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viernes, 29 de septiembre de 2017

Joaquín Sabina - Hotel, Dulce Hotel (1987)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Ya saben que tengo por costumbre meterme en materia en los primeros artículos por mi parte de reinicio de nuestra temporada de actividad con discos que me hayan acompañado este pasado verano, siendo consciente que debo un artículo al gran Javier Krahe, que en paz descanse y buen amigo de nuestro protagonista de hoy, pendiente desde el pasado verano. Hacía ya tiempo que accedía a “Hotel, Dulce Hotel” de Joaquín Sabina, pero por el motivo que sea ha sido este verano cuando le he dado un buen cate, sobre todo en un viaje itinerante de camino a, y por, las Rías Baixas.

Estamos ante un disco bisagra de alguna forma para Joaquín. Dentro de un sonido de producción muy anclado en los matices de aquellos años 80, este trabajo le supuso separarse de Viceversa y afrontar en solitario una primera consolidación de ese incipiente estatus de estrella que comenzaba a desarrollar. Además, este artículo viene unas semanas después de que Sabina triunfara en el Olympia de París, que curiosamente es uno de los pocos lugares que me dejé de visitar en mi coincidente viaje a la capital francesa también en el pasado agosto.

Estamos ante un disco simpático. Simpático por eso de que hay lugar para canciones que mejor tomárselas a broma. No obstante, hay buenos ejemplos del mejor Sabina y todo ello además se apoya en el éxito de “Pacto entre caballeros”; siempre he afirmado que un disco que cuente con un as en su setlist de esta talla es algo que le confiere bastantes puntos. Veamos qué contiene.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Así estoy yo sin ti”: El lp arranca de manera inmejorable al calor de “Así estoy yo sín ti”. Quizás con la canción más bonita de la obra y que de alguna manera podría anticipar lo que Joaquín compondría años más tarde en “Y sin embargo”, refiriéndome a ese símil en lo meramente musical. La letra en esta ocasión discurre a través de símiles precisamente expuestos por Joaquín para describir una situación de ausencia sentimental. Todo ello contado de forma levemente melancólica en el cantar de Joaquín, pero sin llegar a tonos que se indigesten, sino más bien en un tempo pausado que es fabuloso.

2. “Pacto entre caballeros”: Es turno para el ícono de este “Hotel, Dulce Hotel”. “Pacto entre caballeros” es uno de los más claros ejemplos rock de Joaquín Sabina. Se trata de una historia-leyenda, no totalmente confirmada al 100% por el propio Sabina, en la que narra cómo 3 quinquis le van a dar el palo (botín de 10 quinientas y un peluco marca Omega) y al darse cuenta de quién es (de ahí lo que comenté en la introducción del estatus de estrella que iba logrando Joaquín), le perdonan el atraco y se corren una buena juega con él. El final con el mítico “mucha mucha policía” forma parte irremediablemente del imaginario castizo, popular y musical.

3. “Que se llama soledad”: Retornamos de alguna forma a las pautas aportadas en el tema de apertura. No obstante, esta pista a mitad de camino entre un medio tiempo y una balada, no afronta de forma tan derrotista el mensaje de la ausencia. Y es que de alguna forma en esa idea que nos transmite la vida de gira o tour el título del disco, una de las cosas que pueden desprenderse en ciertos momentos tras los conciertos en la habitación pueden ser los que describe Joaquín tanto en esta “Que se llama soledad” como en “Así estoy yo sin ti”.

4. “Besos de Judas”: Giro al pop. Con “Besos de Judas” estamos ante la canción más pop genuinamente del disco, dejando de lado el rock o los medios tiempos y baladas presentados hasta ahora. Buen estribillo, directo, con buen aporte de los teclados y las guitarras del inseparable desde aquí hasta el presente Pancho Varona. Una pista agradable de escuchar y con buen sentido del ritmo. Activo de “Hotel, Dulce Hotel”.

