.

viernes, 19 de mayo de 2017

Travis - The Man Who (1999)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
La mayor parte de los discos, reconozcámoslo, no son giros copernicanos, revoluciones o heroicos cambios de la historia musical. La mayoría, incluyendo algunos de los mejores, son pequeños toques de estilo, viñetas sencillas y leves páginas en el devenir musical. ¿Y qué? No todo han de ser grandes gestas o grandilocuencia para hacer grandes melodías, y no hay que ser revolucionario para hacer discos estupendos o incluso llegar a tener influencia. Algo así pasa con los escoceses Travis, y su “The Man Who” es buen botón de muestra de lo que pretendo decir. Su edición en 1999 trajo consigo una estilística tranquila, de pop melódico y melancólico hecho a base sencillez y buenos fundamentos. A posteriori editarían sus debuts grupos como Coldplay o Keane, que no sé si tendrían como referentes a Travis, pero sus coordenadas musicales (al menos en sus inicios) no se iban muy lejos. Ahí lo tienen; un disco sencillo puede tener cierta influencia.

Sin embargo, Travis no siempre fueron esos chicos melancólicos y reflexivos; basta con echar la vista hacia atrás. Dos años antes, en 1997, habían editado su debut, “Good Feeling”, con canciones mucho más roqueras y eléctricas. Casi macarras. Sus melodías sabían a pintas de cerveza y juego de dardos en un pub, a irreverencia juvenil; casi un poco al estilo de los Oasis más bravucones. No obstante ya había algún indicio en su balada “More than us” de lo que habría de venir en el futuro. “The Man Who”, por su parte, viene muy bien definido por la portada, contraportada y algunas fotos interiores. Paisajes nevados, solitarios, bucólicos; todo ello como presagio de la melancolía y la introspección de la música. Y eso es exactamente lo que tenemos: buenas canciones en la onda del clásico pop británico, dominadas por una tristeza lejos de la tragedia, pero emocionantes al fin y al cabo. Todo esto también tiene sus fuentes, (más allá del mencionado deje británico) como la parte más íntima de U2 o los Radiohead melancólicos y melódicos de “The Bends” u “Ok Computer”. De hecho el productor de este último disco, Nigel Godrich, es precisamente el productor de “The Man Who”; y no es poca su influencia, dotando de más atmósfera y profundidad al sonido de Travis. Es pertinente recordar, además, que Nigel Godrich en aquellas fechas era un profesional de mucho prestigio, habiendo hecho buenos trabajos (aparte de con Radiohead) con Beck y Air. El sonido, es un sonido muy de “interiores”, ideal para escucharlo en casa tranquilamente atentos a las reflexiones que nos pudieran surgir. No es cosas de temer que el tono sea melancólico, las canciones acaban teniendo el suficiente gancho melódico como para resultar atrayentes y memorizables.

A pesar de lo dicho, cuando escucho a Travis, acaban bullendo en mi cabeza recuerdos y evocaciones agradables. Supongo que se debe a que la época aurea de Travis (que yo considero que llega hasta 2003) coincide con el fin de mis años de instituto y con gran parte de mis años de carrera. Tiempos divertidos, efervescentes y expansivos que, vía Travis, acuden prestos en forma de cálida nostalgia. Otra cosa particular es su directo. Olvídense de ver a unos chicos frágiles y taciturnos, ofreciendo una imagen de prefectos yernos. Aún recuerdo su concierto de La Rivera a principios de Octubre de 2007 y su espectacular entrada a través del público, ataviados de boxeadores mientras sonaba la música de “Rocky”; una vez en el escenario el grupo enardecido comenzó a proferir gritos y a dar saltos y zapatetas. No fue poca cosa tampoco verles hacer delirantes versiones de Britney Spears o AC/DC (¡¡!!). Simpáticos muchachos.

La formación de Travis en este disco es la de toda la vida. O sea, Fran Healy como cantante, guitarrista y principal compositor, Andy Dunlop como guitarrista principal, Dougie Payne como bajista y Neil Primrose como batería. En fin, sin más dilaciones pasemos a analizar la obra.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Writing to reach you”: Los primeros acordes ya nos avisan de lo que será el tono del disco, a base de acordes lentos y melódicos acompañados de una apesadumbrada voz de Fran Healy. Todos los arreglos están dispuestos para provocar una sensación de desazón emotiva; no obstante en algunas partes de la canción podemos escuchar varios de los arreglos de guitarra más vehementes del álbum. La corporeidad de la canción casa bastante bien con el mensaje de la letra, que evoca una perdurable sensación de amargura (“todos los días me levanto y es domingo”) y una pasada relación que hace que el bueno de Fran no se sienta “demasiado bien”. Triste pero muy interesante canción para empezar el disco. Fue el primer single del LP y tiene un curioso video donde Fran es atacado primeramente por unos niños y luego incluso por una avioneta. Los otros componentes de la banda apenas aparecen unos segundos.

