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sábado, 30 de agosto de 2008

26-08-2008. Concierto Danza Invisible. Alcalá de Henares

Coincidiendo con las fiestas del municipio, el ayuntamiento de Alcalá de Henares tuvo a bien contratar a Danza Invisible para amenizar una de las noches de la plaza Cervantes del programa de eventos. Dicha decisión por parte de la organización se puede considerar un acierto, ya que estos malagueños tienen un directo excelente. Desde que Paloma Chamorro introdujo a la banda en su mítico programa “La Edad de Oro” diciendo que tenían el mejor directo de la época, son muchas las personas que han alabado el proceder de estos chicos cuando se suben a un escenario. Sin ir más lejos en la página web de las fiestas de Alcalá se ponía de manifiesto y como acicate el buen hacer en las tablas de los Danza. Yo no seré menos y les puedo asegurar que es un privilegio que esta banda, que tiene tan dilatada trayectoria, siga en activo regalándonos sus actuaciones en directo.

Había tenido ocasión, poco antes de iniciar esta guía musical, de ver a Danza Invisible el 13 de junio de este mismo año en un improvisado escenario en mitad de una calle en las fiestas del barrio de Moratalaz de Madrid. Previamente, la única actuación que había visto de Javier Ojeda y sus secuaces fue en las fiestas del barrio de Chamberí en pleno centro de Madrid, en un concierto que en pleno verano, sábado 15 de julio de 2006, se vio amenazado de suspensión por una pequeña tormenta, pero que, con algo de retraso por las inclemencias meteorológicas, finalmente pudo celebrarse. Aquel día quedé muy satisfecho de lo que había visto. Curiosamente era la primera vez que veía un concierto de Danza Invisible, a pesar de haber tenido en cuenta su música desde comienzos de la década de los 90 (la época de “Clima Raro”, creo recordar). Supongo que será consecuencia del acceso a internet y que en su página se informe perfectamente de sus actuaciones, cosa que antes no tenía posibilidad de ningún tipo de acceso a la red y por el municipio donde resido, por lo menos en la última década no me suena que hayan venido (quizás tiempo atrás sí, pero bueno).

Este martes no tenía “partenaire” para ir al concierto. Aún así decidí coger el coche e irme solo a la ciudad complutense para ver el show, ya que por los mismos motivos personales que me impidieron igualmente publicar una nueva entrada en 16 de agosto, no pude ir al concierto que dieron en la plaza de las Vistillas de Madrid el día 12 de este mes. Tras unas cuantas vueltas buscando sitio para aparcar en esta caótica ciudad, en lo que aparcamiento/tráfico se refiere, llegué a la plaza Cervantes media hora antes de la hora de inicio del show. Para entonces ya se podía ver al llamado “sargento furia” para la ocasión por Javier Ojeda o “el hombre de piedra” en el disco en directo “Al Compás De La Banda”, Manolo Rubio, muy aplicado ajustando las tuercas en su zona de dominio del escenario. Decir, que para esta ocasión había congregada bastante más gente que en el concierto que dieron en el barrio de Pavones en el pasado mes de junio, pudiéndose decir que la zona de la plaza de Cervantes reservada para el concierto estaba a rebosar.

A las 23.05h parecía que el concierto se iniciaba. Con la intro a base de la instrumentación de “10 razones para vivir” se daba comienzo al show, pero por lo visto algo funcionaba mal en el amplificador de Antonio Luís Gil, el cual no se encontraba a gusto con el sonido que se generaba. Los técnicos de sonido en compañía de Antonio estuvieron cosa de 7 minutos intentando arreglar el fallo detectado, para así dejar que un excelente guitarrista como Antonio Luís Gil pueda sonar como es debido. Desde mi primera fila se podía ver en un lateral a un impacientísimo Javier Ojeda que, con el rebosamiento habitual de adrenalina que tiene cuando sube a un escenario, estaba que se subía por las paredes. Los chicos arrancaron con “La estanquera del puerto” y desde el primer momento se pudo comprobar la fiesta y alegría que van de la mano en las actuaciones de esta formación.

Igualmente, como es habitual en las críticas de los conciertos, no les voy a describir una a una y cronológicamente según el orden de salida todas las canciones, sino que me dedicaré a mencionarles los momentos cumbres, lo más objetivamente posible, del concierto y por otro lado los que personalmente me gusten más. Sirva esta explicación para posteriores crónicas de conciertos a los que acuda que publique.

Mención especial y un agradecimiento por mi parte se merece el hecho de que del magnífico “Música De Contrabando” de 1986 se extrajeran 4 canciones para la ocasión. Advertirles que, para dar paso a algún disco de música española, este citado “Música De Contrabando” será objeto de revisión en un futuro. “Agua sin sueño”, fue la primera de dicho álbum que hizo acto de presencia. En este momento, Javier buscó en el público al habitual colaborador y amigo de la banda, el percusionista Gino Pavone, el cual con una mano medio lesionada se subió para ayudar en el presente tema y en gran parte de lo que quedaba del concierto. Este corte supone un momento de calma dentro de la vertiginosidad habitual que aporta Danza Invisible en sus conciertos y le permite a Javi descansar un poquito de sus carreras, bailes, brincos, ataques de histeria y otras más cosas que hacen que Dave Gahan de Depeche Mode parezca un vegetal comparado con el cantante de Danza. La canción se introdujo por parte del sr. Ojeda como “un clásico de Danza de los años 80, o un semiclásico. Una buena canción en definitiva, es lo que nosotros pensamos”. Razón no le falta, ya que es un tema semiacústico y relajado con una de las más enigmáticas y bellas letras de la historia de la banda. La parte final instrumental supuso el lucimiento personal a la guitarra eléctrica del sr. Gil, que a lo largo de todo el concierto se mantuvo, como es habitual, sesudamente concentrado en sus labores. También cayó “No habrá fiestas para mañana”, tocada a dúo por Manolo Rubio y Antonio Luís Gil con un Javier Ojeda mostrando su interpretación más sentida e intensa de la noche. Personalmente, resulta curiosa la anécdota de “Sin aliento”. Aprovechando un hueco entre canciones y estando en primerísima fila, se me ocurre pedir dicha canción. Javier se percató y se dirigió a mi diciéndome que después la tocarían. Llegado el momento, Javi dice que atendiendo mi petición tocarán sin aliento. Me preguntó el nombre para decir “en petición del amigo… tocamos sin aliento”. Sería que con todo el bullicio no me entendió y en lugar de Víctor (para el que no lo supiera todavía, ya sabe mi nombre) creyó escuchar Emilio (ya lo sabes tú también para la próxima, Javi) y yo para no liarle más al bueno de Ojeda le hice un gesto como diciendo “pues vale”. Tras ello y medio partido de risa dijo “al menos acaba en “o”, ¿no?” y yo le moví la mano como diciendo que más o menos. Tras esta simpática anécdota empezó la atronadora y muy intensa interpretación de “Sin aliento”. El muro de sonido creado en directo por estos muchachos es enorme, siendo muy importante dentro del mismo la línea de bajo a cargo de Chris Navas, y la intensidad de Javier al cantar es arrolladora. El otro tema escogido del disco de 1986 de la banda fue “En guerra”, uno de los temas más aguerridos y a cara de perro que tiene el álbum junto a la corrosiva “Espuelas”. Para la ocasión se introdujeron en los coros finales alguna variable de “Clima raro” para innovar algo.