5. “Oiga doctor”: Hablé de la simpatía de este disco en la intro y el primero de esos episodios viene en la hilarante “Oiga doctor”. Joaquín, que se tomó en su día muy a buen un arrechucho que le dio su salud diciendo que le había dado “un marichalazo”, no sé si esbozó esta letra cuando empezó a notar los primeros achaques. Resulta divertida y ligera. Su sonido instrumental por otro lado es muy paradigmático del Sabina de aquellos días.
6. “Amores eternos”: Apostando por los sonidos acústicos y melodías luminosas, “Amores eternos” se presenta como la canción más discreta del disco. Si alguna vez me he puesto a buscar paralelismos claros entre 2 buenos amigos que son Serrat y Sabina, creo que esta pieza es la que mejor podría haber sellado Joan Manuel de las que ha escrito Joaquín.

7. “Mónica”: Loquillo lo podría definir como un rock suave el estilo que Sabina nos ofrece con la canción titulada con nombre de mujer de la obra, “Mónica”. Buen uso de los acordes eléctricos. La letra nos muestra a Sabina en ciertos momentos algo canallas, muy marca de la casa.

8. “Cuernos”: Otro momento simpático de la obra es la especie de vodevil que supone “Cuernos”. Con unos coros agudos o en falsete en el estribillo, Sabina canta con descaro esta oda a la infidelidad para por otro lado compensar estados depresivos; y ciertamente quizás no sea mala solución en esos pasajes vitales echarse una canita al aire, dándose una buena alegría para el cuerpo. Tema menor, pero divertido.

9. “Hotel, dulce hotel”: La canción título, con la que se pone el punto y final a la obra, es quizás de mis favoritas del conjunto. Con cierto y lejano ritmo marcial en el estribillo, tiene un halo reflexivo que queda muy bien al final de disco. Es curioso el cambio melódico entre estrofas y el citado estribillo, el cual por otro lado se queda muy fácilmente en la memoria.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Este trabajo supuso un afianzamiento para Joaquín Sabina. Su imagen a nivel global crecía y quizás marca el inicio de un despegue definitivo que cristalizaría en el masivo “Física Y Química” de 1992. Después del cambio que suponía partir nuevamente en solitario al dejar de lado a Viceversa y el éxito que había tenido lo anteriormente realizado en compañía, parece que Joaquín salió bien reforzado y sin embargo Viceversa se fueron al poco a pique.

Es un disco de fácil escucha. Variado, con distintos Sabinas compositivos que nos ofrece un buen abanico de sus estilos creativos musicales. Hay lugares para medios tiempos, para alguna balada (si bien aquí no nos vamos a encontrar ninguna de las míticas de Sabina en ese territorio), momentos pop y rock en mayor o menor velocidad.

Destaca mucho el papel de “Pacto entre caballeros” dentro del disco, pero es simplemente una aproximación para que se metan de lleno en esta obra, que si bien no es perfecta y ofrece capítulos mejorables, sí que nos muestra un buen ejemplo del Sabina fresco y lúcido que campaba con desparpajo por el mundo cultural de la post-movida madrileña en la 2ª mitad de los 80. Dejen que el botones en formato de dibujo que acompaña a Joaquín, que está fumando, en la portada, les lleve las maletas y siéntense en los cómodos sofás del hall de este dulce hotel para disfrutar de sus capítulos musicales.
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viernes, 22 de septiembre de 2017

Erasure - World Be Gone (2017)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Si mi último artículo de la temporada pasada estuvo motivado por mi asistencia al concierto que el dúo Erasure daría en Londres para presentar su más reciente álbum “World Be Gone”, justo es que en esta rentrée mi primer artículo este dedicado precisamente a dicho álbum.

Poco se puede decir del grupo que no sea bien sabido. Vince Clarke después de hacerse una reputación en el pop electrónico como el mago de los sintetizadores gracias a formar parte de grupos como Depeche Mode y Yazoo. Alcanzó la estabilidad artística al encontrar al cantante Andy Bell con el que formó Erasure, proyecto que lleva funcionando desde 1985 y que tras un primer periodo difícil lograría un gran éxito sobre todo entre los años 87 al 94, su época dorada; álbumes como “The Innocents” (1988) o “Chorus” (1991), auténticas biblias de pop electrónico o clásicos en formato single como “A little respect” o “Always”.