2. “The fear”: La mano del productor se nota en esta canción, ofreciendo un sentido mucho más atmosférico que en el tema anterior. Todo es sutileza y contención, abandonando el tono un poco más a flor de piel de “Writing to reach you”. La salida del tema acaba siendo de lo más evanescente, apagándose la música como una pequeña ráfaga de viento. El miedo al que se refiere el título diría que es el miedo a la soledad: “todo lo que quería era una oportunidad para decir que me gustaría verte por la mañana”. Pura delicadeza sin empacho de azúcar.

3. “As you are”: La canción comienza frágilmente, con unos arreglos vocales y musicales de lo más leves, rozando el minimalismo. No tardará mucho en irse de llenando de garra y músculo, llegando a mitad de canción un inesperado y potente sector guitarrero cortesía de Andy Dunlop (diría que es su mayor momento de lucimiento en todo el disco). Recupera la esencia expresiva después de la contención de “The Fear”. La canción habla de una de las ideas centrales del disco, la de la persistente mala sombra que parece planear sobre uno pertinazmente: “Todos los días me levanto solo, no soy como los otros chicos y desde que era joven no he tenido elección”.

4. “Driftwood”: Una parsimoniosa y delicada exquisitez. Apenas unos acordes sueltos de guitarra eléctrica con eco, un leve lecho de guitarras acústicas y una melodiosa voz de Fran Healy conforman una bellísima canción. Es un tema que se hace de querer; una canción que sin embargo no renuncia a cierto sabor agridulce. No es convulsa o dolorosa, pero si se intuye pena detrás de ella. Fue segundo single del disco y es justamente un pequeño clásico de la banda. La letra parece un reproche a alguien que se ha abandonado y va pasando por la vida con más pena que gloria; como si fuera una advertencia: “qué pena que te hayas convertido en madera a la deriva”. En el video vemos a una clase de un colegio de chicas a punto de hacerse una foto en el patio, que finalmente no puede llevarse a cabo porque empieza a llover; los únicos que quedan incólumes bajo la lluvia son los profesores, que no son otros que los componentes de Travis.

5. “The last laugh of the laughter”: Quizá el momento más sentimental del disco. Travis abrazan la melancolía ya de lleno y sin tapujos, sin disimular ni fragilidad, ni vulnerabilidad. Un piano aparece llevando buena parte del peso de la canción, mientras Fran Healy canta en tonos altos, llegando a veces al falsete. En las primeras escuchas se me hizo un tanto lacrimógena, como si la canción debiera encubrir más la tristeza. No obstante progresivamente me fue gustando más y hoy la disfruto plenamente. La letra es medio en inglés y medio en francés, pero aquello de “la última risa de la carcajada” sospecho que se refiere al momento en que la alegría se evapora y al final se acaba echando fuertemente de menos.
6. “Turn”: Si, dentro de un disco de tempo lento como es éste, Travis tiene alguna pretensión de hacer un himno, es con esta canción. Mayor presencia de guitarras, Fran Healy cantando con más pasión y una ejecución que bordea la épica, hacen de este tema uno de los más directos. Perfecta para que el público cante a gusto en los directos. Fue el cuarto single y posee un peculiar vídeo donde Fran Healy se propone acometer un curioso reto. La letra es de las más esperanzadoras del disco: “Quiero cantar mi canción en un mundo al que pertenezca, quiero vivir, quiero sobrevivir…”. Otro pequeño clásico.

7. “Why does always rain on me?”: O lo que es lo mismo: la canción que aupó a un nivel mayor de éxito a la banda, lo mismo en Reino Unido que fuera. En puridad es un excelente medio tiempo, fronterizo con la balada, que toma las enseñanzas del brit pop de los 90 para llevarlas a la faceta introspectiva de los escoceses. Fue el tercer single del álbum. El vídeo es un auténtico sindiós donde lo mismo caben secuestros, persecuciones, chapuzones, habitaciones flotantes y Fran Healy con kilt. La canción vuelve a hablarnos de la persistencia de la desazón y la falta de horizontes esperanzadores. “¿Por qué siempre llueve en mí?” “Días soleados ¿dónde fuisteis?”. Por cierto, en el concierto de La Riviera al que hacía referencia en la introducción, Fran Healy contó al público que esta canción fue compuesta en Madrid. Sin embargo en las redes encontré que fue compuesta en Israel. ¿Nos dio Fran Healy un poco de jabón a los madrileños? ¿Es fehaciente lo que pone en Internet? Vaya usted a saber.

