Spandau Ballet estaba pendiente de definirse. Los discos anteriores podrían haberse caracterizado como pop-rock alternativo asociado a la new wave, pero también había hueco en los mismos para piezas del tono de “She loved like diamond” que de alguna manera mostraba el camino que a partir de ahora iba a tomar la banda.

El disco abre con la canción que en un principio dio nombre a los borradores del álbum. “Pleasure” es una canción que empieza a dar mayor peso en la grabación a Steve Norman a cargo del saxo, cargando de elegancia y refinamiento al conjunto y resultado final. La forma de cantar de Tony Hadley adopta un cariz extremadamente galante respecto a sus interpretaciones en discos anteriores y todo ello en un tono más elevado, que causa una cercanía a la sensación de hombre afortunado en lo que a la modulación se refiere. Todo ello asociado a la letra de la canción “placer en mi coche, incluso en el bar estoy buscando” hace que todas estas apreciaciones sobre la destreza vocal sean más que evidentes. La base de la canción se apoya perfectamente en el bajo de Martin Kemp, la batería de John Kebble y la percusión, que también aporta Steve Norman. Algún teclado ocasional a cargo de Gary adorna lo suficiente la canción para que quede plasmado un más que aceptable inicio del disco. El 2º corte del disco es uno de los singles extraídos para la promoción. “Communication”, en lo que a su sonido se refiere, puede ser lo más cercano a lo que Spandau Ballet nos había enseñado en los discos anteriores. No obstante, se nota que la banda estaba en la consecución de un sonido distinto al que habían desarrollado hasta ahora y a ratos la canción se queda a mitad de camino entre una cosa y otra. Estos detalles sumados a unos coros no demasiado acertados, hacen que quizás nos encontramos con el tema menos bueno del disco, ya que en lo lírico la canción no supone gran cosa y en su totalidad a veces resulta un poco repetitiva. Quizás lo que más destacan son los acordes sueltos de guitarra, más que nada por la gracia que le aportan, más que por la destreza técnica y la elaboración de los mismos. Tras este ejercicio algo fallido, el álbum da paso a una lenta balada. “Code of love” se abre paso silenciosamente, con un Tony Hadley casi susurrando la historia que viene a contar. En esta canción se trata el tema del amor no correspondido y la malinterpretación de las señales que se pueden dar en este complicado aspecto de la vida. El estribillo de la canción es delicado, a pesar de que es el momento en el que la canción repunta y coge fuerza, perfectamente entonado por Tony y que tras acabar vuelve a dar paso al misterioso sonido, lento y envolvente, que tiene la canción. En esta sutil parte final, y para darle ese toque romántico, se vuelve a hacer uso del acompañamiento del ya imprescindible Steve Norman y su saxo. Mientras decae lentamente “Code of love”, pasamos a la cuarta canción, en la que poco a poco se van escuchando el sonido de unos teclados que dan paso a Tony Hadley, que nuevamente susurrando, se dirige a una persona que anteriormente formó parte de su vida. Tras esta introducción, un golpe fuerte de batería da lugar al estribillo más recordado de la historia de Spandau Ballet “Oro, siempre cree en tu alma, tienes el poder de saber que eres indestructible, siempre cree en ello. Tú eres oro, estoy contento de que hayas decidido volver, algo pude aprender, eres indestructible, siempre cree en ello”. Otras frases como “Mi amor es como un alto muro de prisión, pero tú podrías escapar estando tan alto” son tremendamente acertadas. “Gold”, en lo concerniente a la letra, está en la estela de lo que sería una especie de tributo a James Bond y lo que supondría la vida del famoso espía una vez retirado, habiéndose quedado prendado sentimentalmente de una de sus acompañantes femeninas en alguna de sus aventuras. El videoclip es un clarísimo homenaje a “Goldfinger”, e incluso la escena final en la que Tony Hadley le pone la pieza de la paloma de oro a la chica en la espalda, en el único hueco que no está pintada de dorado, y que hace que muera de asfixia, es una evidente recreación de una de las primeras imágenes de la película protagonizada por Sean Connery. Siempre me ha dado por preguntarme cómo le sentaría a Gary Kemp y al resto de la banda la elección unos meses más tarde de sus “rivales” Duran Duran para grabar el tema principal de “A view to a kill”. Supongo que sería un duro golpe para la banda, no sé. Estamos sin duda alguna ante uno de las inmortales canciones que nos dejó la década de los 80. Este tema esta sujeto a múltiples remixes dance, y recientemente ha sido “homenajeado” por una marca de refrescos para uno de sus anuncios, en forma de cruel jingle publicitario, con una letra readaptada que más que homenajear la canción la ridiculiza y que puede hacer que este clásico del pop, cada vez que alguien lo tararee lo haga con la letra del anuncio, al igual que pasó (y sigue pasando) con el magnífico “Our House” de Madness y el atentado que sufrió por parte de una conocida marca de electrodomésticos y otras lindezas que nos dejan estas “simpáticas” campañas publicitarias. Un respeto, por favor. Tras escuchar este potente tema pop, pasamos a otro single del disco. “Lifeline” puede recordarnos ligeramente a “Communication”, sobre todo por los coros que de vez en cuando aparecen, pero en esta ocasión unos sencillos, pero acertados, acordes de guitarra y una excelente base de teclados hace que el resultado sea sustancialmente mejor. La dirección vocal de Tony Hadley vuelve a ser magistral y se perfila como una de las mejores armas que tiene esta canción para dejarnos un buen recuerdo. Tras esta canción se nos da paso a la contemporizadora “Heaven is a secret”, una composición que sin ser especialmente trabajada, nos deja un buen sabor de boca y que tras la tripleta de canciones que acabamos de escuchar nos permite tomarnos un agradable respiro. Nuevamente la parte rítmica a cargo del bajo de Martin y la batería de John coge la parte principal del grabación y es la guitarra de Gary la que suena por debajo tejiendo una agradable melodía. Tony canta muy relajado, casi divirtiéndose, ya que el sentido de la canción lo permite. Tras este tema volvemos a un sonido que quizás podría haber formado parte del primerizo “Journeys to glory”, sobre todo en lo que se refiere a los riff de la guitarra y la velocidad vertiginosa del corte. “Foundation” es un vibrante tema que demuestra que los Spandau Ballet todavía son capaces de hacer la música que les dé la gana y que si habían elegido este camino es porque les apetecía, no porque no recordaran como se puede sonar a new wave, y con calidad. Igualmente, el hecho de encontrarnos en el penúltimo escalón a “Foundation” hace que el contraste con el último tema sea mayor. Para cerrar este disco tan elegante y con un pop tan delicado, nos encontramos un tema acorde: “True”, la canción que da nombre al conjunto y que junto a “Gold” supone los 2 momentos realmente inolvidables del disco. Si bien todas las canciones del disco están aderezados de coros, los que siempre serán recordados nos los encontramos en el inicio de esta canción, sonando tremendamente hedonistas, moviéndose con soltura por encima de una música elegante, refinada y propia de los salones más lujosos de cualquier hotel de alta categoría que se precie. Una balada inolvidable con versos como “compré un ticket para el mundo, pero aquí vuelvo otra vez”, con algún pequeño homenaje a Marvin Gaye perdido entre las líneas y con un Tony Hadley monumental en la parte vocal. Especialmente destaca un solo de saxo que se le concede a Steve Norman en la parte instrumental de la canción. Igualmente, en este apartado musical, el bajo y la batería tienen un menor protagonismo del que se le ha dado en la producción y grabación del disco en lo que se refiere al resto de canciones. Cabe destacar que “True” supuso el único single de la banda que llegó al nº 1 en la lista de singles del Reino Unido, ya que en este apartado “Gold” no llegó a hacer honor a su nombre y “tan solo” se pudo hacer con la medalla de plata.

