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viernes, 13 de diciembre de 2019

La Broma Negra - Los Extraños Tienen Los Mejores Caramelos (2018)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
La Broma Negra son un huésped común de este blog. Bien sea a base de crónicas de conciertos o análisis de discos, cada cierto tiempo tienen una cita con nuestra escritura. En lo que a análisis de discos se refiere, hemos escrutado al milímetro, desde “Joyas De Princesas Muertas” (2010), toda su discografía. Solamente quedaba pendiente por formar parte de esta bitácora “Los Extraños Tienen Los Mejores Caramelos”. Para mí es honor llenar este hueco, en lo que de hecho es la primera ver que me encargo de desmenuzar el contenido de un disco suyo.

Sí que he tenido el gusto de redactar crónicas de varios de sus conciertos y de, por lo tanto, plasmar todo el gozo que supone un evento en directo de La Broma Negra. Por mi parte es un placer escribir sobre cualquier cosa que tenga que ver con esta banda. ¿Qué nos trae de nuevo “Los Extraños Tienen Los Mejores Caramelos”? Comencemos por la parte musical. Dentro de los sonidos del disco se suprimen casi todos los elementos electrónicos, quedando así exento del componente techno. De esto se sigue que el tono general es más orgánico. Se añaden elementos nuevos; por un lado en algunas canciones se nota incluso alguna vena folk, de otro las voces de Laura ganan bastante protagonismo.

Es un disco, además, que requiere de varias y atentas escuchas para que se produzca el efecto deseado y que la música cale. Esto no es defecto, simplemente una característica. Según vayamos aumentando nuestras escuchas, más desfrute iremos obteniendo. Esto no significa que no haya estribillos épicos o memorables. En cuanto a la música, ya hemos destacado su desconexión de la electrónica. Concretando un poco vemos que hay sombríos elementos de dark folk (“Odio al cantante pero amo la canción), pop sencillo y elegante (“Rey cuervo”), explosiones atronadoras (“Demonios en el jardín”), emotividad a raudales (“Banderas de nuestros padres”)… Sin embargo a pesar de esta razonable variedad, el disco tiene una sensación de unidad imbatible. Se hace difícil distinguir segmentos o agrupaciones de canciones; es un disco que se tiene que ver como un todo.

En cuanto a las labores instrumentales, que se haya prescindido de la vertiente techno no significa que David Infantes no haya aportado nada. Se pueden escuchar ráfagas de piano y arreglos sintéticos de carácter más ambiental que otra cosa. La guitarra de Alex Gómez tiene momentos en que se afila, y ahí tenemos por ejemplo a “Demonios en el jardín” para confirmarlo; normalmente usa acordes sencillos pero contundentes y suficientes para dejar un sesgo concreto. También hay arreglos de bajo y violín a cargo de músicos de estudio. La percusión, a cargo de Laura Pérez, tiene una sonoridad peculiar. Suena sencilla, pero seca y contundente. En los momentos más aquietados se mueve a medidos golpes de bombo o timbal y en los más movidos tiene un nerviosismo casi industrial. No sé si es un ejemplo particularmente adecuado, pero en el caso de esta segunda tipología de canciones casi podemos acordarnos de la atronadora percusión del “The Dreaming” (1982) de Kate Bush, aunque sin llegar a su locura y si acaso en alguna canción del final del tracklist.

Las letras de Carlos Caballero siguen siendo un ingrediente que aporta un sabor personalísimo a La Broma Negra; son oscuras, simbólicas, laberínticas, pródigas en referencias artísticas e históricas. De las mejores que se puedan escuchar en español. Las letras son cantadas, como no podía ser de otra forma, por la voz grave y enigmática del propio Carlos Caballero, otro elemento inseparable del grupo y catalizador del atractivo de las canciones.

