Uno de mis objetivos este año 2018 era ver en concierto a Karin Dreijer Anderson, más conocida como Fever Ray. No tenía ni idea ni si podría por mi absorbente trabajo que me deja pocas fechas libres y difíciles de cuadrar con eventos fijos. Empecé a barajar varias fechas de la nueva gira de Fever Ray en países como Austria, Alemania o Italia (desgraciadamente la gira no pasaba por España y mucho menos por la morería tunecina). Al final y producto de la casualidad me cuadró París, y es que al fin y al cabo las mejores conexiones que tenemos en esta parte del inframundo es con Francia.
El que finalmente fuese París la elegida tenía mucho de simbólico. Habían pasado exactamente 7 años desde que pude verla por primera vez en directo presentando su álbum de debut y fue también en París y en el mismo lugar, el teatro Olympia. En ese lejano concierto asistimos a la presentación de un álbum oscuro de tintes góticos que bien podría considerarse la continuación lógica de “Silent Shout” de The Knife. Para completar la noche la telonera fue Zola Jesus con lo cual el ambiente sombrío fue absoluto.
Así que allí estábamos de nuevo 7 largos años después, durante los cuales Karin se volcaría junto a su hermano Olof en The Knife primero componiendo “Tomorrow In A Year” (2010), una especie de opera vanguardista en la que colaboran con Mt. Sims y Planningtorock, y luego publicando el último álbum del grupo, el experimental “Shaking The Habitual” (2013), con el que el grupo se despedía a lo grande como se puede comprobar visionando “Terminal 5” (2017), un álbum/DVD en directo que dejaba constancia de esa tendencia que siempre tuvo el dúo a romper con los formatos convencionales y llevar su música hacia terrenos poco usuales. Era cuestión de tiempo que Karin retomase su carrera en solitario, lo que nadie pensaba es que lo haría con una imagen tan radical: cabeza rapada, maquillaje decadente, un vestuario propio de Blade Runner y una actitud enormemente sexual tal y como refleja su reciente álbum “Plunge”. Un disco que ha pillado a crítica y público por sorpresa, ya que se esperaba sin duda algo más reposado e intimista a la manera de su debut y no un álbum prácticamente dedicado al sexo con una instrumentación electrónica novedosa y ruidista, en algunos momentos decadente y muy deudora de “Shaking The Habitual”; de hecho “Plunge” es claramente la continuación coherente del último álbum de estudio de The Knife y apenas tiene referencias que nos recuerden al primer álbum en solitario de la artista sueca.
Tenía 4 dias para estar en París y los aproveche al máximo. He estado innumerables veces en la capital francesa, pero siempre hay cosas que descubrir. Además aproveché para ver la película de terror “Ghostland”, atraído por la presencia de Mylène Farmer en la misma. Para mí esta película fue toda una sorpresa, ya que no me esperaba gran cosa y finalmente me impactó mucho; la recomiendo totalmente.
El mismo día del concierto vi a mi amigo bloguero Cagliostro, con el que tuve una interesante charla sobre música que trató varios temas, entre ellos esa molesta realidad que es el hecho de ver viejunos en los conciertos de grupos jóvenes, pero no ver jóvenes en conciertos de grupos viejunos. Piénsenlo y verán que tengo razón.
Volviendo al asunto que nos ocupa, no tenía muy claro como reaccionaria el público ante una propuesta tan diferente a la que vimos 7 años antes. Su concierto de 2010 fue todo un triunfo y estaba por ver si lo sería esta nueva propuesta. Bueno pues ya de entrada el ambiente no podía ser más prometedor: todas las entradas vendidas, demostrando el gran interés que despierta todo lo que rodea a Karin y The Knife.
Una vez dentro del Olympia tras pasar por un exhaustivo control de seguridad, conseguí una posición bastante cerca del escenario, contra todo pronóstico no ayudaría mucho a que las pocas fotos que saqué fueran buenas, siendo la mayoría bastante mediocres.
En primer lugar salió al escenario la telonera de esa noche que sería Bunny Michael, que como primera parte calentó el ambiente con las únicas armas de sus ritmos ásperos, sus duras bases electrónicas y una forma de rapear realmente fluida con tintes espirituales y en algunos casos políticos. Su breve concierto gustó bastante. Era muy curiosa esa estética dulce como de pin-up en contrapunto con una música y unas letras poco amables. En cualquier caso una artista interesante que no perderé de vista.