“True” es un disco de los que normalmente suelen ser atacados por la crítica y los aficionados a la música underground y alternativa por la vertiente de los comentarios negativos asociados a la comercialidad y la música sin contenido. Yo soy de los que defiende que si lo comercial es bueno y suena bien no tiene porque ser malo. Este disco es un disco de pop elegante con retoques de soul que es apto para todos los públicos. Aunque pueda parecer monolítico a priori, es un disco variado, con sus baladas, con su sonido reminiscente de la new wave en algunos momentos y con temas pop con estribillos fuertemente marcados. Quizás en lo que se refiere a la consistencia del conjunto global, “True” respecto a su sucesor “Parade”, siguiente disco de la banda del año 1984, es menos compacto y peor acabado. No obstante, por el simple hecho de incluir en su track list 2 verdaderos clásicos de la década de los 80 como son “Gold” y la propia “True”, el disco se merece un respeto. Este disco supone que la personalidad de la banda esté para siempre asociada a la espectacular voz de su cantante, Tony Hadley, el cual en los 2 discos anteriores, si bien había demostrado tener una prometedora voz, parecía que no terminaba de explotar, y en “True” consiguió mostrar todo su esplendor, para no volverlo a dejar de lado en el tiempo de vida musical que le quedaba a la banda.

Tras este álbum la banda siguió su trabajo sin alterar en lo más mínimo su formación, dando luz a discos estupendos como “Parade” y “Through the barricades” a mediados de la década de los 80, para posteriormente finiquitar su trayectoria con el excesivamente vilipendiado “Heart like a sky” de 1989, un disco que no es tan malo como lo ponen, aunque sí quizás el momento menos brillante en la discografía de la banda, pero, repito, sin dejar de ser un resultado a mi juicio aceptable. Estas malas críticas de dicho álbum sumado a las ambiciones interpretativas de los hermanos Kemp hicieron que la banda se separara. Tony Hadley inició una infructuosa carrera en solitario sin demasiado éxito comercial y repercusión musical. Efectivamente, tanto Martin como Gary Kemp iniciaron sendas carreras en el mundo de la interpretación, consiguiendo sus mayores logros como actor en la teleserie “Eastenders” (en el caso de Martin) y desempeñando el papel de Shy, manager de Whitney Houston en “El guardaespaldas” (en el caso de Gary).

El disco que hoy les he presentado en un disco ligero y pegadizo, de reducida duración y que se escucha rápidamente. Se trata de un álbum con uno de los conjuntos de canciones más elegantes de la década de los 80, junto al “Steve McQueen” de los Prefab Sprout. Es una buena forma de iniciarse en la historia de Spandau Ballet, a la hora de acometer la disección de su discografía, o si simplemente quieres escuchar un disco de la banda para ver cómo sonaba este conjunto, más allá de los recopilatorios que se puedan encontrar. Sin duda alguna, esta pieza es uno de los claros exponentes del movimiento neorromántico, del cual fueron abanderados Spandau Ballet, en un disputadísimo mano a mano con los Duran Duran. ¿Comercial? Sí, ¿Bueno? También.
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sábado, 12 de julio de 2008

05-07-2008. Concierto Festival Rock In Río. Arganda Del Rey

En el artículo-introducción que daba comienzo al presente blog, di unas explicaciones de sobre qué iba a ir. Evidentemente, el carácter del blog va a ser habitualmente el que han ido viendo, es decir, revisiones semanales de discos para que ustedes los disfruten. Pero, igualmente reseñé que también cabría la posibilidad de que hiciera alguna revisión/crítica de los conciertos a los que acuda. Pues bien, esta semana tienen ración doble. Les hago entrega de una propina que espero que les guste (a mi me encantó).

El último fin de semana de junio y primer fin de semana de julio de 2008 hemos podido disfrutar por 1ª vez en España del espectáculo que supone uno de los más grandes festivales a nivel mundial e histórico: Rock In Río. Para la ocasión, hace ya 2 años el sr. Roberto Medina puso sus ojos en Arganda del Rey y sus afueras para dar forma a su visión y crear la Ciudad del Rock. Una preparación que se alargó durante varios meses, una promoción que se inició mucho tiempo atrás (un año antes, en el Pepeworld Festival ya se hizo promoción entregando calendarios que duraban hasta las fechas en las que celebraría el festival) y el goteo de confirmación de asistencia de artistas iba cebando poco a poco nuestra curiosidad.

La creación de un eslogan es básica a la hora de encarar bien un enfoque publicitario, y el “Yo voy” parece ser que hacía efecto, aparte de ser, quizás, algo pretencioso. No obstante hubo un momento en el que yo entoné dicha frase, y ese momento no fue otro que el instante en el que supe que The Police anunciaba su asistencia. La adquisición de la entrada para el día que se confirmó la actuación de los Sting, Copeland y Summers, que no iba a ser otro que el sábado 5 de julio de 2008, fue allá por el 5 de marzo de 2008, con la debida antelación para asegurarme la asistencia (no fuera a ser que se agotaran las entradas, que alguna vez pasa). 69 eur. (bonito número) fue el precio y el resto del cartel ya incluía acicates que me congratulaban al tener la entrada entre mis manos, como fue el hecho de la inclusión en el programa de la gran Suzanne Vega.

