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sábado, 25 de abril de 2009

1983 Nik Kershaw - Human Racing

Tras 2 semanas en las que hemos estado quizás algo deprimidos, en primer término con Casiotone y sus canciones decadentes, y posteriormente con el oscurantismo y pesimismo de Joy Division, esta semana toca recuperar un poco la alegría y para ello les propongo un disco descaradamente pop y saltarín.

Afrontamos uno de esos artistas denominados "one hit wonder", aunque en el caso del bueno de Nik Kershaw le podemos conceder el título de "three hits wonder"; véanse "I won’t let the sun go down on me", "Wouldn’t it be good" y "The riddle". Dentro de la discografía de este cantante, destacan sus 2 primeros trabajos y me he decidido a hablarles de lo que fue su ópera prima en solitario titulada "Human Racing".

Este músico británico, formó parte de numerosas bandas juveniles y al igual que muchos artistas que ya hemos revisado (Falco, Billy Idol etc.), decidió iniciar carrera posteriormente en solitario. Pasa como en otras muchas ocasiones, que al acometer hoy la revisión de su primer álbum, no hay mucho reseñable que contar previo al lanzamiento del disco, con lo que introduzcamos el cd en el lector y pulsemos "play" directamente.

"Human Racing" es un disco de fuerte carácter pop y estandarte de dicho género desarrollado en la primera mitad de los 80. Nos encontraremos con un conjunto de canciones bailables y con ese ánimo se presenta la apertura de "Dancing girls". Es de las canciones más genuinamente pop de la obra, ya que no se incluye ni una sola nota de guitarra, sino que la misma se compone de juguetones teclados sobre esa base dura de sintetizador percusivo y batería electrónica. No podemos decir que sea un mal comienzo de álbum, máxime cuando a continuación se presenta la canción distintiva de Nik Kershaw “Wouldn’t it be good?”. A pesar de su sonido igualmente pop, aquí destacan principalmente las guitarras de Kershaw. La concepción o estructura de la canción es más clásica, valiéndose de esa aguerrida guitarra, el bajo y batería al uso y efectivamente los teclados que abren con la melodía que simula el estribillo vocal de la misma. La letra muestra una cierta “pelusa” de Kershaw y un victimismo total visto en frases como “lo tengo mal, no sabes que mal lo llevo. Tú lo tienes todo más fácil, no aprecias lo que significa tener todo de cara…” y por supuesto en el rutilante estribillo: “acaso no estaría bien estar en tu piel aunque tan solo fuera por un día…”. Dicho carácter viene acompañado por el videoclip, en el cual Nik ataviado con un traje que varía de color, es perseguido por una comunidad de vecinos que acaban acorralándole en mitad de la calle, obligándole incluso a caer al asfalto. El citado estribillo tiene un encanto irresistible principalmente por la perfecta fusión de las notas de teclado y la voz de Kershaw. En lo instrumental, a parte de unos aflautados tecladitos de fantasía, destaca la monumental sección de viento (¿o son unos teclados de corte ampuloso?) que se disponen antes de la parte final en la que Nik se recrea en la letra de la canción. Un clásico con mayúsculas de la década de los 80. “Drum talk” es una pista de corte experimental con unos coros vocales graves y que efectivamente, aparte de ciertas secciones de viento, es evidente que tiene un fuerte componente percusivo en clara alusión a su título. Timbales, batería, platillos etc. y ello mezclado con una sugerente melodía compuesta por diversos instrumentos de cuerda, viento y teclados varios. La letra ayuda a crear una cierta sensación de hipnotismo por su repetición y los coros graves reiterativos igualmente apuntan también en esa dirección. La letra apuntala un alegato a la terapia de choque a través de los tambores o baterías: “Cuando no encuentro qué palabras decir, dejo que hable la batería, dejo que hable la batería…”. Tras este frenesí, se da paso a “Bogart”, que se sitúa en el polo opuesto. Es una canción de ritmo más lento y de la cual destaco la sección de teclado con la que abre y que se repite periódicamente a lo largo de la pista. No dejan de ser curiosos esos silbidos con los que termina el tema y que la letra se base en una invocación a este incomparable actor, para que eche una mano a Nik en sus problemas sentimentales. En “Bogart” los teclados vuelven a ser los protagonistas principales de la canción o al menos los elementos a los que la producción confieren una mayor repercusión. “Gone to pieces” es un tema bastante infantiloide y quizás de los momentos menos inspirados del disco. Sin embargo, es una de las pistas que más asocian a Nik al sonido de los Level 42, que fue lo que más me sorprendió al escuchar por primera vez el disco. No obstante, el estribillo es muy plano y alejado de los mejores momentos de la primera etapa de la banda de Mark King. Pretende ser algo alocada tras la pausa de “Bogart”, pero no tiene mucho ton ni son. Para subsanar este ligero borrón, se dispone una joya de esas ocultas que tanto me gustan destacar: “Shame on you”. Genuino y elegante tema pop, pero que destila una cierta rabia vocal de Nik, que se aleja del pop más inofensivo. El estribillo tiene un ritmo tremendamente pegadizo y que sin duda juega su mejor baza. “Cloak and dagger” reporta otro instante acelerado y en parte experimental recordando a “Drum talk”, aunque en esta ocasión se centra más en las melodías de teclados y sintetizadores que en los elementos de percusión. “Faces” es otra pieza relajada tras la agitación de “Cloak and dagger” y que sirve como transición para afrontar el otro clásico de Kershaw que incluye el disco: “I won’t let the sun go down on me”. Bueno, este es un ejemplo de cómo firmar un tema de marcado acento infantil (a la par que elegante), en parte acuciado por uno de los videoclips que se grabaron del tema. En el mismo, Nik aparece dando un concierto en una sala en la que parece que se prohibiera el acceso a los mayores de 18 años (está plagada de niños). La nota hilarante la ponía la vieja guardia de Scotland Yard haciéndose cargo de la seguridad del evento. Un claro tema pop para todos los públicos y que en el título recuerda a una de las canciones más populares de Elton John, artista con el que Kershaw colaboró en dicha época. Por ahí oí decir a Julian Ruíz que Nik fue el guitarrista favorito de Elton por aquellos años. Tomen nota. Es una canción amable y brillante como el sol que menciona su título. Destacan las melodías de teclado, en este caso no tan evidentes, que compone Nik para la ocasión. Los coros infantiles que corean el título de la canción en el estribillo, supongo que buscaban que Nik se convirtiera en un fenómeno para las generaciones de chavales jovencitos, todo ello unido al descrito video. Sin embargo, atención, no deja de ser chocante y muy satírico que la letra retrate o ironice sobre situaciones políticas en medio de la guerra fría: “viejos hombres vestidos con pantalones a rayas dominan el mundo con sonrisas plastificadas…”. Quizás con ese toque infantil, Kershaw pretendía que la crítica quedara velada y no meterse en polémica. No sé. “Human Racing” termina con la canción que le da título. Si “Faces” no nos dejó un sabor de boca demasiado bueno, este tema nos resarce en parte. Es curioso que un disco tan animado y pop, termine con una canción tan lenta y tan perfecta para escuchar en el ocaso de un día con una puesta de sol. Aparte de esa consideración de estar un poco en discordancia con sus compañeras de álbum, creo que es una acertada forma de terminar el trabajo y que te deja bastante relajado.

La portada del disco es tan simple como una foto de Nik ataviado con una gris americana sobre una camiseta blanca, dispuesto sobre un fondo negro. El disco en conjunto salió bien parado, principalmente debido al éxito individual de sus buques insignias “Wouldn’t it be good?” y “I won’t let the sun…” las cuales llegaron al top 5 de la lista de sencillos del Reino Unido, quedándose la 2ª tan solo a un peldaño del nº1.

Tras este disco, al año siguiente Nik editó “The Riddle”. Se trató de un disco bastante parecido estructuralmente al hoy descrito y del que destacan la canción que le reporta el nombre, con el videoclip más acertado que Kershaw firmó en su trayectoria y también la histriónica “Don Quixote” que apertura la obra. No obstante, “The Riddle” incluye menos momentos brillantes que el disco que hoy hemos comentado. Principalmente debido a que aparte de los 2 singles bandera de “Human Racing”, son muy válidas también “Shame on you”, “Bogart” o la propia “Human racing”.

No obstante, el nivel de éxito de Nik se mantuvo con “The Riddle”, pero éste se desplomó con la edición de “Radio Musicola” de 1986, que no tuvo mucho calado a nivel global. Desde entonces Nik rebajó sustancialmente su carrera en solitario como intérprete/artista y se dedicó a escribir para otros y a labores de producción. Como curiosidad destaca su colaboración en el válido “Darkdancer” de Les Rythmes Digitales como voz de la canción “Sometimes”, en la que Nik consiguió engañarme al adoptar un registro muy cercano al que utiliza Dave Gahan de Depeche Mode cuando éste no se pone demasiado grave.

Bueno, ¿qué es lo que busco esta semana? No pretendo decir aquí: “Nik Kershaw es un imprescindible dentro de la música” ni nada por el estilo. De hecho, creo que la década de los 80 se hubiera quedado igual sin la existencia de Nik. Pero el caso es que este trabajo no está nada mal. Como disco pop es bastante aceptable y de una puntuación sobre 10, dentro de su estilo, se le podría dar hasta un 7.

