Hoy damos un salto atrás en el tiempo, para analizar un ejemplar del trabajo de una de las bandas asociadas al llamado rock sinfónico, Supertramp. Allá por 1977, la banda ya contaba con su formación clásica, que se componía de Rick Davies a las voces y teclados, Roger Hodgson a la guitarra, teclados y voz principal, Dougie Thomson al bajo, Bob Siebenberg a la batería y el 3er. líder de la banda, el saxofonista John Helliwell. Tras unos comienzos difíciles a principios de los 70, en los cuales la banda disponía de un mecenazgo por parte de un personaje adinerado (el cual perdieron debido al poco éxito de sus 2 primeros álbumes), la banda había alcanzado el éxito y reconocimiento mundial.
La edición en 1974 de su imprescindible “Crime Of The Century” fue el hecho causante de la subida como la espuma de la popularidad de la banda. Un disco básico de la historia de la música moderna y que incluye canciones inolvidables como “School”, “Rudy”, la exitosa y comercial “Bloody well right” y la propia canción título con un final instrumental decadente y maravilloso. El nivel o estatus se mantuvo con la edición al año siguiente de “Crisis? What Crisis?”, disco que precede en la discografía de la banda al trabajo que hoy revisamos.
Ya a estas alturas, Supertramp rivalizaba con sus contemporáneos Pink Floyd en aspectos tales como cuál grupo tenía mayor legión de seguidores o cuál de las 2 bandas vendía más ejemplares de sus lp’s. Parecía que en este apartado la banda de Waters, Gilmour, Wright y Mason iba por delante, aunque de cara a la accesibilidad de su música los chicos de Supertramp estaban más al alcance del público de la calle, sin que por ello resultaran chabacanos o predecibles.
El caso es que en 1977 Supertramp se metería en estudio para perfilar uno de los mejores discos que deparó la década de los 70. Estaremos de acuerdo en que son más recordados discos de la banda como el citado “Crime Of The Century” o el futuro “Breakfast In America”, pero la calidad de las canciones aquí incluidas, el carácter compacto del disco, referido en el aspecto de solo disponer de 7 canciones (aunque la mayoría de larga duración), a cuál de ellas mejor y que nos hace pensar en una exhaustiva criba para incluir únicamente piezas maestras, hace que el disco tenga un empaque y una cohesión pocas veces alcanzadas.
Estas características citadas no hacen de “Even In The Quietest Moments…” un disco monolítico. La variedad de estilos y el diferente sonido aportado por cada una de las piezas hacen que la escucha se haga placentera, llevadera, entretenida y que cuando te quieras dar cuenta se haya acabado la audición.
Entremos en matería y comencemos por el principio. Para abrir el disco con vitalismo, alegría y luminosidad, se nos coloca una de las piezas pop por excelencia de la historia de la banda. El carácter semiacústico, principalmente aportado por la guitarra, de “Give a little bit”, entonada por la agudísima voz de Roger Hodgson, nos transporta a la filosofía del amor libre y las tendencias hippies de la época: “Dame un poquito de tu amor, yo te daré un poquito de mi amor, hay tanto que necesitamos compartir, así que lánzame una sonrisa y demuestra que te interesa”. Ligera, inmediata, fácil de tararear y un ejemplo de que las bandas sofisticadas lo son porque quieren, ya que si se lo plantean pueden ser sencillos y a la vez sublimes; tarea difícil, no crean. “Lover boy” supone el estreno vocal de la alternancia de cantante habitual de la banda. Rick Davies nos presenta la historia de un crápula, con un sonido amable, irónico y vodevilesco sobre todo en la parte inicial con las desnudas notas de piano, y es que Rick ya avisa que “te lo dije desde el principio, te romperá el corazón. No puedes parar al amante, no puedes parar al amante”. Poco a poco la canción va ganando instrumentos y pasa a ratos a tener un sonido melódico sostenido algo hipnótico. A mitad del corte se vuelve a la línea del inicio, con algunos coros agudos de aire jocoso, para posteriormente volver a la estructura de la 2ª parte con la inclusión de acordes de guitarra eléctrica. Destacable es la aceleración progresiva que adquiere la pista en su parte final con un endiablado Rick encadenando palabras, todo ello tras el falso final que te hace creer que esto se acabó. La canción título se nos presenta a continuación. El momento más relajado del disco, sin duda totalmente en consonancia con el título de álbum y de la propia canción. Un Roger Hodgson, pausado, nada histriónico y acompañado de pocos instrumentos, principalmente una guitarra acústica, el trinar de los pájaros y una aportación de flauta por parte de John Helliwell. Algo de recargo se gana al final con la entrada de teclados de la época, una línea de bajo y la batería algo pausada. “Downstream” es otro de los momentos cedidos vocalmente a Rick Davies y quizás mi favorita del disco. Esta canción tuve la suerte de conocerla en directo, antes de escucharla en el propio disco, en el concierto que ofreció la banda en primavera de 2002 en la plaza de toros de Vistalegre. Aquella interpretación de Rick, con el escenario para él solo, acompañado de su negro piano de cola y una simple luz blanca cenital iluminándole, supuso uno de los mejores momentos de aquel show. La excelencia, el sentimentalismo tan sincero aportado y la belleza de su textura, hicieron que sin conocer el tema en cuestión me quedara con el detalle y al poco tiempo, al completar la discografía de la banda, la buscara entre todos los discos hasta por fin dar con ella en el presente álbum. Una balada con una simple melodía de piano clásico, la rasgada voz de Davies y versos tales como “cogimos una barca el domingo para navegar a lo largo del mar. Todo aquello eran tan agradable, tú y yo, no teníamos ningún problema o preocupación, y todo era silencio alrededor. Tú eres