La espera se hacía larga y llego a su fin la pasada semana. Aunque el motivo principal de mi asistencia era ver a The Police, el hecho de que su actuación estuviera programada para el fin de fiesta, allá por la 00.15h de la noche, no impidió que acudiera desde casi primera hora al recinto conocido como “La ciudad del Rock”. A las 16.15h me acerqué a la plaza de Lima para coger el bus gratuito que habilitaba la organización para ir hasta las inmediaciones del festival. El funcionamiento de los buses a la ida fue excelente; fue llegar y besar el santo, no esperabas cola alguna, subías al bus y a los 2 minutos arrancaba dirección a Arganda. También es cierto que era algo temprano. Por lo visto el día anterior a las 19.30h de la tarde las colas para coger el autobús eran algo más que kilométricas.

Tras media hora de trayecto llegamos a la zona 0. Tras un cambio de rasante en una curva desde la autopista nos damos de frente con el llamado “Escenario Mundo”. Las dimensiones de dicho escenario son gigantescas y abrumadoras. Tras bajar del autobús recorrimos el camino desértico entre pasillos de vallas hasta llegar a la entrada del recinto. Un solo “pero” hasta ahora: el error de un lector de los códigos de barra a la hora de leer una de las entradas de las personas de nuestro grupo. No obstante, este asunto, por fortuna, se solucionó rápidamente. Una vez dentro dimos una tímida vuelta por las zonas cercanas a las puertas de entrada. El panorama mostraba una noria, una capilla en la que te podías casar a lo loco, puestos de bebida y comida, que desde esa primeriza hora de las 17h ya acumulaban grandes y largas colas, el llamado “Hot Stage” a la izquierda según entras dejándolo prácticamente a la espalda y unas fuentes centrales que salían con fuerza del suelo como benignos surtidores que te permitían refrescarte y aliviar los 35º de temperatura que habría en esos momentos. Un detalle muy bueno fue el descubrir fuentes de tipo parque donde poder beber tranquilamente sin tener que pagar peaje alguno (desde aquí doy gracias a la organización). Parecerá una tontería, pero es un detalle muy honesto que permite a la gente no deshidratarse sin necesidad de gastarse una pasta en botellitas de agua.

Tras dar unas vueltas en la noria, básicamente para hacernos una idea de la inmensidad del perímetro de la zona, nos dirigimos al “Hot Stage” a ver las evoluciones de Bimba Bosé al frente de “The Cabriolets”. He de decir que por desgracia sólo pudimos asistir a 3 canciones de su show debido a la demora que acumulamos en la noria de marras, pero lo poco que escuché me agradó, sobre todo una canción que sonaba a medida que íbamos desde la noria hasta el escenario. En lo que respecta a la propia Bimba, lo que tiene esta chica es una actitud de descaro y llena de glamour que puede llegar a encandilar al público. Se nota que tiene un buen espejo donde fijarse, el de su tío Miguel. Igualmente, creo que mejor no pudo escoger su vestuario para lo que estaba cayendo: un vestido muy amplio y también muy corto, completamente blanco que a buen seguro le permitió no sufrir en lo que al calor se refiere en lo que duró su concierto.

Tras este cachito de actuación, como unos 20 minutos entre este concierto y el siguiente decidimos acercarnos a ver el “Escenario Mundo”. A medida que nos acercábamos veíamos cada vez más grande y más grande esa tremenda estructura metálica. Comprobamos que la mayoría de las zonas cercanas al escenario estaban enmoquetadas por césped artificial, lo cual supone calidad de vida para el asistente al festival. A todo aquel que asistiera le sugiero una cosa: párese un momento a pensar si el firme hubiera tenido una superficie semejante a la que rodeaba al recinto en sus exteriores, es decir, arena y mucho polvo… supongo que no estaríamos hablando de la misma experiencia, ¿verdad? 2º punto a favor de la organización que sumamos a lo referido antes de las fuentes.

Bueno, pues tras visitar algún que otro stand promocional para recoger algún chicle o muestras de zumos etc., nos dispusimos a volver al “Hot Stage” y colocarnos en primerísima fila. Allí nos encontraríamos con la bellísima Suzanne Vega. Esta mujer con sus íntimas composiciones dio un más que correcto concierto en el que nos presentó gran parte de su último trabajo “Beauty & Crime” y en el que hubo espacio para sus 3 ases: “Marlene on the wall”, “Tom’s dinner” y “Luka”. Además se incluyó “Blood makes noise” que fue el gran éxito que cerró la “primera parte” del concierto en la que Suzanne repasó básicamente su último disco y el que abría un repaso de las canciones de discos anteriores. Suzanne se nos presentó vestida con unos pantalones pirata, unas sandalias y una camiseta de “Desayuno con diamantes” con la foto de la gran Audrey Hepburn. El aspecto de Suzanne podría ser el de cualquier “guiri” que se toma una caña en una terracita del paseo marítimo de Cullera en el atardecer de una tarde de verano. No obstante, esta chica se ponga lo que se ponga siempre está guapa y eso que ya empieza a tener una edad madura. El único “pero” del concierto fue su duración, apenas se extendió 45 minutos. Me quedé con ganas de más. Especial mención se merecen los músicos que acompañaron a la californiana. El bajista tenía una correctísima actitud y se mostró más que conectado al show. El batería, simplemente por la elegancia en el vestir, que incluía chaleco, que desafiaba el calor agobiante de las 18.30h, se merece nuestro respeto.

Casi sin descanso, los roadies de turno desmontaron el tinglado de Suzzane Vega para ir dando forma al set del sr. Zucchero. En esta ocasión retrocedí a la tercera fila para, en teoría, tomarme el concierto de una forma más relajada si cabía. Este viejo maestro italiano nos trajo una imagen que sería más acorde para un rockero sureño de Estados Unidos (me dio por pensar en Lynyrd Skynyrd) mezclada con algo de ZZ Top, en lo que a la buena barba que lucía se refiere. Su actitud y entrega está más que fuera de toda duda. La intensidad con la que desarrolló su hora y 10 minutos de concierto fue más que admirable. Nos deleitó con éxitos de su primeriza etapa y también con los movidos sonidos de sus creaciones de este siglo, como el ya inmortal “Baila Morena”, que hizo que no solo bailaran las morenas, sino las rubias, pelirrojas, y también todos los chicos. La complicidad en esta canción con el público que estuvo presente en el concierto fue muy elevada. Revisiones de “Everybody’s got to learn sometimes” de The Korgis y canciones tanto lentas como cañeras hicieron que nos quedara un agradable sabor de boca de este respetable artista.

