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viernes, 26 de mayo de 2023

Oingo Boingo - Nothing To Fear (1982)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Así, de buenas a primeras, quizá el nombre de Oingo Boingo no les acabe de sonar demasiado. Sin embargo, si decimos que su líder y cantante fue Danny Elfman la cosa cambia un poco. No por nada es un afamado compositor de bandas sonoras, destacando sus colaboraciones con Tim Burton, y el autor de una de las melodías más famosas del planeta: la sintonía de inicio de los Simpson.

El éxito del Elfman compositor de bandas sonoras ha opacado los orígenes del músico, que vienen ligados a una banda ciertamente particular, excéntrica y puntualmente polémica. Las letras del grupo tienen algo que bascula entre el punk y el surrealismo, con un ánimo principal de epatar, y quizá provocar, pero también de satirizar.

El aspecto de Danny Elfman en vídeos, fotos, actuaciones, etc, aumenta la sensación de excentricidad, luciendo como un pelirrojo zumbado aquejado de locurón. Esto, yendo a lo musical, se nota en su forma de cantar, que es casi una especie de gimnasia vocal capaz de pasar de un voz sobria y profunda, a rugir como un tigre de Bengala.

Pero quedarse en eso sería dar una imagen parcial. Oingo Boingo hacen canciones perfectamente pegadizas y accesibles, con un alto grado de diversión. Esencialmente no deja de ser un grupo pop, remozado con el estilismo de la new wave, el punk e incluso el ska. Esto último es relevante porque el grupo posee una importante sección de viento, que, aunque no siempre está presente, cuando lo hace, lo hace con contundencia. Para este disco cuentan con dos saxofones y una trompeta.

El disco que nos ocupa es el segundo de la banda tras “Only A Lad” (1981), sin contar un EP homónimo de 1980. “Nothing To Fear” añade al sonido new wave unas guitarras más agresivas y una percusión más contundente, además de una mayor variedad en arreglos. Y en verdad es un disco con una buena producción, contundente pero también elegante. Las letras según el propio el propio Elffmas tienen el objetivo de “cabrear y mantener el sentido del humor”, siendo además narraciones escritas desde el punto de vista de personajes inventados.

He elegido comentar este disco porque es la síntesis perfecta entre las variadas virtudes de Oingo Boingo: melodía, contundencia y locura. Con el paso de los años el último componente de la formula iría difuminándose y, por otra parte, el disco debut lo veo menos pulido. De tal modo que me quedo con el compensado “Nothing To Fear”. En ese momento la formación la constituían: Danny Elfman (voz, guitarra rítmica, compositor), Steve Bartek (guitarra principal), Richard Gibbs (sintetizadores, teclados), Kerry Hatch (bajo), Johnny “Vatos” Hernández (Batería), Sam “Sluggo” Phipps (saxo tenor y saxo soprano), Leon Schneiderman (saxo barítono, saxo alto),y Dale Turner (trompeta y trombón).

Como último apunte introductorio, cabe decir que el origen de la banda está en un grupo de teatro alternativo fundado por Richard Elfma, el hermano de Danny, llamado The Mighty Knights of the Oingo Boingo. De tal modo, que ese puntito algo loco está desde el inicio de la banda, como parte de su adn.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Grey matter”: Comenzamos a toda leche. Tras unos acordes de sintetizador entran de forma galopante tanto la batería como la guitarra, a ritmo casi de punk. Eventualmente incluso se escucha un xilófono. La voz de Danny Elfman es vehemente, poderosa, y también teatral (basta con escuchar la sección media). Una pequeña y enérgica locura y una buena forma de empezar el disco. Ojo a las guitarras del propio Elfman y las de Steven Bartek. La letra habla de la ¿inexistente? materia gris de alguien alienado y que hace todo lo que le incitan a hacer. Fue doble single junto con la canción título.

2. “Insects”: Y aquí hace aparición la sección de vientos tan proclive a Oingo Boingo en determinados momentos. Antes hay un pequeña intro a base de unos extraños efectos de sonido, junto con unas potentes guitarras afiladas, casi de hard rock. Y luego los estupendos saxofones y trompetas de Sam Phipps, Leon Schneiderman y Dale Turner. El estribillo es un cambio de ritmo radical, hacia un funk bailable y divertido mucho más ligero que las estrofas. Realmente divertida. Y con Danny Elfman jugando a poner diversos tonos de voz. La letra es una pura paranoia, donde alguien ve constantemente insectos alrededor que a la vez le irritan y le dan ganas ponerse a bailar. ¿Serviría de inspiración lírica para Mecano y su canción “Mosquito”?

3. “Private life”: No hay tiempo para el descanso. Llega la canción más conocida del disco, un tema trotón, potente y divertido. En las estrofas la canción es muy pop, para luego venirse arriba en el estribillo, con el subrayado de los instrumentos de viento que pueden sonar medio ska, medio mariachis. Buena elección como single. La canción define bien a la contradicción de Oingo Boingo. Canción saltarina, fondo oscuro. La “vida privada” del título es un eufemismo de la soledad y el aislamiento. Hay que ver el vídeo, con Danny Elfman con camiseta estilo imperio y cara de loco, enseñándonos su cuchitril de vivienda y clamando “Ven y sácame de aqui”.

4. “Wild sex (in the working class)”: Una canción de ritmo peculiar y divertido en las estrofas y que se vuelve más rock en el estribillo. La interpretación de Danny Elfman se parece a la de un Elvis zumbón y procaz hablando, efectivamente sobre el sexo salvaje en la clase obrera. Las guitarras son casi hard roqueras y el sentimiento de la canción no puede ser más pegadizo. La letra nos habla de un trabajador que fantasea con que lleguen las cinco de la tarde, salir de la fábrica y practicar sexo. ¿Una canción sobre la alienación de la clase obrera? ¿Una canción sobre mentes calenturientas? Quién sabe.

