ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Los Arctic Monkeys fueron uno de los baluartes del adn musical británico allá por la primera década de los años 2000, en lo que a veces es una absurda guerra cultural que aparece, aunque sea de refilón, en los medios. Los de Sheffield traían a colación a los Buzzcocks, The Undertones, una pizca de The Jam, y cierto parecido con los casi coetáneos The Libertines. Es decir, una suerte de punk pop hipervitaminado, melódico y divertido, con cierta capacidad de observación cotidiana en las letras. Si The Strokes tenían a Television, The Velvet Underground, The Modern Lovers y la época del CBGB, nosotros también tenemos lo nuestro, pensaron muchos medios británicos.
También fue de los primeros grupos en beneficiarse de la tecnología y de la visibilidad que otorga internet. El hecho de colgar sus canciones en Myspace y ponerlas gratis en internet benefició decisivamente a la banda. Incluso en 2004 rulaba por internet una compilación no oficial de demos de la banda llamado “Beneath The Boardwalk”. Antes del lanzamiento oficial del disco, allá por Enero de 2006, Arctic Monkeys ya habían lanzado un par de singles: “I bet you look good on the dance floor”, y “When the sun goes down”. Ambas, y particularmente la primera, fueron muy exitosas en Reino Unido. De tal modo que cuando llegó el momento del LP, de inmediato se convirtió en el mejor debut, en cuanto a copias vendidas, de una banda en la historia del Reino Unido.
El futuro sin duda era auspicioso. Los componentes de la banda apenas si llegaban a los veinte años y se convirtieron en el hype del momento. El líder, y cabeza más visible, de la banda es Alex Turner. Buen compositor, buen letrista y con un carisma lejano del típico proceder de estrella de rock. O sea, que no era Pete Doherty. El segundo de abordo podría ser Jamie Cook, quien junto con Alex entrelazan guitarras. El bajista para este álbum fue Andy Nicholson, que dejó la banda poco después del lanzamiento del disco… o le echaron. La cosa quedó un poco difusa, toda vez que, al sufrir signos de fatiga mental en la primera gira norteamericana del grupo, fue sustituido por Nick O’Malley. La decisión al final devino en algo definitivo, cosa que al parecer afectó profundamente a Nicholson. La formación la completa Matt Helders en la batería.
El debut de Arctic Monkeys se puede definir como se definen muchos discos debut, es decir es una obra fresca. Un tópico quizá, pero una verdad como un castillo. La obra desprende un olor a juventud, entusiasmo y diversión realmente notable. Las canciones en muchos casos no superan los tres minutos, tienen un buen sentido del ritmo y una buena ración de guitarreo. En muchos aspectos es un disco adolescente, sobre todo en el apartado de letras, lo cual no quiera decir que sea un disco tonto. En Alex Turner hay cierto talento para reflejar el mundo cotidiano de un adolescente (lo que era entonces) de una manera cuidada y a veces ingeniosa. Musicalmente “Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not” bebe de fuentes interesantes, y se hace divertido, liviano y muy grato de escuchar.
La banda supo crecer posteriormente y añadir otras influencias muy distintas, síntoma de una estimable vena creativa y valentía artística. Acaso sea ese uno de los secretos por lo que Arctic Monkey no son flor de un día, de los que aparecen una vez en portada del NME y luego desaparecen. En cualquier caso, disfrutemos ahora analizando su debut.
ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “The viem from the afternoon”: Una buena muestra de la idiosincrasia del disco. Indie guitarrero, britpop, y una urgencia casi punk. Las guitarras son muy sencillas, pero potentes y efectivas. Destaca como Alex Turner consigue una melodía vocal donde va hilvanando frases con una agilidad tremenda, y el buen manejo rítmico de la canción. La letra satiriza ciertos aspectos de la vida nocturna y menciona desde unas mujeres alquilando una limusina, a un sujeto perdiendo pasta en las tragaperras. Buen comienzo, potente y a guitarrazo limpio. No fue single pero tiene vídeo promocional.