Tras la actuación de Zucchero nos dimos un paseo hasta las inmediaciones del “Escenario Mundo”. Lo que se refería a los Flamenco All Star (Pitingo, Rosario, La Negra y Antonio Carmona) ya había finalizado y ahora era el turno de los hermanos Muñoz y su rumba rockera canalla. Eran las 21h, había hambre y aprovechamos para juntarnos las diversas personas que íbamos para ir a comer algo. Lo que vimos de Estopa fue desde bastante lejos, cosa de 150 metros. A lo lejos se divisaba a David y Jose y nos dio tiempo de oir alguno de sus clásicos como “Fuente de energía”, “Vino tinto” o “Pastillas de freno”. No obstante, los últimos 40 minutos de la hora de su concierto la gastamos haciendo cola en la cadena de pizzas de turno que había llevado su negocio al festival para meternos finalmente entre pecho y espalda una más que sabrosa pizza familiar al estilo barbacoa, la cual deglutimos tumbados en el césped, ya de cara a conseguir posiciones cercanas a las vallas de protección del “Escenario Mundo” para el gran final de fiesta. Al terminar el tentempié nos adentramos poco a poco entre la gente avanzando lateralmente por la parte izquierda del escenario (mirado de frente, que eso genera confusiones). Conseguimos situarnos en una vigésima fila más o menos para asistir, previamente a The Police, al concierto de Alejandro Sanz.

El madrileño, que jugaba en casa, fue el más duramente criticado por la prensa especializada. Yo, que no soy nada fan del otrora Alejandro Magno, he de reconocer que, asociado en algún momento a uno de mis acompañantes, hasta me lo pasé bien y no me pareció que, dentro de su estilo y repertorio, fuera un mal concierto (aunque repito que no se encuentre ni de cerca en mis preferencias musicales). Quizás lo que le echaran en cara a Alejandro fue el hecho de tirarse 15 minutos presentando a la banda y que lo hiciera no al final del concierto, sino más bien al principio.

Tras la actuación de Alejandro Sanz llegaba el gran momento. The Police invadiría el “Escenario Mundo” en torno a las 00.15h. Para ese momento habíamos conseguido avanzar ligeramente algo más hacia el centro del escenario manteniendo una decimoctava fila aproximadamente para situarnos justo enfrente de una de las grúas-cámara. Puntualmente el trío británico salto al escenario para iniciar su actuación con una fuerza arrolladora, la que supone el clásico “Message in a bottle”. Tras este primer bombazo, sin dejarnos respirar, el aquel día barbudo Sting y sus acólitos Stewart Copeland y Andy Summers nos regalaron “Walking on the moon” que sonó en su total esplendor como si nos encontráramos en su gira de 1979. El concierto transcurrió sin dejar de lado casi ninguno de los grandes clásicos, solo faltaron “Spirits in the material world” y si acaso “Synchronicity 2” y alguna que otra sorpresa como “When the world is running down you make the best of what’s still around”, “Driven to tears” o “Voices inside my head”, todas ellas pertenecientes al glorioso “Zenyatta Mondatta” de 1980, la bizarra “Demolition Man” (sí, Sting volvió a ser un hombre demoledor) y la más inesperada “Hole in my life” de su primer album. Bajo mi óptica, uno de los momentos más emotivos lo supuso “Don’t stand so close to me”, entonada con tremenda delicadeza y emotividad por Sting y magníficamente interpretada tanto por Stewart en la batería y Andy a la guitarra. “Wrapped around your finger” sonó de una forma realmente exótica y como solía pasar en la gira de 1984, esos rasgueos de guitarra que se pierden repetitivamente en la versión de estudio y que tanto me gustan, en directo no hicieron acto de presencia. Momentos brillantes de complicidad con el público como por ejemplo en la simple, pero efectista “De doo doo doo, de daa daa daa”, en la que las 80000 personas que estábamos nos desgañitamos coreando su estribillo naif. En el bis se abrieron paso grandes momentos como “Roxanne” que enloqueció a toda la audiencia, la alegre (en lo que ha sonido se refiere) y magnífica “King of pain”, “So lonely” y cuando parecía que se la iban a dejar en el tintero “Every breath you take”. Tras tocar su tema bandera por excelencia, los chicos se fueron del escenario y por la duración del concierto hasta ese momento, una hora y media pasada, dimos por sentado que el concierto había finalizado; de hecho Toni Garrido, en la retransmisión en directo que ofreció La2 (excelente retransmisión, sin cortes publicitarios y sin apenas comentarios) advirtió el final del concierto dando por finalizada la transmisión. Cuando la gente empezaba a desfilar, el hecho de que las luces blancas no se encendieran tomó su lógica cuando apareció en solitario el gran Andy Summers. Guitarra en mano tocó algún acorde para parar en seco y empezar a hacer gestos a la gente como diciendo que “de aquí no nos podemos ir, todavía hay que hacer algo más”. Ganándose la confianza del público hizo que toda la gente empezara a gritar y entonces fue cuando se giró hacia el lateral del escenario y empezó a hacer gestos a Stewart y Sting para que salieran, quienes en 3 o 5 segundos volvieron al escenario y Sting en particular realizando un gesto como de “¡Ay! ¡Niño travieso!” a su compañero de fatiga el sr. Summers. Todo esto desembocó en “Next to you”, canción que abre su discografía al ser el primer corte del primigenio “Outlandos d’amour” y que paradójicamente cerró su actuación en la noche del 5 de julio, ya convertido en domingo 6 a las 2 de la madrugada. El público quedó completamente satisfecho, tras una actuación realmente grandiosa, triunfal y memorable. La duración final del concierto, 1h 45’ dejó a la gente colmada de satisfacción, ya que más de uno (yo incluido) pensaba que el concierto duraría como mucho una hora y veinte minutos. Si Queen en 1985 reventó el festival con su arrollador directo, y quizás una de las primeras cosas que te vienen a la mente sea el nombre de la banda de Freddie Mercury, en pleno juego de asociación de ideas cuando te dicen una palabra, si en ese caso te dicen “Rock in Río”, esta edición pasará a la historia por la salida por la puerta grande de The Police en lo que ha sido su gira de reunión y, más que probable, la última de su inigualable carrera.

Tras el concierto se dio paso a los fuegos artificiales que, aderezados con el jingle compuesto para promocionar el festival, supusieron el fin de fiesta a una jornada memorable. Tras esto, el cansancio acumulado era casi tan grande como la satisfacción alcanzada por la experiencia vivida, con lo que nos decidimos por entonar retirada y dirigirnos a los autobuses, sin reparar en lo que había en la carpa dance. Aquí ya las colas hicieron acto de presencia y tardamos media hora en subir al bus de vuelta. También es lógico, ya que evacuar a 70000 personas sin que se produzcan aglomeraciones es tarea casi imposible, diría yo.

