En tanto al concierto vivido el pasado martes en el Palacio de los Deportes de Madrid con Arcade Fire como protagonistas, no sabría en estos momentos decir si me gustó más, o me pareció mejor concierto que el fabuloso show que ofreció el mismo grupo en el mismo lugar hace poco menos de 8 años. Y es que las circunstancias de Arcade Fire en este lapso temporal han cambiado. En aquella ocasión de noviembre de 2010, era el grupo revelación con su 3er. disco “The Suburbs”, que les abrió el camino al estrellato del indie internacional. Sensación del momento y disco de triunfo. En estos momentos, el grupo ya son unos veteranos, y han evolucionado a un sonido más bailable que ha hecho que muchos se bajaran de su carro discográfico, como es por ejemplo el caso de nuestro amigo y colaborador Óscar Cañas, el cual estuvo en 2010, pero que declinó asistir en esta ocasión, derivado de que “Everything Now”, último lp del grupo, no ha sido muy de su gusto.
El show en sí también ha sido notablemente distinto en diversos aspectos. Estructura del set list, disposición escénica y juego de luces, día de la semana, etc. Partiendo de la duración en sí, la lógica de 2 discos más de estudio dispuso un metraje de 2 horas y 15 minutos frente a la hora y 30 minutos de 2010. Aquel día el concierto fue un aluvión de intensidad a raudales, que causó la sensación de haber vivido un concierto de 50 minutos cuando la realidad era otra mucho más extensa. Este pasado jueves las 2 horas superadas de actuación ofrecieron muchos más contrastes y matices, si bien algunas cosas se mantuvieron parecidas. Lo iremos desarrollando poco a poco.
Llegamos al Palacio de los Deportes (me resisto a nombrar al recinto con su nombre comercial, a no ser que vaya acreditado, cosa que no fue) y a nuestra localidad en particular a las 19:30h, hora fijada para el comienzo de la actuación de los teloneros. Eso, en lo personal, también nos supuso una variación, ya que en 2010 estuvimos a pie de pista en 6ª fila más o menos frente al escenario; si bien, en esta ocasión nos vino bien estar en posición elevada para la actuación en sí de Arcade Fire. Ahora explicaremos. Por motivos personales tampoco me venía muy bien acudir con mucha antelación a la hora de inicio y por eso nos fuimos a graderío, aunque hay que apuntar que hasta 5 minutos antes del comienzo de la actuación de Arcade Fire te podías situar en pie de pista en una posición muy buena.
Nosotros cumplimos con la puntualidad, pero Preservation Hall Jazz Band no. Salieron con media hora de retraso a las 20:00h al escenario centrado en la pista atravesando el público y nos ofrecieron media hora de jazz movidito y clásico. Como soy un buen ignorante del género, tampoco les puedo comentar mucho sobre los teloneros. Nos sirvieron como entretenimiento mientras esperábamos a que llegase la hora de ver a Win Butler, señora y cia.. Abajo una foto de los mismos de frente aprovechando las pantallas situadas sobre el escenario.
Entre los teloneros y Arcade Fire, en las pantallas de encima del escenario, se proyectaban vídeos publicitarios ficticios promocionales de “Everything Now”, que iban caldeando el ambiente (debajo de este párrafo el creado para “Electric blue”), con aparición de cuando en cuando de una especie de evolución del personaje de mister Reflecktor, que nos lanzaba alguna arenga periódicamente. Durante esta espera acudimos a ver a su nueva localidad a nuestro amigo Mariano González y Luis Enrique González, que fueron afortunados al ser reubicados de la zona alta del fondo de la calle Goya; el motivo es que no se agotaron las entradas y la organización, en lugar de dejar zonas vacías, decidió juntar a todos en los laterales en las zonas altas y poner telones en los sectores altos de ese fondo. Con esto ganaron mejor visibilidad.
