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martes, 21 de junio de 2016

Concierto La Broma Negra. Madrid (18-06-2016)

INTRODUCCIÓN.
Dentro de la vorágine conciertera que con disfrute excelso estamos padeciendo en los últimos días en “DMR”, había una fecha señalada que era el sábado 18 de junio, en el que nuestros amigos y protegidos de La Broma Negra ofrecían un nuevo concierto en la capital. No seré yo, Víctor Prats por si atinan quién de los redactores de “DMR” escribe estas líneas, quien les hable a fondo del concierto, sino que lo hará Mariano González, quien felizmente, de última hora y contra todo pronóstico pudo asistir al evento. Yo solamente me limitaré a hacerles una breve introducción en el que dejo caer mis reflexiones sobre LBN y la nueva experiencia que vivimos el pasado sábado con ellos en acción. No obstante, el material visual sí que corre de mi parte y es de bajísima calidad (el humo que creaba halo en el escenario y la iluminación de la sala Siroco hicieron el tándem perfecto para que mi cámara de fotos -una Olympus de 2006- quedara en evidencia tanto en videos como en fotografías; lo siento en este sentido, sobre todo por David Infantes, que al cogernos en el otro lado del escenario no sale bien ni visible en una sola).
Un lustro casi exacto hace que conocimos al por entonces dúo en la sala Cats, actuando junto a otra banda que tenían talento y no sé yo si ahora están poco o nada en activo como eran Oberón. La Broma Negra ha crecido en este periodo. David Infantes y Laura Pérez no son meros acompañantes, sino que forman parte del proyecto aportando sus labores en buena suma a LBN. David lleva ya consolidado un mayor tiempo, con el trabajo de las atmósferas que crean sus teclados y Laura ha tomado el rol de llevar la percusión, al margen de sus performances en directo, que son también muy interesantes de ver.
Un concierto de La Broma Negra nunca es igual a otro anterior. En esta ocasión el grupo sorprendió con un look transgresor, vestidos todos como damas victorianas de luto, cosa que nos chocó en primeros compases (si bien existe un logo de la banda con Álex y Carlos en ese sentido), pero a las 5 canciones ya estábamos completamente metidos en historia. Disfrutaron de un sonido pulcro con el que el grupo ofreció un repertorio que cualquier fan agradecería, donde rescataron temas que hacía tiempo que no tocaban en directo (“Noche en el tejado”, de especial agrado para mí y que supuso el colofón a las casi 2 horas de show y “Los niños de Dickens” son poco habituales en sus conciertos).
Sirva como ejemplo de punto álgido un tema que aparte es uno de mis favoritos. En “Los reyes no morirán en sus camas” LBN sonaron a la perfección. Perfecta sincronía entre las guitarras de Álex y teclados de David, con Laura llevando a la perfección el peso de la percusión del tema y con Carlos en su registro más intenso y emocionado. Como muestra ese botón, pero lógicamente hubo mucho más. Ahora llega Mariano que entrará al detalle. Termino con esta intro afirmando una vez más que asistir a un concierto de La Broma Negra es algo que cualquier aficionado a la música debería hacer al menos una vez al año, por originalidad y separarse de lo ordinario y previsible (al margen del contenido musical y lírico en sí, por si eso no fuera suficiente por sí solo); por fortuna, la banda mantiene un ritmo de 2 actuaciones al año por Madrid. Intentaremos seguir el ritmo de visionado.