Conclusión de lo descrito: un grado de disfrute alcanzado bastante elevado, la experiencia de haber visto a 30 metros escasos a The Police en directo tras 23 años sin hacer una gira mundial y el hecho de vivir un día en lo que es un festival con mayúsculas. De la organización del evento no puedo sacar muchas pegas y sí que puedo sacar algún buen detalle (por tonto y pequeño que parezca) que ya he mencionado más arriba. En resumen, 2010 será la fecha en la que la Ciudad del Rock vuelva a vestirse de gala para acoger un nuevo Rock in Río. Roberto Medina, el visionario de todo esto, ha dicho que el próximo festival tendrá más carga de hardcore (personalmente, espero que no sea así). Yo lo que puedo decir es que si en el cartel se incluye algún pez gordo que me falte por ver (U2, por ejemplo) y/o que además haga tiempo que no toquen juntos (véase Pink Floyd), otra vez podré decir eso de: “Yo voy”.
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1986 The Smiths - The Queen Is Dead

Con el artículo de esta semana completamos el podio de mis grupos preferidos. Quizás The Cure ocupen el primer lugar de una forma más clara, pero el 2 y 3er puesto se disputa entre Depeche Mode y el grupo que grabó el álbum que hoy revisamos: The Smiths. Sobre la banda de Morrissey (también llamado Mozz, Mozzer, Mozzo, Mozza o Mo para los amigos, pero nunca Steven Patrick… ¡cuidado!), Johnny Marr, Mike Joyce y Andy Rourke, siempre hay una eterna discusión sobre qué disco es mejor, si el “Meat Is Murder” de 1985, o el que hoy analizamos: “The Queen Is Dead”. Yo, evidentemente, me decanto por el 2º, ya que es el escogido para esta entrega, aunque esto no quiere decir que el otro disco no me parezca una maravilla.

En 1986 The Smiths estaban en lo más alto de su carrera. Con una corta historia y una línea ascendente y meteórica, el grupo se había colocado en una posición más que privilegiada, considerándoles los salvadores de la música entre tanto grupo comercial que pululaban por los años 80. Como ya hemos comentado, unos meses antes nos habían deleitado sacando un disco soberbio de cabo a rabo, con un más que significativo título: “La carne es asesinato”, por lo que las expectativas por escuchar el nuevo material de la banda y su nuevo disco de estudio eran más que elevadas. La banda como adelanto del disco lanzó “The boy with the thorn in his side”, una canción alegre instrumentalmente, pero con la melancolía habitual que destilaban las letras del sr. Morrissey, muy al estilo de la predecesora “Heaven knows I’m miserable now”, y hecho que otorgó una personalidad bien definida a gran parte de las canciones de la banda. La concreción de los trabajos de la banda dio forma a un disco que podemos decir que sea una de las verdaderas joyas de la historia de la música moderna. 10 canciones que dan como resultado un disco perfecto al 95% de su totalidad. En lo que a la portada se refiere, la misma es el resultado de insertar un fotograma de una película en el que aparece Alain Delon sobre un fondo verde oscuro, demostrando una vez más la pasión de Mozzer por el cine y sin desentonar respecto a lo que venía siendo habitual en la presentación frontal de las entregas de la banda.