Y es que el concierto no fue un “entradas agotadas”, pero también se dio el caso de que contaron con un aforo neto mayor, al situar el escenario en el centro de la pista, habilitándose al público el fondo normalmente condenado detrás del escenario y contando con más lugar en el pie de pista igualmente. Entre eso y los desertores de Arcade Fire, que también, como ya hemos comentado, los hay, de ahí que en ese sentido, en el de agotar el papel, no estuviéramos ante un éxito. Si bien la sensación fue de lleno, salvo por la zona de los telones.
Arcade Fire salieron al cuadrilátero, cuales boxeadores, entre el gentío y con una presentación en megafonía de lo más curiosa, en concordancia con vídeos de presentación del grupo en las pantallas. El escenario era en sí un cuadrilátero al que tras las primeras canciones le quitaron las cuerdas del perímetro, para quedar representadas por columnas de focos que hacían de esquinas voladas sobre el mismo, creando unos efectos de luces que se perderían la gente que estuviera a pie de pista, por eso decía que en esta ocasión no salía mal estar en grada, ya que de esa forma también veías a todos los componentes; de acuerdo, mucho más lejos, eso sí, pero estando abajo, suponemos que la parte contraria de las tablas no se vería muy allá.
Pasaban 10 minutos de las 21.00h y arrancaron protocolariamente con la canción título del último disco, muy festiva y que permitió conectar bien al público, para posteriormente poner las sensaciones al 200% con un efectivo clásico de la talla de “Rebellion (lies)”, que puso el recinto patas arriba; en eso hubo reminiscencias al concierto de 2010, cuando arrancaron con el single totem del disco de la gira “Ready to start” y luego te meten un bombazo de la talla de “Neighborhood #2 (Laika)”. Y más nos recordó la estructura de arranque del concierto a lo vivido años atrás al meterse en 4º lugar la también intensa “No cars go”, en creo que si no idéntico, al menos muy parecido lugar del orden. Los vídeos de mi cámara del móvil no ofrecen muy buena calidad. Con el móvil tomé un par, y uno de ellos es el de “No cars go” que les inserto a continuación.
Los matices del cambio comenzarían poco después, cuando sorprendieron rescatando “Here comes the night time” de “Reflektor” como una de las canciones embajadoras de ese notable disco de 2013, y es que por ejemplo a la larga se quedarían fuera otras piezas notables como “It’s never over (Oh Orpheus)” o “We exist”. El cambio principal se evidenció ya en el sector dedicado a “Neon Bible”, muy reivindicado en la 1ª mitad de actuación y además con canciones que pueden ser curiosas de vivir en un directo en un recinto arena como fueron la canción título del mismo y la sufrida “My body is a cage”. Me agradó mucho que reivindicaran “Keep the car running” de ese disco, que en 2010 sonó también, pero por extraños motivos no recordaba que hubiera caído en aquella velada. La grabé con la cámara que me prestó mi madre, que, teniendo en cuenta la distancia, no ofreció tan mal resultado. Aquí tienen el resultado.
Por cierto, durante “My body is a cage” se consiguió un juego de luces notable, con las columnas suspendidas sobre el techo en la vertical de los vértices del escenario, que recreaban a la perfección la jaula que se menciona en la canción; lo verán en la fotografía que les coloco debajo del párrafo. Win muy sentido e implicado en la interpretación de esta pieza muy adorada por los fans de recorrido de los canadienses.
El devenir de la noche fue trascurriendo de tal forma que el grupo, desde ese combo de calma recién comentado, fueron ganando más y más potencia, arrancando con una declaración de intenciones al respecto llamada “Neighborhood #1 (tunnels)”, salvo un ligero descanso que supuso “The suburbs”, que aunque en lo musical reposó, en lo emocional llegó tanto o más que otros pasajes más animosos rítmicamente. Respecto a “Everything Now” apareció en los primeros compases de show más o menos “Electric blue”, con el primer lucimiento personal a las voces de Régine Chassagne, que aguantó muy bien los agudos de ese tema al micrófono a la par que daba vueltas por todo el perímetro del escenario para que le viera todo el público. Del último disco del grupo también salió a la palestra la notable poco después de “Electric blue” “Put your money on me”, que recreó muy bien en el directo esa sensación hipnótica, obsesiva y cerebral que desprende en estudio. Aunque “Electric blue” la grabé con la cámara buena, no enfoqué bien y no se ve muy nítido el vídeo. Lástima. Aún así lo introduzco acto seguido.