Yo, sinceramente, espero que les guste y les haga pasar un rato agradable. Además creo que es un disco excelente para escuchar en primavera/verano. A mi el disco no me disgustó y básicamente me hice con él por disponer de “Wouldn’t it be good?”. Como a un servidor no le gusta eso de canciones sueltas, pues me decanté por conseguir el disco entero y me llevé alguna sorpresa como “Shame on you”. También me descuadró que me imaginaba aún más pop a Nik y lo que me encontré fue un pop bastante cercano al sonido jazzy que por esa época destilaban los Level 42, como ya les referí antes. ¿Acaso no estaría bien que le dieran una oportunidad al disco?
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sábado, 18 de abril de 2009

1979 Joy Division - Unknown Pleasures

Antes de comenzar, decirles que he respondido a todos los comentarios que estaban pendientes de réplica desde la última vez que procedí al respecto. Como ya sabrán la mayoría, la forma en la que respondo es poniendo simplemente un comentario a continuación de los que ustedes han dejado.

Igualmente decirles que creo haber podido habilitar la opción que permita que CUALQUIER PERSONA PUEDA PONER COMENTARIOS, aunque no sea usuario de correo google. Lo único es que los comentarios quedarán reflejados como “anónimo”, con lo que agradecería que cuando alguien ponga un comentario, que lo firme al final de su párrafo de alguna forma si pudiera ser. Comentado esto, pasemos a la propuesta de la semana.

De acuerdo, llámenme oportunista todo lo que ustedes quieran. Más de alguno dirá que es muy fácil ahora hablar de Joy Division, al calor del reciente (pero tardío) estreno del biopic de Anton Corbijn sobre el grupo, protagonizado por Sam Riley. He de decirles que cuando me enteré hace unas tres semanas de que el estreno en nuestro país era inminente, el nerviosismo interior que sentí es el mismo que experimento cuando recibo la noticia de un concierto en Madrid de algún grupo favorito. En consecuencia, estos días he recuperado y he estado machacando a fondo la discografía de la formación que lideró Ian Curtis; entonces, ¿qué mejor momento que éste para comentar alguno de sus 2 lps?

Al igual que ya dije en su día de Peter Gabriel y Genesis, no creo estar incurriendo en duplicidad de grupo. La explicación estriba en que New Order, salvo en su primer disco “Movement”, suenan bastante distintos a su forma anterior como Joy Division, principalmente por la grave y cavernosa voz de Ian Curtis. También es evidente que, salvo raras excepciones, New Order eran bastante más alegres que Joy División.

Estos chicos de Manchester se juntaron al calor de la ebullición punk y nunca mejor dicho, ya que parte del grupo asistieron a aquel mítico concierto ofrecido por los Sex Pistols en la norteña ciudad británica en 1976. Por un lado estaba el tándem formado por el bajista Peter Hook y el guitarrista/teclista más tarde conocido como Bernard Sumner, que tuvieron ocasión de toparse con un peculiar personaje llamado Ian Curtis, al cual comentaron sus intenciones de formar una banda.

La línea se completó con el batería Stephen Morris, y el grupo empezó a moverse por la escena nocturna de su ciudad, aún bajo el nombre de Warsaw. En esos ambientes tuvieron la ocasión de encontrarse con el gurú local Tony Wilson en su local The Factory. Desde el primer momento, Wilson quedó impresionado con el grupo y en especial con su líder Ian Curtis y su forma de comportarse sobre el escenario.

Este visionario, recientemente malogrado antes de tiempo cuando aún no tenía ni 60 años, quiso dar un paso más allá. Tras haberse hecho gerente de sala nocturna desde su posición de periodista de la cadena local Granada Tv, Wilson decidió crear una compañía discográfica, quizás una de las primeras independientes, que se salía de la norma en lo que se refiere a contratos y funcionamiento habitual de la misma.

Lo primero que hizo fue conseguir “firmar” a los ya renombrados Joy Division, pero con una libertad total. El siguiente paso lógico era que la banda seleccionara las canciones de su repertorio de directo que formarían parte de su primera obra. Para la producción del disco, Wilson tiró del excéntrico técnico Martin Hannett. Un tipo algo difícil y que puso un alto precio a sus jornadas en los controles para ayudar a confeccionar el sonido de estudio de Joy Division.

“Unknown Pleasures”, así sería titulado el primer álbum del grupo, comienza con “Disorder”, un claro ejercicio postpunk definido por la melodía creada a dúo por el acelerado bajo de Hook, la nerviosa batería de Morris y la guitarra rítmica. Es una de esas canciones que no pueden faltar en un recopilatorio que se precie a definir la llamada “new wave” de finales de los setenta y los primeros ochenta. En la misma Curtis aborda parte de la percepción que él tenía de sí mismo fuera de la sociedad: “He estado esperando un guía que venga y me coja de la mano, ¿podrían estas sensaciones hacerme sentir los placeres de un hombre normal?”. “Day of the lords” cambia a un sonido más farragoso, oscuro y decadente. Bajo esa melodía que incluye unos teclados bastante punzantes, Curtis nos pinta imágenes desoladas y sórdidas. El estribillo con ese remarcado “¿cuándo terminará?” parece venir de ultratumba, apoyado en la grave voz de Ian, que poco a poco en la canción va perdiendo mesura y contención para terminar cantando con mucha furia. En la siguiente pista no se abandona el sonido lento y subterráneo, ya que “Candidate” se basa en una lúgubre línea de bajo y unas notas desafinadas y distorsionadas de guitarra aportadas por Bernard. La desesperanza y el pesimismo no deja de estar presente en la letra: “Hice campaña para nada, trabajé duro por esto. Intenté acercarme a ti y me trataste así...”. En “Insight” se continúa esa visión negativa y abandonada: “Me doy cuenta que los sueños siempre terminan, ya que nunca suben, sino que descienden; pero me da igual, he perdido el interés en querer más, no estoy nada asustado en absoluto. Veo como todos van cayendo, pero recuerdo cuando éramos jóvenes”. Es evidente que en esta canción Curtis nos plantea sus frustraciones al llegar a la edad adulta y la falta de parecido entre lo que se esperaba de niño a lo que realmente se consigue. En efecto, el panorama de Manchester en aquellos años no era muy alentador y Joy Division hacía de vox populis que pregonaba la falta de fe que tenía gran parte de la juventud. ”New dawn fades” ahonda en esa mediocridad social, aunque aquí parece que no se ha perdido completamente la esperanza según lo que grita Ian en los últimos versos. La música se anima más respecto a los 3 momentos tan decadentes y oscuros que hemos vivido, aunque no por ello nos encontramos ante un tema que brille como el sol; Manchester es una ciudad en la que son comunes los días grises y “Unknown Pleasures” es la banda sonora perfecta para un día muy nublado y casi lluvioso. ”She’s lost control” es uno de los clásicos con mayúsculas de la formación. Claramente se distingue por la distorsión y reverberación de la voz de Curtis y en lo musical por esa línea de bajo subterránea creada por Hook y los más que carácterísticos sonidos de percusión a modo de latigazos que nos azotan durante toda la canción. Quizás se trata de la canción que más se podría ajustarse al propio Curtis dentro de su obra, debido al triste final que tuvo. En parte también se ve un paralelismo entre esa pérdida de control y los ataques epilépticos que el propio cantante sufría a menudo. ”Shadowplay” es la canción más nocturna del disco, principalmente por la descripción del peligroso ambiente a altas horas de la noche de Manchester en la misma: “… de la misma forma que los asesinos se agrupan en cuatro calles, bailando en el suelo…”. Con motivo de “Control”, The Killers hicieron una acertada revisión del tema, haciéndola algo más accesible y más pop, partiendo del oscurantismo del original de los Joy Division. Rítmicamente estamos ante otro de los momentos animados del disco, como fue en su inicio “Disorder”. La interpretación vocal vertiginosa y tan solemne de Curtis, alcanza aquí sus cotas más remarcables. Aquí es donde por primera vez que la guitarra acapara un mayor protagonismo que en las otras canciones, donde el bajo de Hook tenía tanta importante a la hora de crear ese sonido oscuro y grave de la música. Acierto y lucimiento personal pues para Bernard Sumner. No menos destacable es la batería de Morris en esta ocasión, pasando Hook a lo que tradicionalmente suele ser el papel del bajo, es decir, sustento de la guitarra y voz cantante. En “Wilderness” Curtis toca uno de los palos temáticos por los que todavía no había pasado, en este caso la religión, con claras alusiones a los mártires, santos, sangre de Cristo etc. El sonido es distorsionado y la exposición vocal de Curtis es bastante lineal, con lo que se consigue una sensación bastante peculiar. ”Interzone” es quizás la pista más punk del disco propiamente dicho. Aquí la grabación superpone 2 planos vocales de Curtis para crear el efecto de autoréplica confeccionando la historia narrada. Nuevamente resulta importante la guitarra de Sumner. 2 minutos bastante acelerados para dar paso a continuación al cierre de ”I remember nothing”, la cual vuelve por los derroteros habituales de la banda, con un sonido lúgubre, oscuro, decadente y siniestro. Hannett se valió de efectos sonoros como roturas de cristales. Ian empieza la canción como la primigenia “Autosuggestion”, descarte de oro del disco, con un sostenido vocal punzante. El lento ritmo de la batería, y las atronadoras notas del bajo de Hook destacan en lo instrumental. En la misma Curtis aborda nuevamente aspectos autobiográficos como su difícil mundo interior y la capacidad de autodestrucción violenta que en potencia guardaba. También se puede apreciar el cambio de humor que Ian estaba experimentando en lo que a su matrimonio se refiere: “hemos sido unos extraños el uno para el otro durante mucho tiempo”.

