Siempre me llamó la atención este vocalista, desde el primer momento que descubrí a Wolfsheim allá hará 12 años. Peter es un tipo de pelo moreno repeinado, con cara de palo, hierático, serio, con un peculiar timbre de voz que es sobrio a la par sombrío, perfecto para esa música electrónica que disponía Wolfsheim. Además, cuando retomé a Wolfsheim con la fuerza definitiva para introducirme en ellos en la primavera de 2006, no sé por qué motivo, siempre he visto un parecido razonable entre Peter Heppner y el también seco de carácter José Mourinho (tan de actualidad últimamente por diversos motivos).
Ya revisamos en su día la magnánima obra de Wolfsheim “Spectators”. En dicha ocasión ya mencioné que el grupo se había disuelto, tras un comunicado en el mes de enero de 2008 en la página oficial de la banda. Lo que no advertía en aquel mes de noviembre de 2008, es que Peter Heppner ya había editado un par de meses antes su disco de debut por su cuenta. Hasta hace muy poco no he accedido al mismo; de hecho lo tengo reciente, por lo que las sensaciones están a flor de piel y siento ganas de escribir sobre el mismo.
Hablando ligeramente y rápido sobre el previo al lanzamiento del disco, abundaré en los motivos que propiciaron la separación de Wolfsheim. Parece ser que desavenencias sobre las directrices musicales de Wolfsheim y la cada vez menor implicación de Peter con el grupo, hicieron que Markus Reindhart terminara de cansarse del cantante y se anunciase que cada uno iría por su lado.
En verdad, Heppner ya había volado por su cuenta más allá de Wolfsheim, pero acompañado, al colaborar con gente tan dispar como el peculiar Joachim Witt en la siniestra “Die flut” (qué videoclip tan asfixiante y tétrico) y por otro lado con gente como Paul Van Dyk. Tras anunciarse el final de Wolfsheim, se hizo público que Peter había conseguido un contrato discográfico para editar un disco en solitario. Lo que no tengo claro del todo es si el acuerdo se produjo cuando Wolfsheim aún no estaban oficialmente separados o posteriormente. Veamos que nos dispone Peter tras su partida del grupo que le dio la fama, con su debut que vino a titularse sencillamente “Solo”.
“Easy” es un comienzo de carácter amargo y doloroso. Sobre una instrumentación y melodía no muy alejada de Wolfsheim, Peter nos dispone este corte de sonido poco alegre, que sin embargo se verá contrarrestado por el mayor ánimo que transmitirá la canción que le tomará el relevo en el 2º lugar. Es un inicio solemne, al estilo de un “It’s hurting for the first time”, pero con menos pompa y recargo que la citada. Como he advertido, ahora vendrá algo más de ritmo y un sonido más alegre, aunque dentro de los límites normales de Heppner y su tradición en Wolfsheim. “Alleinasein” es uno de los singles destacados del disco, siendo de hecho el primero. La melodía a base de numerosos sintetizadores, programaciones y teclados es bastante movidita y en parte, y siempre que la trayectoria de Peter en solitario sea larga, tiene toda la pinta de convertirse en un clásico del repertorio individual de Heppner; no sé muy bien por qué motivo, básicamente por la diferencia de estilo, pero establezco entre esta canción y “Suedehead” de Morrissey bastante parecido. Quizás será esa especie de vitalidad y melancolía a partes iguales que te transmiten ambas canciones. Tras este punto álgido, entra una melodía de piano clásico, que nos introduce en otra pieza de sonido oscuro y más depresivo, “Suddenly”. Se vuelve a la estela sonora dibujada por “Easy” en la apertura del disco, confirmando que ésta va a ser una clara marca de fábrica del álbum. Aquí el carácter es más clásico en lo musical, no solo por la melodía del comienzo, sino por el sonido de la electrónica a lo largo de la misma. “Vorbei” no nos va a alejar de estos territorios, y retornando de forma más clara al sonido electrónico, dejando de lado el corte clásico y solemne de “Suddenly”, nos dibuja otra canción de factura oscura. Destaca la fuerza que muestra Peter en el estribillo de la canción. “Being me” con un desarrollo misterioso, lento y poco recargado en su inicio, supone el momento más íntimo y menos saturado de la obra. El estribillo alcanza curiosamente una gran fuerza emotiva, tanto en lo musical, como en lo vocal, frente al corte más sombrío y lúgubre de las partes prosaicas. Quizás de los temas más interesantes de la obra, por la estructura más sencilla respecto a las en que Peter se ha tenido que mover tradicionalmente.
