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viernes, 25 de octubre de 2024

Arde Bogotá - Cowboys De La A3 (2023)

ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.
Según escribo estas líneas me congratulo de hacerlo en el período en el que Arde Bogotá están en todo lo alto. No diré que están en su pico; quién soy yo para cortarles las alas. Pero sí es un momento muy fuerte. Esto evita sufrir algunas nostalgias de tiempos no vividos, que son la antesala de una melancolía de efectos retroactivos (¡ojalá hubiera escuchado a los Smiths en el 85!)

El hecho inobjetable es que dentro una escena difusa que se puede llamar indie, rock independiente, o rock a secas, Arde Bogotá están en un momento dulce. Son el perejil de todas las salsas en sus festivales, coleccionan sold out y la prensa musical, o incluso la generalista, siguen con interés sus pasos. Y yo que me alegro.

¿Hay algún motivo para esta fulgurante y emergente carrera? En caso de que hubiera de existir una se me ocurre la actualización de sonidos previos, la infiltración de estilos no enteramente explorados en la escena española, y por encima de todo un puñado de composiciones que ameritan la difusión mediática que están teniendo. De esto modo, profesan una contundencia rock en una época donde la proscripción de los riffs de guitarra en líneas generales es cada vez más común. No son salvadores del rock, de esos ya habido muchos y algunos muy efímeros. Simplemente traspasan gustos y acercan guitarras potentes a gente que quizá de primeras no suele consumir rock.

El hecho de que, entre sus influencias confesas entre Héroes del Silencio, Foo Fighters o Arctic Monkeys ofrece, además un nicho de posibilidades un tanto desiertas en nuestra escena a día de hoy. Pero la base, el fundamente de todo esto, se sostiene con canciones, El auténtico sol alrededor del cual deben orbitar todos los elementos. Las composiciones de Arde Bogotá son directas, sencillas y enérgicas. Píldoras potentes y vitaminadas de fácil y gustoso consumo. Pero con una producción que no descarta el espíritu pop, tanto en el pulido de aristas en la producción, como en la accesibilidad (en el mejor de los sentidos) de la propuesta.

Estos días tan favorables se han materializado en virtud de su segundo disco de larga duración, “Cowboys de la A3”. Más arriscado y roquero que el anterior, el también interesante “La Noche” (2021), y poseedor de una gran solidez. Los poderes del grupos son, una formación instrumental sólida, que puede sonar a rock clásico o a indie británico, sin cambios forzados. Y sin duda, la voz de Antonio García. Su faceta vocal, grave, intensa, rugosa, pero pulida, es perfectamente reconocible. Las comparaciones con Bunbury son ya comunes, hasta el punto de la colaboración del aragonés y Arde Bogotá durante este 2024 con la versión de “La salvación”. Como referencia puede servir, aunque en comparación, al menos con los tiempos de Héroes de Silencio, suena menos barroca y teatral. No hay que olvidar, por supuesto, a Dani Sánchez (guitarra), Pepe Esteban (bajo) y José Ángel Mercader (batería).

La autovía A3 es un lugar que la banda, procedente de Cartagena, ha usado en sus giras primerizas para dirigirse a tocar al resto de la península. Aparte de ser el origen del título, hay una lírica muy relacionada con la automoción, bien sea a base de nombres y modelos de coches, cierta sensación de huida y regusto a road movie en las historias.

Todo ello para un disco realmente bueno que puede seguir generando afición al rock y así conseguir, como dirían Seguridad Social, que no se extinga la llama.

ANÁLISIS DEL DISCO.
1. “Los perros”: Probablemente el buque insignia del grupo, junto con La salvación” y “Qué vida tan dura”. El inicio tiene gancho; una base rítmica potente y marcadísima junto con la voz de Antonio García diciendo aquellos de “soltad a los perros porque me he escapado” La excelente predisposición se confirma con la entrada de un riff de guitarra de rock setentero y un contundente estribillo. Es un esquema de rock clásico perfectamente entendido y ejecutado por toda la banda. Véase esa salida de la canción con un segundo estribillo. Un merecido éxito.

2. “Nuestros pecados”: Después del octanaje inicial descendemos en intensidad, aunque no tanto, hasta un buen medio tiempo pop rock. Flirtea con el funk en las estrofas, para volverse más eléctrica en el estribillo. Divertida, juguetona y pegadiza, no es una mala inmersión en el disco después del petardazo inicial.

3. “Qué vida tan dura”: Otra de las canciones que han pegado de “Cowboys De La A3”. Muy rítmica, al estilo indie pop, en las estrofas y puramente roquera en el estribillo, que posee una interpretación vocal bastante vehemente de Antonio García, además de unas sólidas guitarras. Sencilla pero efectiva, la canción sabe a grito de queja cuestiones vitales, pero sin caer en el vocerío primitivo, con sentido de la melodía.