Casi 6 minutos de decadencia y oscurantismo para dar carpetazo a una obra asfixiante, introspectiva, lúgubre, desesperanzada y ante todo emotiva e impactante. Joy Division pusieron de manifiesto en mitad del apogeo punk, que había otras formas distintas de mostrar el descontento social aparte del escupitajo, las palabrotas y el sonido abrasivo de la música. Ellos apostaron por texturas oscuras, unas letras delicadas a la par que atroces (aparentemente contradictorio), y una actitud sombría, salvo en las ocasiones en las que Ian parecía estar poseído en el escenario.

“Unknown Pleasures”, con esa sencilla portada con esas líneas retorcidas que pudieran parecer unas cordilleras escarpadas, permitió a Joy Division posicionarse perfectamente en la parrilla de salida de lo que sería la hornada de la “new wave”. Reportó a la banda hacer numerosos conciertos a lo largo de todo el Reino Unido e incluso alguna incipiente actuación europea.

Sin embargo, y aunque todo pintaba de color de rosa (a pesar de su sonido de distintos tonos grisáceos) para Joy Division, había algo en el interior de su líder que no iba del todo bien. Los cada vez más numerosos problemas de salud de Curtis, relacionados con su epilepsia, el naufragio de su matrimonio y el vértigo personal y recelo respecto al éxito que tenía, hicieron que poco antes de que la banda marchara de viaje para los Estados Unidos, el cantante se ahorcara en su casa.

Joy Division es quizás, en relación de factores: “duración-calidad de su música-influencias en otros grupos”, el grupo que más eficacia ha logrado. Con una duración que apenas duró 4 años, y con 2 discos de estudio, el hoy descrito “Unknown Pleasures” y el póstumo “Closer”, esta banda puede presumir de haber influido a un amplio espectro de grupos posteriores e incluso contemporáneos de ellos, como por ejemplo mi grupo matriz The Cure, lo cual ha sido reconocido por el propio Robert Smith.

En la actualidad los recuerdos de estos 4 chicos de Manchester se pueden ver de forma clara en grupos tan válidos como Interpol, aunque Paul Banks haya negado en varias ocasiones su inspiración en Joy Division, incluso aludiendo no saber quienes eran, y por otro lado en Editors, en los que aquí sí Tom Smith no siente vergüenza al reconocer a Curtis y sus compañeros como referente en su manera de concebir la música.

Hay que decir que el suicidio de Curtis no le reportó mayor gloria que otras tragedias musicales como la de Jim Morrison, Hendrix, Lennon, Kobain etc. En los años 80, y también en parte debido al resurgimiento de sus 3 restantes amigos junto a la novia de Morris como New Order, Joy Division estuvo igual de enterrado que las cenizas de su cantante, y en la década de los 90 el mencionado asunto del gurú del grunge, líder de Nirvana, saciaron el cupo de suicidios musicales a destacar de la época.

Tuvo que llegar el siglo XXI y aprovechando la vuelta a la actividad de New Order con la edición de su notable disco “Get Ready”, al director Michael Winterbottom, se le ocurrió rendir homenaje a la escena musical de Manchester desde finales de los 70 hasta mediados de los 90, a través de la narración del activismo desempeñado por Tony Wilson en esos años. Evidentemente la primera parte de la película circunda alrededor de Joy División, aunque si bien es cierto, la historia de la banda está supeditada a las gestiones que el bueno de Wilson realizaba en la época.

Sería el fotógrafo Anton Corbijn quien decidió filmar un merecido tributo a nuestro héroe de hoy en la impresionante película “Control”. Un excelente biopic, que he tenido ocasión de ver esta semana y que narra de una forma muy elegante la trayectoria de la banda y que nos permite conocer un poco más a este genio atormentado que decidió quitarse de en medio a sus “tiernos” 23 añitos. Lo de tiernos lo pongo entre comillas debido a que Ian Curtis, en la película y por lo que había visto de él en imágenes grabadas, siempre dio la impresión de estar entrado en la treintena.

Joy Division no fueron ni mucho menos unas estrellas. Más bien, cuando estaban empezando a subir como la espuma, fue cuando Ian con su lamentable suicidio decidió poner fin a todo, dejando a todo el mundo que rodeaba y formaba parte de la banda con un palmo de narices. No pretendo decirles que Ian Curtis fuera ni mucho menos un ejemplo a seguir, ni que su figura dentro de la música sea lo más importante que haya existido nunca.

Sería un craso error aquí entrar en el habitual hecho de que porque alguien haya fallecido antes de tiempo encumbrarle hasta las más altas esferas sin más. No obstante, creo que es justicia renoconer la importante de Ian Curtis y Joy Division al mundo de la música, creando un estilo angustioso y sombrío, que sería fuente de inspiración para lo que más tarde evolucionaría en el llamado rock gótico. Fueron precursores de un sonido especial al que en parte ayudó Martin Hannet desde la mesa de mezclas y de forma inevitable Curtis creo su propia leyenda con su temprana muerte.

Hoy, aparte de la recomendación musical de escucha del disco que les propongo, les sugiero que aprovechen y se desplacen al cine que tengan más cercano donde se proyecte “Control”. Si están interesados en el asunto, o simplemente si son admiradores de Joy Division, estoy casi seguro que no les decepcionará.

Me gustaría comentarles algo de la película, pero esto es un blog musical y por el momento no tengo pensado abrir otra bitácora sobre el séptimo arte, ya que a pesar de que, como a casi todos, me guste, creo que ya existen muchos blogs al respecto y siempre seré capaz de aportarles más sobre música que sobre cine. Sólo les diré que las expectativas con las que fui a la sala eran muy altas y que no se vieron para nada decepcionadas. Aquí termina mi homenaje a esta entrañable banda, y en particular a su líder. Ian Curtis, ese sombrío personaje con indumentaria tan seria a base de pantalones de vestir y abotonadas camisas de tonos oscuros, el cual, esté dónde esté, que Dios lo tenga en su gloria.
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sábado, 11 de abril de 2009

03-04-2009 Concierto Franz Ferdinand. Madrid

Bueno, bueno, bueno, ¿por dónde empezar? Supongo que por el principio, ¿no? Creo que eso será lo más fácil. En fin, como ya comenté en su día al revisar el último trabajo editado por Franz Ferdinand, el inicio de mi admiración por esta banda ha sido más bien tardío y en parte se debió a comenzar por el lugar equivocado, que fue por la cata del 2º de sus discos. La escucha de su brillante “Tonight: Franz Ferdinand”, me abrió los ojos como platos, y la posterior captura de su debut, me hizo confirmar que los derroteros irían definitivamente por la admiración puntual que sentí por “The fallen” y “Outsiders” de “You Could Have It So Much Better”, más que por el resto del disco, que lo que me venía a causar era una sensación de extrañeza y confusión.

Igualmente, les dije que aún sin haber accedido a su primer álbum, tan sólo por la escucha de su nueva entrega, me decidí a sacar entrada para su concierto en el Palacio de los Deportes, que tan elegante y correctamente fue promocionado en el diario gratuito ADN a portada completa.

El pasado viernes 3 de abril de 2009, cuando todavía resonaban los ecos y se agolpaban las sensaciones vividas en el concierto de The Killers, tan solo 11 días atrás, y cuando todavía se notaba un cierto temblor después del terremoto AC/DC, que había pasado unas horas antes, era en el mismo Palacio de los Deportes donde Kapranos y sus secuaces nos habían citado para demostrar qué es lo que son capaces de hacer.

Tras terminar mi jornada laboral a las 15h, decidí no pasar por casa y dirigirme directamente al Palacio de los Deportes, para intentar posicionarme en una localización decente, al igual que conseguí en el reciente evento de The Killers. Tras tomarme con calma la llegada a los aledaños del Pabellón, sobre las 16.15h fue cuando alcancé la incipiente cola que se comenzaba a crear, eso sí, de forma torcida y que a los pocos minutos un encargado de la organización, se ocupó de enderezar a marchas forzadas.

Tras reorganizar la cola, tras de mi quedaron 3 chavales que comenzaron a hablar de grupos como Arcade Fire, Scissor Sisters, los propios Ferdinand, etc. y cuando les escuché que les faltaba uno para jugar al mus, no fui capaz de resistir por un lado mi afición a este juego de cartas y por otro lado la posibilidad de una interesante charla musical, de esas que aunque parezca mentira son tan difíciles de disfrutar. Igualmente era la ocasión perfecta para pasar de forma entretenida las casi 2 horas que quedaban hasta que llegara mi acompañante, que pudo conseguir entrada gracias a alguien que no buscaba lucrarse, simplemente no podía ir y lo que quería era recuperar el importe exacto, cobrando los 39 euros que le costó.

