Como cierre del artículo de la pasada semana, les hice una comparativa de Interpol con Coldplay, en lo que a un cierto paralelismo entre las trayectorias de las 2 bandas pudiera darse. He creído que ya que mencioné el otro día al grupo de Chris Martin, para qué vamos a rompernos más la cabeza, y mejor que volver más adelante al asunto en cuestión, tratémoslo hoy que lo tenemos fresco. Comenzaremos como siempre por la historia previa de la banda al lanzamiento del disco que analizaremos.
Tuve la ocasión, allá por verano de 2000 de conocer en la cadena alemana Viva Zwei, a un grupo británico que daba sus primeros coletazos musicales a escala continental. El grupo en cuestión tenía como nombre Coldplay y el videoclip que vi era el perteneciente a su single “Shiver”. En el mismo creo recordar, porque hace mucho que no lo veo, que se veía al grupo tocar en un estudio de tonos claros y liderados por un cantante con el pelo alborotado, medio largo y rizado. La canción tenía cierta energía y aportaba matices de corrientes cercanas al indie rock suave, género en el cual encuadré a la banda tras esa primera percepción.
No tardaría más que unas semanas en ver el siguiente clip del 2º sencillo de su 1er. disco. Aquí solamente aparecía el cantante, con el pelo sumamente recortado respecto al video anterior a la par que empapado, dando un paseo por la orilla del mar en un bucólico amanecer nublado. No dejaba de chocarme el aspecto tan sumamente inglés tradicional de la estética del vocalista en este video. Centrándonos en lo musical, la canción era simplemente sublime; su título “Yellow”. Su primer trabajo “Parachutes”, fue acogido con cierto ánimo por el público en general y el resultado final era más que satisfactorio; iré más allá, este trabajo en una pequeña joya, una obra íntima, con las gotas justas de melancolía y con su cierto atisbo de optimismo para no perder la esperanza (véase la canción que cierra “Everything’s not lost”; el título lo dice todo).
Decir que por aquellas fechas, la banda en España eran unos tremendos desconocidos. Pasaría casi medio año hasta que se comenzara a popularizar el grupo con el lanzamiento del single “Trouble”, que curiosamente cuajó más en nuestro país. Antes de esto, el bueno de Larry Mullen Jr., batería de U2 por si no lo saben, ya hizo mención de la proyección de la banda, cuando con motivo de una entrevista promocional de su “celebrado” disco “All That You Can’t Leave Behind” en la MTV, le preguntaron por sus preferencias musicales del momento; lo que supo acertar a decir Larry fue algo como: “…¡Ah, sí! y ese grupo que tiene esa canción que se llama “Yellow””. Se ve que a los U2 todavía les funciona el oído, a pesar de que la inspiración esté en letargo, a falta de comprobar que siga así dentro de unos días… Se ve que el batería no acertaba a recordar el nombre de la banda y menos aún el de sus 4 componentes: Guy Berryman, Jon Auckland, Will Champion y, liderando el proyecto, Chris Martin.
Resulta que el grupo, tuvo a bien programar un concierto en mi querida La Riviera en la primavera de 2001. 3000 pesetas costaba la entrada y me animé a sacarla. Resulta que el día del concierto, creo que era un 18 de marzo o algo así, me presento en la puerta de la sala y un operario me dice que el concierto se cancelaba por enfermedad vocal del cantante… chasco al canto. Parece ser que el motivo real de la cancelación era iniciar una gira por los tan preciados Estados Unidos, en fin. El disco reportó excelentes críticas y desde entonces se veía a Coldplay como una de las grandes promesas musicales, en un momento en el que el panorama internacional carecía de un líder coherente; comprobemos unos Radiohead girando en exceso al experimentalismo, unos U2 sin arriesgar, o unos Depeche Mode firmando su peor lp de la historia con “Exciter”.
