ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Me doy cuenta según comienzo a escribir el artículo de esta semana que Simple Minds son de los grupos con más presencia en el blog en lo que a revisión de discos se refiere. En todo caso, llevaba tiempo con ganas de hablarles de su disco más ambicioso, ampuloso, grande, épico y exitoso, el “Once Upon A Time” de 1985.
Días de gloria absoluta para los escoceses liderados por Jim Kerr, consolidados con Charlie Burchill en las guitarras, Michael MacNeil en los teclados y Mel Gaynor en la batería, acompañados entonces por John Giblin en el bajo. En 1985 se hicieron acreedores de la sensación masiva del pop rock de la mano de la obra que nos ocupa y del efectivo aporte a la banda sonora de “The Breakfast Club” (por España película conocida como “El Club De Los Cinco”), con esa versión de “Don’t you forget about me?”.
Curiosamente, allá por el año 2000, cuando descubría nuevos horizontes gracias al programa “So 80’s” de la Vh1, tenía cierta manía a Simple Minds por culpa de la citada canción imperecedera de aquella banda sonora. Sin embargo, el paso del tiempo (y de ver más programas), me llevaría a descubrir horizontes como el que suponía “Glittering prize” y comencé a ver con mejores ojos al grupo.
Me gusta mucho su etapa más experimental, aquella que abarca desde su 3er. disco al 6º, pero hace cosa de 10 días comentaba con el novio de una amiga de una amiga de mi novia, que Simple Minds siempre han ofrecido discos que merecen la pena. Serán más o menos interesantes, pero siempre son dignos de escuchar. Y creo que es justo ser objetivo y pensar que su disco más grande en todos los sentidos es éste.
Los motivos son varios: disco contundente, rock consolidado, Jim Kerr en su mejor forma vocal (con fuerza, pero sin desvaríos, ni excesos, ni relajamientos), ambición en las formas, épica bien medida y unas melodías bien conjuntadas en las que el trabajo de Burchill en las guitarras con las del imprescindible McNeil en sus teclados se unen de forma sublime. También un punto de dignidad y honestidad a favor de este lp fue el no meter en su listado el “Don’t you forget about me?”; supondrán que haber caído en la tentación hubiera sido fácil. Al disco no le hacen falta esas ayudas.
Este “Once Upon A Time” muestra una evolución estilística del más contundente “Sparkle In The Rain” previo de 1983, trabajo con el que dejaron la época más experimental y vanguardista, que eclosionó en el también imprescindible “New Gold Dream (81/82/83/84)”. Algunos peyorativamente acercarán al disco protagonista de este post a esas siglas temidas de AOR, si bien yo creo que ese terreno se metería más el siguiente “Street Fighting Years”. De eso hablaremos luego, ahora pasemos a las canciones de “Once Upon A Time”.
ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Once upon a time”: Arrancamos con la canción título. Buena introducción al álbum y maniobra inteligente, ya que no se decide abrir con uno de los singles (cosa que no era fácil, ya que de las 8 canciones, la mitad fueron sencillos). Con esta pieza se aborda un comienzo que demuestra ambición, pero que no pone toda la carne en el asador. Buen trabajo de Mick en las teclas y de Jim en las voces, con notable gloria en una estrofa que da paso al tramo final.
2. “All the things she said”: Subimos la rueda de la épica con el primer single en desfilar, la gloriosa “All the things she said”. Se aprecia el músculo de las cuerdas de Charlie y sus guitarras con más fuerza que en todo el disco, a base de unos riffs de buen gancho. La canción tiene aplomo y un estribillo sublime. Jim Kerr sabe acompañarse bien en las voces con unos coros que volverán a aparecer más adelante en otra pieza tótem. Durante mucho tiempo fue mi favorita del disco, si bien a día de hoy me cuesta decantarme entre ésta y otras compañeras de obra.
3. “Ghostdancing”: De la contundencia pasamos al vértigo gracias a “Ghostdancing”. Simple Minds presentan la canción más acelerada de “Once Upon A Time”, con un buen trabajo en las guitarras por parte de Burchill, que apuestan más por el frenesí que por la potencia. “Ghostdancing”, no obstante, no es plana y ofrece sus cambios de ritmo puntuales en su desarrollo. Otro clásico sin contestación de la obra y de las predilectas de los fans de recorrido de la banda.
4. “Alive and kicking”: ¿Algún seguidor entre los que lean este post de “El Día Después” cuando todavía se emitía en abierto en Canal +? Recordarán la sintonía de esos últimos días para todos aquellos que renegamos de la televisión de pago supongo. Pues aquí está, en este disco, y se titula “Alive and kicking”. ¿Sería cosa del buen gusto musical del británico copresentador Michael Robinson? Siempre lo he pensado, pero no lo he confirmado buscando por ahí información. Destacan mucho las notas cristalinas de Mick McNeil y sus teclados, los coros femeninos (a cargo de Robin Clark) que escudan a Kerr, el cual nuevamente se muestra en estado de gracia vocal. Canción bonita, la más cuca de la obra. Se aleja del rock que hemos podido ver en las 3 canciones previas, que bien mostraban la evolución del previo trabajo “Sparkle In The Rain”, otro de los lps notables de la formación. A “Alive and kicking” no le sobra ni un segundo. Buen videoclip, por cierto, grabado en lo alto de un precipicio, donde lo más chocante son las pintas de Jim, pero bueno. La considero la canción bandera del disco y supongo que muchos tendrán la misma percepción que yo.