Tras interesantes vivencias musicales contadas tanto por unos como por otros, exposiciones sobre discos, e incluso una breve escucha del primer lp de Franz Ferdinand, entre nuestros nuevos amigos y nosotros, llegó la hora en la que tocaba abrir las puertas. El proceder fue exactamente el mismo que unos días atrás con The Killers y en esta ocasión conseguimos llegarnos a una fila 8ª apretujada y más centrada; recuerden el pasado concierto fue una 12ª y algo escorada hacia la izquierda.

Aquí como siempre se habla de lo musical y lo personal, con lo que les comentaré alguna de las circunstancias particulares que me acontecieron. El caso es que no fui a ningún servicio antes de posicionarnos en la pista del Palacio, con lo que tras haber estado sentados casi todo el rato en la cola, el simple traqueteo de estar de pie y algo exprimido por el agobio, ya comenzó a crear algo de malestar corporal. Una de las chicas que formaba parte del grupo de gente al que conocimos y yo, conseguimos sentarnos entre las piernas de la gente que ya se agolpaba, pero un tipo borracho perdido, que estaba sentado también cerca nuestra, echó por la boca toda su buena voluntad y ante el avance de sus esputos, tuvimos que volver a ponernos en pie esperando que los teloneros dieran comienzo al programa.

Ya se advertía en la entrada que había 2 artistas invitados, aunque lo único que sabía un servidor es que venían Mando Diao, pero no otro grupo más. Finalmente se confirmó el triunvirato de grupos y apareció la banda Kissogram para amenizar la espera de los platos fuertes de la noche, con su estilo indie durante media hora. A mi ni me disgustaron ni me volvieron loco, pero en nuestros círculos allegados más bien gustaron poco, por no decir nada. En parte esa crítica venía por la estructura plana de alguno de los temas que tocaron, que efectivamente se componían de 2 versos repetidos. A continuación, les dejo la mejor imagen que les pude coger. Decirles que aquí hubo un momento de crisis personal, en el que estuve medio doblado, con un dolor de estómago insoportable, y de no ser porque mi acompañante tenía una botella de agua que consiguió infiltrar, no sé que hubiera sido de mi. Tras este grupo, llegaba uno de los momentos esperados de la noche. Mando Diao saltaron al escenario con tremendo coraje e intensidad y desgranaron parte de los temas de su nuevo trabajo “Give Me Fire”, el cual por cierto aún no he podido escuchar entero, más allá de lo que tocaron estos buenos muchachos. Sus canciones sonaban bastante enérgicas, como es costumbre, y hubo algún personaje pasado de vueltas que se creía bola de pinball y que consiguió crispar a gran parte de la gente que se aglutinaba por mi zona. Una cosa es botar y enloquecer en tu reducido espacio vital en estos lugares, y otra cosa distinta es ir a chocarte a lo bestia con el personal, pero bueno, cada uno tendrá su enfoque personal y particular sobre estas situaciones. El caso es que precisamente cuando sonaba una de mis favoritas del disco “Hurricane Bar”, que no era otra que “God knows” con esa voz tan cercana a la de Noel Gallagher de Oasis, tras haber engullido una chocolatina que me dio mi partenaire para intentar mejorar mi estado de salud, este añadido hizo que me destrozara por dentro, ya que me generó mucha más sed y lo que me provocó fue una medio lipotimia, que de no ser porque un servidor de ustedes es un tipo de gran envergadura y resistencia, hubiera acabado conmigo en el servicio de atención médica levantado al efecto. Agradecer eternamente el esfuerzo realizado por mi acompañante, que sacrificando las 4 últimas canciones de los Diao, se acercó a los servicios a rellenar la botella de agua y a conseguir un “económico” vaso de refresco de cola para reanimarme. Esto supuso que me reconstituyera totalmente sin haber perdido posición, ya que si me hubiera ido yo, debido a mi estatura, seguramente nadie me hubiera dejado volver a acercarme a las primeras filas donde estaba..

Cerrando el apartado de Mando Diao, decirles que los suecos estuvieron bastante correctos, y propinaron a la gente la dosis de adrenalina justa, suponiendo quizás el mejor primer plato posible para luego afrontar el 2º plato del menú que protagonizaban Franz Ferdinand. Sus nuevas canciones sonaron la verdad bastante bien, y me alegró escuchar “God knows” entre las elegidas para su repertorio; de hecho me ayudó a sobrellevar ese momento crítico por el que pasé. Por aquí les dejo la mejor imagen que capturé de ellos.Pasemos a lo realmente importante. A las 23h en punto, tal como rezaba la entrada y con puntualidad rigurosa, Franz Ferdinand hacían acto de presencia en el escenario. En el grupo de gente que nos acabamos juntando, hicimos una pequeña apuesta sobre cuál sería la canción de inicio. Algunos dijeron que podría ser alguna del último disco como “Live alone”, que supusiera un inicio bastante rítmico. Sin embargo, yo me aventuré a decir que no habría un mejor comienzo que el que reportaría “The fallen”. Efectivamente me acabé llevando el gato al agua. Como ocurre en el clip promocional de esta canción, en el que los Ferdinand van alineados armados con sus instrumentos cual ejército firme y devastador, acorde con la letra: “¿qué hay de malo por un poco de destrucción?”, la banda salió arrolladora y con un nivel de intensidad muy elevado. La gente enloqueció y sin compás de espera se nos dispuso “The dark of the matinée”, sin duda una de las mejores canciones del primer lp del grupo y que tiene un carácter más desenfadado y claramente bailable. Si el otro día les comenté sobre el fallo de set list de The Killers y que el inicio no fue todo lo acertado que podría haber sido, hoy les digo que no pudo haber una mejor forma de abrir el espectáculo. Como hice con la crónica del concierto de los de Las Vegas, les voy intercalando fotos del show que conseguí hacer, aunque al ser la iluminación de Franz Ferdinand más tenue y lúgubre, la calidad de las mismas no es tan buena como las del otro día. Aparte de este inicio atronador y contundente, otra de las bondades del concierto fue que los Ferdinand hicieron hincapié principalmente en su primer y tercer disco, dejando en un 2º plano a “You Could Have…”. De hecho, de las 4 canciones que eligieron de su segundo trabajo, los escoceses tiraron de los 2 momentos impecables del mismo, que curiosamente son el inicio y el final. Por un lado, la ya mencionada “The fallen”, que a la vez abrió fuego en la noche, y por otro “Outsiders” y sus irresistibles “Oh oh oh”, que hicieron acto de presencia en el megabis de 5 canciones, que por lo visto ahora está de moda en estas bandas. No pudo faltar la estrambótica y enrevesada “Do you want to”, que de forma natural supuso uno de los instantes de locura colectiva del Palacio de los Deportes y la delicada “Walk away”, que supuso la mayor muestra de ternura que Kapranos ofreció a lo largo de la hora y medio que estuvo en el escenario.En el apartado de sorpresas que estos escoceses nos tenían reservado en el listado de canciones elegidas, una de las primeras en hacer acto de aparición fue la saltarina y jovial “Tell her tonight” de su primer trabajo. Fue dispuesta en 5º lugar tras el arrollador comienzo y situada justo detrás de “Do you want to”. Gran parte del sector del público celebró los primeros acordes de la canción que nos permitieron identificarla. Quizás tampoco era esperada la mencionada “Outsiders” ni “Michael” del primer disco, que me da por pensar que birló su lugar a “Darts of pleasure”, quizás la gran olvidada de la noche. Uno de los momentos cumbre vino de la mano de “Take me out” situada en pleno corazón del concierto y que tras ese inicio más acelerado, en los compases de cambio de ritmo, la histeria desatada en el Palacio de los Deportes fue indescriptible. Tanta intensidad es necesario vivirla, no es posible explicarla. Claramente fue una de las canciones que más coreó el público y de las más disfrutadas. El single de promoción del último disco, la enérgica y bailable “Ulysses” también fue otro rato de celebración e implicación por parte de la audiencia. Perfectamente se acompañó la interpretación del tema con imágenes del videoclip reproducidas sobre el telón de fondo de la banda. Bastante alejada de colocarse como apertura de concierto, este tema se dispuso justo antes del parón que hizo la banda. A mi juicio un lugar correcto y mucho más que el que ocupó “Human” en el concierto de The Killers. “Jacqueline” también disfrutó de una posición privilegiada al comienzo de la parte final tras salir el grupo nuevamente a escena y fue bastante emotivo que casi toda la gente coreara ese lento comienzo que luego se convierte en esa melodía sin fisuras de guitarra eléctrica. En el apartado personal, me gustó especialmente la interpretación de “Twilight omens”. Ya advertí en su día que es mi canción preferida del último disco, y su interpretación, con un cierto reparto vocal entre Kapranos y McCarthy, que se encargó de las estupendas notas de teclados de este tema, fue simplemente excelente. Al uso se utilizaron unos efectos de iluminación de elipses sobre el fondo del escenario, para ayudar a ese ligero regusto psicodélico que tiene, aportando una sensación hipnótica que creaban esas sombras y formas proyectadas. Eché de menos por otro lado que no sonara “Can’t stop feeling” y “Live alone”, pero hoy ni mucho menos me voy a quejar de la selección de canciones. El final del concierto también hizo que la gente terminará de reventar al acertar de pleno los Ferdinand al situar “This fire”. Significativo es que una canción que dice: “Este fuego está fuera de control, voy a quemar esta ciudad”, se coloque como fin de concierto. Efectivamente así fue, los Ferdinand prendieron fuego al Palacio de los Deportes encendiendo la pasión descontrolada de los seguidores de toda la vida y de recientes convertidos a su religión, como un servidor, que hasta hace poco tiempo les tenía puesto un interrogante, que nunca una negativa. Tras este repaso de canciones que pudimos escuchar, en lo que a la actitud de cada uno de los miembros del grupo, destacar que el peso de la actuación recayó principalmente en el cantante y guitarrista Alex Kapranos y el guitarrista Nick McCarthy, que fueron los que mayor intensidad y espectáculo ofrecieron. Thomson estuvo centrado en su batería, con una actitud que en parte me recordó a ratos vagamente a la de Stephen Morris de Joy Division y New Order y Bob Hardy estuvo en su parcela encargándose de que sus notas de bajo sonaran correctamente. Destacó el momento en el que los componentes cogieron sendas baquetas cada uno y se pusieron a reventar la batería de Paul al unísono. Creo que en “Lucid dreams”, la parte final en la que se intentó simular el muro electrónico de sintetizadores de estudio, les quedó algo regulero a los chavales e incluso llegué a ver alguna cara de contrariedad en la comunicación no verbal entre Alex y Nick. Viendo que la cosa no prosperaba, decidieron acortar la duración de esa parte y dar carpetazo al tema, que en su duración previa había sonado bastante bien. Tras la citada “Lucid dreams” llegó el final descrito con “This fire” y con esa parte final de 5 canciones concluyó el show. Por lo visto se confirma que ahora los grupos paran y luego hacen un megabis, en lugar de salir 2 veces a escena en 2 bloques de 2 canciones cada uno… Serán los nuevos tiempos, ya que en este apartado se portaron igual que sus compañeros de promoción The Killers. Tras salir tranquilamente del Palacio de los Deportes y despedirnos de las nuevas amistades que hicimos esa tarde, intentamos buscar un lugar donde poder saciar el apetito creado tras tantas horas sin probar bocado. Divagamos durante un buen rato por las inmediaciones de Goya y para cuando encontramos un local de comida rápida, acababan de colgar el cartelito de “cerrado”. ¡Ja!