Después de celebrar el año pasado 30 años de carrera, donde han demostrado sin duda ser los auténticos reyes del technopop, el grupo parece decidido a seguir sorprendiéndonos. Prueba de ello es este último álbum “World Be Gone” que pasamos a analizar.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Love you to the sky”: El álbum comienza de manera muy luminosa con el que ha sido el single principal del disco y curiosamente la canción que menos tiene que ver con el espíritu del mismo como veremos. Estamos ante un tema con un toque ciertamente eurovisivo a lo “I could fall in love with you” de su album “Light At The End Of The World” (2007), donde destaca claramente la percusión electrónica, se trata de un tema muy simple y pegadizo realmente efectivo.

2. “Be careful what you wish for”: Es con este segundo tema con el que Erasure van a marcar todo el ritmo del álbum; un tono melancólico, triste por momentos y haciendo hincapié y haciendo critica del mundo en que vivimos. El tema se abre con unas notas salteadas de sintetizador que nos introducen a una atmosfera inquietante y más oscura de lo que el grupo nos tiene acostumbrado. Andy suena realmente emotivo y en el estribillo se muestra incluso hiriente. Sn duda uno de los mejores temas del álbum.

3. “World be gone”: El tema que la da el título al lp y segundo single del mismo es otro exquisito medio tiempo que parece que quiere recoger el espíritu de su álbum homónimo de 1995 por lo que tiene de atmosférico, pero condensado en tres minutos. El resultado es excelente. El grupo consigue enganchar al oyente con un tema muy poco dado a la euforia con esa multitud de efectos que Vince sabe tan bien colocar en las canciones o ese magnífico puente marca de la casa.

4. “A bitter parting”: Aquí pareciera que Vince se está autoplagiando con ese comienzo a lo “Only you”, aunque luego el tema cambia totalmente en una nueva balada o medio tiempo esta vez mucho menos inspirado (solo hay que comparar el insípido puente de este tema con el fabuloso del anterior). Hay que destacar la gran interpretación de Bell, que demuestra que su voz sigue estando en muy buena forma.

5. “Still it’s not over”: El disco vuelve a subir muchos enteros con esta nueva balada que se abre con unos solemnes toques de piano y que nos llevan a una estructura completamente minimalista y oscura donde Bell nos habla de las luchas del pasado, del esfuerzo y del milagro que supone haber llegado a este punto. Sin duda una clara referencia a la lucha por los derechos del colectivo gay, pero que en ningún caso, la lucha está terminada, pues aún existen numerosos lugares del mundo (como la morería por ejemplo) donde no han empezado siquiera. Sin duda, es el gran momento del álbum destacando ese potente coro a lo gospel en el estribillo.
6. “Take me out of myself”: Cuando escuché esta canción en una primera versión acústica que presentaron un año antes, la verdad es que no me dijo demasiado. Es muy curioso como en esta nueva versión totalmente electrónica han conseguido crear una balada (sí, otra mas) con un toque bastante sensual donde Bell pide un poco que le salven de sí mismo. Una muy bella canción que hace bueno eso de que menos es más, pues con unos pocos efectos consiguen un tema realmente emotivo.

7. “Sweet summer loving”: En este tema tenemos un claro contraste entre unos versos más bien sombríos que se resuelven en un estribillo más luminoso pero bastante empalagoso que llega a cansar y por otro lado, aquí Vince tampoco está muy creativo. En definitiva un tema que baja el nivel del álbum por mucho que sea el favorito de Andy Bell.

8. “Oh what a world”: Quizás el tema con más enfoque social del álbum, en el que Bell llega a decir la famosa frase “que paren el mundo que me bajo” en un arranque de frustración y de impotencia ante un mundo que se va degradando cada vez más sin que la gente se percaté de ello. El comienzo del tema es ciertamente frio y hasta robótico con Bell recitando más que cantando y con muy buenos giros inesperados tanto a nivel instrumental como vocal, lo cual hace que estemos ante otro tema a destacar y como se pueden imaginar no es un tema de baile. Ya a estas alturas hemos llegado a la conclusión que la música dance ha sido prácticamente proscrita de este álbum.

