ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Lou Reed es uno de esos casos paradójicos donde se puede ser un clásico y a la vez un artista de culto. En efecto, si miramos a las frías cifras, ni con The Velvet Undergroud, ni tampoco él en solitario ha vendido cifras muy altas de discos. De hecho, “Transformer” es su mayor éxito de ventas, llegando a ocupar el puesto número 13 en el Reino Unido y el 29 en USA. Los singles de este álbum también son los que más repercusión tuvieron. Para ello, baste citar nombres como “Walk on the walk side”, “Perfect day” o “Satellite of love”; clásicos fácilmente reconocibles.
La mayor influencia de Reed quizá haya recaído en el underground más que en el mainstream, pero no por ello deja de ser un imprescindible de la historia de la música rock. Su forma de cantar es perfectamente identificable, no hay un estilo muy parecido al suyo. Es una voz como inconmovible, propia de alguien que parece que pasa de todo, estilosa, quieta, pero que en conjunción con las letras puede ser un puñal. Como ejemplo moderno, se me ocurre Julian Casablancas como sucesor de esta forma de interpretar.
Lou Reed también es el cronista del lado salvaje de la vida, particularmente de la neoyorquina. En los tiempos de la Velvet, mientras el mundo cantaba al son del idealismo hippie, sus letras hablaban de sadomasoquismo, camellos, adicciones varias, historias truculentas. Eran como el lado oscuro de aquellos veranos del amor. Ni que decir tiene que en “Transformer” también encontramos esos elementos, unidos a una especie de bohemia cabaretera y glam de moda que hacen el disco más accesible.
La presencia glam ya se deja sentir desde la icónica portada, donde vemos a Lou Reed con la cara maquillada y el semblante ambiguo. Además, no hay que olvidar la presencia de David Bowie en las tareas de producción, que además le prestó algún músico como el guitarrista Mick Ronson. No hay que confundir esto como una absorción del Duque Blanco hacia Reed; si algo tenía el neoyorquino era personalidad e independencia. Pero no se puede evitar ver alguna influencia estilística.
Mucha gente piensa que éste es el debut de Lou Reed en solitario, pero en realidad es el segundo disco. Unos meses antes había lanzado su primer disco con una nula repercusión comercial. Aun así, lo que tienen en común ambos discos es que de algún modo son obras de transición. En el sentido de que son discos con composiciones, no todas, de la época de la Velvet, pero que no llegaron a entrar en ningún disco. Si acaso sonaron en algún directo. Ello no quita para que incluidas en Transformen tengan su propio espíritu, pero la disolución del grupo estaba cerca todavía. No habían transcurrido ni dos años.
“Transformer” es un disco perfecto para iniciarse en Lou Reed. Incluso los no muy seguidores conocerán canciones que ya son pequeños clásicos, y el estilo es altamente accesible, libre de los experimentos sonoros de algunos trabajos de la Velvet, y de posteriores discos de Reed como “Metal Machine Music” (1975). Además, es una obra que se escucha fácilmente, son unos 36 minutos de duración y no hay bajones significativos en la calidad. “Transformer”, sin duda es uno de los discos esenciales de la historia del rock y un buen instrumento de disfrute.
ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Vicious”: El punto de partida de “Transformer” es la versión más roquera. Se trata de un glam rock de buen guitarreo y ritmo constante. Contagia una extraña vitalidad, como una pequeña llamada a la locura. La estructura es sencilla y solamente se rompe algo en algún arranque de intensidad, sobre todo al final. Ojo a la chulería de la melodía vocal. Según Lou Reed la canción está inspirada en Andy Warhol. Buen y animado comienzo.
2. “Andy’s chest”: Completamente distinto es el comienzo de esta canción. Lenta, seductora, recreándose en la voz casi hablada de Reed. Hay un pequeño cambio de ritmo que inserta una vena rock de medio tiempo. Incluso se permite un toque de barroquismo con la aparición de unos curiosos coros donde participa David Bowie. En general no deja de ser un rock bastante clásico, agradable y melódico que no teme dejar un sabor algo crápula. Esta es una de las composiciones de la época de la Velvet, y el Andy del título vuelve a ser Andy Warhol.
3. “Perfect day”: Hermoso y trágico es este clásico de Lou Reed, que demuestra que es perfectamente capaz de urdir bellas melodías. Lo que pasa es que la belleza en Lou Reed tiene algo de desolador, de decadencia, de lamento. Incluso cuando el mensaje pretense ser el contrario. Los arreglos de cuerda y pianos son excelentes, y la voz de Reed es personalísima (incluyendo el “pseudogallo” del estribillo). Se insiste mucho en el supuesto doble sentido de la letra, que en lugar de tratarse de asunto amoroso, hablaría en realidad de la adicción a la heroína. Teoría potenciada por la inclusión de la canción en “Trainspotting” en el momento de la sobredosis de Renton. No obstante, Lou Reed niega esta interpretación y dice que es tan solo la historia de un chico disfrutando de un día perfecto con su pareja. Todo un clásico de Reed, versionado por varios artistas. Entre ellos Duran Duran, que en 1995 consiguieron un leve éxito con su propia cover.