Cuando ya nos decidíamos a marcharnos para casa, antes de coger el pertinente L4 en la parada de Goya, tuve a bien probar suerte y pasar por la misma zona donde me había encontrado con The Killers unos días atrás. Al llegar al citado lugar, el ambiente era parecido, más o menos 12 personas por allí en grupos de 3 o 4 y los clásicos buses enormes de matrícula extranjera. Bueno, pues nos sentamos a descansar en las mismas escaleras y a los 4 minutos salió por la puerta el bajista Bob Hardy. Las personas que estaban al lado de la puerta lo acapararon y justo detrás de él salió Nick McCarthy.

Después de que unas fans se fotografiaran con Nick y le pidieran algunos autógrafos, tuve ocasión de poder acercarme a él y poder hablar un par de minutos. Lo primero que hice fue felicitarle por el excelente concierto y la perfecta selección y disposición de canciones que habían tenido a bien tocar. Posteriormente le pregunté por el futuro evento que la banda tendrá en verano en el FIB donde medirán fuerzas directamente con The Killers. Ante eso le dije que habría que ver quien sería el triunfador del festival, y que eso sería duro. Nick sonrió y tras un momento de divagación y entre risas me dijo: “bueno, duro no; fácil, será fácil”. Tras unas frases más me despedí de Nick para que pudiera atender al resto de aficionados que había por allí. Amablemente accedió a fotografiarse conmigo y ahí les dejo la prueba. Acto seguido y cuando la fiebre de fans remitía sobre Hardy, decidí acercarme al bajista para comentar algunos aspectos más sobre el concierto. Hardy no es una excepción dentro de lo que la “secta” de los bajistas de refiere y es con diferencia el componente más tímido de la banda (igualmente recordemos que es el más joven). Con una exquisita educación, me atendió durante un par de minutos y también me comentó que tenían muchas ganas de tocar en Benicassim, al considerarlo un festival sumamente importante. Paul Thomson también andaba por allí, pero estaba formando pareja de tertulia con el vocalista de Kissogram, con lo que tampoco me pareció correcto importunarle y me limité a estrecharle la mano y felicitarle por el excelente concierto que nos regalaron. A continuación les dejo una imagen de la conversación que mantuve con el bajista Bob Hardy.
La tardanza de Kapranos hizo que sus 3 compañeros estuvieran en la calle esperándole casi 15 minutos, y en ese impass de tiempo, y tras haber despachado a toda la gente, Nick McCarthy volvió a acercarse a la zona en la que nos encontrábamos. Un cruce de miradas propició que retomáramos la breve conversación que antes habíamos dado por finalizada y tras la inestimable oportunidad que me dio el guitarrista de los Ferdinand, quise ir a preguntas algo más comprometidas. A lo que le dije que le iba a plantear una pregunta difícil: si prefería Madrid o Barcelona para tocar; Nick soltó una de sus innumerables carcajadas (un tipo que no para de reír casi nunca) y me dijo “Oh vaya una pregunta política”. Le especifiqué que mis intereses eran en la rivalidad musical y no política, debido al hecho de que muchas bandas aluden que en Madrid no hay infraestructura para conciertos. Nick nos echó un capote y tiró de las experiencias previas de la banda en la ciudad, rememorando lugares como el reconvertido rockodromo de la Casa de Campo. Igualmente me dijo que entre Madrid y Barcelona, de forma muy diplomática dijo: “Tonight: Madrid”, a lo que le dije yo, que claro, igual que su último disco se llama “Tonight: Franz Ferdinand”, pues “Tonight: Madrid”; nueva carcajada de Nick que miraba con impaciencia a la puerta de vestuario, a lo que le dije que si Alex iba a quedarse a dormir dentro.

Tras unos minutos y cuando parecía que Alex ya iba a salir, el resto de los componentes enfilaban camino hacía una furgoneta de cristales tintados, que les llevaría al garito de turno para la correspondiente fiesta. Me sorprendió sobremanera que Nick, que ya andaba algo alejado de mi, se acercara unos metros expresamente para despedirse aludiendo que ya se tenían que ir y que había sido un placer charlar conmigo. Igualmente le agradecí su gentileza, simpatía y cercanía.

Tras esto, ya se veía a lo lejos del túnel que Alex salía de las entrañas del Palacio. En esta ocasión las 15 personas que andábamos por allí, parecieron multiplicarse por 3. Kapranos que salió diciendo en alto: “¡hola a todos! ¿Qué tal gente?”, terminó viéndose superado por las circunstancias y duró entre la nube de gente más o menos 3 minutos. Básicamente esto fue porque un grupo de tipos, que iban algo kurdas, se hicieron una foto con él en grupo y uno de ellos le besó el hombro, con lo que Alex se quedó a cuadros. Lo único que pude hacer es darle la mano, la enhorabuena y hacerme una foto con él, en la cual se aprecia el nerviosismo de Kapranos que ni siquiera pudo mirar a la cámara, porque estaba más preocupado de su integridad y de lo que sucedía a su alrededor que de otros detalles. Tras de mi, atendió a unas chicas más y se dirigió a ritmo presuroso hacia la furgoneta donde le esperaban sus compañeros al grito de “Gracias, nos vemos la próxima vez”. Conclusiones: Franz Ferdinand hicieron saltar la banca y pusieron patas arriba el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. Escudados en un set list sin fisuras, bien organizado y estructurado, y ello sumado a las ganas de comerse el mundo con las que el grupo salió al escenario, dio como resultado un concierto que rozó la perfección, por no decir que hizo diana en ella. Hora y media de concierto que rebosó energía, intensidad, y baile, ya que las canciones de la banda cumplen perfectamente la misión que se encomendaron estos chicos cuando empezaron de hacer bailar a la gente (especialmente a las chicas como ellos mismos decían). La acústica no la noté tan perfecta como con The Killers, aún así fue bastante bueno el sonido conseguido. La iluminación fue bastante tenue, predominando las luces verdes y rojas para iluminar a los Ferdinand. Mando Diao fue lo más intenso de la noche y rayaron a un aceptable nivel, un poco recordándome al papel de Kasabian en aquel Pepeworld como plato previo a The Killers. Kissogram puso el toque minimalista a la noche y el momento más underground del evento. El resultado lo califico de muy satisfactorio.