El título del disco volvía a ser polémico, superando en este apartado claramente a su anterior (cuyo mensaje no era más que una proclama personal de la mayoría de los miembros de la banda sobre su condición de vegetarianos). A estos chicos de Manchester se les ocurrió titularlo “The Queen Is Dead” y para abrir el disco pusieron la propia canción título. A día de hoy hace 10 años que tuve la ocasión de escuchar este disco por 1ª vez. La forma en que conseguí escucharlo fue a través de un hermano de un amigo mío de toda la vida, igualmente gran amigo, que me pasó una cinta de un grupo llamado “The Smiths”. El grupo ya me sonaba por el nombre y cuando me entregó la cassette me dijo: “son parecidos a The Cure, pero a mi no me han gustado tanto”. Era la época en la que estábamos inmersos en descubrir la ingente discografía de la banda de Robert Smith y de rebote nos había llegado una cinta de cassette de 90 minutos que en la cara A incluía el disco que hoy analizamos y en la cara B el disco de debut de la banda (homónimo del nombre del grupo). A lo que voy, al introducir la cinta en la pletina me di de lleno con un sonido de una canción tradicional inglesa que poco a poco se iba desvanecido para dar paso a un sonido que desembocaba en una atronadora batería a cargo de Mike Joyce y un muro de guitarras de gran intensidad tejido a la perfección por el sr. Marr. A los pocos segundos descubrí la voz de Morrissey y su timbre de voz sonaba de una forma muy distinta a lo que había escuchado hasta la época. Al terminar de escuchar el primer tema, “The Queen is dead”, me dio la impresión de que se trataba de una banda de sonido cercano al rock duro. Craso error. Tras este primer tema, que no deja de ser un duro discurso dirigido contra la controvertida familia real de Inglaterra, nos encontramos con una canción cuyo sonido me hizo abrir bien los ojos y darme cuenta de que nos encontrábamos ante algo más. “Frankly, Mr. Shankly” tiene un sonido tradicional y semiacústico, con una melodía más que juguetona. Mozz en este corte se nos sincera y demuestra estar más que orgulloso de “preferir ser famoso antes que correcto o santo”. Tema pegadizo, casi bailable, alegre en el sonido y lleno de encanto. Tras este comienzo con 2 cortes de sonido completamente opuesto, uno agresivo y con un muro de sonido inquebrantable y otro con sonido irónico-desenfadado y casi acústico, nos podemos esperar cualquier cosa. Los surcos del disco desembocan ahora en una canción que empieza lenta, también con sonido cercano a lo acústico, en el que Morrissey muestra su fuerte carácter depresivo. “I know it’s over” está considerada como una de las canciones más tristes de la historia de la música. Si en el tema anterior Mozz se mostraba orgulloso y convencido de sus ideas, aquí se nos desploma, abordando la soledad en vida, la incomprensión, la no correspondencia en el amor y otros problemas de carácter social que rodeaban al cantante y su difícil personalidad. La depresión de Morrissey se ve reflejada en frases como “Si eres tan divertido, ¿entonces por qué estás solo esta noche?, si eres tan listo, ¿entonces por qué estás solo esta noche?, si eres tan ameno ¿entonces por qué estás solo esta noche?, Si eres tan terriblemente guapo, ¿entonces por qué estás solo esta noche?, porque esta noche es como cualquier otra noche, por eso estás solo esta noche”. La canción poco a poco va ganando intensidad tanto en la parte instrumental como la parte vocal para que, tras alcanzar su punto álgido, poco a poco vaya desfalleciendo en volumen. En la melodía el resto del grupo roza la perfección. El ritmo lento pero seguro del bajo de Andy Rourke da un magnífico aplomo a la canción como siempre entrelazado con la batería de Mike Joyce, que en esta ocasión se muestra perfectamente contenida. Johnny Marr con sus guitarras da el perfecto acompañamiento a la letra creando un sonido tremendamente melancólico. Angustioso, pero precioso corte. Sencillamente brillante. Como curiosidad, especialmente recomendable es la versión del concierto que la banda dio en Los Angeles en agosto de 1986, en el cual, en la primeras estrofas se escucha a una fan gritando “Oh my God!, Oh my God!”, al instante Morrissey deja de cantar para que al poco le escuchemos gritar “Jesuschrist… Don’t be so stupid!!!!”, posteriormente la canción continúa avanzando por sus 5 minutos de duración para que en las últimas estrofas y lamentos vocales de Morrissey, éste se vea de nuevo interrumpido por alguien que coge el micrófono y empieza a gritar. A Morrissey ya no le volvemos a escuchar y los instrumentos poco a poco van decayendo y desapareciendo progresivamente con lenta melancolía hasta que se termina la canción. Parece ser que la historia fue que una fan invadió el escenario y la seguridad del concierto actuó con excesiva brutalidad con la joven, lo cual enardeció al cantante que les increpó de la forma descrita. Lo del final, parece ser que la seguridad, mosqueada por la reprobación de Mozzer, hizo de su capa un sayo y el escenario fue fácilmente invadido. En fin, tras esta anécdota, que espero que les haya gustado, el disco prosigue y lo hace con un medio tiempo llamado “Never had no one ever”, la canción menos atractiva del disco. En lo que a la letra se refiere no es gran cosa, Morrissey nos habla de la inseguridad que le supone andar por las calles y la histeria que ello le supone, todo ello a raíz de experiencias más que traumáticas del cantante como huir de unos hooligans borrachos y otras lindezas. La música a ratos se hace repetitiva y el comparativo es más que sonrojante con otros momentos instrumentales que Johnny Marr aporta en el disco. No obstante, como mucha gente piensa, no está de más que se nos coloque ahora un tema algo menos intenso que nos permita coger algo de aire, ya que desde ahora no vamos a tener respiro durante un buen rato. “Cemetry gates” vuelve a las melodías alegres y amables que dejamos atrás con “Franky Mr. Shankly”. Una canción que tiene un sonido radiante y llevadero en el que Marr vuelve a demostrar que es uno de los mejores guitarristas rítmicos de la historia y despeja las dudas que nos creó en la canción anterior. Morrissey vuelve a abordar, en este caso con fina ironía, otro tema recurrente en su vida, la literatura y el hecho de que te puedan acusar de plagio a la hora de componer. Igualmente supone un guiño a su idolatrado Oscar Wilde al final de la canción. El siguiente tema vuelve al sonido duro que nos encontramos al comienzo del disco. “Bigmouth strikes again” es un muro de sonido con unos riff de guitarra de sonido endurecido que cada cierto tiempo hacen acto de presencia en la historia de la banda, como ocurriera tiempo atrás en “Still ill” o el himno “How soon is now”. Morrissey canta con virulencia y energía, dentro de su contención habitual para conseguir dar la suficiente credibilidad a versos tales como “cariño, cariño, solo estaba bromeando cuando te dije que debería reventarte los dientes”. El siguiente corte es “The boy with the thorn in his side”. Como ya hemos comentado, fue el single de adelanto. El sonido vuelve a ser alegre y optimista, en la tónica de “Frankly, Mr. Shankly” y “Cemetry gates”, aunque la letra, como ya hemos comentado antes, vuelve a tener el carácter agridulce y desesperanzado característico de Morrissey en la que se vuelve a hablar del amor imposible, tema muy recurrente en las letras de Morrissey a lo largo de toda su carrera, ya sea en solitario o con los Smiths. Acto seguido nos damos de frente con el sonido rockabilly de “Vicar in a tutu”, un tema controvertido y quizás el que más chirríe respecto al sonido global del album. Tiene algo de parecido con “Never had no one ever” en que supone el hecho de dar paso a algo más grande que le sucederá en el orden del disco y que lo que viene a continuación brille con más intensidad si cabe. “There is a light that never goes out”, supone la cumbre de los Smiths, tanto en lo lírico como en lo meramente musical. La orquestación que acompaña a los componentes de la banda en el desarrollo de la canción hace que se alcancen cotas elevadísimas de perfección instrumental y en lo que a la letra se refiere, Morrissey compuso una de las más bellas canciones de amor que jamás ha compuesto y que se han compuesto. Frases como “Si un autobús de 2 pisos se choca contra nosotros, morir a tu lado es una forma celestial para morir y si un camión de diez toneladas nos mata a los 2, morir a tu lado es para mi un placer y un privilegio” suponen uno de los momentos más románticos, en el estricto sentido del adjetivo, que se pueden encontrar en la historia de la música. Esta canción ha sido versioneada en innumerables ocasiones y quizás, si los Smiths hubieran tenido un enfoque más comercial (de lo que siempre renegaron), estaríamos hablando de una canción más conocida a nivel mundial que “With or without you” de U2. El hecho de que la banda se negara a hacer videoclips, al considerarlos un engaño, hace que esta canción sea conocida para quienes vamos más allá y que mucha gente no la haya descubierto aún. Probablemente, cualquier director de videoclips de la época hubiera podido aportar ideas para un más que precioso cortometraje que acompañara a la canción. No obstante, efectivamente existe video de la canción, pero este es impersonal y viene a mostrar instantáneas e imágenes de árboles, lagos, todo ello a 2 colores. El disco cierra con la oscilante en lo instrumental, “Some girls are bigger than others”, una canción que en letra no dice gran cosa y que viene a ser un más que aceptable epílogo para esta obra de arte, ya que el capítulo final de la historia lo supone “There is a light that never goes out”.

Algo que hace grande a “The Queen is dead” es la variedad de sus cortes. Lejos de ser un disco monolítico, el álbum incluye temas que van desde canciones rockeras de fuerte intensidad (“Bigmouth strikes again” y “The Queen is dead”) a baladas desconsoladas (“I know it’s over”) o románticas (“There is a light that never goes out”) pasando por temas de sonido alegre (“Cemetry gates”, “Frankly, Mr. Shankly) e incluyendo algún corte de sonido rockabilly, al cual de vez en cuando rendían homenaje la banda (“Vicar in a tutu”). Tanta heterogeneidad no hace que el disco sea inconsistente, sino que viene a demostrar la versatilidad de una de las más grandes bandas que nos deparó el siglo XX.