Pasado el ecuador del disco, llega una canción que de primeras llama la atención por su título. “I hate you”, tanto en su base rítmica como en sus sonidos, nos llama la atención en sus primeros compases por su inocente sonido, que se tornará en incisivo y muy marcado en el más rotundo estribillo, en el que Heppner confiesa que “te odio desde lo más profundo de mi corazón”. Podría afirmarles que se puede ver un cierto paralelismo en algunas partes con “Heroin she said” de “Spectators”. “No matter what it takes” es de las canciones que mejor estructura musical tiene de “Solo”. Con una sencilla melodía de teclado, sobre las justas programaciones, se moldea una canción con algunas pausas igualmente interesantes. Además el ritmo de la canción se conjuga más que correctamente entre la voz de Peter y la música. Tiene un cierto carácter melancólico en su sonido que le otorga ese punto especial que hace que sea uno de mis pasajes favoritos de la obra. Se sube unos cuantos puntos en la intensidad melancólica con la siguiente “Walter (London or Manchester)”. Una canción de ritmo lánguido y lento, que vagamente nos puede evocar en algún momento a la suprema “Blind”. Tiene una bonita orquestación en las partes del estribillo, que ayudan a confeccionar uno de los temas plásticamente más bonitos de “Solo”. En el penúltimo lugar sin embargo llegaremos a la gran joya del disco desde mi punto de vista. “Wherever” es preciosa tanto en su música, como en la melancolía y lejanía que transmite su letra y toda su envoltura. Ésta es la primera canción que escuché del disco, antes de hacerme con la totalidad del mismo. Es quizás el corte más excelso de “Solo”, en el que Heppner está más cerca que nunca del sonido que destiló en sus últimos días en Wolfsheim; de hecho esta canción puede recordarnos mucho en su instrumentación a la grandiosa “Care for you” de “Casting shadows”. “Das geht vorbei…” es el capitulo final del disco, que no deja de ser una revisión de “Vorbei”. Una forma algo extraña de terminar el disco, al plantearnos una toma alternativa de una canción que ya hemos escuchado en la primera parte. Casi es una forma de terminar con un “reprise” de esos que en tantos y tantos discos se han incluido en la historia de la música. Además, para ser más pertinaz, la edición de la que dispongo, tiene un bonus track con “Vorbei” en remix con Moonrise. Considero a ésta última la versión más interesante, ya que la canción gana en intensidad muchos enteros.Parece ser que los músicos alemanes tienen una especie de tradición muy extendida de que cuando un componente de una banda de éxito saca disco por su cuenta, lo vengan a titular “Solo”. Recuerdo que en los días que precisamente descubría a Wolfsheim, Thomas D, componente de la exitosa banda alemana Die Fantastischen Vier, también editaba un disco en solitario titulado “Solo”.
“Solo” es un disco aceptable, pero no llega a los niveles de excelencia de los 3 últimos discos de Wolfsheim. Simplemente por poder escuchar de nuevo a Peter y con una música muy cercana a la que nos tenía acostumbrados, vale la pena. Es lógico aceptar que cuando un grupo se divide, gran parte de la esencia del mismo en proyectos posteriores por separado, resida en el que inicie el vocalista. La voz suele ser la seña de identidad más fácilmente reconocible de un grupo y Heppner no es una excepción.
Este debut en solitario agrada. Se escucha fácilmente e incluye algunas canciones bastante buenas como “Alleinasein” o “Wherever”. La portada es un acierto, con una foto de Peter Heppner con un elegante sombrero, no muy nítida, que está cortada por la mitad y anexada a otra imagen no muy clara. En la misma, Heppner nos observa con una mirada ciertamente desafiante, en lo poco que se ve de su rostro.
No obstante, salvo en contadas ocasiones puntuales, se nota la falta de Markus Reindhart en la composición de la música. La voz de Peter sigue igual, y sus letras más o menos también. Sin embargo en muchos momentos, las canciones carecen de ese punto extra de gancho emocional que tenían gran parte de las canciones de las 3 últimas obras de Wolfsheim. A pesar de esta parte crítica, “Solo” se deja escuchar y es una forma de encontrarnos con un viejo amigo.
Markus sigue sin conseguir dar forma por su parte al siguiente disco de Wolfsheim, del cual se lleva tiempo especulando que dispondrá de otro vocalista. Por el bien de todos, lo mejor sería que Heppner y Reindhart hicieran las paces, pero esto tiene pinta de convertirse, a menor escala y el sector de la música electrónica, en otra enemistad irreconciliable al estilo de las de Mozzer-Marr, Weller-Foxton/Buckler (por mucho que el bajista de The Jam haya colaborado en el último disco de Paul Weller) y demás. Esto es lo más reciente y parecido a Wolfsheim que tenemos entre las manos. “Solo”, repito y finalizo, es un buen disco y nos hace pasar un buen rato a todos los que hemos disfrutado de Wolfsheim, por tanto no nos lamentemos y saquémosle el partido que tiene a esta obra.