Queriendo ahondar en ese duelo que he creado entre los escoceses y los de Las Vegas, abordaré en estos últimos párrafos la comparativa y resultado tras haber asistido a los 2 conciertos con una separación de 10 días. Utilizando símiles deportivos, podría decir que los Franz Ferdinand han conseguido una victoria trabajada y muy ajustada a los puntos sobre The Killers. En términos futbolísticos, el resultado sería un 4-3 a favor de los escoceses. Paso a explicarles esta percepción: la sensación principal que me quedó tras el concierto de The Killers es emoción; por otro lado, con los Ferdinand lo que te reporta es adrenalina y energía. Cierto es que Brandon en el escenario, al estar más liberado que Kapranos de los instrumentos, siempre ofrece un mayor espectáculo visual y cada vez se desenvuelve mejor en las tablas con unos movimientos, bailes, saltos y gestos que tienen un encanto irresistible. El bueno de Alex está supeditado a la guitarra y tiene menos capacidad lógica de movimiento, lo cual se ve contrarestado por el cable inestimable que le echa su amigo Nick McCarthy situado a su derecha. Sin embargo, la falta de tino por parte de The Killers en el listado de canciones y el orden escogido, supuso que los Ferdinand aprovecharan el único punto débil que mostraron los de Las Vegas en el Palacio de los Deportes y les barrieran literalmente en ese apartado. El comienzo con “The fallen” y “The dark of the matinee”, pone en clara evidencia a “Human” y “This is your life” que fue lo escogido por los Killers. Igualmente dejar fuera “Losing touch” es imperdonable, y sin embargo, la ausencia de “Darts of pleasure” tampoco se hizo notar demasiado.

Franz Ferdinand se han adjudicado el partido de ida, por mucho que los Killers se adelantaran en el marcador por el simple hecho de ser los primeros en tocar. Todo esto se lo está diciendo un tipo que es aficionado de The Killers antes que de Franz Ferdinand; espero que esto sirva para que esta conclusión tenga una mayor validez, ya que lo subjetivo en este caso jugaría a favor de Brandon Flowers y sus compañeros.

No obstante, la victoria no ha sido por goleada ni mucho menos y aquí no hay un derrotado, ya que de ambos conciertos se saca en meridiana conclusión que ambos cuartetos van a dominar el panorama musical en los próximos años. Es muy posible que en breve las 2 bandas engullan a los Coldplay de Chris Martin, a no ser que el buen marido de Gwyneth Paltrow espabile y retome los momentos de inspiración suprema que abandonó tras firmar “A Rush Of Blood To The Head” (salvo el impagable ajuste de “Computer love” de Kraftwerk convertida en “Talk” del irregular “X & Y”).

Envidio profundamente a aquellos aficionados que tendrán la ocasión de ver el “partido de vuelta” en el FIB de este año. Ahora mismo no caigo en los días que tocan cada grupo en el municipio castellonense, pero si ninguno tocara el sábado, me moriría de ganas por una reedición de la sucursal del festival en Madrid, que el año pasado se tituló Saturday Night Fiber, en la que estuvieran seguidos en escena los 2 grupos. El verano dictará sentencia y dispondrá cuál de las 2 bandas queda (de forma general, siempre habrá unos que piensen una cosa y otros otra) por delante de la otra. Cierro el presente artículo mandando un saludo a Rober, Miguel, Rubén y el resto de amigos que conocimos en el evento que acabo de comentarles (precisamente algunos de ellos estarán en julio en Benicassim). Espero que en futuros conciertos podamos volver a encontrarnos. Al resto, espero que hayan disfrutado la crónica.
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2006 Casiotone For The Painfully Alone - Etiquette

Ésta es una de esas semanas en las que pretendo acercarles grupos o proyectos que no están en el disparadero del panorama musical mundial y que difícilmente conocerán. Aquí, aunque principalmente lo que busco semana tras semana es rescatar discos que ya fueron editados hace tiempo y no están de actualidad, para que no pasen al olvido y les podamos quitar un poco el polvo que acumulan, también hay algunas ocasiones en las que me apetece presentarles obras, que solamente la casualidad puede hacer que lleguen a ellas.

Y con Casiotone For The Painfully Alone, en parte me sucedió así. Fue allá hace 2 años y medio cuando a finales de 2006 un eventual compañero de trabajo, tuvo a muy bien grabarme en un cd una recopilación de varios discos, tras haber tenido algunas charlas sobre música en los descansos de jornada. Entre las joyas que me incluyó se encontraban el “Writer’s Block” de Peter, Bjorn And John con su “Young folks” de irresistibles silbidos y también estaba el disco en solitario de Thom Yorke de Radiohead.

Sin embargo, al poner el disco a reproducir en el ordenador, si seguías el orden que se había recogido al grabar el cd, lo primero que te encontrabas era “Etiquette” de un grupo llamado Casiotone For The Painfully Alone. Resultó al final que el álbum más valioso con diferencia que se incluía era éste, y no porque sus compañeros de cd fueran de dudosa calidad; no, por ahí no van los tiros.

Les confieso que desde entonces es de los discos que más me han impactado y calado, y eso que ya va para 3 años de aquello. Les introduciré brevemente antes de pasar a revisarlo. Tras el nombre de Casiotone For The Painfully Alone, a partir de ahora CFTPA, se esconde Owen Ashworth, un chico de 29 años del estado de Illinois de EEUU, que a base de sus numerosos teclados Casio (el propio nombre del grupo lo indica) y sus sintetizadores, crea las melodías ajustadas a las historias de amor, experiencias vitales y situaciones cotidianas que describe en sus letras.

En 2006 CFTPA contaba con 2 discos editados. Su anterior trabajo “Twinkle Echo” ya había contado con alguna canción realmente buena como “Tobby, take a bow”, en la cual Owen homenajea en la letra a sus admirados The Smiths. Sin embargo el sonido del disco y la producción seguían siendo extremadamente limitados, asociados a un proyecto bastante underground. Las melodías seguían corriendo a cargo principalmente del entramado de teclados y efectos de sintetizadores creados por Owen.

Sería con la edición de “Etiquette” donde veríamos un salto cualitativo. Este disco tiene una producción mucho mejor que los trabajos anteriores y las melodías son mucho más elaboradas, aunque no pierden ni un ápice del regusto tan entrañable que desprende Ashworth. Igualmente Owen se valdría de la acertada cantante Jenn Herbinson para que le supliera en algunas canciones, que se ajustan perfectamente al agudo tono de esta chica. Procedamos a adentrarnos en “Etiquette” de la misma forma que si iniciaramos un viaje por una tierra desconocida. Descubramos qué sorpresas nos depara la travesía.