CRÓNICA CONCIERTO.
Una invitación para ver un concierto de La Broma Negra es una oportunidad que merece la pena aprovecharse y aunque estuve a punto de no poder ir, finalmente los hados dispusieron que me encontrase en Madrid para poder asistir al evento que hoy reseñamos. Incluso las circunstancias me lo pusieron fácil, a pesar de mis problemas de movilidad el traslado se solucionó gracias a mi buen amigo Víctor Prats, que nos llevó en su coche, y a eso le añadimos que gracias al buen hacer del personal de Siroco (lugar del concierto) pude ver el concierto cómodamente sentado en una sillita en primera fila (ya me había asegurado Víctor que tendría asiento); como un señor. Así pues solamente quedaba aguzar los sentidos, inmiscuirse en la música y disfrutar.
Y por supuesto que disfruté. Un concierto de La Broma Negra presenta varias ventajas innegables. Una de ellas es que su show es un reflejo de lo que son musicalmente y que se puede definir con esa palabra tan de moda en la política: transversalidad. Hay evidentes toques techno, pero también pueden disfrutar los amantes de hard rock o los seguidores de los efluvios góticos. Otro tanto a favor es, lo que podríamos llamar, su puesta en escena, su imaginación y poderío visual. En todas las veces que les he visto nunca han repetido estilismo, lo mismo les he visto con traje y corbata, con sombrero medio cowboy, o con otros múltiples aspectos. En el caso de anoche la imaginería de la banda fue poderosa y estrambótica (para bien); Carlos y Alex ataviados con vestidos de guisa fúnebre y victoriana, incluyendo sombríos velos, y David Infantes y Laura Pérez secundando coherentemente en siniestra negritud. El caso de Laura fue llamativo, pues a modo de sombrero portaba sobre su cabeza nada más y nada menos que un candelabro. A grandes rasgos aspectualmente el conjunto parecía sacado de las películas de la Hammer, de Paul Naschy o de la novela gótica decimonónica; todo un poquito steampunk además. Por mi parte encantando, una presencia lúgubre y epatante es algo que tiende a gustarme como escenificación. Además no veía un candelabro en un concierto desde el de Echo And The Bunnymen en otoño de 2005 en La Sala Arena; y me gusta la luz de velas.
Dentro de la formación para mí era una novedad ver a Laura Pérez, ya que me perdí el concierto de hace unos meses en Moby Dick y he decir que es una buena contribución para el grupo. Su labor como percusionista es eficiente y curiosa, solamente dispone de un bombo y un tambor que además toca de pie; lo que hace recordar a Moe Tucker de The Velvet Underground o a Bobby Gillespie en el primer disco de The Jesus and Mary Chain, buenas referencias sin duda. Además aporta coros e interesantes dotes de expresividad corporal, a base de danzas o movimientos diversos. Por otro lado David Infantes cada vez creo que tiene más peso en el grupo, tanto en estudio (compruébenlo en “Amigos, Temo Que Ya No Estemos En La Tierra”) como en directo, donde su teclado oblicuo es algo ya característico. De Carlos y Álex poco queda por decir ya, el primero actuó como director del escenario, escenificando, teatralizando, pero siempre sin fastos o barroquismos innecesarios; vamos, que tampoco necesita arrancarle la cabeza de un trisco a un murciélago al estilo Ozzy Osbourne. Álex, como siempre muy bien a la guitarra y muy sobrio, ocupado en hacer un buen trabajo.
La música comenzó puntualmente a las 22h y por hacer una semblanza previa del setlist, he de decir que tuvo varias sorpresas agradables. Se recuperaron canciones que hace tiempo que no se tocaban, poco obvias, lo que hace casi pensar en un regalo para los fans y de paso para ellos mismos, pues a veces pienso que incidir siempre en un repertorio fijo, de piloto automático, acaba produciendo aburrimiento en la propia banda. Mientras tanto el público cuenta con un gratificante factor sorpresa. Me van a permitir que vaya desmenuzando el setlist por bloques. Por un lado tenemos precisamente esas canciones “rescatadas” como la que abrió el concierto, “El buen amor”; buen tema de “Joyas De Princesas Muertas” que a mí he reconocer que me sorprendió como inicio. Del mismo disco y poco después nos volvieron a sorprender con otra canción que brilla por su emotividad, “He tocado el cielo”. En realidad “Joyas De Princesas Muertas”, siguió atesorando más sorpresas, quizá la mayor fuera “Los niños de Dickens”, ya algo más avanzado el concierto. Todas ellas adecuadas para un concierto, fueron interpretadas con pasión y bien recibidas por el público. Público que, por cierto, quizá no fuera tan abundante como en Moby Dick, pero con el suficiente núcleo duro como para considerar que había un buen ambiente. Si nos retrotraemos más en el tiempo, nos encontramos con dos temas de más solera y más tempo rock como son “Hoy no estoy muy católico” (a eso de la mitad del concierto) y “Ten piedad de nosotros” (casi en la recta final), nada más y nada menos que del disco “Cómo Aprendí A Amar A Un Cocinero”, lo cual sí que es curioso pues anteriores a “Joyas De Princesas Muertas” no suelen prodigarse canciones en directo.
Su último disco también estuvo bien representado, como no podía ser de otra forma. Como segundo tema del concierto cayó una de mis favoritas del mencionado LP, “Despierta a la guardia” todo un trallazo en toda regla que supo captar toda la furia de la canción de estudio y aun incluso de aumentarla; todo ello contribuyendo a poner las cosas en su sitio, a dar un golpe encima de la mesa. Un par de canciones después llegó el turno de uno de sus últimos singles, ese trallazo dance de taxativo título que es “Franco tenía un polvo”; lo que nos lleva necesariamente a que ese fuera uno de los momentos precisos para bailar y de paso meterse al público en el bolsillo. Yo me esperaba que la guardaran para más tarde, pero la jugada salió bien. Avanzando unas cuantas canciones nos encontramos con otra canción destacada, “La enfermedad del beso”, que brilló merced sobre todo a su poderoso estribillo con Nerón, San José y Salieri incluidos; era la primera vez que tenía la oportunidad de escucharla en directo y no me defraudó. Más introspectiva fue “Mientras ella cerraba las cortinas”, más o menos a la altura de la mitad de concierto, y enmarcada en un momento del show apropiado en cuanto a tono. Un momento más reposado y melancólico. El siguiente tema de “Amigos, Temo Que Ya No Estemos En La Tierra” fue “Los hijos de las brujas”, una pieza incluso ensoñadora que aportó un matiz de, valga la expresión, cuento siniestro y como tal arrojó una luz distinta a la actuación. La parte final del concierto fue imbatible y encadenó una serie de canciones que no hacían sino ir e ir subiendo de intensidad y en este tramo aún hubo tiempo para dos cortes más del último trabajo de La Broma Negra, por un lado el estupendo single “Las chicas del Corte Inglés” que además sonó con más colmillo respecto del medio tiempo del álbum y casi para acabar otro tema que va camino de ser clásico de la banda, “Los cuerpos celestes” que aportó una dosis de bella épica, bien refrendada y subrayada por Laura en las labores de percusión.
En la parte escénica “Los cuerpos celestes” fue también un momento a tener en cuenta, Laura Pérez se situó tras Carlos a la par que extendía un par de alas blancas postizas, formando ambos una curiosa figura sobre las tablas. Pequeños detalles escénicos que a la larga particularizan los conciertos y les dan personalidad. Al acabar el concierto, en los exteriores de Siroco, tuvimos la ocasión de hablar con David Infantes y nos comentó que la idea era tocar, por lo menos, las canciones que tuvieran vídeo de su última obra y ayer se cumplió más que en el concierto de la Moby Dick donde no sonó “Las chicas del Corte Inglés”. Es la primera vez que las oigo en vivo y creo que son muy defendibles sobre las tablas y que en el futuro habrá más ocasiones de escucharlas, quién sabe si convertidas en pequeñas favoritas.