Entonces después de la obligatoria pausa, llegó el momento deseado por todos, es decir, la llegada de Karin Dreijer Anderson, alias Fever Ray. Esta entrada se produce como si fuera un desfile de moda femenino mientras suenan los primeros segundos de “An itch”, uno de los temas de su último álbum. Así empiezan a salir las que serán las protagonistas de esa noche, una teclista vestida de Catwoman, dos percusionistas con extravagantes vestidos y dos coristas, una de ellas con un brillante atuendo de color azul y la otra metida dentro de un traje que simulaba a un culturista. Finalmente la protagonista de la noche entra en escena con su cabeza rapada, unos shorts y una camiseta con la leyenda “i love girls”, a parte de un maquillaje azul que le daba un toque de lo más decadente a su expresión.
Con semejante elenco de protagonistas el concierto prometía mucho y el recibimiento tras el primer tema no pudo ser mejor. Estaba claro que había muchas ganas de ver a Karin después de tanto tiempo. Sin apenas pausa suenan las primeras notas de “A part of us” uno de los temas más destacables de “Plunge” el último álbum de la artista sueca; es de agradecer que en su propuesta en directo Karin, ha preferido volver a grabar las bases de las canciones creando nuevas versiones en lugar de ceñirse estrictamente al sonido del álbum. Además las percusiones reales que se añaden en directo hace que el sonido sea mucho más dinámico y bailable. En realidad también es una de las herencias de la última gira de The Knife, donde las percusiones eran tan importantes y condicionaban notablemente el sonido en directo del grupo.
Si bien tenía muy claro que esta noche no caerían canciones de The Knife, sí que tenía esperanzas en que Karin repasara alguna de sus canciones pertenecientes a su primer álbum. No me equivoqué y la primera en aparecer fue “When I grow up” en una versión mucho más luminosa y con cierto toque dance que la alejó enormemente de su versión original y la llevo claramente al terreno de los últimos The Knife. En todo caso una versión bastante lograda, pero que no me cabe la menor duda descolocaría a muchos de sus fans.
En tercer lugar sonó “Musn’t hurry” uno de los momentos más contemplativos y detallistas de su último álbum, un disco que no se caracteriza especialmente por su sutileza, con lo cual este tema es un poco una rara avis dentro del mismo y casi encuadraría mejor en su disco de debut. Sea como sea estamos ante un auténtico estallido de creatividad electrónica y quizás la mejor canción de su reciente álbum, con lo cual el público lo celebró con una gran ovación.
Se veía a Karin sorprendida por la reacción tan entusiasta del público; a mí mismo me sorprendió bastante: los franceses no son por lo general un público demasiado efusivo, pero esa noche daba igual lo que tocase Fever Ray, que era recibido como si se tratase del ultimo hit de Rihanna y eso fue así con todas las canciones que conformaron el setlist, como por ejemplo las ásperas y poco amables “This country” y “Falling”, que cayeron una tras otra en lo que fue la parte más experimental y menos dada al hedonismo del show. Pero los ritmos trepidantes y el frenesí sonoro volvería con un “Wanna sip” atronador, sucio e irresistible, en el que encontramos a la Fever Ray más sexual que jamás hayamos visto. Una sexualidad que va de la mano de una cierta agresividad y urgencia. En este tema se notó mucho el trabajo de las percusionistas, al igual que en el siguiente que yo no terminaba de identificar hasta que Karin empezó a recitar la letra: se trataba de “I’m not done” de su primer álbum en una nueva versión tremendamente alejada de la original que añade un potente ritmo y acentúa su circular melodía. No esperaba para nada que eligiera este tema para rescatar de su primer disco y mucho menos la forma de ejecutarlo.
Tras esto llego una serie de canciones intimistas y con cierto toque gótico. “Red trails” fue la primera con ese toque dramático y morboso. La siguió “Concrete walls” rescatada de su primer álbum. Para este pequeño tramo del concierto la teclista gatuna cambiaria los sintetizadores por un acordeón.
