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viernes, 19 de junio de 2020

Juan Perro - Mr. Hambre (2000)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Por veteranía, talento y relevancia, Santiago Auserón (o sea Juan Perro) debe ser considerado un auténtico tesoro musical nacional. No solo ha aportado composiciones y voz a varias de nuestras mejores canciones. Es un erudito, un estudioso de la música que nos redescubrió sones que estaban olvidados. Tras sus más de cuarenta años de carrera sigue teniendo hoy día una ponderación importante como vocalista de Radio Futura, pero ha sabido desempeñarse con dignidad y no vivir expectante de la nostalgia.

La herencia y el prestigio de Radio Futura siguen intactos hoy en día. Son cita obligada al hablar de la Movida, del rock en español y en el buceo en sonoridades latinas. Precisamente este último detalle ha sido uno de los motivos de prestigio de su carrera en solitario. A parte de por la plasmación en su música, por una esmerada labor de recuperación del son cubano. Recordemos la recopilación “Semilla del son” (1991), auspiciada por Santiago Auserón. El resultado, p. ej, fue que Compay Segundo comenzase a ser escuchado por estos lares.

Más allá de la interesante labor de erudición musical, antes de “Mr. Hambre” ya había editado dos discos. “Las raíces del viento” (1995) y “La huella sonora” (1997). Tampoco hay que olvidar la gira con Kiko Veneno en 1993. Obras y proyectos bien valorados, personales, y talentosos. “Mr. Hambre” prescinde en buena medida de la estilística latina y se compone a base de un pop rock de manual; bajo, guitarra y batería, algún piano y algún arreglo de cuerda. De algún modo no está lejos del ADN de Radio Futura (que en cualquier caso tenía un importante caudal latino) pero suena desde una perspectiva más autoral, más recogida e íntima. Es una obra de una sencillez relativa y engañosa, donde a medida que aumentan las escuchas se descubren detalles en principio inadvertidos. Lo mismo reggae, por ejemplo, que música árabe.

En lo personal, este disco me pilló en primero de carrera. Recuerdo que algunos vídeos como “Charla del pescado” o “Los diez mandamientos”, sonaban con cierta frecuencia en los programas musicales de hace veinte años. Pensándolo ahora, es vivificante pensar que Juan Perro y este disco alcanzaran repercusión. No muchos artistas sobreviven a la sombra de su banda madre, y no son raros los grupos de la Movida cuyos componentes, a veces sin mucha justicia, han pasado a un anonimato intrascendente. Y si bien Santiago Auserón, Juan Perro (recordemos que este nombre artístico proviene del disco de Radio Futura “La Canción de Juan Perro”), o como lo queramos llamar no aparece ya entre lo más escuchado, es una figura respetadísima, de gran prestigio y con una base fiel. Además, rara vez ha dejado de trabajar, con el mérito añadido de hacer lo que quiera y en el momento que quiera. En cualquier caso, un ilustre roquero, un erudito musical (se doctoró en filosofía con una tesis sobre la música en los fundamentos del logos) y una figura absolutamente recomendable. Para el disco contó con esta banda: John Parsons en las guitarras, Ciro Flogiatta en el órgano Hammond, José María Cortina en el piano, Paco Bastante en el bajo, y Moisés Porro y Pedro Barceló en percusiones y batería.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “El Joraique”: Comenzamos el disco con una letra insólita, que versa sobre las andanzas de El Joraique (Alonso Aguilar), un famoso bandolero y pirata morisco del siglo XVI. La canción es un pop rock bastante clásico, aderezado con retazos de música árabe. La factura de la canción es elegante y matizada por un leve exotismo. Todo ello se fundamenta en los arreglos de cuerda de sabor oriental. Si bien no tiene mucho sentido de la épica, la voz de Santiago Auserón sí parece evocar a un contador de historias deseoso de que conozcamos la historia de este personaje. Curioso e interesante comienzo.

2. “Llévame al río”: Rock sencillo, casi primigenio y con sabor a años 50. Ritmo directo, al trote ligero, que sostiene una melodía radiante y luminosa. Tiene un toque ingenuo aumentado por una de esas letras que ya lucían Radio Futura sobre la cotidianidad del entorno rural (“El tonto Simón”, “El canto del gallo”…) No obstante, se aleja de la negritud de estas canciones para abrazar un terreno más amable. Casi travieso.