2. “I bet you look good on the dance floor”: Una de las canciones más exitosas de Arctic Monkey. El guitarreo inicial de la canción, y el que precede al estribillo acercan la canción a una especie de frenético punk pop. Una canción persistente, a marchamartillo, relampagueante. Menos áspera que la anterior pero más ágil. Breve, pero divertida, muy en la línea del disco. Fue número uno en Reino Unido.
3. “Fake tales of San Francisco”: Supone una leve variación de estilo, con un toque de indie pop de manual. Parece que bajan las revoluciones, a pesar de tener siempre cierto sentido del ritmo, hasta que llega un cambio que vuelve a tornar la música hacia algo mucho más vehemente. Resultona y nuevamente divertida. Fue incluida en el primigenio EP “Five Minutes With The Arctic Monkeys”, lanzado en mayo de 2005. Pasa por ser la primera canción que grabó la banda, y es una canción que gusta bastante a los fans.
4. “Dancing shoes”: La canción contiene un jueguecillo entre bajo y batería que da importancia a la parte rítmica y se acerca al postpunk. Sí que tiene algo de bailable, aunque nuevamente el rock punzante hace acto de aparición. Contiene algunos elementos algo distintos, pero está dentro del espíritu de la obra. Dura apenas 2:21 segundos, pero te deja con ganas de más. Interesante.
5. “Your probable couldn’t see for the lights but you were standing straight at me”: Cuando se menciona que a los Arctic Monkey les gustan The Smiths debe ser por los interminables títulos de las canciones que se gastan a veces. Las guitarras son menos broncas pero la canción es la más rápida hasta ahora. Una canción gamberra, como de bareto, con la melodía un poco desajustada, aunque probablemente sea ese el efecto buscado. Muy rítmica y desaforada pero apenas tienes tiempo de cogerle el tranquillo. Más bien prescindible.
6. “Still take you home”: Buen riff de guitarra, quizá el mejor del disco, y un compendio de pop británico y rapidez casi punk. Lo mismo apunta a The Libertines, que a The Buzzcocks. Hace un uso efectivo del sencillo pero contundente estribillo. Incluso aspira a ponerse jueguetona, sin renunciar a la sencillez del esquema general. No está nada mal. Es la única canción del disco escrita por Jamie Cook y no por Alex Turner.
7. “Riot van”: Y aquí llega la bajada de revoluciones más prolongada hasta ahora. Se trata de un pop agradable, reflexivo, pero sin ser lánguido. Después de una buena retahíla de trallazos rápidos y eléctricos se agradece “el bajón”. Lo malo es que no deja de ser apenas un interludio, o al menos esa sensación deja.
8. “Red light indicates doors are secured”: Buen equilibrio entre ritmo y medio tiempo. No es el trueno de canción de otros temas, pero tampoco tiene una cadencia lenta. Una canción britpopera de manual, en toda la extensión de la palabra, Justo cuando comienza a ser realmente pegadiza, la canción acaba dejándonos algo insatisfechos. En sucesivas escuchas, una vez nos adentramos en el espíritu del disco, estas sensaciones se van limando.
9. “Mardy Bum”: Continuamos con el sector más pop del disco de la mano de una de sus agradables sorpresas. Una canción bien construida, con buena melodía vocal y unas agradables guitarras rítmicas. Tiene ese aire un poco irónico tan british, y a veces incluso recuerda (a distancia) a The Smiths. No faltan algunos momentos empecinados, pero en general prima la melodía. Una muestra de que Arctic Monkeys pueden hacer canciones con clase.
10. “Perphaps vampires is a bit strong but…”: No son nadie estos tipos poniendo títulos. Volvemos a la caña. Aunque de una forma más bronca, mas garajera; casi parecen bordear el hard rock. El riff de guitarra es persistente al inicio, y da la sensación de que el grupo está cabreado. De todos modos, es una de las canciones más complejas del disco, donde incluso de pueden distinguir varios segmentos. Particularmente uno de ellos, en el tramo final, es bastante huracanado. Buen tema, donde prima incluso más la instrumentación que lo vocal. Adelante levemente cosas de su disco “Humbug” (2009). Todo esto dentro de un orden, no vayamos a pensar que es rock progresivo.