9. “Lousy sum of nothing”: Esta canción actúa un poco como prólogo de la anterior, con una temática social muy parecida pero esta vez se opta por ritmos más lentos y un estribillo donde Bell canta pasionalmente frases ya muy manidas tipo “no vas a criticar la injusticia en este mundo” que realmente le hacen bajar puntos a la canción.

10. “Just a little love”: Si el tema anterior era bastante simple, éste que cierra el disco sigue esa misma tónica aunque esta vez de una manera mucho más positiva; si en “Lousy sum of nothing” nos decían que “el mundo había perdido su encanto”, aquí afirma que con solo un poco de amor el mundo vale la pena. Es curioso como los dos únicos temas bailables del disco son el que lo abre y éste que lo cierra, aunque “just a little love” no es que sea un tema con el que se te vayan los pies del suelo como con “Love you to the sky”. Simplemente es un tema simpático, sin pretensiones y con muy poca producción, algo que a algunos les puede parecer un error y a otros un acierto por ese sonido tan desnudo del tema, lo cual le da un curioso toque naif muy especial. Esta canción ha sido elegida como tercer y hasta ahora ultimo single extraído del álbum y para su lanzamiento se ha realizado un remix muy enfocado a la música dance.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
Claramente “World Be Gone” no es un álbum como los que forman el grueso de la producción del grupo, sino que pertenece a esos discos que se marcan de vez en cuando y que se salen de su zona de confort. Aquí claramente Erasure han hecho su disco de baladas, ya tienen su disco navideño y su disco acústico y les faltaba hacer uno como este que entraría en la categoría de discos rarunos del grupo como “Loveboat” (2000) o “Erasure” (1995).

En general estamos ante un disco con una serie de baladas y medios tiempos en su mayoría notables, rotos por las dos excepciones comentadas. Quizás decepcione a los fans más atraídos por el aspecto dance del grupo, pero eso no quita que el disco más bailable o menos sea igualmente destacable.

Lo curioso es como un disco tan poco comercial como éste ha conseguido un buen resultado entrando directamente al número 6 en UK, algo que no conseguían desde hace dos décadas. Y a nivel europeo tampoco les ha ido mal: como les comenté, Erasure se han pasado el verano recorriendo estadios por toda Europa como artistas invitados (vamos, que eran los teloneros) de Robbie Williams y qué duda cabe que esto les ha dado una publicidad extra y un montón de pasta que meter en la huchaca.

El futuro del grupo pasa por una gira internacional ya como protagonistas principales a principios de 2018 y quién sabe si algún lanzamiento nuevo para promocionar en la misma. Una gira que se rumorea (una vez más) que podría pasar por España, esperemos que no se quede en un rumor como siempre.

Texto: Alfredo Morales.
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miércoles, 20 de septiembre de 2017

Concierto La Broma Negra. Madrid (16-09-2017)