la razón por la que yo nací, estar contigo todas las estaciones del año, siempre te escucharé cuando me llames…” hacen de esta canción una de las canciones de amor más intensas y emocionantes que un servidor ha escuchado. Si de por sí les parecen bonitos los versos escritos por estos chicos, no les digo nada lo que supone escucharlos en la sentida interpretación de Rick. Igualmente es una de las grandes desconocidas del género cuando puede estar a la altura de clásicos del género por méritos propios como “Against all odds” de Phil Collins. “Babaji” por otro lado se trata de una pieza de sonido obtuso y con unos altos y bajos sonoros que nos llevan a cierto desasosiego en contrapunto con lo encontrado hasta ahora, a pesar de su decadente y pausado comienzo. “From Now On” es una canción que a los residentes en la Comunidad de Madrid les sonará. Ha sido una de las canciones que han sido trilladas durante mucho tiempo para promocionar el recinto ferial de Madrid (como ya pasó en su día con “The show must go on” de Queen). Canción coral, con un excelente saxofón dirigido por John Helliwell y otro momento de protagonismo vocal de Davies. Por sacarle algún defecto, quizás el final sea algo repetitivo, aunque me da a mí que esa percepción por mi parte es algo errónea y se fundamenta en la insistente publicidad ya mencionada. Un himno de la alegría y el optimismo firmado por los Supertramp. Para cerrar el disco se pone una de las canciones preferidas de los puristas de Supertramp. Cierto que a la banda en los grandes foros se le recuerde por “The logical song”, la propia “Give a little bit” o “Take the long way home”, pero la canción que baja el telón de “Even In The Quietest Moments…” es quizás la composición más intensa, elaborada y compleja de la historia del grupo. Podríamos decir algo así como que “Fool’s overture” es el “Bohemian Rhapsody” o el “Echoes” personal de la banda. El comienzo con unos sonidos de las multitudes en las calles y las campanadas de un reloj dan paso a Roger Hodgson que empieza susurrante y con poco recargo musical. La intensidad se va ganando poco a poco durante los 10 minutos de duración de la pieza y termina de forma estruendosa, progresiva y acelerada para terminar con los mismos efectos de sonido del inicio. Si el disco abría con un tema lleno de luz, de corta duración e inmediato, el disco cierra con una canción totalmente opuesta: sombría, de regusto agrio, larga y muy compleja musicalmente hablando. Para mi gusto, se trata de uno de esos temas que quedan perfectos al final de un álbum y que te dejan casi hipnotizado, embobado, completamente absorto en lo que acabas de escuchar.
El disco fue un notable éxito para la banda, aunque el definitivo estallido comercial del grupo vino de la mano de los 2 siguientes discos “Breakfast In America” y “Famous Last Words”. A la hora de la grabación del último trabajo citado, Roger Hodgson andaba con un pie y medio fuera de la banda. El abandono de uno de los líderes de la banda se hizo definitivo tras la gira que dio como fruto la edición del doble disco en directo “Paris”.
El grupo continuó como cuarteto durante los años 80 y facturó “Brother Where You Bound” un disco conceptualmente parecido al hoy analizado en lo referido al corto número de canciones incluidas y en 1987 “Free As A Bird”, el disco más pop que haya grabado Supertramp en su historia y que incluía joyas como la bailable “I’m begging you” y la hermana menor de “From now on”, que no era otra que la propia “Free as a bird”.
Un largo parón de 10 años hacía pensar que la banda estaba muerta. En este período, el bajista Dougie Thomson dejó el grupo y la banda se reforzó con el reclutamiento del miembro de Crowded House Mark Hart, que a su vez hacía las veces de Roger Hodgson en directo, encargándose de las canciones vocales del mismo. En 2002 salió a la venta “Slow Motion” un disco muy jazzistico dentro de la historia de Supertramp y por última vez salieron de gira. Desde entonces, lanzamientos de recopilatorios y poco más se sabe.
Lo cierto es que los componentes de Supertramp ya tienen una edad, y quizás el hecho de la reunificación de Crowded House y la suma a la causa de Mark Hart, hacen que la actividad de la banda esté en un punto muerto muy difícil de reanimar. A día de hoy Rick Davies vive en su mansión de Long Island, llevando una vida tranquila y disfrutando del rédito de los éxitos cosechados durante su dilatada trayectoria. Roger Hodgson sigue con su carrera en solitario y no hará mucho tiempo se pasó por Madrid para ofrecer un concierto.
El disco que hoy les dejo para escuchar es un ejemplo de elegancia, refinamiento y buen gusto. Simplemente deténganse a ver la portada del mismo con esa instantánea de un piano nevado en mitad de un gélido y alpino paisaje. Todo ello está visto desde una ventana cuyo cristal está roto en la contraportada. Supertramp durante los años 70 destacó siempre por sus emblemáticas portadas y la de “Even In The Quietest Moments…” es un claro exponente. Se puede considerar como un disco a mitad de camino entre la música moderna y la música clásica. No sé si tan altas valoraciones hagan que a la hora de escucharlo (si es que todavía no lo conocen) la sensación que les quede es la habitual de “no es para tanto”, que suele aparecer cuando a uno le han hablado tan bien de algo. Bueno, pues si les va a pasar esto, entonces les diré que es un disco del montón, pero en ese caso les estaría mintiendo. Más que imprescindible, disfrútenlo.
2 comentarios:
Joder que completito amigo!!!
Muchas gracias
Y sí!!!! voy a ir al concierto del 14 de sept!!!
Nat, sí, cuando me pongo me enrollo mucho, la verdad. De nada. Allá estaremos en septiembre, quitándonos a base de la música de Supertramp el síndrome post-vacacional.
Gracias por escribir.
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