5. “Oh jungleland”: Los elementos para un disco soberbio es que las canciones singles sean buenas, pero que las que completan la obra no completen sin más, sino que sumen. Y “Oh jungleland” es un caso claro de buen gregario. Canción que retoma la épica potente y donde las guitarras y el rock vuelven con intensidad. Kerr se desgañita al micro, y esta vez sin voces de apoyo (ni falta que le hacían). Estructuralmente es de las canciones más sencillas: estrofa, estribillo (directo a más no poder) y si acaso algún leve impasse instrumental o de coros, que no vienen a escudar a Kerr como ya he dicho, sino a hacer su trabajo por su cuenta. Como solemos decir en “DMR”, he aquí una auténtica joya oculta dentro de “Once Upon A Time”. No se confundan, por cierto, por asunto del título con otra gran canción que no fue single en el disco al que pertenece y que está incluida en uno de los discos más míticos de Bruce Springsteen.
6. “I wish you were here”: ¿Complejos de inferioridad por titularse una canción igual (bueno, sí, Simple Minds incluyen un “I” en el título) que un clásico del rock creado por los gigantes Pink Floyd? Ninguno. Ni mucho menos. Cada una en su terreno es sublime. Y es que “I wish you were here” a ratos es mi favorita del disco. Y digo mucho teniendo en cuenta los trallazos de singles que tiene en su haber “Once Upon A Time”. Si hablaba de “Oh jungleland” en el párrafo anterior como joya oculta, “I wish you were here” es joya oculta elevada al cubo. Instrumentalmente la potencia guitarrera (sin ser desmedida) entra en el estribillo. Las estrofas, con esas “pisadas” que remarca en la letra Jim en la voz, son asunto del gran Mick McNeil y sus teclados. El estribillo es sencillo con unos sostenidos vocales muy efectivos a cargo de Jim Kerr y que rematan bien. Sigue la épica, pero con un punto levemente melancólico, sensual y relajado que concede a este capítulo de la obra un traje que resalta en elegancia. Termina en un fade out que se sale de la norma estructural, pero que queda bien. Curiosidad: imperdonablemente, es uno de los temas del disco que más olvidados ha tenido el grupo en sus conciertos desde siempre (de hecho no sé si la tocaban ni siquiera en la gira de presentación de “Once Upon A Time”). Cosas que pasan.
7. “Sanctify yourself”: 4º y último single en desfilar. “Sanctify yourself” la veo como un híbrido entre “Alive and kicking” y “Ghostdancing”. Es un tema de buen desarrollo, de sencillísimo y efectivo estribillo, que hace equipo, es decir, que mantiene la esencia de la obra, no desentona y sin sumar excesivamente (no es de mis preferidas), cumple el expediente (y según gustos, para otros, más que eso).
8. “Come a long way”: La ambición ha de demostrarse, pero sin avasallar. Y es que empezar un disco con uno de los singles potentes y cerrarlo con otro sencillo, creo que es una maniobra ligeramente cobarde o más bien de asegurar demasiado el tiro. Bien, pues “Once Upon A Time” ni abre ni cierra con singles, sino con canciones que son excelentes en su cometido. Ya hablamos de la apertura de la canción que lo titula, y ahora llega “Come a long way” para poner un broche de oro. Sin llegar al nivel de joya oculta que concedo a los tracks 5 y 6, es una pieza contundente, quizás la más oscura de la obra y que ayuda a terminar el disco con una sensación de potencia, a la que ayuda mucho el trabajo de Mel Gaynor en la batería (reparen en la potencia de los zurriagazos). De las 8 canciones del lp, personalmente no se me ocurre otra como mejor cierre.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Mucho del resultado ya lo he comentado en la introducción. Y es que “Once Upon A Time” fue el disco que encumbró a Simple Minds y lo convirtió en la sensación de 1985. Este disco es un disco de música para estadios, claramente. Lo que pasó es que Simple Minds tardarían 4 años en editar su continuación (a pesar del disco en directo de 1987, “Live In The City Of Light”).
Este hecho hizo perder repercusión a Kerr y compañía frente a bandas que consolidaban su presencia sin cesar en su actividad, como fue el caso de The Cure, Depeche Mode y sobre todo, en el terreno en el que se movían los Simple Minds, U2. Comenzaron las grietas a partir de entonces que harían ver la marcha de Mick McNeil (hecho que siempre he considerado clave en la trayectoria del grupo) y si bien “Street Fighting Years” es un gran disco y tiene piezas muy notables, no llegó al nivel de “Once Upon A Time”, aunque funcionó con buena nota.
En los 90 el grupo perdió su posición de relevancia, pero eso no hizo que la banda desistiera y siempre ha ido entregando discos que merecen la pena ser escuchados en mayor o menor medida.
“Once Upon A Time” es a mi juicio uno de los mejores discos de pop rock editados en la década de los 80. Hacía pensar en su día que Simple Minds dominarían el mundo, cosa que finalmente no pasó. Es un trabajo bien medido (8 canciones, ninguna de relleno), épico, equilibrado y emocionante. Su portada a base de un collage de imágenes de los miembros de la banda, no está nada mal, si bien prefiero muchas de las previas que el grupo dispuso para sus discos anteriores. En definitiva, un álbum siempre agradable de volver a escuchar y que resiste muy bien el paso del tiempo.
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