Poco a poco nos íbamos acercando al desenlace del show con el público cada vez más entusiasta y festivo. Cerca de mi zona había dos ingleses que se sabían las letras de las canciones una por una y no dudaban en gritarlas a pulmón abierto, hasta el punto de que les oíamos más a ellos que a la propia Fever Ray; la cosa llego a ser tan exagerada que al final los que estaban más cerca de ellos los mandaron callar y estos un tanto avergonzados lo hicieron pero de vez en cuando no podían dejar de dar rienda suelta a sus impulsos y algún grito se escapaba.
“To the moon and back” fue uno de los puntos más fuertes del concierto, con sus ritmos minimalistas que van construyendo poco a poco la canción añadiendo una capa tras otra hasta crear un potente tema electro con una melodía que actúa como si fuera un estribillo y que recuerda bastante al “Silent shout” de The Knife. La fiesta continuó con una nueva versión de “Triangle walks” que la hizo empastar perfectamente con el tema anterior ya que las nuevas percusiones y ritmos añadidos la ponían en un terreno mucho más cercano a las nuevas composiciones de Fever Ray. Si The Knife lanzó tras “Shaking The Habitual” (2013) un álbum de nuevas versiones tomando como base lo que hacían en directo y que llamaron “Shaken Up Versions” (2014), bien podría Karin, visto la cantidad de nuevas versiones y reconstrucciones radicales hechas para el directo, lanzar un álbum del mismo palo próximamente.
Y como si estuviéramos en una especie de pista de baile non-stop llegó la que es sin duda la canción con más clara vocación festiva, petarda y bailonga. Es sin duda “IDK about you” con esos ritmos entre la zumba y el trance que unida a una melodía muy saltarina puso el punto final a los momentos más lúdicos del show. Fever Ray podría haber finalizado el show perfectamente en este punto con el Olympia completamente rendido cantando la melodía de este último tema, pero decidió poner fin antes de los bises con la enigmática “Keep the streets empty for me” que fue cantada a dúo por Karin y una de las coristas.El resultado fue un final de show mágico, oscuro y triste pero lleno de belleza. No sabía por dónde saldría en los bises y ni siquiera si habría bises, dado lo poco amiga que es Karin de este tipo de convencionalismos de los conciertos, pero sí, los hubo y además perfectamente planificados. El primero fue “If I had a heart” en el cual tanto Karin como sus coristas salieron con tres guitarras acústicas formando un trio bastante siniestro y peculiar pero que encajaba perfectamente con el ambiente lúgubre de la canción. El segundo y último bis de la noche fue “Mama’s hand”, tema que cierra el segundo álbum de Fever Ray y que cerró también esa noche con esos pequeños toques de melodía entrecortada que se van diluyendo poco a poco hasta solo dejar un ritmo desnudo.
Terminado el show Fever Ray y sus acompañantes se despiden de todos visiblemente sorprendidas por la gran acogida y calor del público, algo que contrastaba con la siempre aptitud fría y distante de Karin, que en ningún momento interactuó con el público y se limitó a dar las gracias por las continuas ovaciones recibidas canción tras canción. Eso ya era bastante más que en los conciertos de The Knife, donde los hermanos Dreijer se muestran herméticos hasta el extremo. Musicalmente el espectáculo de Fever Ray está perfectamente construido con un setlist muy bien armado y un sonido que se beneficia de la inclusión de manera activa de percusiones y de algunos detalles de sintetizador, que hacen que el conjunto se salga de la mera reproducción del sonido de estudio. A nivel visual las seis chicas que ocupan el escenario son todo un incentivo visual con esos looks tan exagerados y si a eso le sumamos esos tubos gigantes de neón intermitentes que no pararon de iluminar la sala, el resultado es todo un placer para los sentidos. Con todo se trata de un show muy milimetrado y con poquísimo espacio para la improvisación.
Desalojar un Olympia a reventar no fue ni fácil ni rápido y allí estuvimos un buen rato hasta que pudimos salir. Estuve echando un ojo por la tienda de merchandising, pero no vi nada que me llamase la atención, había mucho vinilo; ya saben que últimamente es lo más editar lo que sea en vinilo, una moda que sencillamente no entiendo. Tras conseguir salir podías ver a grupos de gente silbando la melodía de “IDK about you” lo que nos da la idea del buen sabor de boca que produjo el show. Al final nos dirigirnos a los famosos bulevares parisinos para tomar una última copa y celebrar una noche tan especial o más que la vivida hace 7 años.
Texto y fotografías: Alfredo Morales.
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