Pasando a analizar las canciones de otros discos se confirma la idea de que La Broma Negra gestiona su repertorio con absoluta libertad, aunando temas de probada carisma con otros menos habituales. Si tomamos ejemplo “Desilusiones De Grandeza”, en el tramo más o menos inicial del concierto sonó una no muy habitual “¿Quién era yo cuando era niño?” y que funcionó a las mil maravillas como brioso medio tiempo tirando más al techno pop. Igualmente funcionó en el ecuador del recital “El lento y medido caminar del vigilante”. Pero de reconocer que dos de mis momentos favoritos de la noche fueron “Los muertos”, con su aura de misterio y solemnidad, aumentada si cabe por la imagen gótica de los intérpretes.
Impagable el momento en que suena el recitado en inglés (por cierto proveniente de “Dublineses”, la última película de John Houston) y que Carlos aprovecha para salir brevemente del escenario mientras Álex interpreta un excelente solo. Me parece una de sus mejores canciones y escucharla a un pie del escenario siempre es un gran placer. Ya en la estupenda recta final suena lo que a todas luces es un tema, a mi entender, magnífico: “Su decisión, mi capitán”. Y sonó como suele sonar en directo: ajustadísima y vibrante, brillante en su ejecución por parte de todos; el estribillo, dicho sea de paso, nunca puede decepcionar.
¿Y qué nos trajo “Déjanos La Luz Encendida”? Cosas curiosas. Reconozco que fue sorpresivo escuchar “El guardabosques” y aparte del bagaje de la canción, fue uno de los momentos más teatrales de la noche pues Laura Pérez se paseó por el escenario blandiendo tentadoramente una manzana, ofrecida tanto a alguien del público como de la banda. Quedó resultón, fue divertido, original y vodevilesco en el mejor sentido de la palabra. Ya bastante avanzado el concierto sonó una canción que, personalmente, me parece una de las más intensas sentimentalmente hablando: “Domingo de pasión”, y toda esa emoción bullente bajo la música fue perfectamente canalizada por Carlos. Y no menos intensa fue la rendición de “Heridos”, apretando los dientes con fuerza ya al casi al final del concierto y donde la percusión, Laura Pérez mediante, tuvo uno de sus momento más destacados de la noche. No hay más que escuchar los redobles coincidentes con el estribillo, briosos y retumbantes; por otra parte algo característico de la canción, pues el año pasado en el World Goth Day Javier Pellín hizo una interpretación similar.