Otro momento importante de la parte inicial del concierto fue una versión más movidita de “10 razones para vivir”, que ya de por sí introdujo Javier Ojeda advirtiendo alguna que otra variación sobre la original, más lenta y de sonido parecido vagamente a “Agua sin sueño”. No faltó “Sabor de amor” en la parte final del repertorio, aunque curiosamente quizás la gente vivió con mayor intensidad otras canciones, a pesar de que esta canción sea la más conocida de la banda a nivel generalista. “Catalina” contó con la colaboración por parte del público en los coros finales, perfectamente dirigidos y aleccionados por Javier Ojeda. “Naturaleza muerta” fue uno de los momentos más celebrados por todo el público y de los que se vivieron con mayor intensidad. Aunque si queremos hablar de intensidad tenemos que referirnos al tema que cerró el concierto. La actual versión que Danza hace de “El club del alcohol” me recuerda mucho a lo que hace también en sus directos Seguridad Social con “Comerranas”. Se aprovecha la parte media de la canción para hacer un cambio de rumbo e interpretar otras canciones en plan medley, para finalmente remontar la canción principal y terminar con ella. En este caso y cuando se volvió a “El club del alcohol” Javier Ojeda terminó el concierto de la forma más desaforada de las que le he visto en las 3 actuaciones que he tenido ocasión. Se bajó del escenario y corrió por delante de las vallas de seguridad que delimitaban al público y terminó subiéndose a una justo delante de mi para adentrarse desde la misma entre la audiencia.

Otras canciones escogidas para la noche fueron “A este lado de la carretera”, correcta adaptación de la banda del “Bright side of the road” de Van Morrison, “Por ahí se va”, “Dame más” y alguna que otra más. El track list fue muy parecido al del concierto en el inicio del período estival que les vi en el barrio de Pavones, con alguna variación como por ejemplo que en aquel se incluyó “A sudar” y sin embargo no recuerdo “En guerra”.

Tras el apoteósico final con el desboque absoluto de Javier en “El club del alcohol”, me di una vuelta por la parte trasera del escenario para, por lo menos, agradecerle a Javier el detalle de dirigirse a mi en directo para introducir “Sin aliento” y a poder ser hacerme alguna foto con algún componente del grupo, pero por lo visto el grupo se esfumó. Había una especie de estructura de parque donde suelen tocar orquestas y debajo como unos vestuarios, pero… allí no estaban. No sé si se abrieron paso entre la multitud de gente que había por la plaza y se dieron el piro de allí echando humo. De verdad, no sé como lo hicieron, pero en fin, otra vez será. Tras esto me dirigí por los lúgubres rincones de las callejuelas de un barrio cercano a la estación de tren de Alcalá de Henares donde había dejado mi humilde utilitario para coger la A-2 y tirar para casa con la satisfacción de haber visto un excelente concierto.

Moraleja de todo esto: Danza Invisible ya no es una banda de las que suelan cobrar por actuaciones, son un grupo que suelen ir a fiestas de pueblos contratados por los ayuntamientos y que cada verano se dan un amplio paseo por la geografía española. Les recomiendo que en el mes de abril echen un vistazo a su página web y miren los conciertos que tengan programados. Si se da el caso de que les coge alguno de los shows previstos cerca de donde vivan ustedes, no se lo piensen 2 veces y cojan el coche o el transporte público para ir a ver el concierto. Les diré otra cosa: un día hablando con un superior mío de mi trabajo de oficina, que tuvo la ocasión de verles en la etapa del Rockola, me dijo 2 cosas de Danza Invisible. La primera, literal de sus palabras, que en aquella época “eran una copia cruel de Simple Minds”, sin embargo me dijo que “por otro lado había que ver lo bien que tocaban”. Bueno, pues actualmente Danza Invisible ya no es una copia ni cruel ni no-cruel de Simple Minds, pero siguen tocando excelentemente y tienen un directo al alcance de muy pocas bandas, apoyado en un repertorio de sobra solvente. Pocas formaciones de su época siguen en activo y dando conciertos. Como les dijo un presentador de Localia en un programa especial de la Feria de Málaga de 2006 donde actuó el grupo: “sois un lujo”. Aprovechen y acudan a un concierto de Danza Invisible antes de que les dé la ralladura mental y decidan separarse definitivamente y nos quedemos sin ellos. Tocan bien, tienen canciones imprescindibles y además son simpáticos, divertidos y buena gente. Todo esto les garantiza que pasarán un rato agradable.
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1979 Talking Heads - Fear Of Music

Lo prometido es deuda y como ya advertí en el último artículo, iba a haber lugar para discos de otras épocas distintas a los 80. En el caso de hoy tampoco es que nos desviemos demasiado ya que estamos anclados en 1979, una de las fronteras de los 80, y hablamos de un grupo que dominó en dicha década, aunque su andadura comenzara en los 70.

Estamos frente a otra de mis debilidades musicales (¿4º lugar?, puede) y quizás su aparición en este blog se haya hecho esperar más de lo que hubiera debido. En todo caso, y como dice el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena y en esta ocasión más que buena es buenísima.

En 1979 Talking Heads reinaban en el ambiente del underground neoyorkino de la 2ª mitad de los años 70. La formación del grupo en este año, y a lo largo de toda su trayectoria, se componía de David Byrne como cantante y guitarrista, Chris Frantz a la batería, Tina Weymouth/Frantz (como quieran llamarla) al bajo y Jerry Harrison a la guitarra y teclados. Aceptamos el hecho de que en los orígenes más primitivos y embriónicos de la banda no estaba aún Jerry Harrison.

