ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
El pasado 4 de marzo Keith Flint, vocalista, bailarín y cara más visible del grupo The Prodigy, se suicidaba en su casa de Essex con solo 49 años de edad. La noticia me dejó muy impactado; justamente estaba buscando conciertos de la banda a los que poder asistir este año pues hacia bastante tiempo que no los veía en directo y además era consciente que dado lo enérgicos que son sus presentaciones en directo, con el desgaste físico que conllevan, no les debían quedar muchas giras por delante. En fin, todo esto finalmente se ha desvanecido con la inesperada muerte de Flint.
A través de este modesto artículo quisiera rendirle un homenaje, pues The Prodigy ha sido un grupo que he disfrutado mucho a través de música, haciéndome conocer un tipo de electrónica más dura de la que estaba acostumbrado.
En estos momentos el grupo estaba totalmente de actualidad gracias a un último trabajo “No Tourists” publicado en noviembre del pasado año. Sin embargo, en este artículo no trataremos éste último disco y nos centraremos en la obra clave de The Prodigy: “The Fat Of The Land” publicado en 1997.
Con este tercer álbum The Prodigy acercaron la música dance al rock y el metal con un enorme éxito dando el salto a Estados Unidos donde fueron extraordinariamente populares. En plena apoteosis del fenómeno Britpop de los 90, ni Blur ni Oasis conseguirían jamás el éxito masivo en Estados Unidos; este honor les correspondió a The Prodigy con “The Fat Of The Land” que les dio el número uno en USA.
He querido privilegiar este tercer álbum del grupo sobre el más reciente por varios motivos: el primero es que no hay mejor forma de homenajear a Flint que con el que es para crítica y público su mejor disco; el segundo es la gran evolución de Flint con motivo de este álbum: Keith pasó de simplemente ejercer de bailarín en los conciertos de la banda, a por primera vez participar en la grabación de un álbum aportando letras y partes vocales (los dos mayores éxitos de la banda en formato single -“Firestarter” y “Breathe”- llevan su sello). Y tercero porque es “The Fat Of The Land” el disco más identificable con su persona, con esa imagen demoniaca que se convertiría en icónica.
ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Smack my bitch up”: El álbum empieza con un auténtico puñetazo en la mesa, con una base dance muy dura, un bajo a veces juguetón y otras atronador y unos ritmos Big Beat más perfeccionados que nunca. La letra consiste simplemente en la polémica frase "Change my pitch up / Smack my bitch up", sampleada del tema "Give the drummer some" de los Ultramagnetic MCs, publicado en 1989. Además, el tema contiene samplers de Kool And The Gang o Rage Against The Machine entre otros y es una buena muestra de cómo Liam Howlett domina el arte del sampleado. Destaca el interludio hipnótico de tintes orientales que correría a cargo de la cantante Shahin Badar que consigue con su contribución poner la nota amable y apacible que poco a poco se va enturbiando para finalmente volver a la dureza rítmica de la canción. “Smack my bitch up” fue el tercer y último single del álbum. Fue muy exitoso, aunque no alcanzaría las cuotas de popularidad de los dos singles anteriores (“Breathe” y “Firestarted”). Más polémico aún que la canción fue el famoso video clip, si bien el tema ya había sido calificado de misógino, a éste se unía un video donde vemos a una persona cometer todo tipo de abusos con el alcohol y las drogas, tener un comportamiento totalmente violento y protagonizar escenas de sexo. Cuando se descubre la identidad del protagonista, esta resulta ser una mujer, lo cual debió exasperar aún más a las asociaciones feministas que habían denunciado el contenido de esta canción, pero eso no le resta ni un ápice a su originalidad y a la inversión de los roles que propone.
2. “Breathe”: Sin tiempo a que nos repongamos del primer trallazo llega otro tema para poner la casa patas arriba. Su introducción, un tanto sórdida, pronto deja paso a un sonido sucio, frenético y con bases de percusión bastante duras donde Keith Flint y Maxim Reality protagonizan un sonado enfrentamiento. Se puede sentir la tensión y el dramatismo que ambienta toda la canción. Con “Breathe” el grupo lleva la electrónica al terreno del rock, con un sonido muy industrial y denso. Como bien sabemos este fue el segundo single del álbum alcanzando el número 1 en el Reino Unido y en gran parte de Europa (lo alcanzaría en España curiosamente). El single contaría con un decadente video rodado en unos apartamentos abandonados donde los, entonces, cuatro componentes del grupo experimentan una serie de fenómenos sobrenaturales; un clip nada amable, pero ideal para reflejar el ambiente oscuro de la canción.