Tras este disco, la banda inició un camino “descendente” (por decirlo de alguna manera) que desencaminó en su trágica separación en la primavera de 1987. Los problemas de drogas del bajista Andy Rourke (que hicieron que fuera expulsado unos meses de la banda y fuera sustituido por el “5º” Smith, Craig Gannon), los conflictos de egos cada vez más fuertes entre cantante y guitarrista y algún que otro mal gesto, como lo fue el hecho de que Johnny Marr se marchara en la sesiones de mezclas de “Strangeways, here we come” a Nueva York a colaborar en el “Naked” de los Talking Heads, hicieron que la banda saltara por los aires.

Tras el abandono de Marr, que fue el primero que dijo “basta” a tanta tensión, ya que las audiciones para nuevo guitarrista no llegaron a ningún punto porque Mozzo (de forma muy honesta) vino a decir que los Smiths no se podían concebir sin Johnny Marr, el resto de componentes emprendieron caminos en solitario, con mayor o menor éxito. Los Smiths siempre fueron (y son) grandes y nunca envejecieron. Su abandono en pleno 1987 y la inconsistencia de su último disco (debida en gran parte al estado catatónico que sufría en esos momentos la banda) propiciaron que U2 recogiera el testigo que ellos dejaban como gran banda del momento tras ver la luz su gran obra “The Joshua Tree”. The Smiths hicieron historia y nos dejaron un legado impagable. El disco de hoy es quizás su mejor trabajo dentro de una discografía prácticamente perfecta con poquísimos altibajos. Háganse un favor y escuchen este disco que hoy les he presentado. Ah!, y si ya lo han escuchado, por favor, vuelvan a hacerlo.
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sábado, 5 de julio de 2008

1986 Depeche Mode - Black Celebration

Hoy continuaremos con otro de mis grupos preferentes: Depeche Mode. Los llamados padres del house a mediados de los 80 ya se habían hecho un hueco importante dentro de la escena del baile y techno-pop internacional. Sin embargo, a los ojos de muchos críticos seguían sin tener credibilidad y no tenían el respeto de los mismos (incluso un joven Neil Tennant se permitía, desde su posición en la prensa musical, meterse con ellos). Con todo este panorama, 1986 supone un antes y un después en la historia de Depeche Mode. Este año supone la frontera entre la primera y segunda etapa del grupo. En la primera parte de su historia, Depeche Mode se caracterizó por sonidos de electro-pop alegre y unas letras, en la mayor parte de sus casos, desenfadadas y sin excesivo contenido. El cambio a una música más madura, tanto en lo instrumental como en lo lírico, se empezó a fraguar en el disco del año 84 “Some great reward”. Posteriormente a este disco, el grupo sacó un recopilatorio de su primera parte con el que parece que daban carpetazo y ponían un punto y seguido en su carrera. Para la ocasión aderezaron dicho recopilatorio con 2 singles en la senda del sonido que hasta la fecha marcaba las composiciones de la banda: el magnífico tema “Shake the disease” e “It’s called a heart”.

Tras esto, Martin Lee Gore se metió de lleno en la composición de un disco que supone el inicio de su ascensión definitiva al olimpo de los grandes compositores de la música moderna. Las letras de las canciones eran mucho más densas, trabajadas, serias y profundas que las entregadas hasta la fecha. El carácter del disco que hoy analizamos es bastante depresivo y negativo, y a más de uno en un principio le dejó fuera de juego. No obstante, no se puede hablar de una ruptura total, ya que en el disco anterior se habían dado señales, tanto en sonido como en letras, del cambio que se avecinaba, ya que hubo 2 conflictos en la parte lírica con sendas canciones: “Master & Servant”, que trataba del juego del amo y el esclavo “en la cama y en la vida” y “Blasphemous rumours” en la que se criticaba el “enfermizo sentido del humor de Dios”.