En fechas posteriores a la publicación del disco se sucedieron una serie de acontecimiento desazonadores para los seguidores de La Broma Negra. Álex Gómez y David Infantes han dejado la banda. Especialmente crucial es la baja del primero, pues llevaba casi tres décadas de militancia. Por respeto a nuestros amigos de La Broma Negra y teniendo en cuenta que insistir o profundizar en este tema bordearía el amarillismo no desvelaremos ningún pormenor. La formación que ha dado los últimos conciertos ha variado. En el último tampoco estaba Laura Pérez, pero según parece no es una salida definitiva. Sin embargo, el proyecto continúa; no sabemos con qué formación, pero será con Carlos Caballero como cabeza pensante e ideólogo. Sea como sea nosotros, en DMR, seguiremos muy de cerca la evolución del proyecto.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Odio al cantante pero amo la canción”: El disco comienza con unos leves acordes de guitarra acústica, una percusión minimalista y una atmósfera decadente. Comenzamos a oír la voz de Laura Pérez, que no se limita a unos simples coros sino que es parte importante de la melodía vocal. Más tarde se oirá la voz cavernosa de Carlos, y es el contraste entre ambas voces uno de los alicientes de este primer tema. Se trata de una especie de dark folk, recogido y acariciante. Es arriesgado empezar un disco así, pero en última instancia el resultado es bastante bueno. La letra tiene una identidad muy clara con la música, evocando ambas un romanticismo lúgubre y misterioso.

2. “Niñera de gigantes”: Más rítmico y nervioso es este tema, cuyas estrofas son propias de un pop reflexivo y algo tétrico. El estribillo gana en energía, viendo por primera vez atisbarse el rock. La estructura es peculiar, a mitad de canción irrumpe la voz de Laura Pérez introduciendo una melodía propia. La canción parece pararse y arrancar en varios momentos. Medio tiempo de composición sinuosa que va ganando con las escuchas. La letra es francamente curiosa, introduciendo elemento culturales: se cita a Maribárbola (uno de los personajes de “Las Meninas” de Velázquez), y a la shakespereana Ofelia.

3. “Rey cuervo”: Melódico y elegante piano pop que, a ritmo de medio tiempo, aporta un momento agradable y algo melancólico. Nuevamente los coros de Laura Pérez se intercalan dando un buen efecto. Los arreglos de fondo son leves pero dan un buen toque. Sabemos que Carlos Caballero es un fan de Kate Bush, ¿cuando la letra menciona “dicen que hizo un trato con Dios”, será una referencia a la cantante británica? Por la canción Running up that hill (A deal with god)”. Solo es, conste en acta, una especulación. Es uno de los singles del disco. Cuenta con un simétrico vídeo donde los componentes de la banda aparecen vestidos con la indumentaria de la portada mientras cantan y tocan en un paraje campestre.

4. “Sirenas”: Empieza de forma meditabunda juntando el piano y la percusión. En cuanto entra la voz de Carlos la canción adquiere un tono de inquietante ensueño, muy adornada por unos atmosféricos teclados de David Infantes. La música suena a leyenda, a cuento misterioso. En un momento dado Carlos Caballero da un emotivo quiebro vocal. En la letra se inserta un fragmento de “La canción del pirata” de José de Espronceda. Tiene un vídeo muy acorde con la letra, en el que la sirena no es otra que Laura Pérez.

5. “Banderas de nuestros padres”: Una de las canciones bandera (nunca mejor dicho) del disco. Tiene buenas virtudes para destacar; las estrofas son misteriosas y el estribillo es potente y épico. Uno de los momentos con sabor más emotivo del disco. La percusión de Laura Pérez ayuda dar consistencia al estribillo. La letra podría hablar de las penalidades que hubieron de pasar nuestros padres (o abuelos) en tiempos oscuros. De lo mejor del disco. Tiene un vídeo donde se ven algunas imágenes de los pormenores de algún viaje del grupo para dar un concierto.

6. “Séptimo hijo varón”: Una canción que empieza con el lema de la Santa Compaña tiene puntos para ser bastante curiosa. El caso es que la música es intensa y emocional, con una entregada actuación vocal de Carlos y una buena musculatura instrumental. Suena apasionada y algo torturada; sin duda su mayor virtud

7. “Rimas y leyendas”: Además de tener un título “becqueriano”, tiene una fortaleza musical a prueba de bombas. Quizá sea el número más pegadizo del disco; también de los más animosos. Por un momento, al menos líricamente, la música abandona la melancolía y la oscuridad. Que encima la letra incluya elementos históricos (el rey Juan, el Rey Borbón, Los Infantes de Aragón) me parece estupendo. Y si añadimos lugares de Madrid como San Ginés o La Casa de las Siete Chimeneas, miel sobre hojuelas. En directo es infalible.
8. “¿Quién te ha dado vela en este entierro?”: Fuerte contraste con la canción anterior. El lúgubre y atmosférico comienzo da paso a una turbulenta y áspera música con una no menos áspera letra. Los fuertes redobles de batería y algunos toques de guitarra añaden una buena cantidad de intensidad. Corta en duración, es uno de los puntos más turbados, nerviosos y menos accesibles del disco.