3. “Diesel power”: Para este contundente tema cuentan con la colaboración del rapero Kool Keith; los Prodigy siempre tuvieron cierta atracción por el hip hop y aquí hacen gala de ello permitiendo a Kool Keith emplearse a fondo con una pesada base electrónica de acompañamiento. Esta vez las revoluciones bajan y estamos ante un tema más detallista que utiliza un sample de percusión del tema "The fuz and da boog” de Fuzzy Haskins que le da un toque funky a la canción.
4. “Funky shit”: Uno de los tema más dance del álbum, quizás el punto de unión con sus dos discos anteriores, estamos ante una auténtica bomba rítmica de cinco minutos donde Liam Howlett demuestra porque The Prodigy es sin duda la referencia del big beat de los 90 (con permiso de The Chemical Brothers). La escasa letra de la canción, ese “oh my god, that’s the funky shit!” está sampleado de un tema de los Beastie Boys “Root down”. Curiosamente fue precisamente con este grupo con el que los Prodigy tuvieron la famosa polémica en el Reading Festival a propósito de “Smack my bitch up”: los Beastie Boys pidieron a los de Howlett que no tocaran esa polémica canción, los Prodigy hicieron caso omiso e incluso se recrearon en ella.
5. “Serial thrilla”: Uno de los momentos más punk del álbum, cortesía de Keith Flint, que está dispuesto a ganarse todo el protagonismo que no tuvo en entregas anteriores del grupo. Aquí pone todo su lado más agresivo con un fondo de contundentes guitarras que tienen como base un sample del tema “Selling Jesus” de Skun Anansie; de hecho su cantante Skin está acreditada en el tema. A este fondo punk se unen unos inquietantes sonidos de sintetizador que crean un tema bastante oscuro y áspero.
6. “Mindfields”: La segunda parte del álbum se abre con un tema bastante experimental y atmosférico. Aquí la escasa parte vocal es cortesía de Maxim Reality, uno de los pilares del grupo, que firma el tema junto a Howlett creando un ambiente inhóspito y austero, pero que contiene un muy efectivo gancho en ese misterioso riff que se repite constantemente y que proviene del tema de John Barry “Hip’s tip” de la película de James Bond “The Man With The Golden Gun”.
7. “Narayan”: Howlett sigue su vena más experimental y sin duda este es el tema más trabajado en este sentido. Se extiende hasta los nueve minutos y se abre con unas sinuosas y cinematográficas líneas de sintetizador que ayudan a potenciar el ambiente misterioso de la canción. Tras este comienzo, Howlett lanza una batería de ritmos big beat creando un ambiente dinámico, como si estuviéramos sumergidos en una película de acción; a esto se une la lograda intervención vocal de Crispian Mills, cantante de la banda de indie rock Kula Shaker, que consigue darle al tema un cierto toque Britpop. Además, a mitad del tema tenemos un pasaje con algún que otro detalle oriental que relaja la intensidad de la canción para luego volver a la carga con ritmos potentes. Todo un logro este tema que, a pesar de su extensión, no aburre en ningún momento. Liam Howlett en estado de gracia.
8. “Firestarter”: Este fue el primer adelanto del álbum. Salió mucho tiempo antes que este y significó la transición de Keith Flint de ser simplemente un figurante en el grupo a parte fundamental del mismo. “Firestarter”, es un tema que podríamos considerar sin problemas una de las cumbres de esa electrónica hardcore y poco amable que en parte inventaron los Prodigy. Su sonido abrasivo punk conseguiría que un grupo techno fuera visto con buenos ojos por los seguidores del metal; de hecho el tema sería versionado por grupos como Sepultura o Kiss. Entre los samples utilizados en la canción tenemos dos remarcables: Howlett toma elementos del tema “SOS” de The Breeders y se saca el famoso grito “hey” presente en prácticamente toda la canción del tema “Close (to the edit)” de The Art of Noise. Contaría con un impactante video donde Flint da absoluto miedo y que sería desprogramado del horario infantil. Con todo, fue número uno en el Reino Unido disparando la popularidad de la banda y de Flint como cara visible de la misma.