SINOPSIS (por Víctor Prats).
Esperábamos a 5 componentes de La Broma Negra sobre el escenario, pero por motivos que más tarde nos contaría personalmente Carlos Caballero, se mantuvo el cuarteto últimamente tradicional. Y es que La Broma Negra personalmente me cuesta entenderla a día de hoy con la falta de alguno de los 4 componentes actuales. ¿Qué decir de Carlos Caballero? Su cantante y líder espiritual, con esa voz tan personal y solemne puesta en escena. El gran Álex Gómez, siempre imprescindible en sus guitarras y que en esta ocasión brilló más que nunca su trabajo debido a la producción de la mesa de mezclas (¿pudiera ser la nueva guitarra que usó para esta ocasión, la cual no le había visto hasta la fecha de su profundo fondo de armario instrumental?). David Infantes, básico a la hora de hacer más humano el trabajo melódico electrónico de las composiciones y en su faceta de sesudo trabajador desde el lateral derecho del escenario. Y Laura Pérez, cada vez con más confianza y protagonismo escénico, tanto en la percusión, coros y bailes que acompañan los distintos pasajes que ofrece el grupo cada noche que se sube a unas tablas.
Da igual lo que suene. En ese sentido ya nos lo comentó una vez Carlos Caballero, en una expresión de seguridad, que no de soberbia: “cualquier canción de nuestro repertorio funciona”. Y es verdad. Da igual que el grupo prescindiera de 2 de los hits más notorios de su último disco como son “Franco tenía un polvo” o “Las chicas de El Corte Inglés”. Llenaron hora y 55 minutos a base de composiciones de alta solvencia y distinto sentir. Carlos mantenía la intensidad a alto nivel, cosa demostrada en el tramo final por ejemplo en “Protege tus secretos”. La nueva sala Rock-ola, llena de los feligreses habituales de la formación y nuevos curiosos y curiosas que se van sumando a la parroquia, disfrutaba con cada tema que La Broma Negra nos iba facturando.
Buena actuación, de alguna manera fin de gira de “Amigos, Temo Que Ya No Estemos En La Tierra” y que ha tenido lugar en mitad del proceso de ensamblaje de lo que será la nueva entrega discográfica de la formación, la cual verá la luz en noviembre y por lo visto ha supuesto un esfuerzo intenso a los componentes de La Broma Negra. El poder hablar con los componentes del grupo al final de su show y en especial la larga tertulia musical con Carlos Caballero a última hora (con generoso porcentaje de tiempo concedido a mi idolatrada Kate Bush), sumaron efectos a una satisfactoria noche de sábado. Siempre resulta aprovechable acudir a una ceremonia musical elaborada por La Broma Negra y dejarse llevar por sus ritmos y melodías.

