ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
A principios de los años setenta se iba dando forma y sustancia al hard rock que, por supuesto, no nació por generación espontánea. En los sesenta Jimi Hendix, Cream o Blue Cheer (p.ej) ya habían sembrado las semilla de un rock hiperelectrificado y fulgurante. Cuando buscamos los orígenes del hard rock siempre se apela, y con bastante fundamento, a la trilogía formada por Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath como ejemplos arquetípicos.
Black Sabbath tiene sus propios tics, idiosincrasias y peculiaridades. Desarrollaron una estética, concepto y música mórbidos, siniestros, góticos (aunque no sé si es pertinente el término). Ya saben, atuendo enlutado, profusión de crucifijos, letras con referencias esotéricas y supuestamente maléficas… Trataremos de huir de los lugares excesivamente comunes y matizar.
Empezando por el tema esotérico. Partamos de la base de que el nombre de la banda proviene de la película de terror italiano “I Tre Volti della Paura” (1963), cuyo nombre en inglés es “Black Sabbath” (y en español las “Las Tres Caras del Miedo”). Con lo cual se prefigura que todo ese malditismo de la banda es una opción formal más que una creencia en sí. Las acusaciones, por ejemplo, de satanismo que ha tenido la banda no son del todo fundadas si analizamos el conjunto de sus letras. “After Forever”, del disco, “Master of Reality” (1971) es considerada como una de las canciones pioneras de rock cristiano. Geezer Buttler, bajista y muy importante en el “concepto” de Black Sabbath y educado como católico, dice que todos los componentes eran cristianos. De todos modos tampoco hay que fliparse, desde luego no son unos capillitas de misa dominical. Sin embargo, su personalidad tiene más aristas de las que parece.
También tenemos que tener en cuenta que la decadencia y oscuridad de su música es una contestación al idealismo hippie. También Black Sabbath estaban en contra de la guerra de Vietnam, pero lo mostraban mostrando la cara maligna del hombre, condenando sus desvaríos.
Black Sabbath habían debutado poco antes con su disco homónimo. Un álbum sin duda revolucionario, donde las guitarras suenan realmente gruesas, pesadas y rasposas. Y el ambiente era como de pesadilla. También es de notar su influencia del blues (hay una versión de los Fleetwood Mac de Peter Green).
“Paranoid” no solamente fue una confirmación sino probablemente el disco más exitoso de la banda. El estilo es más propiamente rock, hard rock, y abandona casi por completo toda la influencia del blues. Su concisión y el estado de gracia de la banda arrojaron como resultado un LP impoluto, oscuro y potente. Parte de sus canciones más señeras campan en este disco; ahí tenemos, por ejemplo, a la canción título, a “War pigs” o a “Iron man”.
Aquí encontrarán muchas de las características que hacen grande a Black Sabbath. La distintiva guitarra de Tony Iommi y su desbordante talento para crear potentes riffs, la voz algo chillona pero carismática de Ozzy Osbourne y ese sonido que ha sido la base de prácticamente todo el heavy metal. Las composiciones oscilan entre lo bueno y lo excelente; además puede ser un inicio estupendo perfecto para los neófitos en la banda o, ya puesto, incluso ser accesible para los no muy devotos del hard o el heavy.
La composición de la banda es la clásica por antonomasia; si bien ha tenido múltiples variaciones a lo largo de los años, podemos decir que la combinación de Ozzy Osbourne en las voces, Tony Iommi en las guitarras, Geezer Buttler en el bajo y Bill Ward en la batería es la quintaesencia del clasicismo “sabbathiano”. Escúchenlo, si ni lo han hecho, que no muerden. Al menos no mucho.
ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “War pigs”: Black Sabbath apuestan fuerte y comienza quizá con la canción más épica y densa del disco. Son casi ocho minutos de rock oscuro, complejo y poderoso. Empezamos con una sinuosa intro donde las guitarras de Tony Iommi adensan el ambiente hasta que entra la voz de Ozzy. Después asistimos a una fiesta de riffs, punteos, rabia y mala baba lírica. No es una canción particularmente pegadiza, pero no tiene nada superfluo ni sobrante. Líricamente es un tema antibelicista, claramente referencial a Vietman, que opta por difundir su mensaje de una forma apocalíptica. Se trata de mostrar la desolación de la guerra en lugar de las excelencias de la paz, si bien el concepto viene a ser el mismo. Los “cerdos de la guerra” a los que alude el título son los políticos que inician los conflictos bélicos, bien a salvo, mientras miles de personas mueren en sus nombres. A ellos Black Sabbath les profetiza el infierno: “de rodilla los cerdos se arrastran pidiendo perdón por sus pecados, Satán riendo extiende sus alas. Oh, Señor”. Compositivamente Geezer Buttler lleva la iniciativa en las letras y el resto de los componentes aportan la faceta musical. Como anécdota diremos que Tommy Iommi perdió parte de dos dedos en un accidente a los 17 años, pero ayudándose de unos dedales y otros ajustes técnicos logró no solo seguir tocando, sino conseguir ser unos de los guitarristas más influyentes del rock.