8. “Luv”: Volvemos a los paisajes delicados y a las sutilezas melódicas. En cuanto empiezo a escuchar armónica, casi empiezo a evocar a una especie de folk atmosférico, suave y acariciante. Me recuerda un poco a “The last laugh of the laughter”, pero más contenida, más serena. La ordenación de canciones en el disco dispone astutamente los temas más lánguidos con los más pegadizos. En esta canción Fran Healy echa de menos a una tal Luv, de la que estuvo (y está) enamorado: “Dejarte marchar solo sirve para mostrarme que todavía estoy enamorado de ti”.

9. “She’s so stange”: Dejamos momentáneamente la tristeza para adentrarnos en pop sedoso, onírico, elegante. Es uno de los cortes más particulares; no diré que es una extravagancia, pero tampoco es exactamente la estructura clásica de una canción pop. A su modo quizá es un poco psicodélica, sensación que se refuerza con los primeros y estrafalarios versos: “Ella es muy extraña, ella llevaba un negro mostacho”.

10. “Slide show”: Regreso ese tono ligeramente folk que a veces planea en los momentos más meditabundos del álbum. Tranquila, sin añadir más desazón de lo aconsejable. No es que sea el típico cierre de disco con una canción épica a fondo y con derroche de arreglos de toda índole (que por cierto, a veces no está mal). No obstante unos acordes eléctricos (sin pasarse) aportan un ligero adorno. El título se refiere a lo que sería un “pase de diapositivas”, que figuradamente pasan a través de la mente de Fran Healy a base de recuerdos. Quizá sepa ligeramente a poco para terminar el disco, pero es que…Hay track oculto; tras unos minutos de silencio escuchamos una canción, fuera del track list, llamada consuetudinariamente por todos “Blue flashing light”. Este tema oculto es el más áspero, contundente y oscuro de todo el conjunto; desentona con el resto del disco, pero es curioso ver a Travis en este registro tan desesperado y punzante. No es para menos ya que parece que la letra habla de un caso de maltrato.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Este disco tiene el mérito de ser el reafirmante de una carrera que había sido cimentada auspiciosamente con “Good Feeling”. El empuje que dio “The Man Who” en los círculos británico e internacional es algo que no puede ser ignorado a la hora de analizar su trayectoria. Curiosamente, aunque hoy es un disco con una muy buena reputación, en su momento recibió críticas dispares; por un lado muchos recibieron con albricias y agrado el giro hacia el pop melancólico, mientras que otros renegaban de este giro y preferían el tono roquero de “Good Feeling”. No es una cuestión de tener razón, pero es justo decir que (con matices) el sonido de “The Man Who” ha sido el sustancial durante la mayor parte de la carrera de Travis. También conviene recordar que estamos hablando de unas fechas confusas, donde los grupos punteros del britpop perdían fuelle en las listas y parecía que se imponía una época de transición. Un “post britpop”. Travis, hasta cierto punto, recogieron el guante y empiezan a tener éxito cuando otros declinan.

Anteriormente, en la introducción, decía que consideraba la época dorada de Travis la que iba de su debut a 2003. Y efectivamente así me parece. Por un lado tenemos al muy interesante “The Invisible Band” (2001) donde se siguen las directrices de “The Man Who”, aumentando incluso la delicadeza de las melodías; contiene unas cuantas canciones emblemáticas de Travis como “Sing”, “Flowers in the window” o “Side”. En 2003 llegó “12 Memories” con un sonido más oscuro y contundente, mucho menos naif que los anteriores discos. Es también un interesantísimo trabajo con canciones como “Re-Offender” (ojo a su violento vídeo), “The beautiful occupation” o “Love wil come through”. Y a partir de ahí… Irregularidad. No creo que hayan sacado un disco malo propiamente dicho, pero me da la sensación de que se fueron dejando algo por el camino. Discos como “The Boy With No Name” (2007), “Ode To J. Smith” (2008), “Where You Stand” (2013) o “Everything At Once” (2016) creo que no alcanzan las cotas de años atrás. No obstante han ido dejando buenas canciones como “Closer”, “My eyes”, “Something anything”, “Where you stand”... De todos modos son discos que se escuchan sin desagrado.

Si no han escuchado mucho a Travis, denle una oportunidad a “The Man Who”. Captarán la esencia de Travis y conocerán un disco difícil de mejorar. Por cierto, que está dedicado al genial Stanley Kubrick, fallecido por aquellas fechas. Hasta en los pequeños detalles acierta.

Texto: Mariano González.

No hay comentarios: