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miércoles, 8 de agosto de 2018

Concierto Kraftwerk. Madrid (23-06-2018)

Largo tiempo he tenido que esperar para ver en directo a un grupo con el encanto de los pioneros y el atractivo de la vanguardia. Las causas son diversas, desidia, falta de fechas que me vengan bien geográficamente o, todo ello mezclado últimamente, problemas físicos. Finalmente he podido disfrutar del desempeño de Kraftwerk en directo, cosa nada baladí pues se trata de un evento particularísimo.
Lo que hacen Kraftwerk es una amalgama de diversos artes, comenzando por el esencial: la música. Sin embargo la perfecta sincronización y complementariedad con el arte el gráfico (básicamente el uso de proyecciones 3D) hacen de sus conciertos un recital simbiótico, donde lo visual parece bailar al son de lo musical pero sin separarse mucho de ello. Unamos a todo esto la importancia conceptual de sus canciones, donde a base de letras minimalistas o proclamas sueltas se conforman ideas que suelen abarcar la relación del hombre con la tecnología.
Si aunamos todo, podemos ver que un show de Kraftwerk es en realidad una especie de “performance”; algo cercano al arte moderno. De hecho han dado numerosos recitales en galerías como el MOMA o el Guggenheim (perfectamente detallados éstos últimos por Víctor Prats en lo tocante a dos de los conciertos). He de reconocer que este espectáculo-concepto me gusta y no es poco el mérito de que así sea; soy demasiado reaccionario en materia artística como para tragar con la mayoría del arte moderno. El caso es que hube de comprar mi localidad atendiendo a mis todavía acuciantes necesidades físicas y buscar acomodo en la grada. No estoy en modo alguno descontento con el asiento que compré; la correlación distancia-nitidez fue favorable y pude ver el concierto razonablemente bien. También hay que tener en cuenta que el recinto no era muy grande. Mi previa de concierto consistió en un encuentro con Víctor Prats, que acudió en calidad de oyente (los viejos seguidores de “DMR” sabrán de qué hablo), al no poder conseguir entradas por diversas circunstancias. Faltando un cuarto de hora para la hora de inicio del concierto me aventuré a ir entrando; voy a paso de muleta y mi ancestralmente nula capacidad de orientación requería ir con cierto tiempo. Sin problema. A una hora ya crepuscular encontré mi razonablemente buen acomodo, llevando conmigo las gafas 3D que daban en la entrada. Para disfrutar del concierto a tope, las susodichas gafas eran muy importantes; la pata visual del evento quedaría prácticamente anulada.
Cuando el aforo ya había adquirido un excelente color, la pantalla que estaba al fondo del escenario se iluminó de rojo recortando las siluetas de los dibujos esquemáticos, cuadriculados y ya tradicionales, de los componentes de Kraftwerk. Actualmente Ralf Hütter es el único miembro original de la banda y el pilar del grupo en melodías y voces. Le acompañan Henning Schmitz con el sintetizador de bajos, Fritz Hillpert ocupándose de los sonidos de percusión y al mando de las proyecciones Falk Grieffenhagen.

De repente, el escenario se oscurece y entonces sabemos que el baile va a comenzar. Literalmente. “Numbers” empezó a sonar con unas potentísimas bases que bien pudieran dar lugar para iniciar un (robótico) baile. En realidad, el primer tramo del concierto estuvo dedicado en exclusiva al disco “Computer World” (1981) y los tonos verdes y negros dominaron en la iluminación y las proyecciones, que consistían (coherentemente) en números; a veces se producían conteos en diversos idiomas y en las pantallas la numeración formaba insólitas figuras tridimensionales. Las primeras canciones fueron a bloque, y lo siguiente en sonar sin solución de continuidad fue “Computer world”. Sonó contundente, misteriosa e hipnótica; mientras, en pantallas, se formaba el título de la canción y algunos fragmentos de la letra, a base de menciones al control de datos por parte de algunas grandes instancias como la CIA, la KGB o el FBI. No se puede negar que esta canción, compuesta en 1981, ha tenido el don de la lucidez. Mismo tono para “It’s more fun to compute” y “Home computer”, prácticamente unidas formando una suite, que además trajeron consigo la proyección del icónico ordenador personal que sale en la portada de “Computer World”. Las excelentes líneas de sintetizadores de ambas canciones sonaros magníficas.
Para acabar con este segmento de concierto Kraftwerk incluyeron “Computer Love”, acaso el momento más pop hasta el momento, y cuya melodía estará en la cabeza de mucha aun sin saber de dónde proviene. Recordemos que los acordes más característicos de la canción fueron tomados prestados (con el lacónico visto bueno de Kraftwerk) por Coldplay para incluirlos en su canción “Talk”. En las proyecciones hubo mosaicos formados por colores vivísimos y algunas curvas de ecualización de enorme tamaño.
Dejamos atrás el “Computer World” y pasamos al “sector” del “The Man-Machine” (1978), empezando por la canción título. La parafernalia visual pasó a ser de tonos rojizos, utilizando alguna tipografía y rasgos del constructivismo soviético. La palabra “machine” o varios fragmentos de la letra también iban desfilando por las pantallas, alguno de ellos inquietantes (“semi-human being”, “Superman being”), como inquietante sonó la música replicando los misteriosos acordes y el no menos misterioso vocoder.
La próxima parada fue “Spacelab”. Esta canción ha de señalarse como de los puntos álgidos de la noche. En primer lugar porque la música en directo captó perfectamente la sensación de desazón y soledad de la original y en segundo lugar porque todo el potencial del 3D es posible que fuese el más espectacular que se pudo ver. Las proyecciones iniciales muestran a una especie de satélite o nave orbitando alrededor de la tierra con la peculiaridad de que gracias a nuestras gafas 3D, parece que el artefacto va a salir de la pantalla y abducirnos. Murmullos de asombro y sorpresa entre el público. Finalmente una nave aterriza en La Tierra recorriendo diversas ciudades (en un momento dado me pareció ver al Jardín Botánico donde estábamos). Como curiosidad nuestra situación apareció en pantalla a la usanza del Google Maps. Que todos supiéramos dónde estábamos y para qué.
No cambiamos de disco. A continuación empezaron a sonar los muy familiares acordes de “The model”, quizá la canción de Kraftwerk más celebre, y sin duda el momento pop por antonomasia de todo el concierto. Por muchas veces que la haya oído, ver a Ralf Hutter sobre las tablas cantando y manejando los pegadizos sintetizadores son motivos suficientes como para que a uno se le ponga la piel de gallina.

Las proyecciones esta vez, en lugar de ser futuristas, miran más hacia el pasado y nos muestran unas modelos de corte clásicos y en blanco y negro. Sitúenlas en los años 50 o por ahí. Nuestra ganancia con estas proyecciones es la de ganar en sofisticación y elegancia, en lugar de mostrar la fantasmagoría descremada de la moda actual.
A continuación “Neon lights”. Uno de los momentos destacados del “The Man-Machine” y donde más importantes son las atmósferas, que se trasladaron perfectamente al público. Tuvimos la sensación de un imaginario paseo por una megalópolis futurista; sensación refrendada por las proyecciones, que mostraban las diversas luces que pueden poblar el paisaje urbano nocturno. Desde una cruz verde de farmacia, hasta el letrero de un hotel (como el Cristallo) pasando por una referencia curiosísima a la UFA, los míticos estudios cinematográficos alemanes creados en la República de Weimar y desaparecidos tras la II Guerra Mundial.
Kraftwerk nos hacen un quiebro y nos metemos de lleno en, quizá, el primer clásico que alumbró la banda alemana, allá por 1974. Nos referimos a la canción título de “Autobahn”. Lógicamente, eso sí, no es la versión del álbum sino la versión concentrada que suelen plasmar en directo. El público reaccionó con ovaciones y coros ante el carismático vocoder que abre la canción y también ante los clásicos acordes de teclado posteriores. Las proyecciones comienzan replicando el arte gráfico del disco de origen y nos después meten en una soleada carretera llena de adelantamientos, todo tipo de coches (desde un escarabajo a un Mercedes) y situaciones automovilísticas. No faltó incluso la imagen de una auto-radio. Huelga decir que fue un momento bastante propicio para las gafas 3D.
La forma óptima de mantener el buen sabor de boca de un clásico es saltar directamente a otro clásico. Dicho y hecho. Los sonidos (y la imagen) de un contador Geiger con el pulso progresivamente acelerado desembocaron indefectiblemente en “Radioactivity”. A la ya clásica intro que enumera varios desastres nucleares, se ha unido recientemente el nombre Fukushima. De ahí que en la parte inicial fuese en japonés y las proyecciones consistieran en letras de ese alfabeto.

La canción después se recondujo hacia su versión en inglés mientras el símbolo radioactivo efectuaba fulgurantes viajes tridimensionales en la pantalla. Esta canción me sigue demostrando que Kraftwerk son unos maestros del minimalismo talentoso. Apenas unos acordes de sintetizador y una sencilla línea vocal configuran un auténtico clásico. Por cierto, también hubo una simpática proyección que incluía a un átomo en cuyas órbitas se movían, al compás, los electrones.
A posteriori vino el turno de “Electric café” (canción título) con su misteriosa progresión de notas sintetizadas bien combinadas con unas proyecciones poligonales en blanco y negro hipnóticamente concéntricas. Para “DMR” es un canción simpática debido al divertido colofón que pusimos al programa en que analizamos el disco que la contiene (algo parecido pasó con “The Man-Machine”). Cosas nuestras.
A mi lado, por cierto, en un pasillo cerca de las gradas, dos sujetos depositarios de una heroica cantidad de alcohol armaron un pequeño follón que, afortunadamente, fue solucionado por la seguridad del evento. Nada que nos impidiera disfrutar del siguiente bloque, en este caso dedicado al “Tour De France Sountracks” (2003). Es impresionante la sensación de unidad y coherencia que mostró Kraftwerk en este tramo; “Tour de france”, “Prologue”, “Tour de france étape 1”, “Tour de France étape 2” sonaron de manera fluida y compacta manteniendo la impronta conceptual de Kraftwerk. Me gustaron mucho las proyecciones, sobre todo porque mostraban imágenes “vintage” del Tour de Francia, desde la vieja escuela de hace décadas a, por ejemplo, Miguel Induráin.
De las bicicletas pasamos a los trenes mediante, como podrán suponer, la interpretación de varios temas del “Trans-Europe Express” (1977). El comienzo fue mediante la canción título, perfecta emulando un retro-futurista viaje en tren. Las proyecciones en blanco negro mostraban tridimensionalmente a un estiloso tren en movimiento, para deleite de los portadores de gafas 3D. “Metal on metal”-“Abzug” puso la nota industrial y contundente para finalizar este tramo.
Momento para la ancestral costumbre de los bises y el teatrillo de dejar momentáneamente el escenario para volver tras unos cuantos momentos de solícitas súplicas por parte del público. Todo según lo establecido. Los bises se olvidaron de bloques y segmentos (o casi) y estuvieron formados picoteos diversos de su discografía. El primero fue “The Robots”, una de las canciones insignia del “The Man-Machine” (1978) que además sonó notoriamente contundente, siguiendo la línea del “The Mix” (1991). Pudo haber sido uno de los momentos más espectaculares de la noche, dado que comúnmente en esta canción en lugar de los componentes de carne y hueso de Kraftwerk suelen estar sobre las tablas sus réplicas robóticas emulando los movimientos de los robots de la pantalla. Por lo que fuese no hubo robots, pero sí que hubo proyecciones donde los “hombres máquina” aparecen con el añejo y característico atuendo de camisa roja y corbata negra. Muy buen momento.
Tiempo después para revisitar el “Tour de France Soundtracks” mediante “Aérodynamik”, una de las destacadas de ese LP y que además nos devolvió las proyecciones de imaginería ciclística. La cadencia es muy reconocible y además es una canción que me cae simpática; debido sobre todo a que allá por 2004 (más o menos) fue usada como cortinilla en el programa “Plásticos Y Decibelios”, siendo yo oyente diario de aquel programa por aquellos tiempos. “Planet of visions”, compuesta para la Expo de 2000 en Hannover, es una canción frecuente en los conciertos de Kraftwerk y de nuevo ayer tuvo su lugar en el tracklist. No es que sea de mis favoritas de los alemanes, pero es una canción efectiva con alguna proyección en 3D de tonos verdosos de cierto interés.
El cierre de concierto sí que es el tradicional en los recitales de Kraftwerk y lo constituye la triada de temas del “Electric Café”: “Boing boom tschak”, “Techno pop” y “Musique non stop”. En realidad sí que podemos hablar, por lo tanto, de un último bloque. Como no podía ser otra de forma, estas canciones sonaron con bases contundentes y elementos pegadizos que incluyen letras en varios idiomas como francés, inglés, español. Esta elección para dar término al concierto también puede tener su significación conceptual; quizá nos transmite que aunque el recital haya terminado la música continúa, como si en lugar de un punto y final el grupo nos ofreciese unos puntos suspensivos. Un hasta luego y no un adiós. En este tramo las proyecciones consistieron en notas musicales voladoras, formando diversos juegos ópticos, y una cabeza robótica similar a las que aparecer en la portada del disco.
Y tras esto, la despedida. También fue ejecutada según la usanza propia de Kraftwerk. Es decir, los componentes van abandonando el escenario uno por uno haciendo una pequeña reverencia al público antes de salir. El último en irse y de algún modo poner punto y final al concierto fue Ralf Hütter, que esta incluso se arrancó a darnos las gracias en su única alocución al público.
Es difícil no salir fascinado de un concierto de Kraftwerk, la peculiarísima ejecución sobre las tablas y el inteligente y llamativo uso de la tecnología no hacen sino conformar un evento realmente único. Es como asistir a un show futurista, original y llamativo. Y la música sigue teniendo ese encanto misterioso, un tanto hermético de Kraftwerk. Mi única conclusión es que mi primera experiencia viendo en directo a Kraftwerk ha sido totalmente satisfactoria.
Tras el concierto aún tuve tiempo de hablar con Víctor Prats, que pudo escuchar el concierto de manera bastante aceptable, y finalmente plegué velas para dirigirme a casa. A estas alturas, y por el mismo precio, me gustaría animar a las emisoras de taxi a que tengan en cuenta las indicaciones precisas de sus clientes y no envíen sus coches al lugar equivocado. Pero la noche fue muy positiva. Viví uno de los conciertos más originales que yo haya visto y además por fin constaté como son Kraftwerk en directo. Casi me siento como si me hubieran dado el carnet de “hombre-máquina”.

Texto, fotografías y vídeos: Mariano González.

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