4. “Clávame tus palabras”: Más oscura que las anteriores, pone la directa desde el inicio para conseguir cotas realmente intensas Transmite la sensación de huida, de cierto desasosiego En el tramo final de la canción surge una variación del estribillo que da un toque ligeramente distinto. Es tiempo de ir alabando también la rocosidad de la dupla de bajo y batería. de Pepe Esteban y José Ángel Mercader. Está canción completa un primer tramo de estupendos y directos pildorazos.

5. “Cowboys de la A3”: Hay un cambio de tercio hacia un lado más introspectivo y nostálgico. Se juega por primera vez con elementos acústicos y otros tonos vocales, sin perjuicio de algún elemento rock todavía presente. La letra es de las más emotivas del disco: “no me importe si fue mentira todo, lo que vivimos nadie nos lo va a quitar”. Parece una evocación de los tiempos de juventud más intensos. Una de las mejores del disco.

6. “Copilotos”: Arde Bogotá dan un paso más hacia lo acústico, en una balada pura y dura, de estructura e instrumentación sencilla, aunque con unos elegantes y sobrios arreglos de cuerda. Viene a ser como un momento de reposo, de quietud introspectiva. La letra mantiene las referencias automovilísticas de otras canciones, como por el ejemplo la del Renault Megane o la ciudad de Dakar.
7. “Veneno”: Y, por cierto, casi al inicio se menciona a un Land Rover Fighter. Coches y más coches. Yendo a la música, esta canción supone un retorno al rock, después de cierto reposo. Un marcado y potente riff de guitarra va conduciendo la canción a través de unos enérgicos 4 minutos. Algunos momentos como el parón roto a intervalos por unas ásperas descargas eléctrica quedan realmente bien. En general, una buena liberación de energía.

8. “Escorpio y sagitario”: Otra vez la combinación de indie y rock donde la adrenalina va subiendo enteros, sobre todo en virtud del estribillo marca de la casa, tan afilado que entra sin problemas. Toda una muestra de energía sin tregua, bailable a ratos, para cantar a gritos otros.

9. “Besos y animales”: Se inicia en calma, casi decadente, para dar paso a un tremendo cambio de ritmo, donde entran unas guitarras afiladas y danzarinas al estilo de los Arctic Monkeys. Lo mejor es que ello da pie a un segmento donde Antonio García encadena frenéticamente unas frases rematadas por ese “ahora somos dos fieras haciendo el amor”. El nivel de adrenalina queda muy alto, y se alcanza de una manera muy interesante.

10. “Flor de La Mancha”: Como contrapeso llega este tema, un melódico medio tiempo, sobre todo representado por unas estrofas de bonito pop rock de toda la vida. Algo más marcado es el estribillo, y también un inesperado riff de guitarra a los tres cuartos de canción, que hace que Dani Sánchez tenga un momento de lucimiento en un interesante flash roquero. El coche de la canción esta vez es un 600.

11. “Todos mis amigos están tristes”: La canción más macarra, malencarada y desafiante del disco. Hay una considerable mala hostia, partiendo de una letra que casi azuza las ganas de pelear. Quizá tenga algo de representación de insatisfacción y desencanto generacional. Ojo al remate con esa frase de “cuando mis amigos están tristes quieren pelear”. La música en sí es todo un huracán casi cercano al hard rock, sin cuartel ni pausa. Interesante y curiosa.

12. “La salvación”: El disco termina con quizá el mayor clásico, hasta ahora, de Arde Bogotá. Una balada que musicalmente está en perfecta correlación con la vulnerabilidad que desprende la letra, y lo hace a base de una bonita melodía, que se va volviendo más épica conforme los acordes van pasando. En realidad, es una canción casi de estadio, muy cantable a coro mientras se encienden mecheros. La versión cantada con Bunbury lanzada durante este año ha aumentado el estatus de la canción. Es algo distinta, y dada las analogías que se han establecido entre Enrique Bunbury y Antonio García es casi como cerrar un círculo. Sirva como prueba del excelente momento del grupo.

RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.
El resultado final de “Cowboys De La A3” es bastante satisfactorio. Es un disco, sencillo, directo, tocado con pasión, y representante de un rock que, si bien tiene las esencias habituales del género, también puede agradar a los oídos que estén más acostumbrados al pop o al indie. Su concisión es también una característica interesante, si bien el disco lo componen doce canciones, la longitud total es de 44 minutos. Ello hace que la sensación de urgencia sea más intensa.

No obstante, la última canción que ha publicado el grupo, de forma exenta, expande esta concepción. “La Torre Picasso” es una canción de nada menos que 8 minutos, y estructura sinuosa, varios cambios de ritmo y buen desarrollo instrumental. Más barroca que lo oído hasta ahora de Arde Bogotá. Si es una pista de por dónde irán los tiros de su próximo disco, o un experimento puntual el tiempo lo dirá Sea como fuere el futuro de la banda no puede ser más prometedor. Aunque siempre exista la responsabilidad de estar a la altura de lo logrado, creo que el grupo se ha ganado un considerable crédito.

Texto: Mariano González.

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