Dentro de la actividad de nuestro blog, y sobre todo en lo referente a la actividad semanal (cuando no estamos de descanso), las crónicas de conciertos, que hasta ahora eran un añadido atemporal a lo que el viernes tocase (artículo de disco o promoción del programa del sábado), pasarán a ser sustitutivo de lo que tocase; la vida no nos da para más y por ello, la crónica del concierto de Nick Cave & The Bad Seeds del pasado 25 de octubre en Madrid, viene a sustituir a lo que tocaría, un artículo de revisión de disco, el cual publicaremos la próxima semana. El siguiente programa de radio será el sábado 30 de noviembre. Dicho esto, al lío.
La pandemia se nos llevó por delante un concierto que teníamos prefijado de Nick Cave & The Bad Seeds en Madrid y para colmo los golfos de Entradas.com no nos devolvieron el importe íntegro de las mismas, quedándose en su bolsillo los abultados gastos de gestión (menudos sinvergüenzas). Por eso, había una cuenta pendiente con el australiano y su banda. Se presentó la ocasión 4 años más tarde y, a pesar de que el precio era notablemente más alto que el de la vez anterior, no dudamos mucho en apuntarnos a la cita. Todo mereció mucho la pena.
Llegamos con el tiempo necesario como para sentarnos en nuestros asientos y poder ver al artista invitado, la banda The Murder Capital. Un grupo que casaba muy bien como preludio a Nick Cave y que destacaron por un buen desarrollo instrumental en sus temas. Lo que no me convenció tanto fue su cantante en lo referente a su voz e interpretación vocal, ya que su actitud fue buena. Dispusieron de 45 minutos que no se hicieron pesados. Abajo un par de fotos de su actuación.
Curiosamente Nick Cave arrancó 15 minutos antes de lo que se avisaba. El show empezó a las 20.30h en lugar de a las 20.45h. Supongo que quizás eso fastidió a alguno que viniera con la hora pegada. El Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid presentaba sensación de lleno, si bien no se agotaron las entradas. El pie de pista estaba a reventar (ahí sí que no había entradas) y en graderío nosotros pudimos avanzar a una posición mejor en una zona que veía despoblada, motivado también porque una tía petarda se quejó de una vez que saqué la cámara para hacer una foto, aludiendo que le tapaba visión… No dudé mucho en permutar nuestra posición y eso que salimos ganando.
Nick y sus Bad Seeds se presentaron con ganas a desgranar su último trabajo “Wild God”. Y a fe que lo hicieron. Tocaron 9 de los temas que forman parte de la obra y el resto de setlist se compuso de una canción que representó a su correspondiente disco de la obra del grupo. Nick aparentaba el mismo aspecto que 30 años atrás. Su media melena completamente tupida y negra (sin una sola cana) y su metro noventa de envergadura, totalmente esbelta, elegantemente vestido con su traje oscuro y corbata, al estilo inconfundible de crooner siniestro que tanto le caracteriza.
La definición de “animal escénico” es lo que más podría definir a Nick. Pudimos verle en ciertos momentos desbordante de intensidad escénica, con movimientos repentinos y acelerados que pusieron de manifiesto que se encuentra en perfecta forma física y que los 67 años que constan en su pasaporte no están en consonancia con los 49 que aparenta.
Junto a él estuvieron los Bad Seeds liderados por el inestimable Warren Ellis, al cual sí que el paso del tiempo le ha dejado mayores evidencias de la edad, ya que incluso se valía de bastón para subir y bajar del escenario en los momentos de los bises. Fue muy aclamado en un par de momentos por todo el recinto y con sus arreglos de sintetizadores o violín le dio ese toque tan particular instrumental que tienen las canciones de Nick Cave & The Bad Seeds. Incluso aportó en cierto momento unos agudísimos coros que quedaron espectaculares.
Siendo honesto, la discografía de Nick Cave & The Bad Seeds la controlo al 50% como mucho (lo tengo pendiente), y por ello, varias de las piezas de la noche no las controlaba, si bien hice los deberes de escuchar “Wild God” en la semana previa, con lo que gran parte del listado sí que lo pude reconocer. Lo mal es que uno de los discos que más domino de la banda, el “Murder Ballads” de la 2ª mitad de los 90, quedó inédito.
Momentos destacables fueron “Tupelo” del mítico “The Firstborn Is Dead”, “Into my arms” de “The Boatman’s Call” y sobre todo para mí la celebérrima “The weeping song” de “The Good Son”, quizás mi favorita absoluta de la obra de Nick Cave, y que con su mera aparición ya me fui muy contento del recinto. Cierto es que ya hace tiempo que Blixa Bargeld no está en los Bad Seeds para establecer ese diálogo con Nick, pero da igual. A continuacíon el vídeo que grabé del momento.
Creo que también fueron memorables, curiosamente, las canciones que incluyen en su título caballos. Tanto “Cinnamon horses”, del último disco, como “Bright horses” del previo “Ghosteen” (del que nos perdimos el concierto de su gira por la pandemia del Covid-19), brillaron con especial gusto. Destaco también “Song of a lake” de “Wild God”, que fue de las primeras en sonar en el concierto, y que considero es una de las canciones más bonitas y sentidas de la última obra de Nick Cave & The Bad Seeds.
Nick utilizó en repetidas ocasiones y en distintos momentos del show el “You’re beautiful” de su tema “There she goes, my beautiful world” del “Abattoir Blues” para agradecer al público asistente su entrega (la gente que fuimos estuvimos muy metidos y a merced de Nick, que en varias ocasiones actuó como director del coro de más de 15000 personas que nos congregamos allí). A continuación un primer plano de Warren Ellis.
Fueron 2 horas y media que se pasaron como si el show hubiera durado la mitad de tiempo. Nick Cave es un tipo que conecta perfectamente con el público y que no deja lugar a un solo segundo de aburrimiento desde que se apagan las luces hasta que una vez finalizado el show se vuelven a encender. Da igual que se siente en el piano para ponerse íntimo y melancólico que se ponga atronador y brutal, desplazándose como elefante en cacharrería a lo largo del escenario.
Además, a Nick le gusta estar muy cerca de su público. No había mediación entre el borde del escenario y la primera fila de personas. Muchas veces se apoyó encima del público, el cual le venera y le respeta. Y él también se hace respetar, como cuando a alguien de las primeras filas le pidió con mucha educación que dejara de grabar con su móvil y lo viera con sus propios ojos, ya que sería una experiencia que jamás olvidaría. Y tanto que así fue. Merece mucho la pena un concierto de Nick Cave & The Bad Seeds. Si vuelve en un futuro por Madrid, habrá que estudiar nuevamente la posibilidad de pasarnos a verle.