Nos vamos acercando al final de nuestra primera temporada en Radio Universitaria de Alcalá de Henares. Esta tarde a las 19.00h en http://www.ruah.es/ podrán escuchar la redifusión de nuestro programa de esta semana, que dedicamos al disco “Under The Iron Sea” de Keane. Supone igualmente el vigésimo programa de nuestra singladura en las ondas.

Se afronta la 2ª parte de la obra con una sensación inmejorable que puede hacernos ver el camino hasta el final de la obra con ojos menos amables. A las 4 canciones restantes hay que concederles más tiempo, pero igualmente son acertadas. Para prueba de ello, “Man of two worlds” tiene como peculiaridad el apoyo vocal femenino del que dispone Midge en algunas partes. La estructura es algo más atípica, sobre todo debido a no tener un estribillo muy marcado y que está conferido a esa voz femenina. De hecho, esta ayuda vocal aparecerá nuevamente en el disco, destacando los coros en la canción final de la obra. “Man of two worlds” es uno de los momentos en los que más destaca la línea de bajo de Cross, pero en la que principalmente sobresalen a mi juicio esos teclados que acompañan a la voz femenina en los momentos que aparece. Es por otro lado la canción que tiene un carácter más oscuro del disco. “Heart of the country” quizás sea el rival más débil de “Lament”. No termina de romper y tiene su principal mal en el carácter algo redundante de su letra, que hace que la parte final nos resulte algo monótona. Se puede escuchar, no hace falta que pasen a la siguiente pista, pero no destaca por nada especial. El caso es que la melodía instrumental no es del todo mala, sobre todo en los primeros pasos de la canción, incluyendo algún elemento de percusión metálica industrial que nos puede recordar vagamente al “Some Great Reward” contemporáneo de Depeche Mode, evidente en temas como el gran “People are people”. “When the time comes” es un corte de sonido y textura misteriosa, con aspectos instrumentales bastante solemnes individualmente, sobre todo en la primera mitad de la pieza, puesto que hasta mediada la canción, no termina de entrar la base rítmica de la misma. Una canción algo rotunda y que en alguna parte instrumental (allá por los 3 minutos de duración), me evoca a ciertos sonidos del antológico “Rage In Eden”. Llegamos al final. “A friend I call desire” es como la vuelta de tuerca a “One small day”. Estamos frente a otro tema fuertemente guitarrero en ciertos momentos, desarrollada sobre una rotunda base de batería, bajo y sintetizador, con una melodía menos emotiva y más contundente que la que nos encontramos en la pista nº 2 de la obra. Como mencioné atrás, aquí destaca nuevamente el componente femenino vocal que complementa la canción.
“Hermanos de sangre” se acerca en lo sonoro a “Pasos en el túnel” en su alegría y luminosidad, aunque he de decir que tras 5 canciones de tan alto nivel, culminadas con “Angelus”, me sabe a poco. “Estrella” es el tema de corte más clásico y orquestal de “La Profecía”, sobre todo en sus 2 primeros minutos, acaparados por Cristina del Valle al micrófono. Posteriormente entra una base más pop y Alberto, que secunda con sus tonos vocales tan varoniles a Cristina. Un tema que habla de la situación mundial y las guerras y de intentar buscar una solución, que pone de manifiesto la conciencia social y mensaje que muchas veces tenían las letras de Amistades Peligrosas. “Sacrifícate”, como he mencionado sí que tuvo un videoclip, que yo creo que quizás se hubieran merecido más “Angelus” o “Será”, ya que hubieran dado más juego. Aquí salen Cristina y Alberto los 2 vestidos igual, con traje, sombrero y corbata negra, bailando y alternándose con imágenes alusivas al mensaje sexual de la letra. En lo musical esta canción está cerca de los primeros pasos de Amistades Peligrosas, siendo más propia de “Relatos De Una Intriga” que de “La Profecía”. Recuerda bastante, o al menos así me lo parece, a “Muy peligroso”. “Eloi Eloi” tiene un sonido árabe en su estructura que aporta algo de exotismo a la parte final de la obra. Alberto comienza hablando de dolor, con una actitud bastante ajustada al micrófono a lo que nos cuenta en la letra. Y llegamos al final. “Bendita seas” viene a rubricar la obra con un sonido épico, sobre todo en las partes del estribillo cantadas por Comesaña. Destaca el comienzo, de carácter sacro en lo instrumental con los órganos que se incluyen. El contenido lírico vuelve a hacer un guiño a los temas bíblicos, con clara alusión a oraciones de rezo en el estribillo. El combo final de las 2 últimas canciones “Eloi Eloi” y “Bendita seas” confieren a “La Profecía” un final angustioso, alejado de la luminosidad de otros momentos de la obra, confiriéndole al cierre un toque algo lúgubre y oscuro (aunque evidentemente dentro de los límites de la normalidad de Amistades Peligrosas).