De forma aséptica, la propia Herbinson nos introduce el disco en una pista de 5 segundos. Por si hay dudas se nos dice “estás escuchando “Etiquette” de Casiotone For The Painfully Alone”. Curiosa forma de empezar un disco. Una presentación en toda regla, para dar paso a Owen en la primera canción “New year’s kiss”. Respecto a trabajos anteriores de CFTPA ya se ve un cambio de registro y que estará muy marcado en todo el disco, que es la utilización del sonido de piano clásico en detrimento de las melodías sintetizadas de los teclados, las cuales pasan a un segundo plano de base o soporte en esta canción. Un punto de madurez, coherencia y evolución, que pone de manifiesto un mayor empaque y elaboración. Owen en la mayoría de sus composiciones destila una cierta melancolía, pero aquí si cabe se hace más que evidente en su registro. Su grave voz puede recordarnos a veces a la de Leonard Cohen, más que nada por la forma en la que Owen relata sus historias. Eso sí, la voz de Ashworth no alcanza una textura tan extremadamente grave como la del autor de “Suzanne”. A continuación se abre paso al núcleo duro y potente del disco, compuesto por las canciones más pegadizas de la obra. 4 pistas que destacan por su luminosidad y por su sonido tan rítmico y electrónico. Quizás también son las más genuinas del sonido CFTPA heredero de “Twinkle Echo”. Esta parte se inicia con “Young shields”. Una latente melodía sostenida con un muro de sonido sin fisuras, en la que Owen trata la historia de una pareja que marcha del hogar y a la que precisamente las cosas no les van fáciles: “envié una carta a mis padres que decía, “padres, el dinero se ha acabado”; recibí una carta de mis padres, no decían nada en particular…”. Es uno de los temas indies más acertados que he escuchado nunca y no por ello deja de ser una canción que hasta sonaría estupenda en cualquier radiofórmula. Incluso si tuviera videoclip, podría no desentonar en el canal Kiss Tv, en el cual de vez en cuando te ponen videos de grupos que tampoco es que estén a la cabeza de la comercialidad ramplona. No sé hasta qué punto ustedes acceden a la totalidad de los discos propuestos, o si tras leer la crónica únicamente cogen las 2 o 3 canciones que más destaco y escuchan solamente esas pistas. En ese último supuesto, esta sería la canción que les recomendaría que extrajeran del conjunto. Intensa, emocional, y con una contenida desesperación estupendamente transmitida por Owen en su interpretación vocal. Tras ese final con esa parte tan atronadora, se da paso a la más relajada “I love Creedence”, con una sencilla melodía muy al uso de los anteriores trabajos de CFTPA. Aquí lo que se plantea es una historia de una pareja, Creedence Clearwater Wright y Elodie Eye que “fueron uña y carne desde su clase de la Percy Elementary de 1985”. A ratos puede suponer el guión de una road movie y la subsanación de los obstáculos que aparezcan de las formas más evidentes: “vendí mi violín para que así lo tuvieramos todo más fácil, Elle recibió el dinero de su abuelo cuando éste murió”. No obstante, y tras esos felices años al lado de Elle, que “fue la única junto a mi padre que me dijo “te quiero Creedence””, la rutina y el oscurantismo propio de una vida alejado de Elle aparecen cuando a Creedence le toca “trabajar a una hora en autobús en cada sentido, copiando cartas para un abogado… es estúpido, pero paga bien”. La melodía de sintetizadores es lineal y casi hipnotizante y solo algunos de ellos, a modo de percusión, rompen la monotonía. Es Owen y la narración de esta pareja la que hace de forma casi increíble que la canción no resulte para nada aburrida. Uno de los momentos más claros de techno pop lo supone “Nashville parthenon”. Otra vez una historia de amor que se acabó y la negativa al olvido de la misma por una de las partes, que vive en el deseo de que ella regrese a Nashville. Algunos teclados de cierto sonido tropical dan a la canción una cálida sensación. Owen se recrea en rememorar la historia: “recuerda la primera vez que nos besamos, recuerda cuando tu madre nos pilló…”. Es sin duda una carta que el personaje escribe a su antiguo amor: “si alguna vez vuelves a Nashville recuerda que siempre tendrás un amigo. Nos encontraríamos en el parthenon, que era el sitio al que siempre íbamos…”. La voz de Owen suena sintetizada y ayuda a crear el efecto de carta escrita que he mencionado. La siguiente canción es la única que a ratos ha conseguido traspasar la barrera de lo minoritario/indie. “Scattered pearls” está cantada de forma animosa por Jenn Herbinson, que aquí hace su aparición estelar tras esa presentación del comienzo. Se nos narra la cotidiana situación de una chica que se va a una discoteca a bailar con el collar de su abuela, para estar más guapa, y que por un lance desafortunado en la pista de baile, las perlas del mismo se desparraman por la discoteca, encontrando 7 de las perlas únicamente. Como consecuencia, el sufrimiento descrito, en el cual la protagonista narra sus temores en el bus de vuelta a casa, pensando lo que le iba a decir a su madre al día siguiente: “Madre no llores, sólo son perlas”. Dedicado a las chicas que siguen el blog y que sean de Madrid, por poner un ejemplo: imaginaos que salís de marcha por Huertas os pasa algo así y luego al coger el búho en Cibeles con vuestras amigas os lamentáis de haber salido ya que “todavía habría perlas en el collar, no olería a humo y todavía tendría el dinero que me gasté en bebida”. Cercano, ¿no? Es el instante más bailable y junto a la remarcada “Young shields” es otro de los “debe” que incluye sin posibilidad de réplica “Etiquette”. Chocante es el cambio de registro a un sonido aflautado y hippie en “Happy mother’s day” interpretado por otro artista invitado masculino, Sam Mickens. Apenas dura un minuto. Tras esto se da paso a la percusiva “Bobby Holly”, de la que se encarga otra voz femenina, Katy Davidson, que acompañada por unos graves y traseros coros de Owen, acapara el protagonismo vocal del corte. Es una canción bastante luminosa y con algún momento álgido cuando entran a dúo Owen y Katy. “Cold white Christmas” es como la 2ª parte, o mejor dicho, 1ª parte en relación a la anterior “New year’s kiss”, ya que estructuralmente y en el apartado sonoro son prácticamente herederas. Quizás ésta tiene un sonido más cálido y hogareño. “Bobby Malone” es la primera parte del combo de mayor malditismo, decaimiento, oscurantismo y sordidez en la forma de cantar de Owen que tiene “Etiquette”. La otra parte la supone “Don’t they have payphones wherever they were last night”, que es la canción más oscura y decadente de todo el disco, con Ashworth alcanzando su mayor gravedad vocal. En lo instrumental se compone de una melancólica y triste melodía de piano, conformando el tema de carácter más clásico del disco, ya que los sonidos sintetizados no hacen ni siquiera acto de aparición. El resto se compone de una base rítmica igualmente decadente y pausada a base de bajo y batería. Apenas 2 minutos de duración con un sonido nocturno, sombrío y lúgubre para dar paso al epílogo agridulce que viene de la mano de Jenn Herbinson. “Love connection” no se puede concebir interpretada por Owen, aunque en sus actuaciones en directo no le queda otra, ya que sometida a la dirección vocal de Jenn el tema destila una sutil sensualidad, que a ratos resulta irresistible. No sé si una de las frases finales en las que se dice “algunas cosas es mejor no decirlas”, es otro guiño de Owen a grupos de su infancia y en este caso a Daryl Hall & John Oates.

Hablar de éxito y repercusión del disco aquí sobra. Estamos hablando de un proyecto básicamente underground, lejos del mainstream, y me doy con un canto en los dientes si alguno ha escuchado por ahí “Scattered pearls”, de la cual alguien me dijo que la había oído en un anuncio de una cadena de tv.

La portada del disco está en la tónica habitual de dibujos que conforman la trayectoria habitual de la discografía de CFTPA. Es un cuadro, supongo que a base de acuarela por el carácter acuoso del mismo, en el que un cocodrilo aparece sentado a tomar el té en mitad de un prado con una mujer. Puede sintetizar de alguna forma la sensibilidad que desprenden las composiciones de Ashworth.

Es curioso que cuando escuché el disco, unas 2 semanas antes CFTPA había tocado en la sala Neu!-Galileo Galilei, de cuyo espectáculo en el portal youtube.com se pueden encontrar hasta 5 fragmentos en bastante buena calidad de imagen/sonido. He llegado a contactar con Owen Ashworth en persona, ya que tuve ocasión de conseguir su e-mail personal. De esa forma, tuve la ocasión de intercambiar algunas impresiones musicales con este interesante personaje del underground estadounidense.

Owen me confirmó sus preferencias musicales, destacando entre ellas a mis admirados Talk Talk. Igualmente me comentó que le gustaría volver de gira por nuestro país, si bien es cierto que para la gira de presentación de su siguiente disco, que saldrá en unas semanas a la venta, de momento no ha incluido ninguna fecha en España. Hay que decir que en su página ponía que más fechas están pendientes de confirmarse y añadirse.

En caso de que CFTPA decida venir de gira, les recomiendo que vayan a verle. Supongo que su espectáculo costará alrededor de 10 euros y son de esas actuaciones cercanas, que por dicho precio te pueden resultar agradables. Las mismas se componen de Owen tremendamente atareado entre sus teclados y sintetizadores, con el micrófono a mano para poder cantar sus letras. No se esperen un espectáculo de luces sonido y a Owen dando botes por el escenario. El show es minimalista hasta límites insospechados.

A la espera de lo que será su siguiente disco, “Etiquette” ya se puede considerar algo más que un proyecto indie. Las críticas, aparte de la que un servidor les expone hoy, que existen por la red son bastante favorables. La elaboración de las canciones, la mayor diversidad del sonido a lo largo de todo el álbum respecto a obras anteriores y la colaboración acertada de Jenn Herbinson, conforman una obra muy interesante. Crea una sensación entrañable, cercana y con la que fácilmente podemos empatizar a través de las situaciones que Owen nos describe.

Por el simple hecho de incluir piezas tan válidas como “Young shields” y “Scattered pearls”, “Etiquette” ya merece la pena; no obstante, el resto de canciones son igualmente aceptables y supongo que lo habrán apreciado en el detalle de que hoy no he hecho referencia a la “canción más floja” dentro del disco. Espero que se animen a realizar este viaje a través del universo y atmósfera que crea Owen Ashworth en su proyecto y que de vez en cuando se dignen a visitar el Partenón de Nashville.
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sábado, 4 de abril de 2009

1996 Los Sencillos - Los Sencillos

Con el consecuente cansancio proveniente del concierto de Franz Ferdinand de hace unas escasas horas, aquí llego a nuestra cita habitual. Evidentemente, la crónica del espectáculo que acabo de vivir se publicará la siguiente semana, con lo que pasemos a centrarnos en la obra que rescatamos hoy. Eso sí, les anticipo que lo que se vivió en el Palacio de los Deportes anoche fue apabullante; en breve les hablaré de ello. A lo que vamos, hace ya un tiempo que tenemos bastante abandonado el panorama patrio, con lo que hoy analizaremos un disco de un grupo español.

El grupo que escogemos para esta semana, es la formación que lideraba Miqui Puig. Los Sencillos eran un grupo de 5 chavales de Barcelona que surgieron a finales de los 80. El primer disco que editaron allá por 1990 tuvo ya una buena recepción. Se titulaba “De Placer!” e incluía clásicos como “Mala mujer” o “No, por eso no”, recordada por su videoclip, que a la par que nos mostraba a Miqui Puig, como mod que es, montado en una scooter, también contaba con la aparición de un joven Javier Bardem.

No obstante, el verdadero éxito de Los Sencillos lo reportaría el disco “Encasadenadie”, editado en 1992 y que contenía el verdadero inmortal del grupo: “Bonito es”. Es probable que ésta sea la única canción que muchos ustedes conozcan de la banda o, mejor dicho, que asocien a la banda. Sin embargo otras canciones como las citadas del primer disco o “Buena puntería” del álbum “Seres Positivos”, también les sonarán perfectamente.

He escogido de la carrera de Los Sencillos su disco homónimo del año 1996 y que por otro lado, sería el último que grabarían los componentes originales de la banda; es decir, Francesc Pascua encargado de los teclados, Albert Mallorca a la batería, Maria Roch al bajo, Germán Ycobalzeta a la guitarra y Miqui Puig como líder y cantante.

El disco abre con “Se fuerza la máquina”. Un homenaje al esfuerzo y trabajo que se esconde detrás de la actividad de un apasionado grupo musical, eso sí, llevado al extremo: “Se fuerza la máquina, de noche y de día y el cantante con los músicos se juega la vida…”. En lo instrumental, destacan los primeros acordes de sonido rumbero, para luego progresar hacia un sonido que te transporta a finales de los 70. “Poco loco” deja de un lado el ritmo bailable de la primera pista. Es un tema mucho más relajado, en el que Miqui se gusta especialmente al micrófono; a ratos alcanza matices sensuales y galantes, como por ejemplo cuando dice “puedo ser drácula para Winona, un cohete para Tintín…”. “Rómpelo” adopta nuevamente un enfoque más desenfadado y animado. Los Sencillos recuperan aquí esos coros que tan bien les habían funcionado en tiempos pasados como por ejemplo en “No, por eso no”. Se establece un diálogo entre Miqui y los coros. La letra va por los derroteros habituales que utiliza Miqui derivados de las dificultades y las turbulencias de las relaciones amorosas. “Nada es como lo ves” fue un single adelantado varios meses a la publicación del disco, si no recuerdo mal. Un tema funk muy interesante, oscilante, bailable y delicioso. Las secciones de metales de vientos utilizados y los teclados setenteros que lo acompañan consiguen una melodía muy pegadiza. Miqui se relaja y se recrea a lo largo de toda la canción. No sé porqué me gusta especialmente la frase “sé que entiendo suelo cada vez que dices miedo”. Quizás sea uno de los mejores instantes del disco, aunque se recuerde más “Abre tu mente” que esta canción a nivel colectivo, a pesar de su condición de single de aperitivo. Los Sencillos nos quieren hacer bailar, pero como se demuestra en el sonido de esta canción, no están dispuesto a conseguirlo a cualquier precio, sino utilizando un sonido exquisito y muy elaborado. Tras tanto ritmo, se llega a “2 minutos de gloria”, que cambia de tercio para afrontar un sonido más pausado, todavía haciendo uso de ciertos arreglos de viento. “Cada día es su día” es mi preferida de largo del disco. De sonido nocturno y serio, con una acertada guitarra eléctrica y Puig en su mejor momento vocal de todo el disco, esta canción tiene un estribillo juguetón: “Hoy, ayer, mañana; cada día es su día y cada día un día más… Ooooootra vez”. Viene a poner de manifiesto que, dejando de lado el lado amable y alegre que solían aplicar, Los Sencillos si querían ponerse más serios y reflexivos lo sabían hacer magistralmente. “Mi amiga la sirena” como dice la misma canción “vuelve a la orilla” en la que solía moverse el grupo. Quizás por la letra y en parte por su sonido, es la pista más veraniega de todo el disco, sobre todo por la percusión utilizada en la misma. “Mediodía en la tierra” es una canción de sabor gamberro, sobre todo por la entonación chulesca que utiliza Miqui. Los coros infantiles en plan coral que tiene, le dan un toque muy peculiar. De los instantes más cercanos al sonido “Madchester” y los Happy Mondays del disco. Una de las acertadas influencias y ecos que desprende el disco “Los Sencillos”, aquí y en la canción de cierre “Abre tu mente”, aunque yo creo que en “Mediodía en la tierra” se ve de forma más clara. “Spiderman” es una simpática canción con una disparatada letra en homenaje al personaje de cómic, y me quedo con el sonido grave del “Yo quiero ser, yo quiero ser, yo quiero ser” del estribillo que desemboca en un “¡Spiderman!” desaforado de Miqui. En lo sonoro, la canción destaca por sus teclados setenteros y la guitarra de corte funky que recorre casi toda su duración. “Abre tu mente” es la elegida para dar carpetazo al disco. Está inteligentemente colocada para dejar un buen sabor de boca y de resonancia, ya que la canción es quizás el single más recordado del álbum. Nuevamente asociada al sonido de Manchester de finales de los 80 y comienzos de los 90, el video que se grabó para la ocasión es reminiscente del “Give it away” de Red Hot Chili Peppers y vemos a Miqui con una imposible peluca en la cabeza y con los ojos pintados en los párpados.

“Los Sencillos” podría decirse que fuera el último trabajo de Los Sencillos propiamente dicho. Me explico. A pesar de que en 1997 viera la luz “Bultacos Y Montesas” y que en 1999 se editara “Colección De Favoritas”, sería este trabajo el que supondría el punto y final a la actividad conjunta de la formación completa y clásica de los Sencillos; es decir, la compuesta por Puig, Ycobalzeta, Mallorca, Pascua y Roch. En “Bultacos Y Montesas” ya solo quedaría de los miembros originales junto a Puig (y tampoco estoy seguro al 100%) Albert Mallorca.

El siguiente lp tendría otro éxito en formato de single, claramente oportunista, que viene a demostrar la inteligencia de Puig. Me refiero al tema “Phutbol” en claro homenaje a la fiebre que existía en aquella época por el deporte rey en nuestro país, que incluso llevaba a tener jornada de liga los lunes por la noche de forma televisada.

Tras este punto, el éxito comercial de Los Sencillos vendría decayendo, a pesar de que el nivel de las composiciones que conforman “Colección De Favoritas” raya a un altísimo nivel. Sin ir más lejos cito “Todo va bien” o “Drama” como ejemplos inmediatos. Esta edición ya se podría considerar el primer disco en solitario de Puig, aunque todavía acuñara el término de Los Sencillos.

En 2002 se hizo tristemente oficial la separación del grupo y Miqui continuó su carrera en solitario con 2 discos de estudio igualmente apañados como fue “Casualidades” de 2004 e “Impar” del pasado año, del que destaco animosamente la canción “Miqui contra el mundo”. También hubo tiempo para que en 2007 se editara en formato cd y dvd un concierto conmemorativo de la trayectoria musical de Puig titulado “Miope”.

Miqui desde los últimos coletazos de Los Sencillos ya ha venido colaborando de distintas formas en los medios, desde su aparición en el jurado de las primeras ediciones de “Lluvia de estrellas” en Antena 3 Tv cuando lo presentaba Bertín Osborne, hasta sus recientes participaciones como jurado en varios talent shows como “Factor X” o “Tienes talento”, dando rienda suelta a su lado más crítico, ácido y menos amable. Digo esto porque he tenido ocasión de hablar en 2 ocasiones con Miqui, una en un previo de concierto y otra en un post concierto, y es un tipo muy cercano, simpático y amable.

Vamos al apartado de conclusiones o reflexiones, que siempre me gusta dejarles, más allá de la exposición o presentación del disco. El propio título del blog lo indica; aquí busco que a parte de que se deleiten con la música, les dé algo para pensar y exprimirla al máximo. La idea que les planteo hoy, va relacionada con la posición que ocupaban Los Sencillos a nivel nacional dentro de la música. Me da por pensar que es un grupo que era demasiado indie para ser comercial y que a su vez era demasiado comercial para ser indie.

Con esta percepción, Los Sencillos estaban en un territorio de nadie, en el que su posición no se consiguió afianzar lo suficiente, como sí que pasó por ejemplo con La Unión a nivel más comercial o como sucede con Sr. Chinarro a nivel más underground e independiente. Sin embargo, Miqui, como él mismo afirma, igual que es odiado por muchos, también es admirado por bastantes que han sido víctimas de su carisma.

En la actualidad Puig sigue con su carrera en solitario y del resto de la formación clásica, según me pudo contar el propio Miqui ante mi curiosidad, ninguno sigue en el mundo de la música. En sus repertorios de conciertos, la última vez que vi pude hablar con Miqui al final de su concierto de la Sala Galileo, me comentó que estaba pensando en cambiar radicalmente el set list de sus conciertos y que algunas de las canciones que venía tocando últimamente, quizás no las volviera a tocar. Recientemente he tenido noticias de que se planea la reedición de todos los discos de Los Sencillos. Será una suerte, porque el disco hoy expuesto está descatalogado y no sé muy bien como podrán dar con él.

Además de su carrera de cantante, y sus colaboraciones televisivas, Miqui es un reputadísimo Dj y ha llegado a ser el encargado de pinchar discos en fiestas bastante selectas. Lo que hoy hemos abordado, es uno de los excelentes discos que editó al frente de Los Sencillos en los años 90, y por otro lado la banda sonora perfecta de la Barcelona de mediados de la pasada década, al menos para mi por los viajes que realicé a la Ciudad Condal en aquella época. Supone un cambio respecto al sonido que Los Sencillos habían desarrollado en sus 3 primeras entregas, girando hacia unas influencias más propias de la década de los 70, que de los años 60. Termino hoy con un juego de palabras muy venido al caso: abran su mente a Los Sencillos, porque nada es como lo ven.
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