3. “Yo te cito”: Más oscura es esta canción con su atmósfera nocturna, de cariz misterioso. Las guitarras son más ásperas y con unos apropiados efectos de eco. Coherentemente la voz de Santiago Auserón suena más apagada mientras recita una críptica letra que aumenta la sensación de enigma. Podría hablar de la desazón ante el destino. Es interesante el punteo y cambio de ritmo intermedio, uno de los momentos más roqueros del disco. Buena canción, que haciendo una extraña comparación me recuerda a “Drive” de R.E.M., aunque de forma menos barroca. De momento llevamos tres canciones que sin ir por vericuetos raros, suenan distintas entre sí.

4. “La candela: El principio es engañoso. Los primeros segundos son para una solemne melodía de piano, dando paso a una luminosa y exquisitamente pegadiza canción. Es una composición de orfebre, donde todo está meticulosamente en su sitio. Todo un ejemplo pop rock de acuerdo con los cánones, con algún parentesco lejano con el jazz aquí y allá. Además es optimista desde la misma letra.

5. "Charla del pescado": La canción más radiada y reconocible del disco. Nuevo ejercicio de pop rock plenamente disfrutable y altamente melódico. La melodía es juguetona y pegadiza, adornada por unos acordes de guitarras flirteando con el funk y a ratos con el reggae. Razonable su elección como single, tiene un vídeo sencillo en el que aparece Santiago Auserón arropado por la banda.
6. “Te convierto en canción”: De nuevo clasicismo musical por todos los poros. Los acordes de guitarra de las estrofas son ensoñadores y algo naif. La melodía vocal de Santiago Auserón por el contrario es más pizpireta e irónica, sin perder la ternura. Canción encantadora; puro espíritu de pop clásico.

7. “El carro”: Golpe de timón musical. Ahora las texturas son mucho más sobrias, algo oscuras incluso. Hay también una atmósfera algo irreal y recogida. A ello también ayuda una letra de una particular simbología, acaso algo críptica y portadora de nuevo de la lírica rural de la que a veces hace gala el artista aragonés. Curiosa

8. “Esta tierra no tiene corazón”: Otra pequeña gran curiosidad. Se trata de una canción a ritmo de reggae que musicalmente parece despreocupada y medianamente alegre. La oscuridad se filtra a través de una sombría letra rebosante de pesimismo. Las imágenes no son muy obvias pero podría hablar del sempiterno sentimiento cainita de nosotros los españoles. Se nos presenta “un país que siempre estuvo en guerra” y en el que los niños “aprendieron a contar en lunáticos juegos con los huesos de los muertos”. Interesante.

9. “El hormigueo”: Afloran más guitarras y recuperamos un tono más roquero, con unos acordes eléctricos subrayando el final de cada estrofa. La melodía es accesible pero algo excéntrica. Todo acorde con la paranoica letra en la que se describen una serie de situaciones que provocan el miedo del, digamos, narrador. Curiosamente el estribillo es el más sencillo de todo el disco, pero tiene algo de amenazante. Como dice la letra: “Se ha metido la locura por el ojo de la cerradura”. Para mayor satisfacción la canción se cierra con unos arreglos de cuerda cortesía de la sección correspondiente de la Filarmónica Ciudad de Praga.

10. “Los diez mandamientos” “Mr. Hambre” se cierra con una nota alta. Esta canción fue segundo single y es posiblemente la canción más vivaz, roquera e irónica del disco. El “Toc, toc ¿quièn es?” se acaba quedando grabado a fuego. La estructura de la canción se compone de dos estrofas que van desgranando un peculiar decálogo que, socarronamente, podría describir la situación de una familia más o menos disfuncional. Son auténticos ripios, casi humorísticos aunque algo cáusticos, con más intención de lo que parece. La canción es insanamente pegadiza, tiene algún arranque eléctrico y es un estupendo cierre de obra.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
“Mr Hambre” es un disco de apariencia sencilla que guarda dentro de sí un muestrario de pequeños y distintivos detalles. Lo mismo te encuentras un reggae, matices andalusíes o elegantes arreglos de cuerda. Por otro lado, es un disco que de su concreción hace una virtud y consigue que las escuchas se hagan realmente ligeras. Por añadidura, cada acorde parece estar justamente en su sitio, alcanzando (por decirlo de algún modo) el arte a través de la artesanía. Los fans antiguos, de la época de Radio Futura, apreciarán y seguramente ya conocerán este disco. Los neófitos en escuchar a Santiago Auserón en cualquiera de sus proyectos encontrarán una piedra de toque tan interesante como accesible.

Y proyectos ha tenido unos cuantos. Recordemos por ejemplo Las Malas Lenguas, junto a su hermano Luis, que nos dejaron un puñado de versiones de rock clásico. Todavía trabajando hoy en día, ojalá tarde mucho en llegar la jubilación de Santiago Auserón.

Texto: Mariano González.

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