5. “Running on a treadmill”: La canción más popera de lo que llevamos hasta ahora, Canción llevadera, divertida, incluso agradable. Los vientos dan un toque de distinción y el estribillo es casi sesentero. Los desmanes vocales de Elfman también son menores. Hay confusas referencias en la letra a una cinta de correr y un hombre perdiendo la cabeza por una relación.
6. “Whole day off”: La canción baja un poco de revoluciones, incluso tiene un inicio levemente oscuro. Poco a poco la melodía vuelve a ser pegadiza y melódica. Si bien todo suena más moderado, más serio. Los subrayados de guitarras son buenos, y dan un toquero más cercano al rock de medio tiempo que al pop. La letra es más bien extraña, con imágenes casi surreales. Una inquietante línea dice: “Quizá esto sea un mal sueño y me despierte pronto, pero no creo que sea tan afortunado”.

7. “Nothing to fear (but fear itself)”: Y volvemos a subir las revoluciones hasta llegar a la canción más loca del disco. Si ya las estrofas son rítmicas, con riffs guitarras sincopados, el estribillo es un trallazo punk bastante rápido donde la voz de Danny Elfman, los coros de la banda y las guitarras se desbocan de forma trepidante. Y ahí están los toques de arreglos de viento para dejar también su toque. Todo un chute de energía. En la letra se da la impresión de reflejar irónicamente la paranoia en torno a la Guerra Fría y la amenaza nuclear. Un hombre clama que los rusos están a punto de pulverizarnos; después parece querer buscar sexo (con una jovencita) ante tan funesto panorama, y, ya puesto, un poco de cocaína. Muy Oingo Boingo eso de no saber si tomarte las letras en serio o no. 

8. “Why’d we come”: El inicio de la canción se basa en la atmósfera y resulta misterioso, para luego ceder a un riff de guitarra bastante potente que casi recuerda a Black Sabbath (salvando las distancias). Es una canción más sinuosa y menos directa, como una mezcla entre rock duro y pop en que ambos estilos se suceden y se entrelazan. La canción ofrece una imagen negativa del ser humano, que a pesar de los avances científicos es incapaz de vivir en paz.

9. “Islands”: Definitivamente este final de disco es menos directo que los trallazos iniciales. Esta canción no es particularmente pegadiza y el tono el más bien oscuro, casi agobiante a ratos. La banda lo secunda con toda su fuerza instrumental, con buenos punteos de guitarra, arreglos de viento, etc. Pero el conjunto es más sombrío. No está mal que el disco incluya estas exploraciones y recovecos. La letra de la canción vuelve a un tema que aparece en varias canciones de la banda: la soledad, el aislamiento y la monotonía. “Las islas en medio del mar se parecen mucho a mí, ellas nunca cambian”, canta Danny Elfman.

10. “Reptiles and samurai”: Y el final es nuevamente retorcido, esta vez más por la parte excéntrica. Los sintetizadores dan paso a un tema techno al que se añaden potentes guitarras y una voz de Danny Elfman que muta con una facilidad pasmosa. EL histrionismo de la canción es grande y apenas tiene estribillo. Es más un fin de fiesta excéntrico, imprevisible y relativamente complejo que una canción al uso. La verdad es que a uno se le queda una sensación extraña al acabar el disco con estos arreglos. Y más viendo la letra, que es una caída sin paliativos en la locura, con frases como ésta: “Reptiles y samuráis habitan en mi cabeza, invaden mis sueños, duermen en mi cama, batallan pero nunca mueren”.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Oingo Boingo nunca han tenido demasiada relevancia, ni han llegado a mucha gente. Su mayor proeza ha sido conseguir un puesto 45 en el Billboard con la canción “Weird science”, y un 85 con el single “Just another day”, a mediados de los 80. Gran parte de su popularidad se ceñía a California y alrededores. Tampoco diría que con el tiempo se hayan convertido en un grupo de culto. Pero de todos modos, es un grupo con la suficiente enjundia, personalidad y buenas canciones como para tenerlo en cuenta. Su sonido no está nada estandarizado, pueden sonar alegres, airados, locos… Juegan con una imaginería extraña, cerca de los macabro a veces (que Elfman luego se hiciera amigo de Tim Burton es por algo).

Oingo Boingo siguieron juntos hasta 1995, y continuaron sacando música interesante. Tenemos, por ejemplo, a discos como “Good For Your Soul” (1983), “Dead Mans’s Party” (1985) o “Dark At The End Of The Tunnel” (1990). En cuanto a canciones ahí quedan: “Wake up (it’s 1984), “Stay” o “No spill blood”. Poco a poco, el grupo iba sonando más contenido, y aunque seguía siendo potente, la sensación de locura iba reduciéndose. Además, al irse implicando cada vez más Danny Elfman en las bandas sonoras, el grupo se fue quedando relegado poco a poco. Puede que el grupo en sí mismo sea una joya a descubrir, pero en cualquier caso al menos merece la pena darse un garbeo por su música.

Texto: Mariano González.

3 comentarios:

Luis M. Luna dijo...

Tiene un sonido bastante particular a mi parecer, como bien lo dices tiene un sonido alegre y loco, realmente nunca había escuchado algo asi jaja, pero tienen algunos temas que me gustarón como lo es Insects, Private Life, Wild Sex y Nothing to fear

Mariusglez dijo...

Ciertamente es un grupo peculiar, jeje. Gracias por leer y comentar.

Anónimo dijo...

Me gustó tu comentario sobre este disco . Pingo Boingo pego mucho en Brasil. En Argentina es prácticamente una banda desconocida.
Su nivel compositivo es excelente y unico