“Let’s all make a bomb” se muestra más oscura y sin lugar a dudas amenazante por la simple traducción literal de su título. Los ritmos son menos luminosos, acercándose a una electrónica más propia de los Human League de unos meses atrás; aspecto por otro lado lógico, al haber formado Ware y Marsh parte de aquellos días iniciales de “la liga humana”. “Let’s all make a bomb” adopta un enfoque más frío, que sumado al carácter también bastante peculiar de su predecesora “Geisha boys and temple girls” hace que los ritmos animados del inicio nos parezcan algo irreal o producto de nuestra imaginación. “The height of the fighting” no me termina de agradar con esos tarareos que surgen después de citar el título del disco. Sonidos punzantes de sintentizador y otros que asemejan a la sirena de una ambulancia, conforma una pieza que redunda en este territorio más deshumanizado de la 2ª parte de la obra. De hecho, “Song with no name” es quizás el tema más desesperado en lo vocal de la obra (sobre todo en los coros) y sigue aportando un sonido de tintes más oscuros a “Penthouse And Pavement”. Musicalmente es quizás la que más me gusta y junto a “Play to win” quizás mi favorita de este disco, conformando las 2, cada una en su estilo, mi particular día y noche del debut de Heaven 17. Llama la atención que esta canción comienza con el estribillo, que es bastante nervioso, alternándose con las partes más oscuras de Glenn Gregory al micro en las que sobre una incipiente base lúgubre electrónica recita sus versos. Se cierra con “We’re going to live for a very long time”, que regresa a los sonidos más desenfadados que protagonizaron los primeros pasos sonoros del disco, pero por otro lado quizás resulta algo cargante en su estructura, sobre todo en su estructura tan repetitiva. No obstante, por el distinto sabor de boca que nos deja, no la considero un mal cierre de disco. En posteriores remasterizaciones de la obra, se incluyen varios temas extra, pero lo que es el álbum principal finaliza aquí.
“Piedra sobre piedra” es una pista más acústica, menos recargada instrumentalmente, que aporta sencillez y un pequeño descanso a mitad de disco. Después llega “Vino dulce” que es una de las canciones más alegres y animadas de “Astronomía Razonable”, al afrontarse nuevamente un ejercicio pop con ligeros matices rumberos que tan buen ambiente y ánimo crean. Contrasta darnos de frente con la sentida y relajada “Mar antiguo” en el siguiente paso que damos en el álbum, que aporta quizás los minutos más sentidos de todo el disco, o por lo menos de forma más sosegada que quizás la ampulosa emotividad que tiene “Lápiz y tinta” en su envoltura. La sencillez instrumental, dentro de la melodía pausada tan deliciosa y que Manolo García esté más que acertado al micrófono, suman para dar forma a una de las piezas más bonitas de “Astronomía Razonable”. Y es una suerte que aquí en esta parte final se afronten piezas tan dispares y tan maravillosas como la que nos encontramos ahora: “Cosas que pasan”. El sonido inconexo de la melodía que parece ir a tirones, y la voz de Manolo con un efecto grandioso de eco perdido en la mezcla, añadiendo el registro algo desesperado que adopta el cantante, ayudan a crear otra sorpresa agradable a medida que nos acercamos al final de la obra. No me pregunten por qué, pero me recuerda mucho en algunos momentos este tema a “Shadows in the rain” del disco “Zenyatta Mondatta” de The Police, que revisamos hace varios meses. “Sumo y resto” pasa algo desapercibida, puesto que tampoco tiene mayor distinción en lo instrumental. Tanto es así, que incluso en algunos acordes es similar a la canción título del disco. Posteriormente, el capítulo final real lo supone “Hagámoslo”. Bastante vitalidad instrumental para comenzar la pista con esa guitarra y la batería. Manolo García nos narra una historia de pasión con su peculiar estilo vocal. Una historia como se podría decir de tensión sexual no resuelta (expresión tan de moda en los últimos tiempos), que pone un punto alegre para finalizar una obra que por tan distintos pasajes y estados de ánimo nos ha llevado. A forma de epílogo se dispone “Mar antiguo” en versión instrumental, mejor dicho orquestal, para rubricar el disco con lo que se podría denominar un lazo sonoro.