En el tramo final de la parte troncal del show hubo un conjunto de temas que nos metieron un fuerte arreón de adrenalina. Vean entre otros: “Ready to start”, “Reflektor”, “Afterlife” y “Neighborhood #3 (power out)”. Imaginen. En esos minutos pasamos por la potencia de uno de los pilares principales de “The Suburbs”, por el misterio y baile de 2 piezas de “Reflektor” y con la contudencia y tono malencarado (en el buen sentido de la expresión) de una de las piezas más impresionantes de “Funeral”. Personalmente disfruté mucho de “Reflektor” y sobre todo con “Afterlife”, con Win cantando con ese resuello al comienzo de las estrofas y los coros hipnóticos a cargo de Régine. Por cierto, Win, al igual que hizo Régine en “Reflektor”, se dio un paseo entre el público hasta situarse debajo de la bola de espejos discotequera del fondo contrario a la calle Goya. “Afterlife” fue mi pasaje favorito y el que más esperaba que llegase si es que resultaba incluida, y por ello la grabé y se la inserto a continuación.
Comentando el concierto de forma un poco desorganizada, me doy cuenta de que me olvidaba precisamente en ese núcleo que comentaba en el párrafo anterior, de ese momentazo que nos ofreció la buena de Régine Chassagne, con esa pieza tan bailable de “The Suburbs” “Sprawl II (mountains beyond mountains)”, que el paso del tiempo ha terminado por situar con la pieza clave de la evolución sonora del grupo de aquel disco en adelante en pro de un sonido más bailable.
Si han reproducido el vídeo insertado aquí arriba, habrán visto que fue el otro que grabé con la cámara básica de mi teléfono móvil, ¿verdad? No tenía todas conmigo de que sonara y me gustó mucho ver a Régine atreverse con una de mis canciones favoritas del magnífico “The Suburbs”.
Si han reproducido el vídeo insertado aquí arriba, habrán visto que fue el otro que grabé con la cámara básica de mi teléfono móvil, ¿verdad? No tenía todas conmigo de que sonara y me gustó mucho ver a Régine atreverse con una de mis canciones favoritas del magnífico “The Suburbs”.
Tras “Neighborhood #3 (Power out)” el grupo paró y retornó para unos bises magníficos en los que atentaron con la irremediable “Wake up” como final de show, con la ayuda de Preservation Hall Jazz Band (no cabía ni un alfiler en el escenario ya, y si no nos creen, vean la foto que situamos debajo del presente párrafo), que duró muchísimos minutos con coros por parte del público buscando que el grupo no se terminara de ir, cosa que daba la impresión, ya que de camino al camerino se detuvieron entre el público siguiendo la fiesta. Y ahí no quedó la cosa, ya que mientras que esperábamos a nuestros amigos fuera del recinto, Win con los teloneros se dio un garbeo musical cual flautista de Amelín por la calle Fuente del Berro hasta llegar a la calle Goya y dejar a todo el mundo completamente alucinado con ese arranque de espontaneidad.
El bis sin embargo abrió con la bonita y triste balada “We don’t deserve love”, otra de las grandes composiciones de “Everything now” y con la versión reprise de la canción título. He de apuntar que se seleccionó muy bien las piezas del último disco, ya que tampoco faltó “Creature comfort”, que también es otro de mis pasajes favoritos del disco y estuvo en esa traca final antes de los bises ya mencionada.