9. “Demonios en el jardín”: Primer single del disco y, además, todo un pelotazo. Hablando en plata, quizá sea canción más cañera del tracklist. Las voces y guitarras distorsionadas y la vehemente percusión hacen que bordee casi el rock industrial. Aunque es un poco agreste, va ganando con las escuchas. La letra abunda en imaginería religiosa sacada de “El Paraíso Perdido” de John Milton. La simbiosis entre la rudeza de la música y el oscuro misticismo conforman una canción realmente potente. El vídeo tampoco es manco; en él aparecen los miembros del grupo con atavíos religiosos moviéndose en el interior y alrededores de una iglesia.

10. “Teme al hombre de un solo libro”: Los primeros treinta segundos son de una liviandad casi lírica. A continuación llega un furibundo cambio de ritmo basado en una atronadora percusión y unas potentes guitarras. A partir de ahí, salvo algún pequeño interludio, todo es ya intensidad y pasión. Conjuga bien con “Demonios en el jardín”, aunque es menos oscura. Lo que sí es cierto es que forman un binomio arrebatado y eléctrico.

11. “Yo soy solo el mensajero”: Este segmento de intensidad sigue acrecentándose. Esta canción es apocalíptica no solo por sus referencias líricas sino por los abrumadores arranques de desesperación que expresa la voz de Carlos Caballero. Da la impresión de ser un grito de dolor, una queja existencial. Densa y oscura, su situación en el disco es todo un acierto. Peculiar y rotunda.

12. “Conquistadores”: La percusión se mueve casi a ritmo militar y las guitarras acústicas dan a la canción una sonoridad antigua. Tiene sentido; la letra habla de los conquistadores españoles del S. XVI. La sensación que nos transmite es de tensa calma, como la inquietud de un grupo de hombres adentrándose en tierra incógnita. Casi me la imagino como banda sonora de la película “Oro” de Agustín Díaz Yanes.

13. “Martín pescador”: El disco se cierra de manera épica. La voz de Carlos suena trascendente y se apoya en una sólida base de percusión. Los arreglos de gaita, por su parte, dan una atmósfera enigmática acorde con la letra. Esta canción tiene hechuras de himno y se trata de la música con más producción del disco. Excelente cierre que además tiene el último vídeo que ha sacado La Broma Negra hasta el momento; sin muchos medios, aunque bien aprovechados, las imágenes tienen un sabor de leyenda medieval.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
No decepcionan La Broma Negra. Son capaces de parir discos diferentes entre sí y, sin embargo, mantener intacta su esencia. Este disco es lo más orgánico que tiene desde que se inmiscuyeron masivamente en la electrónica con “Joyas De Princesas Muertas” (2010). Se intuye también un sentido más hermético, donde hay algunos resquicios que cuestan un poco más aprehender pero que se irán haciendo nítidos con las escuchas.

La mayor parte de densidad instrumental está en su tramo final, pero incluso en los instantes reposados hay un sentimiento turbulento, algo torturado. Los fans de La Broma Negra se encontrarán encantados, y los oyentes casuales si tienen un poco de paciencia no tardarán en apreciar con agrado los atractivos de “Los Extraños Tienen Los Mejores Caramelos”.

Por nuestra parte queremos que La Broma Negra siga, bien como grupo, bien como proyecto personal de Carlos. Como a resultas del periodo de la presentación de este disco ha habido bajas importantes en la formación, lo escuchamos con un plus de melancolía. Lo que no oculta nuestro deseo de que algún día las aguas vuelven a su cauce y saboreemos un poco los viejos tiempos. En cualquier caso presiento que todavía nos esperan un buen puñado de canciones que disfrutar.

Texto: Mariano González.

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