Tras sus 2 primeros discos se habían ganado un respeto. En este punto de tiempo, la relación de la banda con el ex-miembro de Roxy Music Brian Eno en las labores de producción vivía sus mejores momentos y estaba quizás en el punto más alto de la misma. Tras la grabación el año anterior del excelente “More Songs About Buildings And Food”, la banda afrontaba el siempre complicado hecho de la edición del 3er disco de estudio, prueba definitiva de toque para demostrar las intenciones de un grupo. En el anterior disco se había notado una mayor complejidad rítmica y de sonido respecto al disco de debut. No obstante, el máximo experimentalismo de la banda, muy propiciado por el sr. Eno, se alcanzará en el disco que continuará al que hoy analizamos. “Fear Of Music” prosigue la evolución del sonido de “More Songs…” para posteriormente llegar a la desembocadura en “Remain In Light”. Supone una trayectoria lógica de madurez, no exenta de dificultades sobre todo en la grabación del 4º disco de estudio y 3º de esta triada de discos producidos por Brian Eno.

El disco nos saluda de forma amable y desenfadada con “I Zimbra”. Rítmicamente esta canción se acerca a los sonidos de música africana que tanto excitaban a David Byrne por aquellos años, y nos adelanta aspectos abordados más a fondo en el siguiente disco. Líricamente… ejem, bueno, no hay gran cosa que comentar, ya que la canción es un claro ejercicio de dadaísmo al no tener letra inteligible propiamente dicha. Simplemente está inspirada en una obra llamada el “poema sin palabras” y viene a demostrar la asociación que siempre tuvo el grupo al arte de vanguardia. Reseñable es la colaboración en este corte de Robert Fripp y sus inestimables guitarras. La siguiente canción “Mind” es más ramplona en lo musical, al imponer un ritmo más lento que a ratos es hipnótico y oscilante. Característica relevante de esta canción y de la obra en completo, es la dirección vocal de Byrne. A ratos es exagerada, histriónica, bromista y humorística. David en este disco no se preocupa de una entonación vocalmente perfecta (y pocas veces lo ha hecho a lo largo de su carrera), y si le apetece ponerse a hacer un poco el payasete lo hace sin dudarlo. El retorcimiento vocal en el estribillo cuando dice “necesito algo para cambiar tu mente” y repite la palabra “mente” hace más que evidente este hecho, que se verá repetido en otros cortes del disco. A alguno que escuche el disco esto le parecerá horrible, a mí, personalmente, me gusta. Los temas abordados en gran parte del disco son sobre cosas banales y cotidianas. Sobre esta evidencia ya se burló la banda en el título del disco anterior, pero curiosamente esta peculiaridad de la banda se pone especialmente de manifiesto en este disco más que en ningún otro. Un claro ejemplo es “Paper”. El ritmo musical vuelve a ser más aturullado que el de la canción anterior y más vibrante y recargado. La vertiginosidad en lo instrumental sigue estando de manifiesto en “Cities”. Oscilante en el ritmo, David nos habla de ciudades como El Paso, Birmingham o Memphis y termina la canción repitiendo el estribillo de la misma con ese desboque vocal que utiliza en todo el disco, como ya les he mencionado. Es un corte pop excelente y que, al igual que hizo “I Zimbra”, nos invita a bailar de forma desenfadada y que por otro lado se nos presenta una cercanía al funk que abordará la banda en momentos posteriores. Curioso es que tras este acelerado y alegre corte nos encontremos con la canción más seria y sesuda del disco, tanto en la letra como en lo musical. En “Life During Wartime” David describe lo que puede ser la vida de un espía en tiempos de guerra y la austeridad vital que se impone en esos momentos dejando de un lado la diversión, plasmado en versos como “no hay tiempo para el Mudd Club o el CBGB, no tengo tiempo ahora para eso”, haciendo de paso un guiño al underground de New York del que ellos salieron, citando a 2 de los lugares emblemáticos de esos ambientes. Relevantes aquí son los teclados en el muro musical creado al respecto. “Memories can’t wait” supone el momento más siniestro y de mayor desasosiego del disco. Distorsiones de sonido y de voz hacen inquieto y poco amigable este corte, tarea inestimable de la mano de Brian Eno a los mandos de la producción. “Air” es otro de los momentos de excesos vocales de Byrne en el disco. La forma de entonar las palabras “faster” y “remember” es de lo más humorístico que nos podemos encontrar en un disco, que ya de por sí es bastante desenfadado. Reseñar que los coros de la canción corren a cargo de Tina Weymouth y sus hermanas (llamadas las Sweetbreathes). En este disco también hay sitio para una canción delicada. En tono de balada, “Heaven” supone el pasaje romántico del disco. En la misma, David nos describe un bar “al que todo el mundo intenta ir” y “en el que nunca pasa nada”. Las labores de producción de la mano de Eno hacen que la canción no tenga el enfoque baladístico abiertamente y esta impregnada de cierta imperfección vocal asociada a la vibración de la misma, para así conseguir el experimentalismo que se pretendía. Si desean escuchar la versión cristalina de la misma, les recomiendo que se hagan con “Stop Making Sense”, disco en directo de 1984 en el que “Heaven” se toca de forma acústica y que llega a poner el vello de punta. Como curiosidad, les diré que cuando vean por cuadragésima vez la película del director amigo de la banda Jonathan Demme “Philadelphia”, en la fiesta organizada en la parte final de la película se interpreta una versión de esta canción que no es nada desdeñable. Tras este precioso corte, se nos presenta “Animals” que comienza con una declaración de principios por parte de David Byrne “estoy loco y esto es un hecho”. Le creemos. En esta canción David da rienda suelta a su fobia por los animalitos y a describir sus vidas, enfocando las mismas como si de una burla hacia nosotros se tratara. Enrevesada musicalmente, termina de forma hipnótica con supervisión de pistas de audio. La letra alcanza momentos extremadamente hilarantes como “los animales creen que entiendes, confiar en ellos es un gran error, los animales quieren cambiar mi vida, ignoraré los consejos de los animales”… sobran los comentarios, ¿no? “Electric Guitar” supone nuevamente un momento de delirio letrístico. En esta canción de ritmo plomizo, se nos describe el atropello de una guitarra eléctrica en una autopista y el posterior juicio a dicha guitarra eléctrica por parte de un tribunal y un jurado, para llegar a la conclusión de que “alguien controla a la guitarra eléctrica” tras previamente haber determinado “afinar” y “nunca escuchar a la guitarra eléctrica”. “Drugs” es un lento y experimental tema con subidas de intensidad en la calma global de la duración del corte. En algunos conciertos, la canción adoptaba el título de “Electricity”, que no es otra que el nombre que pone el sr. Byrne a su experiencia con las drogas.