Entre pitos y flautas el grupo estuvo en acción casi 2 horas y cuarto. Todos fueron girando alrededor del escenario. Los 6 componentes oficiales del grupo, con nuestra buena amiga y otrora también miembro oficial Sarah Neufeld (ahora solamente músico de acompañamiento… ¿?) y algún otro músico de apoyo en las percusiones, derrocharon buen hacer de ejecución instrumental y de actitud. Si bien estábamos un poco más alejados que la otra vez, se podía apreciar bastante bien desde la fila 6 del sector 16 donde estuvimos. Aquí debajo la buena de Sarah.
Ciertamente el poder de la atención principal cae en el matrimonio Chassagne-Butler. Régine estuvo fabulosa en sus momentos de protagonismo vocal, y es que sabe muy bien (como ya he apuntado alguna que otra vez), reservarse buenos temas en los discos para brillar en los shows como nunca. Tocó mil y un instrumentos (incluidas las botellas en plan xilófono del vídeo de “We don’t deserve love” -ver la siguiente imagen-) e incluso como ya hemos dicho se atrevió a meterse entre el gentío en busca de la bola de espejos discotequera perdida en “Sprawl II (mountains beyond mountains)”.
Por su lado, Win Butler supo medir bien sus tiempos. Alternó rabia, intensidad, recogimiento, sentimiento… Cada sensación correctamente acompasada para cada momento o canción. Es curioso que la imagen que más me va a quedar de Win es la más reposada y sentida de la noche que ofreció en “We don’t deserve love” en el arranque del bis, en la cual también estuvo en mitad del público de pie de pista en unos instantes, lo cual ilustramos en la siguiente fotografía. También es otra imagen fácil de recordar la imagen de Win en gesto de triunfo con su guitarra en alto cogida desde el mástil saludando al público y haciéndonos temer que se líe a golpetazos con ella, destrozándola al estilo de lo que hizo en una ya mítica actuación de “Intervention”, que por cierto me da pie a comentar los debes (pocos) del concierto.
Sí, “Intervention” no apareció y no sé si incluso está descartada en este sector de la gira. Ausencias sorprendentes fueron también “We exist” o “Neighborhood #2 (Laika)” como ya cité antes. En lo personal me dio rabia posteriormente comprobar que la noche anterior en Lisboa tocaran tanto “Neighborhood #2 (Laika)” como “It’s never over (Oh Orpheus)” en lugar de “Neon bible” y “My body is a cage”; yo hubiera comprado el cambio, pero bueno.
En todo caso, vivimos una ocasión memorable. No solamente la actitud del grupo y la música en sí sumó, sino que todo lo relacionado con la puesta en escena visual fue de mi agrado; el juego de luces fue tremendamente acertado (los cañones de luz que apuntaban sobre las bolas de espejos y destellaban durante “Reflektor” y “Afterlife” fueron otro pasaje notable de luces azules), y si no el público, como pasó en “Neon bible”, a petición del grupo, conseguía un buen efecto con sus linternas de los móviles.
Si hemos estado casi 8 años recordando y citando de forma recurrente a aquel sábado 20 de noviembre de 2010 como una de las citas más irrepetibles que hemos vivido en directo, está claro que este concierto no va a ir a la zaga en los recuerdos positivos a aquel previo; es algo parecido a los 2 conciertos que viví de Spandau Ballet en 2010 y 2015, que no sabría decir cuál fue mejor de los 2.
Habrá que ver cuál será el siguiente paso discográfico del grupo, si en la siguiente gira los voraces, acaparadores y celosos festivales son los que se llevan la exclusiva de la actuación del grupo en nuestro país (cosa que tristemente pasó con “Reflektor”) y si no se olvidan de Madrid en caso de que actúen en recintos cerrados al margen de festivales. Lo que está claro es que Madrid no se olvidará de ellos. Les estaremos esperando con muchas ganas. Nos despedimos del recinto, emplazándonos para dentro de un mes y un 1 día cuando regresaremos para ver a Roger Waters de Pink Floyd...
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