El disco no tiene una grabación muy buena que se diga. Es un disco que hay que escuchar a un nivel de sonido más alto de lo normal. La grabación de las pistas tiene un volumen bastante bajo (no sabemos si está hecho adrede). Esto hace que el primer tema, la canción título, entre de puntillas con unos sonidos lejanos y unas voces quejumbrosas, que como si de extrañas criaturas o almas en pena se tratasen, recitan “Black celebration”. Los teclados de la canción son punzantes y en un estilo muy distinto hasta el que ahora nos tenían acostumbrados los chicos de Basildon. La voz de Dave Gahan, entra potente, sonando como si viniera de ultratumba, todo ello para decirnos cosas como “Vamos a hacer una celebración negra para celebrar el hecho de que hayamos visto el fin de un negro día”. Ahí es nada. Si en el anterior disco se nos decía cosas como que “la gente es gente, entonces ¿por qué tú y yo nos llevamos tan mal?” (“People are people”) ahora se nos dicen cosas como “tus optimistas ojos parecen el paraíso para alguien como yo… quiero cogerte en mis brazos, olvida lo que no pudiste hacer hoy”. Es una canción con una fuerza brutal, atronadora y con unos arreglos excelentes, rodeados de los mejores sintetizadores del momento y un correctísimo uso del sampler. Sin tiempo para descansar, básicamente porque está unida a la primera canción, nos damos de frente con “Fly on the windscreen”. ¿No les pareció suficiente para ver el cambio de ánimo con lo que nos dicen en la primera canción del disco?, bueno, pues si con esto que viene a continuación no se convencen, yo ya dejo de escribir: la canción empieza diciendo “la muerte está en todos los sitios”. Resulta sobrecogedor, es una canción inquieta en la que haciendo uso de nuevo del sampler no se nos deja respirar apenas. La canción poco a poco va decayendo para dejar paso con un ininterrumpido sintetizador al primer clásico del disco y la primera de las “cuestiones” que se nos plantean. “A question of lust” es una preciosa balada entonada por Martin Gore, cantada con un tremendo sentimiento y que cuando hace acto de aparición en los conciertos de la banda, pone el vello de punta. Tras este comienzo en el que no hemos tenido tiempo de respirar, por fin encontramos un hueco entre canción y canción para tomar aire. El disco prosigue con otro tema de los que canta Martin. Un tema cortito llamado “Sometimes”. Reminiscente del “Somebody” del anterior disco de estudio, Martin se basa de un piano clásico para hacernos una confesión personal. El tema está mezclado de tal forma que la voz de Martin se entrelaza en sí misma como si hubiera varios Martin cantando el tema. El resultado es excelente y hace, por su cortísima duración de menos de 2 minutos, que nos quedemos con ganas de más. Si este tema nos recuerda al anterior disco, el siguiente también en lo que se refiere al título: “It doesn’t matter two”. El sonido es completamente distinto a la primera parte y la letra trata de lo fugaz del amor y los buenos momentos que se pasan en pareja y la sensación de ser el centro del mundo que se tiene cuando estás a solas con alguien: “nos sentimos como pioneros contándonos esperanzas y miedos el uno al otro”. La 2ª cuestión es de tiempo, el tema más movido del album “A question of time” irrumpe con una fuerza arrolladora y nos hace movernos por primera vez en lo que va de album. Lo importante de esta canción va asociada también al videoclip, ya que supondrá la primera colaboración del fotógrafo Anton Corbijn en la dirección de clips de la banda. Esta canción termina de golpe y con un golpe de un acorde suelto empieza el séptimo corte del disco. Un misterioso sonido de un motor, como si de un tractor se tratase, en un loop constante se abre paso en los surcos, mientras un sintetizador por debajo va creando un muro de sonido. Con unas notas de teclado que dan impresión de tema electro-acústico empieza la parte vocal de un David Gahan que empieza casi susurrando invitándonos a “ir con él entre los árboles y tumbarnos en la hierba dejando pasar el tiempo…” todo esto suena muy angelical y romántico, pero a continuación, y rodeado de un sonido monumental y solemne que nos dan el muro de sonido que aquí comienza, Dave nos suelta “déjame verte completamente desnuda” y claro, al principio puedes tomarlo por donde no es. Realmente la canción no viene a hablar de un ser salido, desesperado y lascivo, no. Trata de desnudarse en tanto a los verdaderos sentimientos que tengas dentro de ti. Esto se ve plasmado en los versos “déjame oirte tomar decisiones sin tu televisor, dejame oirte hablar sólo para mi”. Estas palabras dan lugar a una parte instrumental donde escuchamos unas notas de teclado que, personalmente, me parecen uno de los mejores momentos de Depeche Mode a nivel global. A continuación la canción sigue avanzando con la repetición de ese estribillo tan chocante a priori y con unos coros por parte de Martin que acompañan a la perfección a Dave. Stripped fue el single de adelanto del disco. Llegó a entrar en el top 20 del Reino Unido (esto no es realmente importante, ya que singles anteriores fueron más exitosos en ese aspecto) y evidentemente no era un single engañoso, ya que su sonido oscuro representa correctamente al resto de la obra. Los sonidos monumentales de los teclados y sintetizadores que se agolpan en la canción supone uno de los mejores momentos hasta la fecha y de la historia de la banda. El videoclip, dirigido por Peter Care, es un ejercicio de oscurantismo excelente. La imagen del grupo se volvió más rockera, con unas elegantes chupas de cuero y con Dave volviendo al color negro en lo que a su pelo se refiere (no olvidemos su rubio platino de los años previos). Significativa y aplastante es la imagen en la que la banda se ensaña a martillazos con un Citroen CX Palas. Unida a este clásico a través de un sonido que recuerda al tick-tack de un reloj, nos encontramos “Here is the house”, el sonido más alegre y endulzado, y la letra más inofensiva del album. No crean que por ello nos encontramos con un tema naif, se equivocan. Esta canción es una de las joyas ocultas de las que hemos podido disfrutar los fans y la gente que ha ido más allá de los recopilatorios de la banda y se ha adentrado a escuchar los discos de estudio. La canción habla de amor compartido dentro de un lugar señalado y especial. Es quizás el tema menos acorde con el sonido general del disco y quizás sería una pieza más propia de la etapa que dejaba atrás el grupo. La canción es un equilibrio vocal pluscuamperfecto entre Dave y Martin y la música es juguetona y deliciosa hasta decir basta. Se lo aseguro, les encantará. Tras estos 2 temazos en toda regla, nos adentramos en la última parte del disco en la cual hay lugar para 2 ejercicios vocales de Martin Gore. El primero que escuchamos es “World full of nothing”. Delicada pieza romántica en la que Martin susurra cosas como “aunque no es amor significa algo”. Luego nos adentramos en una pieza teatral “Dressed in black” con cierto sonido y entonación catastrofista a la hora de la interpretación. El disco termina con la vuelta de Dave a la voz para entonar “New dress” un tema dirigido y dedicado a la familia real británica en este caso particularmente para la, por aquella época, princesa Diana. En este año la familia real no ganaba para disgustos en el panorama del pop/rock de su país, entre los Smiths y su disco “The Queen is dead” (hablaremos de él en un futuro cercano) y Depeche Mode. “La princesa Di lleva un vestido nuevo” al igual que la banda, que también llevaba un vestido de estreno en su sonido.

Lo que se refiere al track list principal ha finalizado, pero es usual que las ediciones del disco traigan una propina muy decente. Por un lado encontramos remixes o revisiones de “Black Celebration” y “Stripped” (“Black day” y “Breathing in fumes” respectivamente), ambas bastante logradas y el verdadero regalo, el tema que suele estar entre ambas: “But not tonight”. Esta canción formó parte de la banda sonora de la película “Modern Girls” y realmente parece una canción más propia de discos anteriores (al igual que “Here is the house”). El sonido es genuinamente tecno-pop y la letra tiene una melancolía que la hace irresistible con unas partes realmente brillantes: “la luna está brillando en el cielo recordándome tantas otras noche, pero que no son como esta”. Un tema desconocido para el gran público, pero adorado por gran parte de los fans de la banda. Háganme caso y tomen nota.

“Black Celebration” es clave dentro de la historia de Depeche Mode. Marca el comienzo del asalto al gran público, hecho que se conseguiría en el siguiente disco y el paso a la madurez compositiva de Martin Gore. Sienta las bases de cual va a ser el sonido de Depeche Mode a partir de ahora. Hecho muy importante también fue que el genio de Alan Wilder empezara a tener más protagonismo a la hora de retocar el disco y que poco a poco fuera siendo una pieza básica en el funcionamiento y perfeccionamiento de las entregas que nos ofrecerá la banda hasta su lamentado abandono del barco en 1995. Depeche Mode querían demostrar que no eran una banda superficial y artificial o una moda pasajera que con el tiempo se diluyese, y con el tiempo lo conseguirían.

En la portada del disco, también se aprecia un giro respecto a lo que nos había ido entregando anteriormente el grupo. Las "portadas icono" de los 3 discos de estudio anteriores, representadas todas ellas por unas curiosas y bellas instantaneas, siempre aderezadas con un toque de romanticismo, dan lugar a una portada oscura que viene a representar un rascacielos inmenso con sus ventanas de cristal en mitad de la noche. Igualmente viene decorada con unos símbolos de fuerte carácter futurista que impregnan toda la portada, incluida la proclama que se incluye en la contraportada. El disco supuso un ligero retroceso en las listas de ventas respecto a sus predecesores, sobre todo en lo relativo a los singles, pero la banda tenía bien claro qué era lo que realmente querían hacer. Esto es sólo el comienzo del crecimiento a nivel mundial de la banda, eso sí, un gran comienzo.
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