El disco supone un ejercicio de equilibrio entre el experimentalismo y la sencillez, por raro que esto parezca. Las maniobras y experimentos de Eno a la producción, enrevesando los sonidos del bajo de Tina, las guitarras de David y Jerry, los teclados de Jerry e incluso la voz de David, juegan con la sencillez lírica de los temas abordados en el disco, en el que se nos habla de ciudades, guitarras eléctricas, animalitos, drogas y del aire entre otras cosas.

“Fear Of Music” es un disco bastante asequible para escuchar. No se trata de una obra conceptual o de un disco de sonido compacto, sino más bien es una colección de canciones, que a ratos son bastante divertidas, irónicas y moviditas. “Remain In Light” supone un mayor enrevesamiento y es mucho menos desenfadado en su conjunto global que el disco que hoy hemos analizado. La variedad de sonidos de las canciones hace que sea un álbum muy completo, aunque evidentemente se pierda en el carácter compacto del mismo, apartado en el que ganan quizás el disco anterior y el posterior. La portada, oscura y con los títulos en un color azul verdoso enfermizo, no es nada más y nada menos que la recreación de una tapa de alcantarilla.

Después de este álbum, las cosas con Eno fueron a mal. Las triquiñuelas por parte del productor de hacerse con los mandos globales de la banda desembocaron en el cierre de colaboraciones tras la edición del emblemático “Remain In Light”. De paso, todo esto propició el inicio de las guerras internas entre Tina y David, que llevaron a comienzos de los 90 a la desintegración definitiva de la banda. Hasta su desaparición, el grupo editaría ejercicios de funky como el lp “Speaking In Tongues”, un disco en directo excepcional de la gira de este álbum como es “Stop Making Sense”, o una vuelta al sonido sencillo de su primer álbum, pero con las tablas y el saber hacer de una formación consolidada, materializada en “Little Creatures” de 1985, que a su vez nos regala un clásico del grupo “Road To Nowhere”. También habrá tiempo para alguna incoherencia o patinazo como “True Stories”. Su disco final “Naked”, vino a demostrar que las ideas que tenía cada miembro de por donde tenía que ir la dirección musical del grupo, eran más que discordantes. Algún que otro single suelto editado y se llega al punto y final de la historia de la banda.

Volveremos más adelante para recuperar alguna otra obra de la banda. Hasta entonces les dejo con este disco, el cual recomiendo le reciban con buen ánimo. Si lo encajan como se debe, terminarán con una leve sonrisa por el toque de humor que tiene y con ganas de bailar por la buena música y el ritmo que siempre crearon estos chicos. De vez en cuando conviene llevarse una alegría.
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sábado, 23 de agosto de 2008

1984 Talk Talk - It’s My Life

Antes de nada, decirles que voy a dejar de hacer predicciones sobre la fecha de publicación de las revisiones (visto lo visto), y simplemente me limitaré a asegurarles que intentaré que todos los sábados haya una nueva entrada. Si algún sábado no hay novedad, se deberá a causas de fuerza mayor. Bueno, al grano.

Se creerán, por lo analizado hasta la fecha, que esto va a ser un blog musical monográfico de discos de los años 80. He de reconocer que es mi época favorita, no obstante habrá tiempo también para los 70, 90 y 00, pero eso sí, en menor medida. De momento seguimos estancados en la mal llamada por algunos “década de la decadencia”.

He de advertirles previamente: pocos discos en mi vida han llegado a impresionarme de primera escucha en su conjunto, hasta la fecha 3 en concreto. Uno de ellos ya lo hemos revisado: “The Queen Is Dead” de The Smiths, otro fue un recopilatorio (sí, recopilatorio, aunque casero) de los volúmenes Jazzmaster de Paul Hardcastle y el último fue el que hoy tengo el gusto de presentarles.

La historia de cómo llegué a Talk Talk y a este disco no deja de ser curiosa. Era la primavera de 2002, quizás el mes de marzo, y me acerqué al centro de Madrid a comprar un disco, creo recordar que de Peter Gabriel o Talking Heads, no sabría concretar. Ojeando discos por la zona donde están los Talking Heads, justo pegados siempre me encontraba a Talk Talk. Era un grupo del cual conocía únicamente la canción título del disco escogido para hoy, y más concretamente a través de su videoclip promocional al haberlo visto en la Vh1. Dirigido por el socio de Robert Smith de The Cure, Tim Pope, el clip se compone de imágenes dignas de documentales de la sobremesa de La 2 de animales viviendo en su hábitat natural, conjugadas con otras de un hierático y mudo Mark Hollis, cantante y líder de la banda, en un zoológico. Pude ver que 2 de sus discos estaban de oferta y que el precio eran 1395 pesetas, unos 8,38 eur. Con mi situación personal y económica de aquel momento, trabajando fines de semana mientras acababa la carrera universitaria y siendo sustentado al 100% por mis padres, me di un capricho y acepté el reto de comprarme un disco del grupo. En este caso opté por “It’s My Life”, que era el que contenía la única canción que conocía hasta la fecha (aunque creo que también había escuchado “Life is what you make it” del otro disco que había, igualmente viendo su videoclip, también grabado en un ambiente nocturno de jungla, pero en aquel momento no me hacía tanta gracia). Compré dicho álbum arriesgando, ya que sólo conocía una canción que me agradara y el resto era una incógnita.

Días más tarde desprecinté la caja, puse el disco y la escucha me sorprendió sobremanera ante la elaboración, experimentalismo y misterio que impregnaban las canciones que el disco contenía. Todo esto, combinado con la lánguida voz del cantante, daba un resultado muy particular y personal, que hasta la fecha no había escuchado. El disco abre con un quinteto de canciones excepcional, que ahora mismo comenzaremos a analizar, que por sí solas ya valen el disco en su totalidad. Son las 1395 pesetas o 8,38 eur. que quizás mejor he gastado en música, teniendo en cuenta la relación de lo que esperas (en este caso una canción que te agrada y alguna sorpresilla más) y lo que encuentras (un disco excelente).