Y tenemos también el apartado de “clásicos”, canciones que se han ido ganando el afecto de los seguidores y que La Broma Negra sigue tocando con el devenir de los años; y con razón pues suelen ser infalibles como acicate en sus conciertos. Me refiero a temas destacados de “Joyas De Princesas Muertas”. Así, por ejemplo, tuvimos a “Cenicienta”, que fue más o menos la décima canción de la noche, y fue un ejemplo de la parte más pop del grupo. Un rato después le tocó al turno a la gran “Sagrado corazón”, con uno de los estribillos más potentes del espectáculo merced a un entregado Carlos Caballero. Cuando ya empezaba a enfilar el segmento final llegó, lo que para mí fue, uno de los momentos destacados: nada más y nada menos que “Los reyes no morirán en su cama”, auténtico temazo de trazas versallescas pero de sangre jacobina; hasta los espectadores más moderados la siente casi como proclama. Y funcionó como siempre suele hacer, con vigor y atronadora energía por parte de toda la banda. Ya en los ultimísimos compases del concierto hubo un par de cortes más de “Joyas De Princesas Muertas”; en antepenúltimo lugar llegó el momento de “Cuidado con lo que matas”, cadenciosa y meditabunda, despuntando en el estribillo y como remate de la noche una de las canciones más apreciadas de La Broma Negra: “Noche en el tejado”, excelente fin de fiesta que da al concierto casi un sentido circular (empezó y terminó con una canción de “Joyas De Princesas Muertas”).

Me gustaría resaltar un detalle al margen de la música que quizá no signifique mucho para el lector, pero sí para el redactor de esta crónica. En un momento dado Carlos Caballero, haciendo honor a su apellido, se aproximó a mi posición y me tendió su mano para que se la estrechase; cosa que hice en el acto. Fue un cariñoso gesto de Carlos, sabedor del infortunio físico que últimamente me acompaña. Por ello quisiera corresponder desde aquí a ese gesto, poniendo negro sobre blanco mi más sincero agradecimiento. Y espero que no se moleste si escojo ese momento como mi favorito de la noche, en lugar de uno musical (que por cierto hubo muchos y muy buenos).
Víctor y yo estuvimos de acuerdo en señalar la noche del sábado 18 de Junio como un evento musical interesantísimo. Nos gustó mucho el enfoque visual y la elección de la música, y así se lo hicimos saber a Álex Gómez tras el concierto. Siempre es un placer hablar con los miembros de La Broma Negra e iniciar una pequeña tertulia musical. Del mismo modo también hablamos en el exterior con David Infantes sobre cómo había ido la noche etc, pero se nos escapó Carlos Caballero con el que no pudimos hablar dado que la hora de regreso se estaba aproximando y hubimos de volver.
La Broma Negra desde que les vimos por primera vez en 2011, en la sala Cats, creo que han evolucionado en sus directos muy visiblemente. En el aquella noche, música y letras aparte, nos gustó su porte sobrio, elegante, que incluía traje, corbata y al fondo del escenario un fotograma ampliado de “Rocco Y Sus Hermanos”. Además eran solamente un dúo con las bases electrónicas ya grabadas. Hoy día son un cuarteto y proponen un espectáculo más vivaz, más teatral y más acústico también al haber más instrumentos tocados en vivo. Al introducir nuevos elementos, La Broma Negra se ha enriquecido. Para nuestra suerte. También quería reseñar una escena no muy espectacular, pero si elocuente. Una vez finalizó la música, fue la propia banda quien con cuidado artesanal fue recogiendo y enfundando los instrumentos. Es algo casi conmovedor ver que en, digamos, estos malos tiempos para la lírica hay un grupo de personas que son unos currantes en pos de la música, esforzados, comprometidos. Y luego encima puedes hablar con ellos como si tal cosa. Es ese pequeño encanto de la honestidad por un lado y la cercanía por el otro.
Otro concierto más de La Broma Negra, que nos confirma una especie de ley, de teorema: en un concierto de La Broma Negra es muy difícil no llevarse ninguna sorpresa y mucho menos aburrirse. Esperemos que sigan contando con DMR para otras ocasiones.

Texto: Mariano González (CRÓNICA CONCIERTO) y Víctor Prats (INTRODUCCIÓN).
Fotografías y videos: Víctor Prats.

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