CRÓNICA (por Mariano González).
Cada año, y esperemos que dure muchos más, en “DMR” esperamos con expectación y gran ánimo un puñado de fechas jolgoriosas y divertidas diseminadas por el calendario y que nos tomamos como fiestas de guardar. Nos referimos, claro está, a los conciertos de La Broma Negra, que por repertorio, actitud, puesta en escena y disfrute son eventos inexcusables. La ventaja es que además es un grupo que podríamos llamar “de proximidad” para nosotros, tanto por la empatía que existe entre “DMR” y ellos, como por la cantidad de eventos ofrecidos en Madrid y alrededores. Imagínense qué privilegio supone eso cuando admiras a un grupo. Ni Víctor Prats ni yo podíamos faltar.
En esta ocasión el lugar del concierto era la “renacida” sala Rock Ola, sitio que ya ha sido visitado por nosotros este año con motivo del directo de Aviador Dro el pasado Mayo. La sala me resulta simpática; ya que por edad uno no tuvo la oportunidad de pisar el local primigenio, bueno es que haya un remedo que conserve ciertas esencias. Servidor, siempre sensible al fetichismo nostálgico, se siente a gusto en una sala donde campan por las paredes carteles de pretéritos conciertos (de la época de La Movida) con nombres como Siouxsie and the Banshees, Simple Minds o Radio Futura, p. ej. Y sobre todo me sentí muy a gusto por los sillones situados a ambos laterales del escenario y que hacen más fácil disfrutar del directo a gente con impedimentos físicos como yo. Para redondear un auspicioso previo de concierto, mientras Víctor Prats y yo hablábamos, la música que se iba pinchando era magnífica; qué gusto escuchar de una tacada “Doors unlocked and open” de Death Cab for Cutie, “Fools gold” de The Stone Roses, “1979” de Smashing Pumpking y “A forest” de The Cure”. Y en esas estábamos cuando todo comenzó.
Empezaremos mirando con un gran angular para luego ir diseccionando detalles. El concierto sonó de forma impecable; limpio, nítido, cristalino. Los detalles sonaron diáfanos y no existieron impedimentos sonoros que emborronaran la estupenda actuación de La Broma Negra. La sala ya hemos dicho que resultó a entera satisfacción de todos, incluyendo un público que sin ser particularmente numeroso siempre se mostró metido, partícipe y, con bastante frecuencia, entusiasmado. Era como una congregación unida devótamente para deleitarse en una celebración íntima pero de gran fuerza. Una vez en las tablas pudimos ver la estética del grupo -un aliciente-, siempre original. Carlos Caballero lucía una mezcla de varias cosas, por un lado un sombrero Fedora (creo), chaqueta (luego se despojó de ella) y unos pantalones con balas adheridas al cinturón. Piensen en una especie de Indiana Jones y en un personaje del Far West mezclados. Iba tiznado, además, con el ya característico hollín, como un menesteroso bohemio salido de alguna historia dickensiana. Imagen potente y aguerrida. Alex Gómez, por su parte, salió con una especie de hábitos negros, llamativos pero de sobriedad monástica. David Infantes muy adusto, con chaleco negro y gafas oscuras, mientras que Laura Pérez comenzó el concierto cubierta totalmente con un manto encarnado del que se despojó tras la primera canción, ofreciendo un look entre sensual y de ribetes orientales. Los más proactivos fueron Carlos, sin duda un gran maestro de ceremonias, y Laura Pérez que aparte de su papel de percusionista y voz secundaria, también oficia de bailarina, usando para ello adminículos diversos (tal como vimos anoche): ya sea unas alas refulgentes o una manzana que ofrece tentadoramente desde el escenario.
Siempre creo que elaborar un set list debe entrañar dificultades para La Broma Negra; tienen un notabilísimo repertorio tanto en calidad como en cantidad y siempre se esfuerzan por ofrecer una combinación novedosa y prácticamente imprevisible. Puede que haya canciones habituales pero no hay vacas sagradas, del mismo modo que hay canciones quizá más esporádicas pero en ningún caso olvidadas. El comienzo me sorprendió para bien; el fuego se abrió con “Canción de cuna” que pasa por ser una de mis favoritas de “Amigos, Temo Que Ya No Estemos En La Tierra”. Magníficamente interpretada y potenciando incluso su atmósfera opresiva y semblanza gótica. A terrenos enérgicos nos llevó la segunda canción, que fue nada más y nada menos que “Heridos”, con un magnífico trabajo de Laura Pérez en la percusión y un ambiente que empezaba a caldearse a base de colmillo y buen hacer.