Talk Talk era una banda que en 1984 ya había conseguido un relativo éxito tras el lanzamiento de su primer álbum, “The Party Is Over”. Curiosamente habían sido lanzados como grupo gemelo a Duran Duran. La estética quizás si que era parecida, sobre todo en el videoclip de la canción que da nombre al grupo. No obstante, cualquier parecido real con el grupo de los Taylor, Nick Rhodes y Simon Le Bon es pura casualidad. Analizando en conjunto el sonido global de la trayectoria de la banda, yo me atrevo, con mucha valentía por cierto, a decir que Talk Talk puede sonar a una mezcla de Pink Floyd (por el experimentalismo, toques de psicodelia y elaboración instrumental), Depeche Mode (por cierto carácter techno-pop que incluyen sus canciones y alguna semejanza en el pesimismo que tienen las canciones parecidas a algunas de Martin Gore) y Joy Division (por la melancolía que destilan), por raro que todo esto parezca.

Con las ventas moderadas y aceptables generadas por su primer disco y los singles que se editaron, Talk Talk habían conseguido ganarse cierta confianza por parte de su casa de discos. Antes de lanzar el 2º álbum hubo un single de transición llamado “My foolish friend” que suena realmente bien. Con este panorama, las expectativas centradas en la explosión de la banda y la consecución de un gran éxito, hacían que en la discográfica de turno se frotaran las manos viendo el posible horizonte que esperaba a la banda.

“It’s My Life” abre fuego con uno de los singles extraídos. La juguetona “Dum Dum Girl” nos da la bienvenida de forma amable para que no nos asustemos en exceso. En la misma los muros de sonido creados por la distorsión de alguna que otra guitarra que conjugadas con los teclados y sonidos inocentes dan un resultado excepcional en las partes instrumentales. Decir que en este grupo las guitarras aparecían ocasionalmente y muy concentradas en partes de canciones, ya que el sonido principal se basaba en los teclados, el bajo de Paul Webb y la batería de Lee Harris. La canción está formada por subidas y bajadas de la intensidad y tras alcanzar un punto álgido, la calma vuelve de la mano de Mark Hollis susurrando el título de la canción. Tras este más que aceptable inicio de disco, se da paso al primer tema que demuestra realmente la elaboración y refinamiento de la formación que hoy tributamos. “Such a shame” fue igualmente single del disco, pero a diferencia de “Dum Dum Girl” y junto a la canción título del álbum, es el que supone uno de los momentos imprescindibles y memorables de la historia de la banda, extraídos de la genialidad de lp que hoy analizamos. El corte comienza con un minuto instrumental compuesto a base de una latente y sencilla percusión acústica, sobre la cual revolotean misteriosos sintetizadores y sonidos de teclados, a ratos enrevesados, que generan una tremenda aureola de misterio. Tras esta excepcional intro, Mark entra con su abatida voz para entonar un tema bastante pesimista líricamente hablando. Las programaciones y teclados utilizados en esta canción, superpuestos unos a otros, crean un complicado y elaborado tejido de sonido al alcance muy pocos grupos techno de la época. Igualmente, el dúo rítmico formado por Harris y Webb, con su batería y bajo respectivamente, da fuerza y corpulencia a las canciones de la banda, desempeñando un papel muy importante, sobre todo en lo referido a sus 3 primeros discos. “Renée” continúa el disco. Esta canción es uno de los temas más lentos que se incluyen. Muy destacable es la melodía creada en el estribillo a base de unos agudos teclados. La languidez tan característica de la voz de Hollis, tiene aquí uno de sus mejores ejemplos. La desesperanza transmitida por la personal voz de Hollis, está muy acompasada nuevamente en la letra. Mark se dirige a la protagonista de la canción, haciéndole ver como malgasta su vida en la actualidad, visto en frases tales como “como mueren las semanas” o como la ha ido desperdiciando desde su juventud: “Nena, fue la mejor parte de tu juventud una sensación, sí, es un cambio, nunca pensé que acabaría engañándote”. Actualmente Renée “vive en sueños desvanecidos”. El final de la canción es tremendamente decadente, quedando únicamente el, en esta ocasión, lento bajo de Paul y una sencilla percusión de Lee que ayudan a un Mark Hollis que termina el corte diciendo “me estoy burlando de ti”. Los teclados utilizados de corte melancólico, ayudan a que nos encontremos con una de las canciones más introspectivas de los primeros discos de la banda y nos enseña el camino que el grupo seguiría en sus últimas obras. Me permito advertirles que estamos ante una de esas “joyas ocultas” que yo suelo decir. Tras “Renée” y la calma y decadencia que nos ha dejado, se da paso al clásico por excelencia del disco y que con mucho acierto titula la obra. “It’s my life” es el tema pop que nos regaló la banda. Unas sencillas notas de teclados, aunque de sonido ampuloso y solemne es quizás lo que mejor define a esta canción. La línea de bajo de Paul Webb es trepidante a lo largo de toda la canción. En esta ocasión Lee Harris no tiene tanta importancia al mando de la batería y sobre todo se da importancia a las distintas líneas de teclados y programaciones. Mark Hollis canta con rabia dando el perfecto lucimiento a versos como “Me pregunto qué bien haces, me convencí, es mi vida, ¿acaso te olvidas?, es mi vida, nunca termina”. No hará muchos años, el grupo de la señorita Gwen Stefani No Doubt, hizo una más que aceptable versión de esta canción. Si la escucharon y les gustó, les recomiendo que acudan al original y se deleiten como se merece. Como ya he reseñado al comienzo de la revisión, los primeros 5 cortes del álbum son excepcionales y para terminar este combo, se nos presenta “Tomorrow started”. Tengo entendido que en Alemania también fue editada como single, pero no estoy seguro. Estructuralmente la canción se compone de 3 partes gemelas que se repiten cíclicamente y que cuando se da paso de una a otra, al parar todo el sonido de golpe, te da la impresión de que la canción ha terminado, pero en 2 de ellas no es así y simplemente se tratan de falsos finales. En lo que al sonido se refiere, este tema es muy parecido a “Renee”. Nuevamente el abatimiento vocal de Hollis alcanza sus cotas más elevadas, y la melancolía de los teclados utilizados, sumados al ritmo pausado del corte, confieren a la canción de un regusto de tristeza y suave decaimiento que puede convertirse en la banda sonora perfecta para un ocaso del mes de octubre. Líricamente hablando, la canción trata nuevamente, al igual que lo hacía “It’s my life”, de reproches dirigidos a una persona a la que se ha estado vinculado sentimentalmente. El sacrificio de lo de uno en favor del otro visto en versos como “Dije estar equivocado cuando tenía razón y en ocasiones he estado seguro” para que finalmente todo lo que se ha hecho “no parezca servir de nada”. “Tomorrow started” es una canción que viene a demostrar las líneas de sonido que va a continuar el grupo en un futuro, que presentarán una mayor relevancia de las partes instrumentales, ya que en este tema nos encontramos frente a una larga introducción instrumental, que incluso en el disco en directo “London 1986” es mayor si cabe. Tras este espectacular comienzo con el bloque de canciones descrito pasamos a una parte más ecléctica. “The last time” tiene un carácter agridulce conferido principalmente por los teclados que rodean al estribillo “Dejen que el show empiece por última vez”. Esta canción es un nuevo ejemplo de la complejidad en la elaboración instrumental de las canciones y la combinación de varios elementos en la confección del tejido. Igualmente sirve para que la continuación del álbum, materializada en “Call in the night boy” alcance un nivel mayor de intensidad. “Call in the night boy” es como un ejercicio previo o ensayo para la pluscuamperfecta “Living in another world” que formó parte del siguiente disco de estudio y podemos considerarla prima hermana de la misma. Tras este tema, se da paso a la inocente y semiacústica “Does Caroline know?” que nos regala el momento más exótico del disco y quizás menos acorde con el conjunto global de la obra. No obstante, es uno de los instantes de contrapunto que sirve para que el oyente se relaje ante tanta intensidad emocional y enrevesamiento de instrumentos. Mark Hollis habla nuevamente de las relaciones de pareja y de intentar “olvidar nuestros errores y hacerlos dejar atrás”. Para cerrar esta perfecta composición se nos coloca otro tema enérgico. “It’s you” supone un momento de catarsis vocal para Mark Hollis. Se trata de uno de los temas más accesibles del álbum y con unos sonidos menos extraños en lo que a los teclados se refiere.