4. “Hangin’ round”: Y volvemos al rock y a la querencia glam. Puede que sea una de las canciones de Lou Reed que más se parece al Bowie de la época, pero la melodía vocal sigue los patrones propios del neoyorquino. Los pequeños arreglos de piano en el estribillo dan el punto justo de rock clásico. Esta canción, por lo tanto, es uno de los momentos más genuinamente animados del disco. Un buen contrapeso a la emotividad de “Perfect day”, en lo que es una especie de cabriola estilística.
5. “Walk on the wild side”: Quizá la cancion más conocida de todo el repertorio de Lou Reed. Y no solo por la música, sino por la temática de la letra. A través de unos personajes, que Lou Reed conoció realmente en la época de The Factory y Andy Warhol”, se nos habla de travestismo, chaperos, sexo oral y drogas. Imaginen esos temas en los años 70, o más bien imaginen una canción así ahora y cuántas firmas se recogerían en change.org para censurarla. A lo que vamos. La canción es de una elegancia canallesca, de elementos sencillos donde la voz y el bajo son los constituyentes principales. Los arreglos de jazz catalizan la atmósfera de plácida bohemia, de reflexiones crápulas y nocturnas.
6. “Make up”: Una canción para tocar en un cabaret o en un music hall. Parece una melodía medio burlona debido a esos trombones que suenan eventualmente, y por la entonación algo irónica de Lou Reed. No es de lo mejor del disco, y quizá suene un poco a relleno. En cualquier caso se trata de un relleno agradable. La letra habla del proceso de transformación de una drag queen, siendo la intención de Lou Reed la de escribir una canción de temática gay que no resultase negativa ni trágica, elementos íntimamente asociados en aquel momento con esta cuestión (todavía quedan rescoldos hoy, tristemente).
7. “Satellite of love”: Otro clásico de Lou Reed. Esta dentro de su faceta melódica, y demuestra la capacidad de Reed para componer, si quería, exquisitas canciones pop. No es tan solemne como “Perfect day”, en buena medida por la interpretación de Reed, pero también por algunos coros de fondos, unos curiosos toques de flautín, y un final que es puro chasqueo de dedos. La canción ya estaba compuesta en los últimos tiempos de la Velvet, aunque finalmente se decidió no incluirla en “Loaded” (1970), su último álbum. La letra habla de un hombre mirando desde su televisor como ponen un satélite en órbita, mientras reflexiona sobre las infelicidades de su novia (que es un satélite del amor, vamos).
8. “Wagon wheel”: Otro poco de rock dentro del setlist de “Transformer”, en forma de una divertida canción de medio tiempo, con alguna que otra pausa extraña. Es una canción muy de Lou Reed, con una voz de elegante chulería que consigue conformar un final de lo más adictivo. Es más de lo que parece, y acaba siendo uno de las canciones más pegadizas del disco.
9. “New york telephone conversation”: Lou Reed más cabaretero y ligero que nunca. La canción es una breve melodía burlesca que no aporta nada, pero que tampoco molesta escucharla. Es como esos números que metía Queen en sus discos, del tipo “Lazing on on the Sunday afternoon”. Nuevamente recuerda a Warhol, en este caso por su manía de tener largas conversaciones telefónicas con famosos. Como sí Reed, en este caso, quisiera burlonamente alejarse de su época en The Factory.
10. “I’m so free”: Lou Reed vuelve a mostrar con vehemencia su lado glam. Guitarras y percusiones muy marcadas, en el que quizá sea la canción más contundente del disco. La guitarra de Mick Ronson da una personalidad punzante a la canción, que nunca olvida su ritmo despreocupado. Realmente divertida y vital.
11. “Goodnight ladies”: Para cerrar “Transformer”, Lou Reed decide recurrir a su otro gran recurso estilístico del disco, después del glam, o sea la música de cabaret. Esta vez con un profuso recubrimiento de arreglos de cuerda, como si así el resultado fuese medio vodevilesco, medio decadente. Curiosa forma de acabar, casi al estilo de los años 20 y con un sentimiento casi etílico, de profunda bohemia. El caso es que el protagonista de la letra se lamenta de pasar solo la noche del sábado después de haber roto con su pareja, y no tener mucha suerte en salir en busca de alguna aventura.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
“Transformer “es un disco de melodías bastante accesibles que consiguen que adentrarse en el peculiar mundo de Lou Reed no sea una tarea ardua. Acaso junto con “Berlin” (1973) y el directo “Rock n Roll Animal” (1974), sean sus discos por antonomasia. Es, además, un disco regular, sin meteduras de pata, y con un nivel parejo durante todo el minutaje.
Si acaso, podría prescindirse de alguna canción tipo “New York telephone conversation”, pero no es un desliz grave, como mucho un pecado venial. Mantiene además el tono lírico característico de Lou Reed como narrador urbano que sin ningún tipo de aprensión es capaz de reflejar en sus letras la faceta más sórdida, o menos visible, de la vida urbana. Y es que además de ser ya un clásico canónico del rock, el neoyorquino sigue siendo vorazmente moderno.
Texto: Mariano González.
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