ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Tengo en mis manos unas notas de Brian Wilson impresas en el librillo interior del cd
de “Pet Sounds”. No creo que sea necesario hipotetizar cuando se tienen fuentes de
primera mano provenientes del alma mater del disco. Nos cuenta que en diciembre de
1965 escuchó el “Rubber Soul” de los Beatles y quedó absolutamente fascinado. Era
una obra redonda de principio a fin, pensada como una obra compacta, sin relleno,
cuidada en todo el minutaje. Lo importante no eran solamente los singles, sino el
conjunto de la obra. Esto motivó a Brian Wilson a escribir algo parecido, Mejor dicho, a intentar superarlo. Ese sentimiento de competición con los Beatles (desde la admiración, sin acritud) fue un estímulo enorme, que ayudó a concebir uno de los discos más respetados de la historia.
De hecho, en encuestas más o menos recientes, como la efectuada por la revista Rolling Stone, para elegir los 500 mejores discos de la historia, “Pet Sounds” quedó en segundo lugar. Para la revista Uncut, en 2016, quedó en el primer lugar de una encuesta similar. Con voluntad de síntesis, veremos algunos aspectos de este estupendo disco. De un lado, es el disco más de un hombre que de una banda. De hecho, Brian Wilson comentó en una ocasión que consideraba a “Pet Sounds” como su primera obra en solitario. Prácticamente ningún miembro de la banda fue consultado mientras Brian iba construyendo el disco en el estudio.
Por otro lado, el viraje musical de la banda fue total. Los chicos de la playa dejaron
atrás su idiosincrasia surf y se adentraron en un disco de música orquestal, barroca,
riquísima en arreglos, y donde como Brian Wilson quería, todo es un conjunto en sí
mismo. Sin rellenos. La música en sus momentos más reflexivos suena casi otoñal más que veraniega. De hecho, estos primeros compases del otoño son una buena fecha para escuchar “Pet Sounds”. Hay que tener en cuenta que supuso un avance tremendo en labores de producción, arreglos y estructuras de las canciones. La obra de la ambición de un creador genial y loco (por desgracia, a veces de forma literal), que al madurar artísticamente fue uno de los causantes de que la música popular tuviese una arista, valga la redundancia, artística. Sus armonías vocales aún siguen siendo imitadas y su música evocada.
En la banda estaban los sospechosos habituales. Por supuesto, Brian Wilson, y junto con él: Al Jardine, Mike Love, Carl Wilson, Dennis Wilson y Bruce Johnston. No obstante, ya decimos que la implicación de la banda en el resultado final hay que relativizarlo mucho. Los músicos de sesión ocuparon un lugar importante, por número y variedad. La instrumentación incluía: vibráfonos, acordeones, ukeleles, theremín, saxofones, clarinetes…, y suntuosos arreglos orquestales. Eso sí, las armonías vocales hay que colocarlas en un lugar destacado como pura orfebrería musical. Además de ser un disco compacto, Brian Wilson cumplió con el cometido de realizar una obra sólida, de principio a fin, sin fisuras, edificada como un todo. La música popular se iba haciendo cada vez más sofisticada, siendo “Pet Sounds” uno de sus más interesantes catalizadores.
ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Wouldn’t it be nice”: La exquisitez viene servida inicialmente de forma enérgica.
Una canción donde ya se aprecia la lujosa producción, pero tiendo un puente con algún punto del pasado de Then Beach Boys. La melodía es realmente pegadiza, y el ritmo de la batería es ágil y un magnífico patrón para el tempo de este vigoroso tema. La parte vocal la comparten Mike Love y Brian Wilson, y la parte lírica corre de la cuenta de Tony Asher que, de hecho, es el letrista habitual de todo el disco (aunque es un colaborador externo elegido por Brian, más que un miembro de la banda). Una canción, en definitiva, que supone una excelente apertura del álbum. Además fue single, alcanzando el top 10 en EE.UU y llegando al 2 en Reino Unido.
2. “You still believe in me”: Y aquí llega el primer ejemplo de “Pet Sounds en materia
introspectiva. Una auténtica delicia de armonías vocales, en notable conjunción con
unos arreglos exquisitos. El etéreo inicio es un adelanto de las bondades de la
producción. Es curioso el falso final de la canción, y el efecto sonoro de una bocina, que rompen un poco el esquema clásico. La canción suena otoñal, melancólica, pero con un toque de esperanza. La letra nos habla de un hombre sorprendido de que su pareja, a pesar de su comportamiento, todavía siga a su lado. Es una canción de agradecimiento. En este caso, el peso de las voces recae solamente sobre Brian Wilson.
3. “That’s not me”: Una canción pop más estándar, sin los toques preciosistas de otras
composiciones. No hay ningún problema porque la melodía es exquisita, y las
sempiternas armonías brillantes. Es donde más se percibe la presencia total de la banda, notándose incluso algún acorde de guitarra. No es coña, a veces la profusión de arreglos sepulta un poco la labor instrumental dentro de un muro de sonido; sublime, eso sí. En la parte vocal se compaginan Brian Wilson y Mike Love.
4. “Don’t talk (put your head on my shoulder)”: Uno de mis momentos favoritos del
disco. Una auténtica belleza trascedente, melancólica y emocionante. La belleza de la
melodía vocal ya de por sí es óptima, pero el añadido de los estupendos arreglos de
cuerda aporta un toque que eleva la canción a cotas elevadísimas. Las armonías son más complejas de lo que parece y el sexteto de cuerda es profundamente ensoñador. La canción habla pura y simplemente de cómo dos amantes pueden llegar a entenderse sin palabra, solamente con pequeños gestos.