Como para ofrecer a La Broma Negra en todo su esplendor polifacético sonó a continuación “Balas para matar el tiempo”, buen representante de su lado más pop y personalmente una de mis favoritas. Además ya es un pequeño clásico. Toca volver a su último disco (no ya por mucho tiempo, por cierto) de la mano de “Despierta a la guardia” y fue una lástima que se saltaran la intro que se puede escucharse en el LP; ese cambio de ritmo me encanta, pero la parte movida fue de nuevo interpretada ajustada y potente. “Tos de medianoche” y su épica melancólica fue una buena continuación que a su vez enlazó de perlas con la decadente balada de “El buen amor”, siempre hermosa y doliente. Durante esta canción Laura se colocó sobre la cabeza una especie de cubrecabezas (valga el término) poblando de velas. Algo que ya han usado alguna vez anterior y que infunde un toque curioso a la música.
De momento ya vamos viendo los diversos ambientes que propician un concierto de La Broma Negra: lúgubres, hermosos, melancólicos, contundentes. Y esto no ha hecho más que empezar. “La enfermedad del beso” fue un firme regreso a “Amigos, Temo Que Ya No Estemos En La Tierra” con unos musculosos riffs de guitarra de Alex, aportando rock al evento. Lo siguiente que vino es un momento que siempre me encanta. Hablo de “Los reyes no morirán en su cama” que con su ritmo marcial inocula sangre jacobina a los asistentes y nos lleva a clamar, sin movernos del sitio, contra el absolutismo de la Francia de finales del XVIII. Potente y catártica como siempre. Para contrapesar continuamos con la más bucólica y reflexiva “El guardabosques”. Y a continuación uno de mis momentos favoritos de la noche, “Los niños de Dickens”. Qué gusto escuchar una letra donde aparte de Dickens se menciona a Cervantes y a, siempre me lo pregunto, ¿Dostoievski? (por lo de “humillado y ofendido”). Todo ello en los tiempos del “Despacito”. Y además se menciona el Madrid de los Austrias. La leche. Pero es que además fue interpretada magistralmente, con viveza y emoción. “Mientras ella cerraba las cortinas” se ha ido convirtiendo en una de mis predilectas de entre sus últimas canciones.
Excelentes ambientes creados por los teclados de David Infantes y hermosas, además de algo tristes, (y veladas) referencias a Walt Disney. Otro clásico que regresó con justicia a ser protagonista fue “Fantasma”, aportando tanto misterio como una enigmática intensidad. No en vano Edgar Allan Poe es el protagonista, y la canción una gozada. “Nuestro amor destruirá el mundo” fue interpretada de manera rigurosamente distinta a como aparece “Déjanos La Luz Encendida”, abandonando totalmente las potentes guitarras de Álex para ofrecer un acompañamiento exclusivo de los teclados de David, que realizó un excelente trabajo. Quedó hermosa y sugerente, aunque alguna vez me gustaría escuchar la versión rockera primaria en vivo. Tiempo después para la oscura amargura de “Domingo de pasión” con una magnífica interpretación vocal de Carlos, formando con la anterior canción una interesante dupla de “Déjanos La Luz Encendida”. El bonito y siniestro cuentecillo de “Los hijos de las brujas” puso, por su parte, un toque de ensoñación y buenas atmósferas; cosa esta última que ha sido tendencia en los últimos temas y que aún lo será en “Me vas a hacer llorar”, que desde una perspectiva personal fue uno de los puntos con más carga emocional de la noche. Por las características propias de la canción y por la ejecución.
Tras este intervalo reflexivo es hora de volver a la carga con algo más de artillería y, en este sentido, “Los cuerpos celestes” cumplió sobradamente su cometido, haciéndonos disfrutar además de las bondades instrumentales y vocales de La Broma Negra; magníficos arreglos de teclado de David, contundente percusión de Laura y buena labor de Álex; la voz de Carlos, por su parte, contribuyendo a la belleza barroca de la canción. No bajó el pistón “Virginia en los infiernos”, manteniendo el nivel de épica. A estas alturas empezábamos a echar de menos alguna canción de “Desilusiones De Grandeza”, pero nuestra tribulación fue resuelta de inmediato por partida doble. Primero con “Los muertos”, uno de los momentos ya casi fijos en los conciertos de La Broma Negra y uno de los más pintorescos. Tuvo toda la sobria magnificencia que suele y en la parte del “speech” en inglés Carlos cambió de rol y se puso a los mandos de la percusión, mientras Laura iniciaba un baile perfectamente sincronizado con la canción, punteo de Álex incluido. En esta canción es frecuente que ocurra alguna interpretación un poco fuera de lo normal; en otras ocasiones por ejemplo Carlos incluso abandona el escenario; sea como sea añade un saludable toque teatral. La representación de “Desilusiones De Grandeza” continuó con “Su decisión mi capitán”, lo que significa disfrutar de un estribillo vibrante, afilado y complementado con una mayor presencia vocal de Laura en los coros (cosa que comentamos al final con los miembros de la banda) que incluso tuvo más peso que la de Carlos a ratos. Las dos canciones del “Desilusiones De Grandeza” han sido, como vemos, acertadísimas, pues creo que se puede decir que son justificadamente dos favoritas de los fans. Como pienso que también puede considerarse así a “Cuidado con lo que matas” y su peculiar ritmo contenido, reptante, que cuando pega lo hace también con la letra. Además sirvió para mantener una importante, y agradecida, cuota de “Joyas De Princesas Muertas” durante el show. El siguiente viraje fue de nuevo hacia “Desilusiones De Grandeza” mediante la interpretación de “Protege tus secretos”, resultando un gran acierto, toda vez que el estribillo con “los ángeles de Dios” es de lo mejor de su LP y quizá del grupo en general; además por sus características es idónea para un concierto.