9. “Climbatize”: Aquí Howlett prueba nuevos sonidos jugando con una potente línea de bajo a la que se la van añadiendo distintas capas de sintetizador y se van alternando pasajes más rítmicos con otros más ambient. Hacia el final del tema Howlett vuelve a echar mano de su gusto por la música de oriente medio y por momentos casi pareciera que estamos escuchando la llamada a la oración de una mezquita y no es ninguna broma. En definitiva un gran tema donde la inspiración de Liam fluye demostrando que se encontraba en un momento excepcional en cuanto a creatividad.
10. “Fuel my fire”: El grupo cierra el álbum con una versión en clave technorock del grupo L7. Esta reinterpretación cuenta con Keith Flint en la parte vocal acompañado de Saffron, la vocalista del grupo Republica, banda de efímera vida allá por los 90 (quizás algunos de ustedes recuerden su single “ready to go” de 1996). Es una forma original de acabar el disco con este tema acelerado de guitarras afiladas y mucha actitud punk que se completa con unos sintes un tanto fantasmagóricos.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
No exageramos si decimos que “The Fat Of The Land” fue una absoluta revolución para la música electrónica, imponiendo un sonido duro, áspero y contundente. Bailable, sí, pero cada vez más alejado de las raves de principios de los 90 y más próximo al punk y el metal. Keith Flint tuvo mucho que ver en esto: su transformación hacia una imagen mucho más agresiva lo llevo a ser la cara visible del grupo, para muchos el líder, aunque el cerebro siempre seria Howlett.
“The Fat Of The Land” es sin duda uno de los discos de electrónica más importantes de los 90. De repente The Prodigy se convirtieron en el grupo más importante del género: nada menos que 10 millones de copias despacharon de este álbum. Era sin duda el disco que había que tener si querías demostrar estar a la última. Consiguió ser número uno tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos y eso sufriendo una censura bastante notable, pero estaba claro que había que tener el disco del cangrejo sí o sí (y es que hasta la portada es magnífica en este disco).
El éxito masivo tendría consecuencias para el grupo que no lo supo asimilar muy bien: después de estar girando incansablemente con este álbum, el bailarín Leroy Thornhill deja la banda en el año 2000; su salida se veía venir: al pasar Flint a primera línea, Leroy perdió su lugar en el grupo y tampoco tuvo la oportunidad de reciclarse en otras funciones. Esto sería seguido de una crisis en la banda donde tanto Maxim como Keith intentarían proyectarse en solitario. Keith formaría su propia banda bautizada con su apellido Flint. El lanzamiento de su primer álbum era muy esperado dada su creciente popularidad; sin embargo, en el último momento y cuando ya se habían mandado copias promocionales a la radio, el lanzamiento sería abortado, con lo que tenemos un disco que ha circulado desde entonces por internet, pero que jamás ha sido publicado oficialmente.
A partir de aquí Flint dejaría sus fantasías en solitario y volvería a reunirse con sus compañeros Maxim y Liam. El grupo, ya como trío, ha seguido funcionando desde entonces con notable éxito, destacando sobre todo el álbum “Invaders Must Die” (2009) que les daría gran repercusión y del que tengo muy buen recuerdo, pues fue con la gira de este disco que les pude ver por fin en directo y dos veces: en Madrid y Paris. Su último trabajo “No Tourist” saldría el año pasado e iría directo al número uno en el Reino Unido, siendo su séptimo álbum en conseguirlo (todo un record) y recientemente habían completado la primera parte de la gira de presentación de este disco con exitosos conciertos. Pero todo esto parece que no influiría en el ánimo de un Flint que venía luchando contra una enorme depresión que finalmente y por desgracia lo ha vencido.
Es curiosa una de sus últimas canciones “We live forever”, todo un chorro de energía para poner al público a bailar sin descanso; ahora esta canción se ha vuelto irónica y triste porque... No, no van a vivir para siempre. The Prodigy se puede dar por acabado sin Keith. No es que Liam y Maxim no puedan continuar, pero ya no sería The Prodigy. Sería otra historia. De momento nada se sabe del futuro de la banda, solo que toda la gira de 2019 ha sido obviamente cancelada.
El suicidio de Flint ha sido una tragedia completamente inesperada. Este artículo es mi pequeño homenaje a su figura. Hasta siempre Keith, nuestro querido firestarter.
Texto: Alfredo Morales.
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