Este disco supone el comienzo de la madurez compositiva de la formación, que alcanzó su cota más elevada en el siguiente disco. Por desgracia, actualmente es casi imposible encontrar en alguna tienda este álbum nuevo a estrenar, ya que si no está descatalogado poco le faltará, aunque de vez en cuando he llegado a ver las remasterizaciones de otros discos de la banda, que cual Guadiana, aparecen por algunas tiendas en unas temporadas y luego desaparecen para volver a aparecer pasado un tiempo.

El bloque duro formado por las 5 primeras canciones, ya he dicho que valen por sí solas el resto del disco, aunque tampoco hay que menospreciar a las 4 restantes. Es un disco que supone una experiencia muy intensa emocionalmente, por el tono melancólico que destila apoyado principalmente en la excelente languidez vocal (nunca me cansaré de repetirlo) de Mark Hollis, y que a la par nos regala un conjunto de canciones ricas en variedad de sonidos y matices conseguidos a través de las posibilidades que dan los teclados. La portada tiene una gran belleza plástica, se compone de dibujos de personajes plasmados en piezas de puzzle que se asemejan a pescadores y un mar de color morado asemejando un atardecer.

“It’s My Life”, para disgusto de la casa de discos, no respondió a las expectativas generadas en tanto a ventas, e hizo que la discográfica mirara con cierta desconfianza al grupo y que tuvieran ciertas reservas de presupuesto para la elaboración del tercer disco de estudio. En 1986 se editó finalmente “The Colour Of Spring”, que tuvo una gran aceptación y que supuso el mayor éxito comercial de la banda. Ante este hecho la compañía de discos se congratuló definitivamente, la cual para el 4º disco de la banda no puso límite de presupuesto. Curiosamente la banda evolucionó a un sonido experimental, jazzistico, del cual ya se habían intuido pequeñas muestras, que estaba fuera del alcance de las grandes masas y que evidentemente supuso un descalabro en ventas. Tras “Spirit of Eden” de 1988, la banda editó en 1991 el disco gemelo del anterior “Laughing Stock” (ya con otra discográfica) y tras este álbum se separaron definitivamente.

En 1998 Mark Hollis editó un disco en solitario que siguió la tradición de las 2 últimas entregas de su banda y que era parte contractual con la última discográfica con la que firmó Talk Talk. Tras el lanzamiento de este disco Mark Hollis se difuminó en el horizonte musical. No tengo ninguna noticia de él o de actividad suya relacionada con la música en los últimos 10 años. Los rumores que se extienden por la red apuntan a que está completamente aislado y retirado del mundo de la música. De Paul Webb, el bajista de la formación, he oído que ha realizado alguna colaboración con algún proyecto musical. De los otros componentes de la banda, el batería Lee Harris o el teclista, productor y componente moral del grupo Tim Friese-Greene, no sé absolutamente nada, al igual que pasa con el frontman de la banda.

Talk Talk son unos grandes desconocidos para el gran público. Es un grupo excelente que no fueron del todo comprendidos en su época y que están injustamente olvidados en la marea más profunda de la historia de la música. Como acicate para algún escéptico a la hora de abordar el disco o cualquier trabajo de la banda, les diré que el genio musical y ex-miembro de Depeche Mode, Alan Wilder, les considera uno de sus grupos favoritos. Igualmente les diré que gente que no es precisamente aficionada a este tipo de música, se han deleitado al escuchar alguna que otra canción de la banda. Espero que todo lo escrito hoy, les anime a hacer lo mismo que hice yo hará ya 6 años y medio y se animen a darle una oportunidad a Talk Talk, ya sea comprando el disco o simplemente utilizando cualquier programa de descarga de música. Me alegraría que les gustara. ¡Ah! Antes de terminar, una última cosa: si alguien ve a Mark Hollis, le rogaría que le salude de mi parte y que le diga que se le echa de menos.
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miércoles, 6 de agosto de 2008

1987 Fleetwood Mac - Tango In The Night

Con algún día de retraso en relación a lo que avisé en el anterior artículo con respecto a la fecha de publicación de la presente entrega, aquí estoy de nuevo. Igualmente comentarles que hasta el sábado 16 de agosto no habrán novedades. Tras esta breve justificación, entremos en materia.