2. “Paranoid”: Esta canción es lo opuesto, o el perfecto complementario quizá, de “War pigs”. Ahora nos encontramos con una canción dinámica, directa, pegadiza y concisa. Quizá sea una de las canciones más conocidas de Black Sabbath y, sin duda, una de las que tienen mayor vocación de “hit”. El trabajo de guitarra de Iommi en lo rítmico es espectacular, sin desdeñar el punteo intermedio, y la melodía vocal de Ozzy es apasionada e incluso melódica, aunque sin renunciar a la potencia. Al riff inicial se suele le atribuir un “parecido” con “Communication breakdown” de Lez Zeppelin (compuesta un año antes), pero a mí me recuerda más a uno de otra canción de Led Zeppelin: “Dazed and confused”. En cualquier caso “Paranoid” es un clásico del rock.
3. “Planet caravan”: Tercera canción y tercer bandazo estilístico. “Planet caravan” es una canción atmosférica, misteriosa, exquisita. Incluso la guitarra de Tony Iommi suena a jazz ensoñador y psicodélico. La voz de Ozzy suena queda y difuminada, lo que aumenta la sensación de misterio. Toda una agradable sorpresa que, por eso mismo quizá, es uno de mis momentos favoritos del disco.
4. “Iron man”: Volvemos a la épica oscura que ya habíamos escuchado en “War pigs”. El inicio es amedrentador y amenazante; la voz distorsionado de Ozzy gritando “I am, Iron Man” y el monumental riff de Tony Iommi nos saludan dándonos un tortazo sonoro. Es puro hard rock y probablemente una influencia incipiente para multitud de bandas de heavy posteriores. De vez en cuando hay algún cambio de ritmo bastante abrupto muy característico de la banda. Tampoco se pierdan la batería de Bill Ward. La letra es una especie de historia de ciencia ficción en la que un monstruoso hombre de metal advierte a la humanidad sobre su comportamiento y cómo puede, de seguir así, arruinar el mundo. La humanidad pasa de él y el Hombre de Hierro como venganza acaba atacando a la misma humanidad. Digamos que tiene cierta moraleja.
5. “Electric funeral”: El riff inicial, arrastrado, pesado y lento, es muy característico de Black Sabbath. Con ello consiguen un aroma musical oscuro y decadente. Una de las canciones más oscuras del disco. La voz de Ozzy es particularmente solemne al inicio, dando sensación de advertencia y amenaza. Los consabidos cambios de ritmo centrales traen consigo unos riffs más que interesantes. La letra nos habla de un futuro donde La Tierra ha sido devastada por un holocausto nuclear. Cuando se grabó la canción era un temor bien fundado, estando de por medio la guerra fría. En el fondo es una canción pacifista que en lugar de apelar al idealismo, nos muestra las consecuencias del mal obrar.
6. “Hand of doom”: Los primeros compases son de una sobriedad solemne que se irá tornando en acendrado dramatismo. El contraste entre pasajes lentos y eléctricos es una constante toda la canción. Es una canción larga, compleja y con varios virajes; algunos de ellos francamente estimulantes. La creatividad de Tony Iommi en los riff es sorprendente. La letra tiene su plus de dramatismo, habla de la adicción a la heroína de numerosos soldados que iban regresando de la Guerra de Vietnam, en vigor por aquel entonces, horrorizados por lo que habían visto. Es una canción apegada a la realidad, sin realces esotéricos o fantásticos.
7. “Rat salad”: Breve instrumental en el que la única intención aparente es mostrar las bondades instrumentales de la banda, o quizá componer un pequeño divertimento. Incluye un solo de batería de Bill Ward que, junto con Tony Iommi, es quien más se luce. El estilo es cuidadosamente hard rock.
8. “Fairies wear boots”: Las guitarras de Tony Iommi son las auténticas protagonista de esta canción, sucediéndose con alevosía toda suerte de riffs y punteos. Puede ser la canción más macarra del disco, con un Ozzy cantando, además apasionadamente, todavía con algún deje de blues. La letra de la canción tiene su origen en una pelea que tuvo la banda con unos skinheads tras un concierto. Black Sabbath se chotean de sus agresores llamándoles “hadas”, quizá jugando con el doble sentido; en argot “fairy” también significa “afeminado”. En cualquier caso, siendo una canción musicalmente muy interesante, personalmente hubiera puesto de fin de disco “War pigs” (p.ej) que con su épica decadente hubiera puesto un toque final oscuro y con un concepto con más empaque. Pero solo es una teoría de oyente, el disco es como es. Y está bien.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Siempre es bueno tener a mano a Black Sabbath y adentrarse en su música, aunque solo sea por la oceánica influencia en el rock. No solo en bandas de doom o goth metal, también en grupos como por ejemplo Faith No More (que versionaron “War pigs”) o en buena parte de la generación grunge. “Paranoid”, por consistencia, concisión (son 41 minutos de duración) y legado, puede ser una excelente opción para empezar con Black Sabbath. La banda a lo largo de su historia ha dado muchos vuelcos, y ha ido variando de formación. Componentes esenciales de la banda fueron saliendo (el mismo Ozzy) y otros fueron entrando (como Dio). Su último disco fue “13” (2013) y significó una “casi” reunión de los miembros originales; solo falto Bill Ward.
Me encanta el hard rock de principios de los setenta, siempre aunando potencia y melodía más un encanto añejo que va añadiendo solera a la música. “Paranoid” es una muestra perfectamente representativa de esa época. Y sigue sonando vigente.
Texto: Mariano González.
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