11. “When the sun goes down”: Uno de los mayores clásicos de los Arctic Monkeys, y todo un numero uno en las listas británicas. El grupo modula bien los ritmos y la contundencia, dando lugar a un lugar pop potente, de tempo rápido contundente. Pura eficacia, transmutado en un excelente single. Sinuosa y divertida, con un buen estribillo. La letra habla de la prostitución en Sheffield. Quizá por ello incluye un guiño a “Roxanne” de The Police.
12. “From the Ritz to the Rubble”: Que no decaiga. Tremendos guitarrazos utilizados esta vez de una forma más épica e intermitente. No sigue un esquema tan lineal y mete algunas variaciones, cambios de ritmo, etc. No es una canción directa, o no tanto, pero la energía que se gasta el grupo compensa la falta de un estribillo claro. Pura electricidad y diversión.
13. “A certain romance”: La descarga eléctrica inicial nos puede llevar a engaño. Las guitarras eléctricas salvajes ceden a una melodía pop encantandora, de corte muy clásico. Aún hay tiempo para que haya un cambio de ritmo al final, levemente sorprendente, pero sin aportar gran cosa. Un cierre correcto, melódico; no apasionante, pero capaz de dejar un regusto agradable.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
“Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not”, título sacado del diálogo de la película “Sábado Noche, Domingo Mañana” (1960) con Albert Finney, no es un disco ni muy virtuoso, ni muy complejo. La voz de Alex Turner es buena para el estilo de la banda, pero tampoco es magnífica. El estilo no es nada novedoso. ¿Entonces en qué destaca esta obra? Por su entusiasmo, por su vitalidad, por las ganas de la banda de ir a por todas. Hay una energía magnética que se adosa al espectador y no ceja fácilmente. Estas sencillas píldoras de apenas tres minutos te ponen a bailar o a botar a poco que te encuentres con el ánimo predispuesto. Las letras, por otro lado, tienen el don de la observación cotidiana, de reflejar un estado de ánimo concreto. El de unos chavales de 20 años que tratan de abrirse camino desde Sheffield. Alex Turner es paisano, por lo tanto, de Jarvis Cocker. Evidentemente no ha llegado a su maestría lírica, pero su desempeño no es nada desdeñable. Así pues, estamos ante un disco que conserva un abrumador sentido de la diversión, que satisfará a los que disfruten con las descargas eléctricas y la mezcolanza indie, britpop, pospunk y punk.
No hay que olvidar que el devenir de la banda en ningún caso ha sido acomodaticio. Sin pararme a glosar toda su discografía destacaría por ejemplo “Humbug” (2009). Un disco robusto, oscuro, casi tétrico, donde abrazaban las influencias del stoner rock y Queens of the Stone Age (no en vano el coproductor fue su líder Josh Homme). Las canciones ganaban en complejidad en base a unas estructuras más tortuosas y complejas. Ese toque lo manejaron con acierto. Comercialmente “AM” (2013) fue un pelotazo y la culminación de una etapa. Su último disco, “Tranquility Base Hotel & Casino” (2018) ha sido otro golpe de timón, con una ausencia significativa de guitarras, y con ambientes y atmósferas psicodélicas, y elegantes; aunque no particularmente accesible.
El propio Alex Turner formó junto con Miles Kane un interesante proyecto llamado de The Last Shadow Puppets, que hundía sus raíces sonoras en un clasicismo sesentero, sedoso y sofisticado. Así pues, estamos ante unos músicos con curiosidad y capacidad de aprendizaje, sin temor a adentrarse en nuevos territorios. Lo cual no tiene que hacernos olvidar sus divertidos inicios de “Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not, un pequeño hito y un gran disfrute.
Texto: Mariano González.
No hay comentarios:
Publicar un comentario