A mediados de los años 80 Fleetwood Mac, tras haber sufrido diversas variaciones en su composición y tras una dilatada trayectoria discográfica que les había hecho consolidarse como una de las bandas más solventes, elaboradas y de calidad del panorama del pop/rock, editó lo que gran parte de la crítica musical opina que es su “canto del cisne”: su álbum “Tango In The Night”, obra maestra que hoy revisaremos.

Desde el lanzamiento del disco “Rumours”, la formación parecía haberse estabilizado, habiendo quedado de la siguiente manera: John McVie al bajo, Mick Fleetwood a la batería, Lindsey Buckingham a la guitarra y voces, Stevie Nicks como cantante y Christine McVie o Christine Perfect, como prefieran llamarla, como teclista y vocalista igualmente. La banda, con los componentes enumerados, había editado excelentes trabajos como el mencionado “Rumours” y el disco “Mirage”, predecesor del que hoy nos atañe. De la parte sentimental que rodeaba a la banda y los escarceos e historias amorosas que existieron dentro de la misma, no les voy a hablar por 2 sencillos motivos: primero porque aquí nos atañe principalmente lo musical, aunque siempre se pueda comentar (y de hecho comentamos) alguna cosa de forma anecdótica, y segundo porque ahí hubo tantos líos, que yo creo que no se aclaran ni ellos mismos.

En 1987 habían pasado 5 años desde el lanzamiento del anterior disco de estudio y en mitad de una década tan confusa musicalmente y con tanta variedad de estilos musicales, había dudas hacia donde podrían virar Fleetwood Mac para adaptarse a los nuevos tiempos. El resultado fue un disco rico en diversidad de estilos. Canciones pop, cortes con tintes enigmáticos y misterio, baladas, rock y sonido acústico, se agrupan en un disco imprescindible y por otro lado, despreciado por un sector de los seguidores primigenios del grupo.

El disco abre con la rockera “Big love”, cantada por Lindsey Buckingham y apoyada de forma sublime en el magnífico tandem rítmico que suponían Mick Fleetwood en su batería y John McVie con su bajo. Lindsey alterna la contención con el histrionismo en la parte vocal mientras “busca amor, gran gran amor”. Los arreglos de teclado por parte de Chistine McVie en la retaguardia, le confieren el clásico sonido místico que tiene gran parte de las canciones de la banda, sumándose a ello los coros que también aporta. El videoclip que ayudó a la promoción de la canción, es una sucesión de escenas protagonizadas por los componentes del grupo, que tiene algún momento hilarante, como el que supone ver a Lindsey levitando o flotando. Al final del clip se produce el rápido retroceso de todas las imágenes para finalizar en una instantánea de un primer plano del rostro de Lindsey en plan más que desafiante. Tras el frenesí de esta canción y la elaborada instrumentación de la misma, se da paso a un corte más clásico. Los teclados con los que se abre “Seven wonders” y el sencillo redoble de batería de Mick dan paso a una de las más bellas baladas compuestas por la banda. La desgarrada y rota voz de Stevie Nicks nos lleva a lo largo de versos preciosos como “hace tiempo en un cierto lugar y en un cierto momento tocaste mi mano...” o “porque es difícil encontrar a alguien con esta clase de intensidad…” y un estribillo enigmático que viene a decir cosas como “nunca volveré a vivir para comprobar la belleza de nuevo”. La sencillez de la guitarra del sr. Buckingham, que añade unos claros y cristalinos acordes entrelazados con los excelentes y fantasiosos teclados de Christine McVie, hace que la canción tenga un halo muy especial y entrañable. Estamos ante uno de los mejores temas de la historia de la banda. El video de la canción nos regala momentos realmente graciosos con las muecas y gestos por parte de Mick y de Lindsey, e incluso se puede apreciar algún momento “tierno” entre Stevie y Lindsey, por raro que pueda parecer. Para cerrar la apertura del disco nos encontramos con otro de los sencillos extraídos del álbum. “Everywhere” se escuda en el bajo de John y la batería del siempre aplicado Mick Fleetwood, todo ello sustentado desde la retaguardia por los inestimables teclados de Christine, a la que también le corresponde el lucimiento vocal del tema. La contención vocal y la dulzura de Christine hacen que la canción adopte un cariz de fantasía, acompañado en algunos momentos con lejanos coros por parte de Stevie. Sin lugar a dudas, estamos ante otro de los momentos inolvidables que nos ha dejado para la historia la obra que hoy revisamos. Líricamente hablando la canción vuelve a ser otra balada, con un estribillo muy sencillo “quiero estar contigo en cualquier lugar” y que abre con unos versos tan exquisitos como “¿Puedes escucharme decir tu nombre? Sabes que estoy cayendo y no sé qué decir, hablaré un poco más alto, incluso gritaré…”. Los teclados en el estribillo dan un fuerte aplomo y solemnidad a la canción y los que vienen después son los que dan a la canción ese carácter como de cuento de hadas, que tan característica la hacen. Tras esta alternancia vocal que nos hemos encontrado hasta el momento, ya ha llegado el momento de que alguien repita. Para “Caroline” nos volvemos a topar con Lindsey en la dirección vocal. Empieza con una parte de percusión a cargo de Mick, para luego dar paso a la guitarra que introduce a Lindsey. En el estribillo, hace nuevo acto de presencia la, en este caso, tosca percusión de Mick, que con los habituales teclados de Christine dan cuerpo de fondo a la canción. Este estribillo tan marcado, en el que se repite el nombre de la protagonista de la canción, hace que la pista adquiera una gran fuerza. Algunos coros por parte de Christine en la parte final, intentando sobreponerse a la agresiva percusión, dan por finalizado el corte. Tras “Caroline” nos encontramos con el tema que da título al disco. La enigmática “Tango in the night”, corre vocalmente de nuevo a cargo de Lindsey. El corte empieza lento con sonidos enigmáticos acompañados con unos rasgueos cristalinos de guitarra, para posteriormente violentarse notablemente tanto en lo vocal como en lo musical, sobre todo en la parte de guitarra y batería. Tras este primer momento de intensidad volvemos a una “falsa” calma ya que por detrás se nota de forma latente que nuevamente el tema volverá a romper en rabia. Un tema realmente elaborado con subidas y bajadas de intensidad, y una de las muchas cosas que merecen la pena que nos tiene reservado este disco más allá de sus magníficos singles. Mención especial merece la parte final con el solo de guitarra de Lindsey, que es desgarradora y abrumadora. Tras esta mezcolanza de intensidad y misterio otorgados por “Tango in the night” pasamos a un corte mucho más relajado, con Christine McVie llevando las riendas vocales nuevamente. “Mystified” suena inocente y juguetona. De forma inofensiva, vuelve a tratar de los sentimientos y del amor, o mejor dicho del enamoramiento. Los teclados de fantasía de Christine y la mesura rítmica en esta canción a cargo de Mick Fleetwood y John McVie, e incluso la sosegada guitarra de Lindsey Buckingham mediada la canción, hacen que nos repongamos de la sacudida (en el buen sentido de la palabra) que nos supuso la canción que la precede. La sra. McVie no dejará el mando en la siguiente canción. “Little Lies” es otra canción inmortal que nos ha dejado este álbum. El sonido, aunque supongo que ayudado por el videoclip, está envuelto por un carácter sumamente bucólico. Aquí Stevie Nicks aporta unos excelentes coros en el estribillo. Las “pequeñas mentiras, dulces y pequeñas” son un verdadero regalo, aunque personalmente me quedo antes con “Everywhere” o “Seven wonders”. Tras este representativo single, nos damos de frente con otro single, pero quizás el que menos relevancia tuvo, tanto es así que el videoclip del mismo es un collage de imágenes de familias rurales de Reino Unido y de fragmentos del video de “Seven Wonders”. “Family Man” empieza realmente rítmica con una perfecta conjunción teclado-batería-bajo y con Lindsey con contención en lo vocalmente referido. En los estribillos el “soy lo que soy, soy lo que soy, un hombre de familia” es una conjunción vocal con la parte femenina del grupo. Es uno de los temas más bailables del disco, y vagamente nos puede recordar a “Everywhere” instrumentalmente hablando. Para el siguiente corte Stevie entra por la puerta grande, como casi siempre suele hacer debido a su rasgada voz. “Welcome to the room… Sara” es un corte lento que está cercano al sonido que Stevie creó en su disco en solitario “The Other Side Of The Mirror”, contemporáneo del que hoy analizamos. La guitarra y los acordes de Lindsey abren la canción para que dé paso a Stevie, la cual comparte protagonismo en el estribillo con su “querido” Lindsey Buckingham, el cual roba algún que otro verso igualmente ya avanzada la canción. Es un tema lento, una preciosa balada que está hecha a la medida de la interpretación de la señora Nicks. Tras esta balada de corte clásico, nos encontramos con la frenética “Isn’t it midnight”, dirigida por Christine. La guitarra entra con violencia y sonido rockero, en la parte del estribillo los teclados de Christine toman el relevo a la guitarra dando al corte una sensación de prisa y aceleración. Un corte bailable y un rock/pop por el que muchos grupos hubieran matado. Ajustado perfectamente a la década en la que se editó, estamos ante una de las sorpresas más agradables que te puedes encontrar cuando escuchas el álbum por primera vez, sobre todo si la escucha viene motivada por el conocimiento previo de los 4 singles “bandera”: “Little lies”, “Seven wonders”, “Big love” y “Everywhere”. Lindsey, aparte de conferir el toque rockero con su guitarra, también en la parte final del estribillo secunda de forma más que correcta a McVie entonando alguna frase de la letra. Tras el vibrante ritmo de esta canción, se nos da paso al tema más lento del disco. La balada “When i see you again”, sentida en la letra y en el lento y acústico sonido de la guitarra, supone un nuevo momento de lucimiento para Stevie Nicks. En este tema la voz rota de Stevie es imprescindible, ya que no me la imagino entonada por Christine y mucho menos por Lindsey. Para cerrar esta obra maestra, esta joya que nos regaló en 1987 Fleetwood Mac, se coloca “You and i part ii”. Es como un alegre fin de fiesta a una larga noche de celebración por la que has pasado por varios momentos y estados de ánimos, que no son otros que los que te ha conferido el disco con sus canciones. Un corte desenfadado cantado a dúo por Christine y Lindsey. La guitarra suena saltarina, los teclados alegres, la parte rítmica es rítmica al cuadrado, valga la redundancia. El disco no quiere dejarnos con el carácter amargo y dolido que daba “When i see you again” y para esto se coloca aquí este desenfadado tema para que se termine con una sonrisa y con ganas de pasarlo bien.