Ya decíamos que el público fue enormemente receptivo y no escasearon los vítores, aplausos, gritos de admiración y… peticiones. Una de las canciones solicitadas con mayor vehemencia fue “Cenicienta” y, en este caso, la solicitud tuvo recompensa. Y lo agradecimos todos; “Cenicienta” es una de las canciones de La Broma Negra que, al menos a título personal, más sensación hedonista me provoca. Por lo bailable y por su misteriosa insinuación. Acercándonos ya a la recta final pudimos escuchar “El descanso de los bañistas”, uno de los singles más curiosos del grupo y que se está haciendo acreedora a convertirse en una habitual de sus directos; su recio estribillo es de los que invitan a acompañar cantando. Tras esta canción Carlos hizo algo curioso, cogió el papel con el track list, lo estrujó hasta hacer con él una pelota y lo lanzó al público. Y es una lástima, conservo alguno de otros conciertos y no hubiera sido mal botín hacerse con éste también, pero como detalle no deja de ser intrascendente. Lo que importa es que el final del directo fue una excelente elección: “Nieto de maestro de escuela”. Lírica y musicalmente una de las cimas del grupo y una manera primorosa de cerrar una actuación; con el público satisfecho y regocijado.
Es de agradecer que el concierto fuera generoso en duración y poder disfrutar de una buena ración de canciones en modo “non stop” (ya saben que usualmente La Broma Negra no ofrece bises) y sin tramos sobrantes u ornamentales. Todo pura sustancia. Haciendo números fueron 25 canciones y casi dos horas de concierto que se pasaron volando. Todos los temas fueron de “Joyas De Princesas Muertas” en adelante, siendo éste el disco más representado con nueve canciones; le siguieron “Déjanos la Luz Encendida” con siete, “Amigos, Temo Que Ya No Estemos En La Tierra” con seis y “Desilusiones De Grandeza” con tres. Es decir, salvo por éste último, un repertorio equilibrado en cuanto a la participación de discos (aunque conste que sus tres temas fueron puntos álgidos). Da igual. No hay muchos peros que ponerle al set list, el repertorio de La Broma Negra tiene enjundia como para hacer muchísimas permutaciones; todas ellas interesantes.
Uno de los privilegios de tener una relación estrecha con La Broma Negra es la parte del “post concierto”; tiempo de saludar, departir y felicitar a todos en persona. Como siempre, fueron encantadores con Víctor Prats y conmigo, muy atentos y amables. Nuestra conversación fue particularmente larga con Carlos Caballero y como siempre muy interesante. Hablamos de algunos aspectos de su próximo disco y de inminentes proyectos (permanezcan atentos a sus pantallas que la cosa va a tener chicha). Tampoco vamos a desvelar mucho, pero octubre va a ser un mes intenso de trabajo para ellos. Eso sí, lo que podemos certificar es que hablando de música el tiempo se escapa y el minutero corre que da gusto. Como toda buena tertulia fue divertida, fluida y enriquecedora. Todo ello como remate de una gran noche. Cuando nos dispusimos a abandonar la sala comenzaba la actuación de una banda de versiones que empezó interpretando nada menos que “Groenlandia” de Los Zombies. No es mal sitio el Rock-ola para los amantes de la música vintage, siempre que se tenga un concepto muy amplio de lo que es “vintage”, y que puede incluir a Mecano, Echo And The Bunnymen o Abba. De hecho no había mal ambiente, y a eso de las dos y pico podía verse buen ánimo, disposición, y disfrute intergeneracional, con un rango de edades digamos que… bastante amplio.
La Broma Negra es el caso de un grupo que, afeitado de todas las servidumbres y convenciones de la maquinaria comercial, hacen y deshacen siguiendo el único criterio de su voluntad y de su arbitrio, y por eso mismo movidos únicamente por la pasión del oficio de hacer música. Una banda talentosa, absolutamente libre y totalmente comprometida es una rara avis que debería ser especie protegida. Nosotros lo venimos diciendo desde hace tiempo y confiamos en seguir haciéndolo bastantes veces más. Solamente nos queda dar las gracias a La Broma Negra por confiar en nosotros y por ser buenos amigos nuestros.
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