Tras la correspondiente promoción del disco, con su bien llevada (menos en Madrid) gira y los 4 singles de rigor, el grupo se tomó unos meses para dar forma al disco que hoy analizamos. Evidentemente, la expectación por parte de la gente era muy alta, ya que tras un debut tan notable y entrañable como “Parachutes”, la curiosidad por ver si la banda mantenía ese nivel estaba más que justificada. El caso es que los buenos augurios se cumplieron, y Coldplay firmaron un trabajo simplemente excelente. Dicho esto, procedamos a desgranarlo.
De forma sorprendente, el disco comienza con “Politik”, que se nutre de un aporreante muro de sonido, que para de golpe para dejar que Chris comience su papel de forma susurrante. “Abre tus ojos” es el aviso que Martin nos deja bien claro a lo largo de la canción. El carácter abrupto y agitado de la canción, contrasta de forma bien clara con las composiciones del primer disco del grupo. Una apertura para dejar bien claro que la banda puede moverse por el terreno que le dé la gana. No obstante, también hay tiempo para algún momento más pausado a mitad de canción, pero con el martilleo permaneciendo latente en la sombra. Tras este comienzo tan rompedor, se presenta “In my place”. Recordando claramente al sonido de “Yellow”, el grupo vuelve al encaje que tan bien llevó en su primer disco y que aquí vuelven a demostrar que todavía dominan a la perfección. Esos acordes tan cálidos de guitarra, la melodía de teclado que tanta mesura aporta y la sentida dirección vocal de Chris, conforman una canción íntima, melancólica y preciosa. Un verdadero acierto que se eligiera como 1er. single, aunque no sea el que más se haya recordado a la postre. Tras este emotivo momento, la banda decide cambiar de registro y dar paso a la sombría y a la vez rítmica “God put a smile upon your face”. Dicha canción fue escogida como 4º single y nuevamente la batería y unos repetitivos acordes de guitarra, crean una sensación de intranquilidad y desasosiego para acrecentar el lado oscuro del corte. De nuevo vemos alternancia, ya que “The scientist” vuelve a los derroteros melancólicos en forma de balada. Podría decir que es mi canción favorita del disco, y mi gusto viene reforzado por su condición de 3er. sencillo del lp, que por cierto se acompañó de un clip de suma belleza grabado con retroceso de la acción (les recomiendo que lo vean si no lo han hecho). Si nos ponemos a extraer alguna frase reseñable de la canción, podría citar ese marcado “Nadie dijo que sería fácil, es una pena que tengamos que partir”, dentro de todos los versos amorosos encadenados por Martin desde el inicio. Es curioso que la banda dispusiera los 4 singles seguidos del 2º al 5º lugar en el álbum. “Clocks” es la canción que quedará para la posteridad del disco. Sustentada en una juguetona melodía de piano de Chris, que es lo que da personalidad total al corte, “Clocks” alcanza momentos tremendamente épicos en la 2ª mitad de la misma. No sé si la sobreexposición a la que fue sometida como soporte de cabecera de TVE, o que sonara hasta en la sopa, hacen que no sea una de mis favoritas. No obstante, no deja de ser un tremendo temazo. “Daylight” se apoya en unos sonidos de lejana reminiscencia oriental y en su base es bastante parecida a “God put a smile…”. Lo más destacable son los registros agudos de Chris en la parte del estribillo, ya que alcanzan una de sus cotas más altas en el disco. “Green eyes” aporta la justa cantidad acústica a la obra, y si cabe el contraste es mayor tras haberse dispuesto tras la intensidad “Clocks” y “Daylights”. No deja de ser, como evidencia su título, una balada dedicada a alguien con unos remarcables ojos verdes; “Ojos verdes, tú eras a quien quería encontrar” viene a decir Chris Martin. Lo bueno de esta canción, es que viene a demostrar que la banda sin necesidad de recargos y con economía de medios, puede llegar a emocionar y crear estupendas composiciones. Con algo más de sonoridad, pero con mesura y tranquilidad melódica, llega “Warning sign”. Llega la hora de cantar a la ausencia del amor: “La verdad es que te echo de menos, la verdad es que echo tanto de menos…”. La parte final, con la melodía de piano acompañada de unas notas de guitarra eléctrica conforman un remate estupendo para el tema. “A whisper” es un curioso ejercicio experimental parecido a Politik, en lo que a lo chocante con el sonido habitual se refiere. Nuevamente una repetición de las notas (que Brian Eno echó en cara al propio Martin, cuando éste le pregunto su opinión sobre su banda) y la intensidad vocal, junto a la densidad instrumental, conforman otro soplo de aire fresco para dar un toque más heterogéneo al disco. La canción título viene a mostrar una letra desoladora con una lánguida y acústica melodía para acompañarla en sus primeros compases, para que posteriormente rompa en una intensidad y un tono medio épico que contrastan fuertemente con ese tímido inicio. “Amsterdam” viene a suponer un final que nuevamente plasma la importancia del piano de Chris en parte de su melodía. Una canción válida y a juego perfectamente con la obra, pero que por poner un “pero” a esta obra, diría que me hubiera gustado más que el orden entre la penúltima y la última canción se hubiera alterado a la inversa. Cada uno tiene sus preferencias.