El conjunto de canciones que supone “Tango In The Night” supone uno de los discos más refinados de la década de los 80. El buen gusto y la elegancia ya se aprecia de primeras en el título del disco sin necesidad de ir más lejos. La labor corrió a cargo de una de las formaciones que ya venían consolidadas de la década anterior y que ya había alcanzado su madurez compositiva. Como curiosidad, mencionarles que este disco fue justamente nominado a 3 grammy y que injustamente no se llevó ninguno (cosas de la industria discográfica). La portada del disco es un bello cuadro, que representa un lago flanqueado por árboles y un ocaso, todo ello en concordancia con lo que contiene en su interior, en lo que al sonido se refiere.

Como habrán podido comprobar al leer la revisión de cada una de las canciones, el disco no tiene fisuras y carece de temas flojos. Fleetwood Mac para la ocasión, decidió acercarse al sonido pop de la década, sin que ello supusiera una bajada de pantalones o una merma de la calidad de sus entregas musicales.

Este disco supone el “adios” de Fleetwood Mac, a lo que es el éxito comercial. No obstante, la calidad de la música persiste en sus entregas posteriores. Tras este disco, los componentes continuaron con sus proyectos en solitario, y el grupo parecía más disgregado que nunca. La actividad de la banda a partir de este momento se vuelve inconexa, perdida en el tiempo y siempre se producirá de forma puntual. Más tarde se editó el disco “Behind the mask”, que no tuvo muy buena acogida, y con algo más de expectación, hará cosa de un lustro, la formación que grabó el disco hoy analizado, a excepción de Christine McVie, dieron forma a “Say You Will”, último disco de estudio de la banda.

El disco hoy presentado es apto para todos los públicos. No se precisa ser seguidor de la banda para apreciarlo y acceder a él. Quizás es la mejor forma de iniciarse en la banda como alternativa a los recopilatorios que existen de la banda. Más adelante ya tendrán tiempo de adentrarse en “Rumours” e incluso entregas anteriores. Habrán podido deducir que es un disco de escucha tranquila. No se preocupen, ya llegaremos a momentos en los que revisemos discos más enrevesados, difíciles e inquietos. Ahora simplemente disfruten del pop/rock de tan excelente nivel que siempre nos aportaron Fleetwood Mac.
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