5. “I’m waiting for the day”: Alternando la sucesión de temas solemnes y animados,
tenemos uno de los temas más contundentes del disco. No hay más que escuchar la
poderosa introducción, con timbales incluidos. La estructura es curiosa, moviéndose
entre momentos percutivos y llenos de arreglos, con otros más minimalistas que apenas subrayan la línea vocal. Se añaden instrumentos como la flauta y el corno inglés para aumentar la ya patente riqueza musical. La canción tiene la particularidad de que Brian la tenía guarda desde hace dos años, y decidió sacarla a la luz para este disco. Mike Love viene acreditado como coautor por algún aporte lírico.
6. “Let’s go away for a while”: Uno de los dos instrumentales del disco, breve pero
planificado minuciosamente. De hecho, Brian Wilson siempre tuvo en muy alta
consideración esta composición. En realidad, de trata de una meritoria melodía,
pacífica, agradable. Curiosamente, de la banda no se escucha mucho. Hay sección de
cuerda, vibráfonos, un oboe… y una lata de Coca Cola para producir ciertos efectos de
sonido. En principio, había una letra preparada pero se decidió enfocar la canción como meramente instrumental.
7. “Sloop John B”: Uno de los momentos genuinamente pop del disco, y aunque
mantiene la producción casi de orfebre, es una de las canciones más directas del disco.
Ciertamente es pegadiza, divertida, pero algo agridulce en cuanto a la letra. Se trata de
una canción tradicional caribeña que Al Jardine conocía, y que propuso a Brian Wilson arreglarla y meterla en el disco. Al notar que la melodía tenía potencial de single, se decidió lanzarla como tal, alcanzando un notable éxito. La parte vocal la comparten Brian Wilson y Mike Love.
8. “God only knows”: Uno de los estandartes del disco. La canción ha recibido elogios
por centenas, aunque el más famoso lo hizo el mismísimo Paul McCartney diciendo
que, literalmente, era la mejor canción jamás escrita. Afirmación que doy por
enormemente exagerada, sin riesgo de que ello detraiga ningún mérito a la canción. La
canción, de todos modos, es absolutamente encantadora, delicada, arreglada de una
manera exquisita, barroca, y a ratos insólita como composición pop. Los juegos vocales son espectaculares y hermosos. Dice Brian Wilson que fue la primera canción pop que llevó la palabra “God” en el título, lo cual está en consonancia con su espiritualidad. Aunque está usada en el sentido de “solo Dios sabe lo que haría sin ti”. En algunos países fue cara b, y en otros, cara a. Los contrapuntos vocales de Brian Wilson, con Carl Wilson y Bruce Johnston fueron revolucionarios en su momento.
9. “I krow there’s an answer”; Otro momento más juguetón que mezcla los arreglos de
cámara con un adorable toque pop. La introducción del estribillo es estupenda, con esos potentes timbales y la magnífica melodía entrante. Sus cambios de ritmos y ciertos ecos casi jazzísticos añaden riqueza a la canción. La letra sufrió varios cambios, y aunque se suprimieron algunas cosas se mantuvo alguna subrepticia mención a las drogas y a la experiencia de Brian Wilson con el LSD. En las vocales se combinan Wilson, Jardine y Love.
10. “Here today”: Y continúa la vía, digamos, enérgica del disco. Una canción pop de
fácil asimilación, pero con algunos elementos interesantes como uso del bajo y un
pequeño segmento instrumental que sería casi protopsicodélico, y que para la época
resultaba realmente innovador. La letra es la más cínica respecto a las relaciones
amorosas y de ahí el tono menos aterciopelado en las voces. Canta solo Mike Love.
11. “I just wasn’t made for theses times”: Un medio tiempo sencillo que incluso aquí
muestra el “horro vacui” de la producción del disco. Ahí tienen sonando un clavecín, un mellotrón, flautas y banjos. Un muro de sonido que nada tiene que envidiar a los de Phil Spector. La letra nos habla de alguien que se siente incomprendido, fuera de su tiempo. ¿El propio Wilson mientras construía el “Pet Sounds”?
12. “Pet sounds”: El segundo instrumental del disco, y la pieza homónima. No obstante, en principio se iba a llamar “Run, James, run” con la intención de ofrecerla a una película de James Bond. Finalmente es una de las canciones con espíritu más playero del disco. Relajado y con profusión de arreglos, eso sí. Resulta agradable.
13. “Caroline no”: Para Brian Wilson una de sus mejores composiciones. El disco se
cierra con un tema melancólico, introspectivo, a media luz. Una vez más destacan las
delicias vocales de su melodía. La canción habla de la crisis de una relación, sin
posibilidad ya de volver a los buenos tiempos. Son curiosos los efectos del final, que
incluyen los ladridos de un perro y el sonido de un tren. Un recurso similar a los efectos que Pink Floyd, entre otros, empezaría a usar muy poco después.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
“Pet Sounds” se considera consuetudinariamente como la piedra de toque de muchas
cosas. Principalmente mostrar que la música popular podía discurrir por senderos
“artísticos”. La semilla del art-rock, del rock progresivo, y de cualquier rama ambiciosa de la música de los 60 en adelante. Continuando con el juego Beatles-Beach Boys, su “Sargeant Peppers” es también una especie respuesta a este “Pet Sounds”.
La historia de los Beach Boys es larga y tortuosa, sobre todo para su líder Brian Wilson; un genio de muchas aristas, algunas de ellas un tanto grises, pero portadoras siempre de un gran talento. “Pet Sounds” sigue siendo uno de los discos pop más reverenciados de todos los tiempos. Y no contradeciré la pleitesía.
Texto: Mariano González.
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