El disco, a pesar de su complejidad sonora y emocional, destaca por su sencillez en lo que al empaquetado se refiere, con una abstracta figura de delineación sobre un fondo blanco para dar forma a la portada. El libreto viene únicamente acompañado de algunas fotografías de estudio de la banda, que tanto gusta al grupo y que básicamente es lo único que suele nutrir los folletos de sus discos. De las letras ni rastro.
Si “Parachutes” fue un notable éxito tanto en ventas como en crítica, “A Rush Of Blood To The Head” directamente hizo saltar la banca. El grupo se confirmó definitivamente como la alternativa de los ya por entonces desorientados U2, por mucho que en 2005 hicieran de teloneros de la banda de Bono. En este aspecto decir que siempre hay clases y a los irlandeses hay que estarles tremendamente agradecidos por todo lo que editaron hasta 1997, y quien sabe si por lo que nos entreguen dentro de 2 semanas. El término de teloneros, cuando se trata de escoltar a Bono y compañía es un halago.
2005 vio la edición del inconexo “X & Y”. Un disco quizás demasiado denso, al que le sobran un par de canciones, pero que incluye tremendos aciertos como es el excelente tributo particular de Coldplay a Kraftwerk, con su adaptación de “Computer love”, transformada en “Talk”. Sin embargo, el pasado año vio la luz “Viva La Vida Or Death And All Her Friends”. “X & Y” ya dividió a la crítica. Unos lo veneraron, otros lo apalearon. Yo he de decir que estoy entre medias, es un buen disco, pero sin los alardes del que hoy hemos revisado, ni de su ópera prima. Sin embargo, el disco del año pasado me da por pensar que es algo así como la recurrente fábula del traje nuevo del rey; aquel cuentecito en el que unos diseñadores hacían desfilar desnudo a un rey obsesionado con la moda, haciéndole creer que llevaba un traje invisible y que todo el mundo alababa hasta que alguien advertía que iba desnudo… Bueno, pues yo digo que “Viva La Vida…” es un paralelismo muy claro, referido en tanto a que por el simple hecho de que tan sólo sea su 4º trabajo y que lo hayan grabado Coldplay, tiene que ser bueno ya de por sí. Pues no, yo digo que está desnudo.
El caso es que el futuro de Coldplay es incierto, a mi opinión en una clara estrategia de marketing para que el grupo siga en boca de todos, al igual que la edición del epílogo “Prospekt March” hace unos meses. Martin ha dicho que la banda se separará a finales de año, y luego en otras entrevistas, a las que llega cantando a pleno pulmón por la calle “Girflfriend is better” de Talking Heads, viene a decir que no se separarán hasta que hagan algo realmente bueno… Mientras que Coldplay sigue inmerso en la marea mediática en la que se mueven como grupo líder del momento, les aconsejo que echen la vista atrás y recuperen el último disco prácticamente perfecto que editó la banda, su 2º disco.
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